Imágenes de Suecia
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En este libro esclarecedor, los autores, que casualmente son marido y mujer, presentan una visión personal de Suecia, un país del que la mayoría de nosotros sabemos muy poco. Lo hacen mediante la redacción de textos breves que se centran en diferentes aspectos de Suecia y la vida sueca. Comenzamos en el sur, visitando primero la ciudad de Lund antes de viajar al norte, con excursiones al este y al oeste, que terminan en la ciudad de Gallivare, en una región que es hogar de los sami: el país de los renos. Ciertamente, es significativo que la vida silvestre se destaque en el libro: renos, lobos, diferentes tipos de peces y, por supuesto, el alce, junto con los hábitats, los fiordos, los bosques y los humedales de los que dependen.

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Información

Año
2018
ISBN
9788417281649
Categoría
Viajes

UN RECORRIDO POR EL MÄLAREN

Hay una luz propia del Mälaren, una luz plateada, que solo existe en verano, cuando el olor de los juncos se mezcla con el de los campos de colza que va madurando. Una barcaza cementera atraviesa Galten camino de Köping y avanza haciéndose cada vez más grande hacia el dramático fondo de nubes portadoras de lluvia que se alzan como un frente sobre el norte de Västmanland. Un yate danés procedente de Borgåsund despliega las velas como si fueran grandes alas hacia un viento que lo empuja de popa y, por un instante, recuerda a un cisne. Chorros de luz caen con dramatismo holandés sobre las canteras de arena y los jardines de los castillos.
Cuando otro día de finales de verano el sol se asoma tras un día de lluvia, las grandes bahías brillan como una extraña plata. Una pareja de somormujos lavancos aparece fugazmente en el atardecer plateado y dos grullas avanzan entre los grandes juncos junto al castillo de Strömsholm, a través de un medio más denso que el aire común. En los viejos puertos abandonados se pudren solemnemente los barcos y las últimas barcazas del canal de Strömsholm. En los antiguos jardines del castillo maduran unas uvas espinas que ya nadie encuentra.
En realidad, el Mälaren, corazón de los lagos de Suecia y gran lago de la literatura sueca, desafía toda descripción. Igual que desafío yo a quienes afirman haber encontrado algo parecido en algún otro país. El Mälaren es un lago formado por incontables islas. O, para quienes prefieran verlo desde la perspectiva contraria, un trozo de tierra surcado de agua por todas partes hasta crear una naturaleza y una cultura especiales, un laberinto acuático, en que el tráfico no tardó en ser más intenso y fluido que en el resto del país y donde en consecuencia floreció la cultura. Un lago que desde ese tiempo lejano y gris no ha dejado de ser el corazón del país, con sus poetas, sus ciudades, que en su día compartieron sus característicos robles, sauces y álamos, ordenadas calles adoquinadas entre casitas blancas y rojas, y donde algunas de esas ciudades en torno al Mälaren aún conservan hoy esa idiosincrasia que las distingue. Y por supuesto los castillos, esos elementos sorpresa de piedra roja y blanca, con tejados de cobre cubiertos de cardenillo, imponentes caperuzas y torres que de pronto se vislumbran al virar en un cabo. A veces han sido convertidos en museos, a veces han sido reducidos a escuelas populares o centros para combatir el alcoholismo, pero conservan aún y conservarán siempre parte de su anterior grandeza. Esta es una parte de lo que hace del Mälaren el corazón de Suecia, algo que de igual modo consiguieron los poetas.
¿Cómo comienza todo? Es difícil de decir. Ya el gran historiador islandés Snorri Sturluson habla de Sigtuna en su Heimskringla, del siglo xiii, como la localidad más antigua y la primera en ser habitada en torno al Mälaren.
Snorri Sturluson relata cómo el rey Olaf II el Santo navega por el mar Báltico y continúa por el gran lago Lögrinn (así es como nuestros ancestros se referían al Mälaren) saqueando e incendiando. Detenido por la resistencia de un rey de Svea logra, con gran denuedo, hacer que el barco vuelva a salir por Stocksund, donde una lluvia torrencial había convertido la salida en un torrente de agua.
Þá váru regn mikil. ¡Qué fácil resulta, en un atardecer lluvioso de agosto, junto a la bahía de Björkö, imaginar aún hoy esa larga embarcación gris con sus siniestros remates en forma de dragón en la proa, los sombríos remeros, el rítmico sonido de los largos remos que se alzan y se sumergen! Y el susurro de la proa, el olor de los mantos de lana empapados por un día de lluvia ininterrumpida. Ahí afuera, junto a la antigua Birka, uno siente de verdad hallarse en el corazón del viejo reino de Svea.
De la vieja capital, cuya fundación suele fecharse en torno al siglo viii, no se ve mucho en este atardecer de agosto, más allá de algunas tumbas y los restos de la antigua muralla de la ciudad. Una vaca muge en el ocaso de finales de verano, en el pueblo de Björkö se encienden velas y sobre la antigua zona urbana, a la que llamaban «las tierras negras», no reina más que paz. Pero si subimos hasta el acantilado en que antaño se erguía el burgo, conscientes de que todavía en el siglo xix, cuando había marea baja, se podían vislumbrar los maderos de roble a los que amarraban los barcos, por un momento es posible sentir cómo era vivir en su día en este lugar. A veces las tormentas de otoño arrastran hasta la superficie incluso fragmentos de ámbar, caídos de los barcos que transportaban esta resina desde las playas del mar de Prusia oriental.
Tal vez sea el lugar más hermoso y más tranquilo del Mälaren, pero también el más taciturno:
En la parte superior de Svealand se extiende el singular lago al que llaman Mälaren. Sobre él abundan narraciones dignas de mención, sobre todo relativas a los diversos burgos y castillos erguidos al pie de sus playas, propiedad de nobles y otras personas destacadas y que, conforme a las costumbres de esta tierra, son bastante fastuosos. Esta tierra alberga, además, destacadas catedrales, como la de Västerås y la de Strängnäs.
Esta voz pertenece a un hombre que con toda probabilidad había visto el lugar con sus propios ojos. El autor de este preclaro escrito del Renacimiento, publicado en Roma en 1555 bajo el elegante título en latín de Historia de gentibus septentrionalibus (libri XXII), había nacido en Linköping, pero fuentes fiables afirman que vivió tanto en Uppsala como en Strängnäs. Olaus Magnus, pues es de él de quien estamos hablando y quien escribió esta Historia de las gentes septentrionales, suele considerarse «nuestro último arzobispo católico». Esto es cierto, en la medida en que fue el papa Pablo III quien le confirió este honorable cargo tras la muerte de su hermano, Johannes Magnus, en 1555, si bien en la práctica resultó irrelevante. Su libro se escribió en el exilio. Olaus se encontraba ya en el extranjero prestando servicios diplomáticos cuando la reforma de Gustav Vasa tuvo lugar, algo que la ilustre segunda edición del Nordisk familjebok, esa en que figura impreso un búho, expresa de la siguiente manera: «Sin embargo, dada su hostilidad hacia la incipiente reforma eclesiástica en Suecia, permaneció en el extranjero».
Historia de las gentes septentrionales es un libro maravilloso, con sus narraciones sobre rutas en patines, antiquísimos anillos que los reyes legendarios habrían golpeado en altos acantilados, y viajeros que lograban hallar su camino en mitad del bosque, en la profunda oscuridad del invierno, gracias a que a su paso iban tirando astillas fosforescentes entre las raíces de los árboles. Es mucho más divertido de lo que hasta la gente culta podría imaginarse y rezuma, al igual que muchos de los libros escritos en el exilio, un profundo patriotismo.
Castillos y ciudades, una cultura vinculada directamente a la naturaleza, un jardín, un laberinto acuático. Ni siquiera un poeta chino en su fantasía más desbocada podría haber creado algo parecido. Hay una pintura de 1893, obra del príncipe Eugenio, que con una imagen capta, mejor que mil palabras, la magia propia de los castillos del Mälaren. Su título es El viejo castillo y representa el castillo de Sundby, no muy lejos de Eskilstuna, en la orilla meridional del lago. Si un día de verano nos acercamos al notable puerto de Sundby y caminamos por el bosque de veleros grandes y glamurosos, veremos como toda esa magia pervive, si bien el castillo es ahora un restaurante y ha sido alquilado a una escuela popular. Alrededor de él flota una somnolencia de Bella Durmiente, igual que en torno a toda construcción en el onírico arte sueco y europeo de la última década del siglo xix.
Sin embargo, no todos los castillos del Mälaren se han convertido en escuelas populares o centros de uno u otro tipo. Si bien es cierto que en la majestuosa cocina obispal en la isla de Biskops-Arnö se reúnen de cuando en cuando consejos de escritores nórdicos y de otras latitudes, y si bien se alquilan las caballerizas de Sundbyholm alguna que otra vez para celebrar banquetes nupciales, lo cierto es que aún quedan aristócratas en torno al Mälaren.
Algunos de esos castillos abren sus puertas a los turistas, igual que suelen hacerlo los amos de los castillos ingleses en la actualidad. Tidö muestra su biblioteca y su delicado museo de juguetes. El amo del castillo de Ängsö disfruta contando la historia de la misteriosa cadena de oro que jamás puede salir de la isla, bajo peligro de que la casa se incendie. La exquisita biblioteca de Fullerö, según tengo entendido, no abre sus puertas al público. Pero de algún modo resulta tranquilizador pasar junto a ella navegando y saber que en el interior de esa fronda caben kilómetros enteros de estanterías repletas de clásicos y erudición sueca.
Hay algo aquí de aquel ambiente denso del Mälaren que recuerdo de algunas alegres excursiones de verano de mi juventud. Tuve la suerte de que mi profesor de gimnasia fuera Algot Hammarsten, antiguo capitán de artillería, oficial y caballero que además era propietario de uno de los veleros más grandes del Mälaren (si la memoria no me falla), un queche llamado Dunungen y que había ido hasta Finlandia, algo que por entonces era una proeza para un embarcación de ocio. En septiembre, el primer día de clase de gimnasia del año, Algot Hammarsten solía llevarnos en barco, y esas excursiones a un tempo moderado entre las islas hundidas por la vegetación, así como esos baños en el agua fragante y aún templada de agosto, se me han quedado grabados para siempre en la memoria.
Cuando este lluvioso mes de agosto, a bordo de una rápida lancha motora alquilada, tal vez demasiado rápida aunque cómoda, paso a una velocidad de veinte nudos junto a esas islas en Blacken y en la bahía de Västerås, donde tiempo atrás, en los días en que no soplaba el viento, nos afanábamos en remar desde el queche, soy capaz de sentir esa punzada de nostalgia que transmite la aguda poesía de Gunnar Mascoll Silfverstolpe:
Era la época en que nos rebosaban los bolsillos
de fruta magullada y fangosa por la lluvia.
Era la época en que las antorchas del jardín se prendían
y alumbraban el plato de cangrejo en un cenador oscuro.
Empezaba ya a hacer frío para bañarse,
y los matorrales se envolvían de telarañas.
Cuando la última carga entraba en el granero,
el aire estaba fresco y soplaba recio el viento.
Eran los días en que con codicia ponderábamos
las horas que quedaban hasta el final del verano.
Era la época en que cada hora tenía
una fuerza única que debíamos hacer nuestra.
Este poeta menor de Västmanland no procedía de un mundo de castillos, sino de la residencia del capitán en Stora Åsby, en la parroquia de Rytterne. Noble, elocuente, siempre con un tono impregnado de soledad, Silfverstolpe ha logrado captar, mejor que nadie que yo conozca, esa luz plateada sobre el Mälaren, esa nostalgia, esa lealtad luminosa.
Sobre ciudades y castillos hablaba precisamente el viejo Olaus Magnus. ¿Cuánto queda hoy de la cultura urbana propia de la zona del Mälaren, de los recodos del l...

Índice

  1. PORTADA
  2. IMÁGENES DE SUECIA
  3. SUECIA EN EL MAPA
  4. EL SUR DE SUECIA
  5. LAS BAYAS DEL TREMEDAL
  6. LA CIUDAD GEOMÉTRICA
  7. JÖNKÖPING
  8. UN HÉROE EN EL INTERIOR
  9. LA VIDA EN TORNO AL FIORDO
  10. LOBOS
  11. PRINCIPIOS DE PRIMAVERA
  12. SONRISAS DE UNA NOCHE
  13. LA SUECIA ORIENTAL QUE DESAPARECIÓ
  14. UN VIAJE CON EL DOS
  15. EL RUIDO DE LA CIUDAD
  16. ¿QUÉ HACEN LOS SUECOS?
  17. EL NOCKEBYTORG DE MI INFANCIA
  18. EL DULCE DE LA PRINCESA
  19. LA PROTESTA DE LOS OLMOS
  20. UN RECORRIDO POR EL MÄLAREN
  21. HUMEDALES
  22. EL PAISAJE DE LOS POETAS
  23. LAS VIEJAS CARRETERAS
  24. EL TIEMPO EN SUECIA
  25. ÄNGELSBERG-VÄSTERÅS-ESTOCOLMO
  26. NORBERG
  27. EN LA PANADERÍA DE ELINOR EN NORBERG
  28. SANTA LUCÍA
  29. LOS BOSQUES SUECOS
  30. ALCES
  31. LAGOS SIN VELEROS
  32. EN EL APACIBLE ÁTICO DE EUROPA
  33. PROMOCIÓN
  34. SOBRE ESTE LIBRO
  35. SOBRE LARS GUSTAFSSON
  36. CRÉDITOS
  37. ÍNDICE