1.
La Suprema contra la masonería
A. Pike, uno de los grandes maestros de la Gran Logia de Inglaterra, escudriñó en su obra Morals and dogma (1871), que la masonería regular o especulativa inicia su andadura en 1720. Será en este preciso instante y de forma paralela en Francia, cuando un miembro masón llamado S. Prichard publicase algunas de las revelaciones y prácticas masónicas de su logia. Transcurridos unos años, en 1726 se publicó The grand mystery laid opened en la que se explican los grandes misterios de la logia. De esta manera, la masonería inicia sus primeros pasos en nuestro país en la década de 1730, más concretamente en 1737, cuando se producen dos acontecimientos importantes: la consolidación de algunas de las logias más importantes como la Gibraltar Lodge o French Arms y la iniciación del príncipe Federico de Gales. Como contrarréplica, las logias masónicas en la Europa continental se prohíben a partir de 1756 por los sucesos acaecidos en los Países Bajos porque hay distintas reuniones, ceremonias, secretos, juramentos, etc., que focalizan, según testimonios exiguos, un peligro para la Iglesia católica y la monarquía. En la Europa del primer tercio del XVIII se afianzan las primeras enseñanzas filosóficas relacionadas con la masonería que atrajeron a príncipes, aristócratas y nobles, reuniéndose así en las distintas formas de sociabilidad intelectual y corporativa. Por ello, a lo largo del siglo XVIII existe una reforma social que permite la entrada de las ideas reformistas e ilustradas. En relación a la masonería, en los escritos existe un ritual de iniciación muy complejo en el que aparece una habitación oscura denominada “cámara de reflexión”, en la que el candidato que iba a ser iniciado masón debía recapacitar durante un largo periodo de tiempo, concretamente una hora y media, y escribir las razones por las que quería ser recibido masón a través del testamento filosófico recibido en una de las logias. Además, para su iniciación es obligatorio realizar una introspección relativa al conocimiento personal, lo cual permite forjar el pensamiento ilustrado propio del siglo XVIII, por lo que se hace necesaria la comprensión de las distintas herramientas masónicas como el martillo, el cincel y la regla. Estos se corresponden con un conjunto de elementos simbólicos según la jerarquía y el grado masónico del miembro. De esta forma, la masonería está imbuida en unos valores importantes como la beneficencia, la caridad y la fuerza social positiva. Por consiguiente, uno de los elementos esenciales de las logias es el concepto del secreto masónico. Este elemento no debe ser revelado y ello ha provocado que las logias estén tildadas de sociedades incógnitas. Esta idea no es del todo certera debido a que existen algunos elementos secretos en distintas instituciones que no son conocidos por la sociedad, sin que ello conlleve que se estén cometiendo distintos delitos contra el Estado o la religión. Asimismo, existe un juramento en las logias como elemento esencial en el ritual de iniciación masónico, al igual que los ágapes (banquetes) o las tenidas (reuniones). De esta manera, existe un gran simbolismo en el ritual confeccionado con la suma de los múltiples elementos tradicionales en las logias europeas a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Aun así, las tesis tradicionales defienden que la Iglesia y el Tribunal de la Inquisición atentan contra aquellas ideas que son contrarias a la fe, tildándolas de heréticas, al igual que los rituales masónicos, porque estaban conferidos por las invocaciones diabólicas y subversivas. A mi juicio, el ritual masónico está denostado por algunas instituciones por ser secreto, estar repleto de simbolismo y por contrariar sin pruebas fehacientes los postulados de la fe católica. Otro de los aspectos relevantes de las logias masónicas es el misterio como elemento esencial en las corporaciones. Esta incógnita viene cargada de unos misterios que son compartidos solo por los miembros por medio de los valores esenciales de la filantropía y la asistencia mutua. Por ello, en el Londres de principios del siglo XVIII existen clubes, asociaciones, corporaciones masónicas, tertulias, academias, cafés y sociedades secretas que portan cierto parentesco con las sociedades operativas constituidas durante el periodo medieval que han guardado el secreto hasta la actualidad. Ello permite atraer a los distintos miembros de la familia real británica y a algunos miembros de la nobleza inglesa aunque esta última es difícil de afianzar por las distintas prebendas que debían pagar los masones para que se integrasen los miembros de la nobleza. Aun así, los valores esenciales de la masonería sirven para disipar las dudas y las tinieblas en las que estaba inmersa la sociedad del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Esta hipótesis viene acompañada de las primigenias constituciones de Anderson como los deberes morales, judiciales y sociales que rigen los usos y costumbres de las logias masónicas europeas. Además, están coordinados por el gran arquitecto del universo, representado simbólicamente por Adán, quien restaura el orden, la moral y la intelectualidad, fomentando de esta forma el progreso espiritual. Estas —al parecer monolíticas y preestablecidas— son integradas por los miembros de la corporación, quienes excluyen de su carta magna, en el interior de sus logias, el uso de la política y la religión, al igual que rechazan que las logias deban estar vigiladas por el Estado. A pesar de esto, la masonería sigue conservando sus tradiciones arcanas y honores, como el mérito personal. De esta manera, en las fuentes existen algunos discursos, brindis, elementos corporativos propios de la filantropía, libertad, etc., que incentivan mayormente la formalidad y la moralidad entre sus miembros recibidos. Por último, las logias están organizadas como una corporación filosófica ya que existen distintas ceremonias, rituales, misteriosas iniciaciones y el uso de una vestimenta muy variopinta que porta un claro y destacado simbolismo ritual. Por consiguiente, la masonería es el centro institucional y espiritual que se encarga de coordinar las iniciaciones masónicas, en especial, de los pequeños grupúsculos de la burguesía intelectual. Además, esta nueva forma de sociabilidad es la que guarece el misterio y el secreto masónico que incita, en numerosas ocasiones, a la existencia de un complot político y religioso, en especial, por las instituciones eclesiásticas. A pesar de ello estas acusaciones no son gratuitas, ya que vienen determinadas por el descubrimiento del gran misterio desvelado en 1723, así como con los escándalos masónicos que acusaban a los jesuitas de ser miembros de la logia. Estas acusaciones se vierten en The London Magazine, que tilda a la masonería de sociedad misteriosa y secreta comparándola con la Inquisición. En Francia, la masonería se instala entre los grandes aristócratas y nobles, ya que el simbolismo y los grados masónicos seducen a las capas más elevadas de la sociedad. Estos valores viajan desde Inglaterra hasta Francia con distintas variaciones en el ritual de iniciación. Lo que se pretendía era recibir a nuevos miembros y otorgarles distintos grados aunados bajo el estandarte de una monarquía ilustrada, por lo que en el país galo la masonería tiene un carácter particular muy diferente al de la masonería británica. A pesar de ello, no pudo desarrollarse ni consolidarse como forma de sociabilidad al ser condenada por la Iglesia católica, a pesar de ser recibidos unos 5.000 sacerdotes en la corporación masónica. Además, la masonería estuvo perseguida en 1746 por la policía de París, la cual afirmó, sin pruebas concluyentes, que estas corporaciones masónicas estaban atentando contra los gobiernos imperantes y atacaban a la Iglesia católica. En resumen, el poder masónico en Francia viene fundamentado por las constituciones de Anderson que pretenden unificar el ritual masónico, aunque la masonería francesa jamás consiguió alcanzar el grado de importancia social que se había logrado en Inglaterra.
2.
Algunos procesados por la Inquisición en el siglo XVIII
Thomas Hatton Hoces, capitán de dragones que en 1728 trabajó en la logia Three Flowers de Luces de la calle San Bernardo de Madrid.
Otro encausado, Charles Labridge, también trabajó en la madrileña logia Three Flowers de Luces en 1728.
Ignacio Le Roy, guardia de corps que trabajó en la logia de la ciudad a partir de 1740, era, además, teniente coronel graduado y capitán del regimiento de Andalucía.
El príncipe Pignatelly, un grande de España de primera clase y teniente de dragones y maestre, se inició en la logia en 1740. Este masón que fijó su residencia en Madrid trabajó y en 1728 fue recibido en la logia Three Flowers de Luces de la calle San Bernardo.
Antonio Rosellón fue el ayudante de cámara del marqués de Santillana y a los 35 años fue delatado por el capellán Joaquín Paeza Presby, quien reunió pruebas suficientes sobre consensos, oficios masónicos, secretos de la corporación y el uso de las distintas señas.
Felipe de Velasco, teniente de guardia de corps del regimiento de Sevilla, trabajó en la logia de la ciudad.
Ms. Banec, teniente del regimiento de 40 años, fue delatado el 23 de octubre de 1747. Las causas por las que se persigue a este miembro se basan en el uso de las prácticas heréticas. Entre los elementos existen testigos que afirman que ha realizado tales prácticas contrarias a los postulados eclesiásticos, estatales y gubernamentales.
Pedro Alcántara de la Llave de Puebla fue...