La función social de la esquizofrenia
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La función social de la esquizofrenia

Una perspectiva psicoanalítica

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La función social de la esquizofrenia

Una perspectiva psicoanalítica

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Con base en la amplia experiencia práctica del autor con pacientes esquizofrénicos, este texto propone nuevas perspectivas para abordar el tratamiento de este mal que aqueja al 0, 5% de la población mundial. A partir del concepto lacaniano de ironía esquizofrénica, este estudio analiza cuatro elementos propios de la clínica psicoanalíticas que no han sido explorados con profundidad hasta el momento. Se trata de la dinámica de la transferencia, el amor de transferencia, la división subjetiva y el síntoma analítico.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2020
ISBN
9789502330921
1. La noción lacaniana de ironía esquizofrénica
La ironía esquizofrénica
Como dijimos anteriormente, Jacques Lacan se refirió al tema de la ironía en la esquizofrenia en “Escritos ‘inspirados’: Esquizografía” de 1931 y en su respuesta a los estudiantes de filosofía de 1966. En la primera de ellas, aborda el tema desde el modo de expresión escrita de los pacientes, mientras que en la segunda se enfoca en la función social de la enfermedad mental.
Como podemos notar, se trata de dos referencias de carácter bien distinto que, como señalaba, comentaré y analizaré en este primer capítulo.
Se puede observar, en ambas referencias, que la ironía detectada en pacientes esquizofrénicos remite a dos cuestiones diferentes: en un caso, se trata de un índice indirecto de la posición subjetiva como referencia negativa; en el otro, se trata de la función social de la ironía esquizofrénica, como ejemplo del lugar que sería deseable ocupara el psicoanálisis en la cultura, si es que pretende subsistir sin ser absorbido por el automatismo propendido por el conjunto de los demás discursos establecidos. Como decíamos, nos ocuparemos en detalle de analizar y comentar ambas referencias extensamente. Sin embargo, el nudo problemático que nos convoca es el siguiente: Lacan se ha referido en dos oportunidades al tema que nos interesa. En ambas ocasiones, como lo hemos señalado, queda situado lo irónico, en la esquizofrenia, a cuenta de lo defensivo. Sin embargo, consideramos que según las manifestaciones que encontramos en la clínica, este no es el único modo en que el esquizofrénico utiliza la ironía, sino que, además, frecuentemente se trata de un modo particular de enlazarse al Otro –de la palabra, del discurso–. Consideramos que, en una lectura articulada de dos textos de Jacques Lacan, la “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite” (1954) y la “Respuesta a algunos estudiantes de filosofía” (1966), esta vertiente se encuentra aludida. Eso sí: en un esfuerzo de lectura que nos permita exponer los términos de la articulación para apoyar en dichas referencias el fenómeno clínico. En cuanto a la referencia temprana de 1931, a pesar de tratarse de un texto perteneciente a la prehistoria del Lacan psicoanalista, encontramos allí el apoyo más fuerte para suponerle a la ironía propia del esquizofrénico dos características fundamentales: la de funcionar como índice de la presencia de la actividad del sujeto –aun cuando sea detectable únicamente por medio de índices negativos–, y el hecho de que dicha condición sea socializante, es decir dirigida al otro y, en tal sentido, constituya un movimiento tendiente a instituir al sujeto en las redes del discurso.
En el primer caso, según el texto de 1931, incluso cuando la ironía de esa paciente esquizofrénica (dementia paranoide) no estuviera planteada como defensiva, podríamos inferir el aspecto defensivo por medio de una operación de lectura no muy difícil: la paciente, mediante la ironía, se defiende de su vivencia de ubicuidad, de su dificultad para esgrimir a título de sujeto una sede precisa en algún discurso cuya propiedad distributiva le atribuya un cuerpo propio. En el segundo caso, Lacan lo dice explícitamente: el esquizofrénico “se arma” con su ironía y con ella “ataca la raíz misma de todo lazo social”. Vale decir que, con mayor o menor acuerdo, podríamos convenir en el aspecto defensivo del uso esquizofrénico de la ironía, a partir de los dos comentarios lacanianos.
Sin embargo, como señalábamos recientemente, en lo que atañe al otro aspecto de la ironía paradojal de la esquizofrenia, en los escritos y en la enseñanza de Jacques Lacan apenas lo encontramos aludido o vagamente implícito. Este uso del recurso irónico, una especie de “autotratamiento” de la problemática del lazo social, de intento paradojal de (des)enlazarse1 representa, sin embargo, el recurso principal en la posición del sujeto esquizofrénico en el contexto transferencial.
Aun cuando Lacan se ha referido directamente al aspecto defensivo del uso irónico en la esquizofrenia y de un modo alusivo o indirecto al uso de “enganche” al lazo que dicha ironía puede revestir, la experiencia clínica nos enseña, sin embargo, que el sujeto esquizofrénico utiliza su “arma irónica” no solamente para defenderse de las irrupciones de lo real atacando el lazo sino, además, para producir, en el mismo gesto, un intento paradojal de enlazarse, constituyendo este modo el principal –si no el único– recurso transferencial. Dicho recurso representa el punto de emergencia posible para el sujeto que padece su no-advenimiento2 aplastado por la esquizofrenia, rehén de los fenómenos elementales y de los denominados “síntomas negativos”. Este es uno de los puntos principales que nos proponemos establecer en este libro. El otro está referido al valor indicativo que la ironía esquizofrénica representa para la posición del analista.
Escritos inspirados
Siento que razono bien, pero en absoluto, porque he perdido el contacto con la vida.
(Paciente de Eugene Minkowski, 1927).
My position is the lack of a position, but, of course, you can’t even talk about it; the minute you talk, you spoil the whole game.
(Marcel Duchamp, 1930).
“Escritos ‘inspirados’: Esquizografía”3 aborda el problema del que otros autores se han ocupado bajo el rótulo de esquizofasia, para resaltar ciertas incoherencias del lenguaje en patologías graves. Lacan, junto a sus coautores, va a ocuparse de la “materialidad” del lenguaje escrito en un caso que les pareció “original”. Se trata de la Señorita C., de 34 años, maestra de escuela primaria, internada hacía un año. Se le administran test habituales que evalúan lógica y memoria, que resolvió sin inconvenientes. Por eso mismo, se le aplicaron otros más sutiles destinados a evaluar el “sentido aparente y real de una palabra, de un epigrama, de un texto, etcétera”.
El detalle que comienza a quedar señalado en la experiencia con los test mencionados es el de la imposibilidad por parte de la paciente de demarcar su posición en el discurso de un modo directo. Cada vez que la ilación significante demandaba de ella su localización, cada vez que lo esperable hubiera sido que ella aportara sus coordenadas subjetivas, quién hablaba, de qué, para qué, desde dónde, lo que advenía era confusión, escisión y, en definitiva, un modo indirecto de aludir lejana y vagamente a cierto yo episódico que estaría sugerido más bien como rebote, como contragolpe de lo que parecía provenir exclusivamente del exterior, de los otros, prescindiendo de toda agencia que pudiera tener sede en los dominios de una subjetividad vinculada a un cuerpo que, además, fuera el suyo. A modo de alusión, indirectamente, por vía de la antífrasis4 o de la ironía –esta es la observación del escrito en cuestión– su yo era mentado bajo una nube de indeterminación. A continuación, copiamos la cita del texto en francés:
La notion de la participation semble effacer ici celle de l’individu. Et cette tendance de sa pensée pourrait relever de l’expérience d élirante du sentiment d’influence, si l’usage du procédé que nous signalons, n’était nettement ironique et ne révélait par là son dynamisme affectif.
En témoigne encore la profusion des noms propres dans ses écrits (plusieurs à la suite, joints par le signe = , pour désigner le même individu, par exemple), des surnoms, la diversité et la fantaisie de ses propres signatures. Notons que la malade se qualifie elle-même fréquemment au masculin.
Dans une composition que nous lui avons demandée sur un sujet technique qu’elle était censée connaître, la relation se marquait bien entre le défaut de direction et d’efficacité de la pensée et cette structure affective. Ce travail, à peu près suffisant dans son contenu général, montrait deux ou trois fois une dérivation du discours, tout à fait hors de propos, et toujours sous la forme de l’ironie, de l’allusion, de l’antiphrase. Ces formes, où la pensée affective trouve normalement à s’exprimer dans les cadres logiques, étaient ici liées à la manifestation d’un déficit intellectuel qui ne s’était pas révélé dans les tests, où elle était passive (Lévy-Valensi; Migault; Lacan, 1931: 2).5
Consideramos esta cita una referencia fundamental en lo que atañe a un punto específico que en la enseñanza de Lacan constituye un sesgo marcado en lo que respecta a la clínica de las psicosis; en particular, de la esquizofrenia. Nos referimos a la actividad puesta en juego por el sujeto esquizofrénico, ese de quien más bien se suelen mentar todo tipo de déficits –si bien es cierto que incluso en este escrito de 1931, el hallazgo se nos entrega ligado todavía a la noción de debilidad intelectual–.
Podríamos decir que, en este ejemplo, la ironía –junto a otras formas de la comunicación indirecta, como la alusión y la antífrasis– constituye nada más y nada menos que un índice del aspecto activo del sujeto esquizofrénico, puesto de manifiesto en su intento marcado de enlazarse al otro, que nos evoca anticipadamente aquella insistencia en dar “el primer paso dialéctico” mencionada por Lacan en la “Respuesta al comentario de Jean Hippolyte” (1954). En cuanto al aspecto deficitario mencionado, no queda dicho en el escrito que se trate necesariamente de un signo primario, ni siquiera secundario del cuadro nosográfico, sino que, en el caso en cuestión, dicha particularidad constituye una manifestación correlativa de la activación del sujeto; hecho que contrasta ostensiblemente con las otras pruebas, en las que más bien la Señorita C. era pasiva, ya que su desempeño se limitaba a responder consignas. Es en este sentido que los autores mencionan el fenómeno deficitario –lo que se da a ver como falla– antes como un índice de la actividad del sujeto que como una característica patológica del cuadro.
Por otra parte, en este caso nos parece de gran interés la cuestión diagnóstica. Por un lado, el texto de referencia no duda en signarla como una paciente esquizofrénica paranoide; por otro, la proliferación de nombres y las características imaginativas del delirio emparentan el cuadro con algún tipo de parafrenia. Este punto nos lleva a pensar en otro caso famoso, no por pertenecer a la psiquiatría sino al mundo de la cultura, en particular de las letras: Fernando Pessoa. No es casual que Colette Soler titule “Psicosis inspirada” a uno de sus capítulos fundamentales sobre el tema, en el que vuelve sobre el maestro portugués, de quien se había ocupado extensamente en su tesis de doctorado. Retomaremos este punto en particular, el que articula la proliferación de nombres propios –cuya impropiedad queda denunciada por la misma pluralidad, que delata la labilidad de la sede corpórea.6
En cuanto al mencionado intento de enlazarse al otro, observamos que en el texto Lacan y sus coautores lo mencionan como “el dinamismo afectivo” que anima a esos pensamientos, en una propuesta de lectura que conversa por oposición con las típicas psicosis ideativas frías, separadas de los cuadros afectivos. Resulta, entonces, que los pensamientos se animan y lo hacen no en cualquier sentido, sin orientación, sino dirigidos a conmover algo de la posición del Otro: a conseguir que se le crea, a solicitar un beneficio, a prometer dar algo a cambio de alguna cosa, a convencer de que se es alguien muy importante, a aseverar que no se ha participado en nada de eso de lo que se le acusa, etcétera. En el escrito de 1931, la Señorita C., que era pasiva en los test habituales de memoria, al tomar la iniciativa en las otras pruebas, actualiza signos particulares que con su apariencia de indeterminación señalan la localización del sujeto esquizofrénico. Lo interesante es que esto ocurre en el intento de enlazarse al otro, justamente cuando en dicho intento talla un interés del sujeto. Si en su división subjetiva el neurótico se desagarra entre alternativas que socavan su morada fantasmática y con su afánasis se protege del temor que conlleva la inminencia de la realización del deseo, el sujeto de la esquizofrenia actualiza, más bien, el reverso de aquel otro. El sujeto esquizofrénico no busca reinsertarse en la escena, no trata de restablecer su casa desmoronada ni de recuperar una estabilidad perdida –tampoco ningún objeto perdido–. Por eso resulta imprudente hablar de restitución en su caso. Más bien, nos corresponde señalar la presencia de indicios de una búsqueda de lo que, llegado el caso, podría ser una institución primera de un sujeto que busca debutar enlazándose al Otro, como quien sabe que necesita de ese alimento para advenir y sostenerse. Sin embargo, si bien Lacan –con Lévi Valensy y Migault en 1931 y a título personal en 1954– señala el movimiento hacia el Otro (voluntad de enlace), se muestra pesimista en cuanto a su pronóstico: “insiste en dar ese paso en vano”, dice en la respuesta a Hyppolite. En cuanto a la Señorita C., no alberga mejores expectativas.
Por nuestra parte, sin pretender ir más lejos que Lacan en lo que atañe a este punto, entendemos que señalar las condiciones de activación del sujeto esquizofrénico en un movimiento hacia la institución de un sujeto en un discurso nos reportaría algunos beneficios en la práctica, a modo de señalizaciones en el desierto, como indicios que nos puedan servir a los analistas para leer la clínica de la esquizofrenia y, finalmente, como la formalización de un hallazgo clínico que representa una mano tendida desde el discurso analítico a aquel que, por estructura, se posiciona por fuera del lazo social. El psicoanálisis, entendido como el arte de conversar con el fuera-de-discurso, para alojar lo que no hace lazo, para invitar al deseo a participar en el encuentro, necesita contar con algunos hilos cuya lectura arroje alguna pista de la localización del sujeto que aún podría advenir.
Activaciones del sujeto
A partir de la lectura de la cita que analizábamos del escrito de 1931, nos interesa señalar el recorte de la noción de “participación”. Se trata de una idea cara a Aristóteles que, en el caso de la Señorita C., según dicen los autores, “parece borrar la noción de individuo”. En el ejemplo, el sujeto recibe su mensaje no en forma invertida, sino en forma directa, por lo tanto, no es “suyo” dado que no hay tal idea de mismidad. Por eso mismo, podemos decir que el sujeto esquizofrénico recibe un mensaje impropio de forma directa.7 De esa confusión da testimonio todo el escrito, a modo de caso ejemplar de lo que aún hoy, casi noventa años después de aquella publicación, continúa abundando en la clínica de la esquizofrenia: el problema de los pronombres personales y los deícticos, claramente señalado por Roman Jakobson en su texto sobre las categorías verbales y el verbo ruso (citado en “De una cuestión preliminar...”), y más enfáticamente aún en la clase del seminario del 1° de febrero de 1967 (Lógica del Fantasma).8 Llamativamente, en cuanto al modo de manifestarse en el texto, aun cuando el sujeto reciba el mensaje del Otro en forma directa, la manera en que se da a leer el fenómeno de activación del sujeto –recordemos que, tal como comentábamos en el apartado anterior, este fenómeno se ponía de manifiesto con la actividad– es por medio de distintas figuras de la comunicación indirecta: antífrasis, alusión, ironía.
Este breve apartado en este capítulo introductorio sobre la noción lacaniana de ironía esquizofrénica, se propone como una llamada catafórica, señalamiento anticipatorio de una idea a la que recurriremos en la formalización sobre la que avanzaremos en la segunda parte de este libro.9 Así como en ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Prólogo de Arturo Frydman
  3. Prólogo de Estela Eisenberg
  4. Introducción
  5. 1. La noción lacaniana de ironía esquizofrénica
  6. 2. Tipos de ironía
  7. 3. La ironía esquizofrénica en la clínica psiquiátrica
  8. 4. La ironía esquizofrénica en la clínica analítica
  9. Conclusiones
  10. Bibliografía general