Posicionamientos
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Posicionamientos

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Información del libro

En 1966 se publicaron dos libros clave para la arquitectura contemporánea: Complejidad y contradicción en la arquitectura de Robert Venturi y La arquitectura de la ciudad de Aldo Rossi. En su libro más importante, Rossi dio un giro copernicano a la concepción de la ciudad que ha marcado la reflexión arquitectónica hasta nuestros días.No obstante, las inquietudes de Rossi en ese período no se redujeron a lo que él denominó la "ciencia urbana", sino que intentó armar también una teoría aplicada al proyecto de arquitectura. El presente volumen rescata tres ensayos breves de Rossi en los que explica una posible teoría del proyecto arquitectónico. Una ocasión única para redescubrir la iluminadora mirada de uno de los grandes arquitectos de la segunda mitad del siglo XX.

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Información

Año
2018
ISBN
9788425231094
Edición
1
Categoría
Arquitectura

ARQUITECTURA PARA LOS MUSEOS

1966

1

La formación de una teoría del proyecto constituye el objetivo específico de una escuela de arquitectura y, por encima de cualquier otra investigación, su prioridad es incontestable. Una teoría del proyecto representa el momento más importante, un momento fundacional de toda arquitectura, y, por ello, un curso de teoría del proyecto debería ser el eje principal de una escuela de arquitectura.
Ahora bien, todos constatamos que no existen, o que son muy raras, las teorías del proyecto, o, dicho de otro modo, las explicaciones racionales sobre cómo proceder al hacer arquitectura. Cabe decir que hemos leído algunos textos sobre el tema que nos llegan de los más ingenuos o los más importantes, pero, sobre todo, constatamos que quienes en teoría sostienen algún principio después se sienten bastante inseguros con respecto a estas pseudoteorías y nunca están tan dispuestos a comprobar lo que en realidad constituye el momento más importante de la teoría en sí: la relación que existe entre la visión teórica de la arquitectura y su práctica. En fin, podríamos decir que para muchos la teoría solo es una racionalización a posteriori de una determinada acción, de ahí que se tienda más a crear una normativa que a establecer una teoría.
Me arriesgo a ser incluido entre los más ingenuos, pues de alguna manera me propongo trazar una teoría del proyecto propiamente dicho; o, mejor aún, una teoría del proyecto como momento de una teoría de la arquitectura.
Por tanto, para hablar de una teoría del proyecto, en primer lugar debo explicar qué es lo que entiendo por arquitectura. Intentaré, pues, ofrecer definiciones de la arquitectura, fijar los criterios sobre los que debe ins-pirarse el proyecto arquitectónico, sus relaciones con la historia de la arquitectura y, finalmente, determinar cuáles considero que son los términos concretos de la arquitectura: la ciudad, la historia y los monumentos.
También tendré que hablar de las cuestiones de forma, pero aquí el discurso resulta más difícil si lo que pretendemos es enfocarlo desde el punto de vista arquitectónico.
Aunque considero que toda la arquitectura es un hecho positivo, un tema concreto, creo que al final nos encontramos con algo que no puede ser completamente racionalizado; este algo es, en gran parte, el elemento subjetivo. El elemento subjetivo tiene una enorme importancia tanto en la arquitectura como en la política; en realidad, arquitectura y política deben considerarse ciencias, aunque su momento creativo se base en elementos de decisión.
Además, dada la importancia que otorgo a un curso de teoría del proyecto, debo decir que personalmente nunca he distinguido entre un antes y un después, entre pensar la arquitectura y proyectarla, y que siempre he creído que los artistas más importantes se han detenido más en la teoría que en la práctica, y que en algunas épocas, como en la nuestra, se siente la exigencia de establecer una teoría considerada sobre todo como fundamento del hacer, como un principio de certeza de lo que se está logrando. Ya sé que muchos no quieren una teoría: diversos arquitectos del movimiento moderno han afirmado que la teoría estaba superada por el método y que la propia arquitectura moderna era el método; me refiero en concreto a las enseñanzas de Walter Gropius; en realidad, aquel método que pretendía ser el elemento generalizador ha llevado al eclecticismo.
En relación con el método se ha extraído la lección totalmente empírica que pretende resolver los problemas que se van planteando sin un orden lógico, pero esto se resuelve en gran parte en virtud del profesionalismo. Estas posiciones, incluyendo la del raptus artístico, no pueden considerarse teorías.
Creo que el primer principio de una teoría consiste en la obstinación con respecto a algunos temas, y que precisamente es propio de los artistas, y de los arquitectos en particular, centrarse en un tema que hay que desarrollar, llevar a cabo una elección dentro de la arquitectura y siempre intentar resolver el problema.
Esta obstinación también es la señal más evidente de la validez y de la coherencia autobiográfica de un artista, del mismo modo que Séneca afirmaba que el estúpido es aquel que siempre empieza de cero y rechaza desarrollar de una manera continua el hilo de su propia experiencia.
En realidad, si tuviéramos que escribir la historia de la arquitectura más reciente, y en particular de la italiana, podríamos escribir de la miseria de la arquitectura, justamente por ese continuo empezar de cero, siempre tan típico de los jóvenes, ese volver de nuevo a cosas ajenas a la experiencia real, que es signo de debilidad y de extrema fragilidad cultural.
Si tuviera que decir de una forma directa y personal cuál es el principio básico de una teoría de la educación arquitectónica y, por tanto, de una teoría del proyecto, debería hablar de esta obstinación con respecto a un único problema.
Esta regla parece tan simple que todos acabamos por no aplicarla. Hace falta llegar a hablar de nuestras obras, del sueño de nuestra experiencia. De entre los artistas y los intérpretes de la cultura moderna que me han formado, siempre pienso en el libro de Raymond Roussel Cómo escribí algunos libros míos,1 un trabajo fundamental como teoría de la composición que pretende abarcar todos los aspectos de la creación artística.
Así, quienes se basan seriamente en la arquitectura, que proyectan y a la vez piensan los edificios, siempre deberían preguntarse: ¿cómo hice algunas arquitecturas mías? Esto es lo que me propongo hacer en un futuro próximo. Lo interesante de lo que estoy expresando ahora puede consistir en el hecho de que intento partir de premisas y de cuestiones internas de la arquitectura, que tienen que ver con el significado de la arquitectura y con el hacer arquitectura. Intento, pues, superar el funcionalismo más o menos preestablecido y observable en todo el proceso del pensamiento arquitectónico desde Vitruvio. Es probable que, haciéndolo de esta manera y abandonando unos esquemas aparentemente ciertos, mi discurso quede abierto e incompleto.

2

Diré ahora, brevemente, qué creo que es la arquitectura. En un sentido positivo, para mí la arquitectura es una creación inseparable de la vida y de la sociedad en la que se manifiesta; la arquitectura es en gran parte un hecho colectivo. Los primeros seres humanos construyeron en sus moradas un ambiente más favorable para su vida al crear un clima artificial, y lo hicieron con una intencionalidad estética. Iniciaron la práctica de la arquitectura junto con las primeras trazas de la ciudad; la arquitectura es connatural, pues, al desarrollo de la civilización y es un hecho permanente, universal y necesario. Sus dos características estables son la creación de un ambiente más propicio para la vida y la intencionalidad estética. En este sentido, los tratadistas de la Ilustración se refieren a la cabaña primitiva como el fundamento positivo de la arquitectura. Por tanto, la arquitectura se constituye con la ciudad, y con esta se constituyen a la vez las viviendas y los monumentos. Viviendas y monumentos, hechos privados y hechos colectivos, son los términos de referencia que se imponen desde el comienzo para el estudio de la ciudad. Constituyen los principios de clasificación del análisis aristotélico de la ciudad. La arquitectura y la ciudad destacan de cualquier otro arte o ciencia porque se presentan como transformación de la naturaleza y son, a su vez, elementos naturales. Este tipo de definición ha recorrido la historia del pensamiento de la arquitectura y puede resumirse en la definición de Eugène Viollet-le-Duc de la arquitectura como “creación humana”, y en aquella otra más reciente de Claude Lévi-Strauss que habla de la ciudad como de la “cosa humana por excelencia”. En efecto, nada nos afecta tanto como los grandes artefactos que aparecen en la campiña, como la arquitectura en tanto signo concreto de transformación de la naturaleza por obra del ser humano, pues toda la ciudad y el territorio forman parte a su vez de esta construcción, son una parte de la arquitectura. En este sentido, Carlo Cattaneo hablaba al mismo tiempo de la naturaleza y de la ciudad como de la patria artificial del ser humano, y afirmaba que no se puede conocer la realidad del campo, de los territorios ni de las ciudades sin pensar que estas son un enorme depósito de esfuerzos. Este depósito de esfuerzos representa también el proceso concreto de formación de la ciudad. Cuando Francesco Milizia abordó la definición de ciudad (cito a Milizia precisamente por su característica postura acerca de la arquitectura, propia del pensamiento ilustrado), se planteó la cuestión de la definición de la arquitectura respecto a las demás artes y, reproduciendo la definición del naturalismo del siglo XVIII, sostenía:
En realidad, a la arquitectura le falta el modelo formado por la naturaleza, pero tiene otro, formado por los seres humanos, que sigue su industria natural en la construcción de sus primeras viviendas.2
Así, al reflexionar sobre la arquitectura, Milizia se ve obligado a apartarse de una imagen de imitación naturalista y adopta una visión histórica.
He expuesto los principios de la teoría de la arquitectura, que he desarrollado en otro lugar. Ahora debemos preguntarnos cuáles son las implicaciones de este proceso cognitivo, de este análisis, y, en general, cuáles son las contribuciones que una teoría de la arquitectura aporta al proyecto. Dicho de otro modo, ¿qué relevancia tiene, cuál es el valor para el proyecto del conocimiento de algunos principios? En una primera aproximación, creo que puede responderse que se trata de dos momento...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Nota del editor
  6. Arquitectura para los museos
  7. Tipología, manualística y arquitectura
  8. Dos proyectos
  9. Origen de los textos