Especies vagabundas
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Información del libro

El 27 de octubre de 2010 el Centre Georges Pompidou de París invitó al ingeniero agrícola Gilles Clément, el botánico y biólogo Francis Hallé y el ingeniero agrónomo François Letourneux a un encuentro sobre la dinámica del mestizaje planetario. En él, estos tres grandes nombres de la botánica actual celebraron un fascinante, erudito y provocador debate en torno a las especies vagabundas: ¿Cuáles son estas plantas y estos animales que llamamos "vagabundos"? ¿Hay que controlarlos? ¿Se trata de un mecanismo más de la evolución?Este libro recoge las intervenciones en el encuentro, revisadas y enriquecidas por sus autores

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Información

Año
2021
ISBN
9788425233326
Edición
1

Gilles Clément

Encuentros

Antes de empezar este intercambio, querría explicar cómo conocí a François Letourneux y a Francis Hallé, los especialistas más indicados para hablar de mestizaje planetario. No es casualidad que estén aquí conmigo, alrededor de esta mesa.
François Letourneux fue director del Conservatoire du littoral, y resulta que yo trabajé en una de las propiedades del Conservatoire, precisamente en la época en que la acababa de comprar. Propuse un estudio sobre la finca. Se trataba de la finca de Rayol, en la costa del departamento del Var, al sur de Francia. En un principio había sido un jardín, pero luego fue abandonado. Por aquel entonces se trataba de un erial descuidado desde hacía más de 14 años, después de que la familia Potez lo vendiera a una compañía de seguros que contemplaba desarrollar allí un proyecto inmobiliario.
La misión del Conservatoire du littoral es proteger el paisaje y las especies presentes en los lugares que son de su propiedad. Propuse no una restauración o una protección del espacio, sino un jardín basado en el mestizaje planetario, compuesto por un conjunto de paisajes prestados de las zonas del planeta con clima mediterráneo, como el de la finca de Rayol. Aquello era una rareza, un cambio de dirección en la trayectoria del Conservatoire, pero, a pesar de todo, el proyecto fue aceptado. Nos exponíamos a ciertos riesgos conocidos: las plantas que habían sobrevivido al jardín, las invasiones, etc. Un proyecto de “jardín” es poco habitual en el propio ámbito del Conservatoire. Era uno de los primeros; desde entonces se han realizado otros en Bretaña, en el País Vasco francés y en el departamento de la Mancha.
Puedo imaginarme el escepticismo de François Letourneux, que acababa de asumir la dirección del Conservatoire… Me preguntó en qué consistía aquello. Como todavía no nos conocíamos, le escribí una carta en la que explicaba los objetivos: crear un lugar donde poder observar el comportamiento de aquellas especies procedentes de todas aquellas regiones que tienen un punto en común, a pesar de sus grandes diferencias; todas conviven con el fuego, ya que sus biotopos naturales están sujetos con regularidad a incendios. En esa circunstancia radicaba una cuestión que me parecía central e importante, en base a la cual se podía instaurar una pedagogía, que, por otro lado, es lo que se ha hecho. Aquella carta se perdió en un primero momento, pero al final llegó a manos de Letourneux, aunque no nos conocimos hasta mucho después…
En el caso de Francis Hallé, se trata de otro tipo de encuentro, extremadamente peculiar: conocía su condición de botánico tropical, su trabajo en Montpellier y su misión Radeau des Cimes [Balsa de las cimas], que ha circulado por todo el mundo. Un día recibí una carta de Francis en la que me proponía crear con él un jardín que habría sido el territorio para anclar Radeau des Cimes en Montpellier. Nos embarcamos en ese proyecto que me parecía realmente muy interesante y acudí a una primera cita, pero él no, pues se había ido al otro extremo del mundo, así que me reuní con su equipo. Durante ocho años mantuvimos una relación a través de cartas y mensajes, sin que nunca pudieramos encontrarnos.
Un buen día recibí una llamada de Francis Hallé preguntándome si quería viajar a Gabón con él para una nueva misión Radeau des Cimes. De inmediato cambié toda mi agenda y viajé a Makandé, el increíble “bosque de las abejas”, de modo que el primer encuentro se produjo en un lugar muy singular, en la cima de un árbol, si bien tratándose de Francis es el tipo de lugar que ofrece más probabilidades de encontrase con él…

Los biomas

Para abordar el tema del que estamos hablando, considero útil aclarar el concepto de “bioma”. A principios del siglo XX, el biólogo y geógrafo alemán Carl Troll propuso una cartografía biológica del planeta especificando los distintos “territorios de compatibilidad de vida” para cada zona climática, donde expresaba la idea de que una planta (o un animal) originario de una zona climática determinada en un continente determinado puede vivir en otro continente, siempre que se encontrara en el mismo clima y en un suelo similar. Troll definió el bioma como la suma de los territorios con las mismas condiciones bióticas en el planeta (esta idea ha evolucionado desde entonces, ya que los científicos consideran que no solo hay que tener en cuenta el tipo de suelo y el clima, sino también el conjunto de los seres vivos de un lugar. Aun así…).
Por ejemplo, el bioma de los desiertos subtropicales del hemisferio austral es una superficie teórica que reúne el desierto de Atacama, en Chile, y el de Namib, en Namibia; el bioma templado boreal reúne las superficies ocupadas de una parte de América del Norte, una parte de Asia y una parte de Europa.
La imagen más extraordinaria de Carl Troll es la que él denomina “el continente teórico”: la masa de los continentes reunidos en una única imagen compuesta por los biomas superpuestos desde las zonas boreales hasta las zonas australes, pasando por los trópicos (menos el continente Antártico, considerado como no portador de vida). Al hacerlo, nos propone contemplar la realidad biológica como un lugar de intercambio permanente en el seno de cada bioma, sean cuales sean la demarcación y la distancia entre continentes, una visión totalmente acorde con los mecanismos del mestizaje planetario. La cartografía de los biomas y del continente teórico aparecen reproducidas en dos libros de Paul Ozenda.1
La idea que subyace bajo la forma del continente teórico es que “en teoría” las especies que viven en una zona —por ejemplo, en una zona desértica de un continente determinado— podrían vivir también en la misma zona de otro continente, siempre y cuando las condiciones de clima y suelo fuesen adecuadas. Se trata solo de una idea teórica ya que, en realidad, las especies de una zona, vinculadas a un clima y un suelo determinados, no son capaces de vivir en las mismas condiciones en otro continente.
En su momento, esta imagen se había apoderado de mí totalmente y la utilicé a la hora de trabajar en la finca de Rayol, cuyo proyecto está completamente orientado hacia el tema del bioma mediterráneo y de los piropaisajes (los paisajes del fuego). La finca de Rayol cuenta con 25 hectáreas, de las cuales cinco están ajardinadas. El concepto está representado por un empedrado situado en el corazón del jardín, al extremo del único trazado rectilíneo existente en este espacio. Este dibujo, realizado con cantos rodados incrustados sobre una superficie de un metro cuadrado, muestra el mundo mediterráneo planetario; así, cada una de sus partes está unida por un trazo al Mediterráneo, que se ha colocado en el centro de la composición.
California es un territorio boreal que posee claramente un clima mediterráneo. Por otra parte, este está mal representado en el hemisferio norte, pero numerosas plantas originarias de China se adaptan en él. Por esta razón, en la finca de Rayol tenemos también un sector chino. En el hemisferio sur, estas zonas son numerosas y están fragmentadas. El centro de Chile, la región del Cabo en Sudáfrica, el sudoeste de Australia, una parte pequeña de Nueva Zelanda y Tasmania viven en condiciones climáticas mediterráneas. Visitamos estos distintos lugares con los “jardineros” de la finca para ver qué plantas podrían vivir en Rayol, creando al mismo tiempo un micropaisaje identitario de cada una de estas regiones.
En el extremo opuesto del eje central, otro empedrado representa una flor de la familia de las proteáceas, un símbolo que hace referencia al antiguo continente Gondwana antes de la deriva continental (a pesar de que las proteáceas todavía no existían en la época de Gondwana…). De este modo, se explica a los visitantes la importancia de esta familia, una especie de reliquia que sigue existiendo en Sudamérica, África, la India y, por supuesto, Australia; es decir, todos los componentes del antiguo continente denominado Gondwana antes de su deriva. La familia de las proteáceas goza además de prestigio ya que se compone de numerosas especies apreciadas, espectaculares y robustas: la protea rey (Protea cynaroides), símbolo de la provincia del Cabo, forma parte de ella. En la finca, cada año se celebra una fiesta de las plantas llamada Gondwana.
La deriva continental, dinámica lenta —si es que tal cosa existe—, remite a los mecanismos de la evolución. Un continente a la deriva acaba situándose en un clima que no era el suyo en origen. Según esta teoría, las zonas climáticas son relativamente fijas en el planeta, mientras que es la corteza terrestre la que se mueve.
Podemos preguntarnos qué le ocurre a una flora que sufre estos cambios. Cuando unas plantas no habituadas a los incendios frecuentes alcanzan, a la lenta velocidad de la deriva, una zona mediterránea, sometida a incendios a finales de verano, ¿cómo reaccionan? ¿Asistimos a un choque darwiniano o a un lento proceso de adaptación lamarckiano? En este tránsito, es posible que determinadas especies desaparezcan por completo al no soportar el shock de los incendios. Sin embargo, parece evidente que todas las demás, las que constituyen la flora pirófita de los paisajes de estas regiones del mundo, evolucionaron lentamente adaptándose al ritmo de los incendios hasta depender de ellos (muchas semillas de pirófitas requieren un choque térmico para poder activarse).
La familia de las proteáceas, común en todas las zonas de clima mediterráneo (¡salvo, paradójicamente, en el propio Mediterráneo!), ilustra perfectamente este fenómeno.
Algunas plantas tienen un origen geográfico desconocido en el planeta. El cocotero (Cocos nucifera) es una de ellas. A propósito, ¿se trata de un árbol o no? Francis Hallé dirá que sí, ya que posee la arquitectura del árbol: un tronco y una copa; otros dirán que es una palmera, siendo el eje portante un estípite, un falso tronco, con una construcción distinta.
En todo este debate, el coco, una de las semillas más grandes del mundo, desempeña un papel particular. Arrancado por una tormenta, transportado por las corrientes marinas y depositado a veces muy lejos, consigue dar la vuelta al mundo siguiendo la corona tropical. Nadie puede decir con certeza de qué región del mundo es originario el Cocos nucifera, y podemos encontrarlo en todas las playas tropicales. Nos encontramos ante un caso concreto que representa perfectamente la idea del bioma tropical.
El segundo punto que quiero abordar tiene que ver con el jardín como territorio de excelencia del mestizaje planetario. Desde siempre, el jardinero ha sido un interventor y el jardín, quiérase o no, un índice planetario. En el corazón del huerto descubrimos especies que nos remiten a distintas partes del mundo y es así desde el nacimiento de la jardinería; es decir, desde el fin del nomadismo. En los muros del templo Deir el-Bahari de la reina de Hatchepsut, a orillas del Nilo, vemos cómo, 2.000 años antes de nuestra era, había plantas venidas de otros lugares. Del misterioso país de Punt, sin duda de la isla de Socotora (Yemen), un lugar de postas, llegaban los transportes más lejanos desde el este. Así pues, desde hace mucho tiempo se “importa” por motivos diversos, casi siempre comerciales.
Sin embargo, en la actualidad, la movilidad del ser humano por todo el planeta hace que aparezcan en los entornos naturales plantas denominadas subespontáneas, procedentes de jardines o transportadas por los pájaros, el viento o las corrientes. Al esquilar una oveja, la lana que cae al suelo contiene semillas, e inmediatamente se instala un paisaje vegetal, a veces exótico, todo depende de dónde proceda la oveja. Nueva Zeland...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Prólogo
  6. Gilles Clément
  7. Francis Hallé
  8. François Letourneux
  9. Intercambios
  10. Turno de preguntas
  11. Anexos