Franz Xaver von Schönwerth
La princesa de las remolachas y otros cuentos
populares inéditos
Edición y prólogo
Erika Eichenseer
Introducción y traducción
Isabel Hernández
Introducción
En 2009 la folclorista Erika Eichenseer sorprendió a los investigadores y a la opinión pública alemana con el anuncio de que había encontrado más de quinientos cuentos inéditos del escritor bávaro Franz Xaver von Schönwerth (1811-1886) guardados en treinta cajas del archivo municipal de la ciudad de Regensburg.
Son muchos los datos que se han conservado acerca de este autor, un tanto desconocido hoy en día, debido seguramente al éxito de los cuentos publicados por los hermanos Jakob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859) Grimm, quienes en diversas cartas habían puesto de manifiesto su admiración por la labor llevada a cabo por Schönwerth. Tal éxito, sin embargo, nubló en cierto modo la popularidad del trabajo de este último, que, aunque efectuado con el mismo rigor y tesón, permaneció siempre en un segundo plano. Nacido en la localidad de Amberg, sus estudios de bachillerato se orientaron hacia las humanidades clásicas, aunque sus cuadernos de clase dejan claro un manifiesto interés por la historia de Baviera y las lenguas germánicas, algo que concordaba de manera decidida con los intereses de la época y los postulados de Johann Gottfried Herder (1744-1803), quien mantenía, en contra de las ideas ilustradas, que la poesía era el alma, el espíritu del pueblo, y, por tanto, se hacía necesario recopilar los testimonios desaparecidos de las literaturas populares, a fin de recuperar y extender ese espíritu, diferente en cada nación. Esta idea fue la que llevó a la práctica totalidad de los escritores románticos a buscar los tesoros de la antigua poesía alemana, que se creían perdidos, a fin de devolverlos a un pueblo que, por aquel entonces, buscaba también su identidad para poderse definir como nación. En ese despertar de una nueva conciencia nacional, el gran pasado germánico, en el que tanto Schönwerth como los hermanos Grimm veían el origen de los cuentos, radicó el vivo interés que lo llevaría en años posteriores a emprender un ingente trabajo recopilatorio de campo.
En 1831, a la edad de veintiún años, Schönwerth se trasladó a Múnich para estudiar en la Real Academia de Arquitectura, aunque en 1835 decidió continuar por la vía del Derecho, cuyos estudios concluyó en 1837, además de otros de Lingüística e Historia. A través de las clases de Joseph Görres (1776-1848), quien había publicado en 1807 Die deutschen Volksbücher [Los libros populares alemanes], accedió además al círculo de los románticos, admiradores de la dedicación del maestro a la cultura popular. Inspirado por la Mitología alemana (1835) de los Grimm, cuya lectura le recomendara su también profesor Georg Philips (1804-1872), y con la única intención de preservar las tradiciones orales de su amada Baviera en un momento en que la mayoría de los eruditos de su época, educados en el espíritu ilustrado, despreciaban todo lo que tuviera que ver con la cultura popular, Schönwerth publicó tres volúmenes de sagas y leyendas titulados Aus der Oberpfalz: Sitten und Sagen [Leyendas y sagas del Alto Palatinado] en 1857, 1858 y 1859 respectivamente, pero el poco éxito cosechado le hizo desistir de continuar con la publicación de los numerosos cuentos recopilados de viva voz entre gentes del campo y de la ciudad, en diferentes desplazamientos realizados en persona y también a través del correo, es decir, exactamente de la manera en que los hermanos Grimm se habían imaginado que debía llevarse a cabo la labor de fijación escrita de la tradición popular, y que ellos mismos no llegaron a poner del todo en práctica, al recibir una buena parte de su material de mujeres de su mismo entorno social.
Schönwerth realizó esta labor al margen de su trabajo como secretario privado del entonces aún príncipe heredero Maximiliano, quien, tras acceder al trono, lo nombró secretario de corte y años más tarde, en 1851, secretario general y consejero del Ministerio de Hacienda, época esta en la que pudo contar con más tiempo para trabajar en sus textos. Posteriormente, tras su matrimonio con Maria Rath (1836-1905), aumentó su colección gracias a su decisiva ayuda, a la que contribuyó también sobremanera su suegro, Johann Michael Rath (1800-1878), un hombre de una elevada formación literaria. Pero la tarea no fue fácil: Schönwerth recogió todo su material en la región bávara del Alto Palatinado, al oeste del entonces aún reino de Baviera, y contó con el entusiasmo de numerosos ayudantes como el sacerdote Andreas Riedl, el capellán Johann Baptist Weber, su prima Doris, y, sobre todo, Katherl, la que fuera niñera de los Schönwerth durante muchos años. El nivel de formación, así como la profesión y la clase social de los colaboradores e informantes no fue siempre homogéneo: de ahí que la colección comprenda, junto a textos de marcado lenguaje poético, incluso romántico, otros que presentan un carácter un tanto fragmentario y descompensado, con un léxico y una sintaxis muy simples. Lo cual es lógico si se piensa que los cuentos fueron transmitidos de forma oral y que la oralidad, debido a la necesaria capacidad memorística y a la diferente forma de expresión, conlleva determinados rasgos que influyen en el rigor en que se relatan las historias. Así, por ejemplo, en la denominación de los personajes (un rey puede pasar a ser un príncipe), en las repeticiones inadvertidas, en las elipsis que presuponen acontecimientos que el lector desconoce (como en el caso de «El sonido del cuerno del pastor»), en el uso de la misma estructura narrativa con diferentes personajes, o incluso en los títulos que no hacen referencia a ninguno de los personajes que aparecen en el cuento (como en el caso de «El sastre astuto», donde no sale ningún sastre). Pero lo peor fue, si cabe, el propio trabajo, cuyo proceso él mismo describió en el prólogo a sus Sitten ...