La fiesta en el jardín
eBook - ePub

La fiesta en el jardín

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Los Sheridan preparan una fiesta en el jardín de su casa. Laura la hija pequeña se entera de la muerte de su vecino Scott. ¿Se suspenderá la fiesta en el jardín? Eso es lo que espera la joven. Relato sutil y prodigioso, el último que publicó en vida la magnífica autora neozelandesa considerada por muchos como una de las más importantes escritoras de relatos de todos los tiempos. La delicadeza que transfiere a los personajes de sus cuentos y su capacidad para condensar en gestos e imágenes una pluralidad de conciencias y sentimientos, todo ello entrelazado con meditaciones sobre las diferencias entre clases sociales, la vida y la muerte, la ilusión y la realidad.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La fiesta en el jardín de Katherine Mansfield, Carmen Bueno, Magdalena Palmer en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Literatura general. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788417651640
Categoría
Literatura
Y hacía un tiempo ideal. No habrían encontrado un día mejor para celebrar una fiesta en el jardín ni si lo hubiesen encargado. Sin viento, cálido, ni una nube en el cielo. Solo velaba el azul una tenue bruma dorada, como ocurre a veces a inicios del verano. El jardinero, que se había levantado al amanecer para cortar y rastrillar el césped, había dejado resplandecientes la hierba y los rosetones oscuros y chatos donde antes estaban las margaritas. En cuanto a las rosas, daba la sensación de que sabían muy bien que eran las únicas flores capaces de impresionar a los invitados; son las únicas flores que todos conocen. Cientos, sí, literalmente cientos se habían abierto durante la noche; los verdes rosales se doblegaban bajo su peso como si los hubiesen visitado unos arcángeles.
No habían terminado de desayunar cuando llegaron los hombres que iban a levantar la carpa.
—¿Dónde quieres que la pongan, mamá?
—Querida mía, no hace falta que me lo preguntes. Este año he decidido dejarlo todo en vuestras manos. Olvidad que soy vuestra madre y tratadme como a una invitada de honor.
Pero Meg no podía atender a los trabajadores. Se había lavado el pelo antes de desayunar y tomaba el café tocada con un turbante verde y un rizo oscuro y mojado estampado en cada mejilla. Jose, la mariposa, siempre bajaba a desayunar vestida con unas enaguas de seda y la chaqueta de un quimono.
—Tendrás que ir tú, Laura, que eres la más artística.
Y allá fue Laura, con su pan con mantequilla en la mano. Era fantástico tener una excusa para comer fuera, y además le encantaba organizar las cosas; siempre le parecía que lo hacía mejor que nadie.
Cuatro hombres en mangas de camisa aguardaban en el sendero del jardín. Llevaban postes cubiertos con rollos de lona y unas grandes bolsas de herramientas les colgaban del hombro. Estaban impresionantes. Laura deseó no llevar en la mano aquella rebanada de pan con mantequilla, pero no sabía dónde dejarla y no le parecía bien tirarla sin más. Se ruborizó e intentó adoptar una expresión severa, e incluso algo miope, mientras se acercaba.
—Buenos días —dijo, imitando la voz de su madre. Pero sonaba tan espantosamente afectada que se avergonzó, y balbució como una niñita—: Hum…, haaan…, ¿han venido por el asunto de la carpa?
—Pues sí, señorita —dijo el hombre más alto, un tipo larguirucho y pecoso que se cambió la bolsa de hombro, se echó hacia atrás el sombrero de paja y le sonrió—. Por ese mismo asunto.
Su sonrisa era tan espontánea y amable que Laura se sintió mejor. Qué ojos tan bonitos tenía, ¡pequeños, pero de un azul tan intenso…! Y luego vio que los demás también sonreían. «Anímate, que no mordemos», parecían decirle con su sonrisa. ¡Qué trabajadores más agradables! ¡Y qué mañana tan preciosa! Pero no debía mencionar la mañana; tenía que parecer profesional. La carpa.
—¿El prado de los lirios? ¿Servirá?
Y señaló el prado con la mano que no sostenía la rebanada de pan. Ellos se volvieron y miraron en aquella dirección. Un hombrecillo gordo torció el labio inferior y el hombre alto frunció el ceño.
—No me gusta, apenas se ve —le dijo, y se volvió para hablarle con su naturalidad característica—. Verá, lo que interesa con las carpas es ponerlas en un sitio que se vea mucho, como un buen bofetón en los ojos, no sé si me entiende.
La educación que Laura había recibido le hizo preguntarse si era respetuoso que un trabajador le hablase de aquel modo; pero entendió muy bien lo que le decía.
—En un rincón de la pista de tenis —sugirió—. Pero la orquesta ocupará el otro extremo.
—Caray, conque hasta tendrán orquesta, ¿eh? —dijo otro trabajador. Era pálido y escrutó la pista de tenis con expresión exhausta. ¿Qué estaría pensando?
—Será una orquesta muy pequeña —dijo Laura con suavidad. Si la orquesta era pequeña, quizá a aquel hombre no le importase tanto.
Pero entonces intervino el hombre alto.
—Mire, señorita. Ese es un buen sitio, delante de aquellos árboles. Allí se verá bien.
Delante de los karakas. Pero entonces no se verían, y eran unos árboles tan hermosos, con sus amplias hojas lustrosas y sus racimos de fruta amarilla… La clase de árboles que imaginamos en una isla desierta, altivos y solitarios, con sus hojas y frutos alzados al sol en una suerte de silencioso esplendor. ¿Y tenía que ocultarlos una carpa?
Pues sí. Los trabajadores ya se habían cargado los palos al hombro y se dirigían hacia allí. Solo se había rezagado el hombre alto. Se inclinó, pellizcó una ramita de lavanda, se llevó el índice y el pulgar a la nariz y aspiró el aroma. Al ver el gesto, Laura se olvidó por completo de los karakas, maravillada de que a aquel hombre le interesaran cosas así, que le gustara el aroma de la lavanda. ¿Cuántos, entre sus conocidos, habrían hecho algo semejante? Qué trabajadores tan extraordinarios, pensó. ¿Por qué no podía tener como amigos a trabajadores como aquellos, en lugar de los muchachos bobos con los que bailaba y que venían a cenar los domingos? Ella se llevaría mucho mejor con hombres así.
La culpa de todo, decidió mientras el hombre alto dibujaba algo en el dorso de un sobre, algo ...

Índice

  1. Portada
  2. La fiesta en el jardín
  3. La fiesta en el jardín
  4. La señorita Brill
  5. Promoción
  6. Sobre este libro
  7. Sobre Katherine Mansfield
  8. Sobre Carmen Bueno
  9. Créditos
  10. Índice
  11. Contraportada