El optimista que hay en ti
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El optimista que hay en ti

El coaching en optimismo: un método único

  1. 208 páginas
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El optimista que hay en ti

El coaching en optimismo: un método único

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Información del libro

Un método único de coaching en optimismo a través del cual aprenderás qué es el auténtico optimismo y cómo recuperarlo o potenciarlo.

¿Sabías que todos somos optimistas? El optimismo está escrito en nuestros genes. Sin embargo, podemos no desarrollarlo o perderlo, y en consecuencia sentirnos tristes, sin vitalidad, atrapados en la insatisfacción y el desaliento.

Eso le ocurrió a Jessica J. Lockhart: duras experiencias minaron su empuje y su entusiasmo. Comprendió que había perdido el antiguo eje de su personalidad: el optimismo. Sólo recuperándolo podría volver a ser ella misma. Y lo logró. Tras una intensa investigación, creó un método tan eficaz que decidió compartirlo con el mayor número de personas posible. Así nació este libro.

En él descubrirás qué es el auténtico optimismo y cómo potenciarlo. A pesar del tópico, los optimistas no creen ciegamente que todo saldrá bien; tampoco minimizan o niegan los problemas, sino que los afrontan con entereza y valentía. Son personas creativas, audaces, perseverantes e incluso más felices, sanas y longevas.

El camino hacia una vida plena tiene como punto de partida el optimismo. Y su semilla está en nuestro interior: basta con regarla y cuidarla para que crezca y nos haga crecer.

Entre otros recursos, en este libro encontrarás:

-un test para medir tu optimismo;

-el árbol de la felicidad, un ejercicio para detectar tus carencias y cómo satisfacerlas;

-herramientas para mejorar el optimismo a corto y a largo plazo;

-un diario de preguntas inspiradoras que te ayudarán a ver todo lo bueno que hay en ti.

Preguntas frecuentes

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Información

Editorial
K?an Libros
Año
2019
ISBN
9788494913433

CAPÍTULO 1
EL AUTÉNTICO OPTIMISMO

UN CONCEPTO PROFUNDO

¿Cuántas veces hemos oído pronunciar la palabra optimista con cierto tono de burla, como sinónimo de iluso, cándido, ingenuo? ¿Y la afirmación de que un pesimista es un optimista bien informado?
Esta visión sesgada del optimismo, un concepto profundo y crucial para nuestro desarrollo, está muy extendida. Sin embargo, un optimista no es aquel que lo ve todo de color de rosa o padece el llamado síndrome de Pollyanna (el personaje de Eleanor H. Porter que únicamente ve el lado bueno de las cosas), que se caracteriza por un positivismo tan exacerbado que no deja lugar al análisis y la reflexión. Ser optimista no significa ser inconsciente: significa tener una actitud abierta y esperanzada, confianza en uno mismo y capacidad de superación. No implica no mirar con los ojos muy abiertos la realidad, sino enfocarla de forma positiva, calibrarla con serenidad, lógica e introspección. Las personas optimistas tampoco creen ciegamente que las cosas siempre saldrán bien: confían en ello y hacen cuanto esté en sus manos para que así sea, enfrentándose a sus miedos, buscando los caminos adecuados. Ante cada obstáculo, en vez de bloquearse y rendirse, examinan las mejores soluciones, perseveran y, si no logran sus objetivos, no se hunden, sino que analizan, aprenden, buscan alternativas, avanzan. El optimismo es su motor.
Habrá quien se pregunte cómo puede uno mantenerse optimista si, al mirar atentamente a su alrededor, uno ve, impotente, tanta mentira, pobreza, violencia, injusticia; o cuando uno se encuentra en circunstancias duras: la pérdida de un ser querido, un despido, acoso laboral, una separación, una enfermedad grave, un episodio depresivo. En estos casos, el optimista no niega o minimiza la adversidad, sino que la afronta y procura evitar que lo haga vulnerable. Conoce el camino para que el dolor no altere ni su integridad ni su esencia personal. Y si, por algún motivo, ese optimismo ha quedado sepultado bajo una montaña de problemas, lo primero que hay que hacer es recuperarlo para reconducir la propia vida.
No diremos que sea fácil, pero sí es posible siempre que uno cuente con las herramientas adecuadas para activar esa actitud positiva y echar mano de ella, porque es la única que nos permitirá superar las dificultades. ¿Quién no conoce a alguien que, a pesar de haber sufrido mucho en la vida, siempre se muestra enérgico, positivo, y ha luchado, con éxito, para salir adelante? Personas así nos inspiran y nos contagian las ganas de vivir. Son los optimistas. Y todos tenemos la semilla del optimismo en nuestro interior: sólo debemos regarla y cuidarla para que crezca y nos haga crecer.

Los diez rasgos del auténtico optimista

Lejos de la ingenuidad, la falta de realismo y el autoengaño, al auténtico optimista lo definen unas cualidades que lo ayudan a llevar una vida plena y lo hacen reconocible (e incluso envidiable) en casi todas las situaciones de la vida. Éstas son las diez principales cualidades de ese optimismo que quiero que el lector despierte o potencie. Las presento en contraste con las actitudes pesimistas, aquellas que conviene evitar.
El verdadero optimista es...
1. Racional
A la hora de tomar decisiones, el verdadero optimista no se deja llevar por el puro entusiasmo o por sus sueños sin pensar en los riesgos ni en las posibles desventajas de sus actos. En cambio, persigue sus metas y da con los recursos ideales partiendo del análisis profundo del objetivo que quiere lograr y de los pasos que debe seguir, sopesando los pros y los contras y, sobre todo, siendo muy consciente de su personalidad. Tiene presentes sus limitaciones, sus puntos débiles y sus puntos fuertes, y busca el camino adecuado para compensar los primeros y potenciar los segundos. Eso le da seguridad y alimenta su perseverancia en la consecución de sus propósitos y, a la vez, en su desarrollo pleno.
Por el contrario, el pesimismo suele tener su raíz en profundas creencias inconscientes («no valgo para esto», «todo me sale mal»), miedos e inseguridades que no permiten enfocar con realismo ni las situaciones ni las propias capacidades.
2. Valiente
Las personas optimistas confían en sí mismas y en su capacidad de conseguir que las cosas, de una u otra forma, salgan bien. Por eso asumen riesgos, son osadas. Con la energía y la fortaleza que las caracterizan, aunque sin perder de vista las dificultades, se centran en las oportunidades que se presentan ante ellas y se atreven a desafiarse. Son plenamente conscientes de que no pueden descartar el fracaso, pero no lo temen: saben que, aunque al final no alcancen su meta, habrán aprendido una valiosa lección.
En cambio, las personas pesimistas suelen vivir instaladas en la resignación y, por tanto, raramente se aventuran en el camino hacia el cambio. El temor al fracaso, del que no se verían capaces de recuperarse, las bloquea y no les permite ver las oportunidades. Y, en caso de que logren superar el miedo y arriesgarse, si al final llega el fracaso, éste constituirá para ellos la confirmación de su actitud habitual: ya tengo suficientes problemas, mejor me quedo como estoy.
3. Perseverante
Cuando surgen contratiempos, los optimistas, lejos de desanimarse, revisan su enfoque de las circunstancias y de sus propósitos para descubrir vías alternativas, aunque sean mucho más audaces e insólitas que las iniciales. Tenaces y pacientes consigo mismos, buscarán una y otra vez hasta que alguna vía funcione o hasta que todas las posibilidades estén realmente agotadas.
Por su parte, ante el primer obstáculo, los pesimistas se sienten frustrados. Creen que el problema carece de solución y, en ocasiones, algo peor: que ellos son los responsables únicos de que las cosas no hayan salido como esperaban. Su autocrítica es siempre feroz.
4. Creativo
Como no desfallecen ante los contratiempos, las personas optimistas buscan soluciones aunque aparentemente no haya ninguna. Por eso son sumamente creativas: analizan los problemas desde puntos de vista diferentes y descubren caminos a menudo innovadores para seguir avanzando hacia sus objetivos.
Por el contrario, un pesimista tiene una visión estrecha de la realidad y, a causa de sus inseguridades, ante un desafío evitará el riesgo y únicamente recurrirá a las herramientas que conozca y que hayan demostrado su eficacia. Si éstas no funcionan, se resignará y desistirá de sus propósitos.
5. Sociable
Para los optimistas, todas las personas, aparte de merecer respeto, constituyen una fuente de saber. Dado que para ellos cualquier experiencia es un aprendizaje que los ayuda a mejorar, entablar relaciones es una valiosa ocasión para conocer ideas y formas de vida diferentes. Por eso tienen un carácter abierto y amigable. Cuidado: no estamos diciendo que los optimistas utilicen a los demás para su propio beneficio. El interés por el otro es genuino, nace del respeto y es recíproco, porque ellos aportarán también cuanto puedan al intercambio. Aparte, ya hemos señalado que ser optimista no significa ser ingenuo. Así pues, las personas positivas son conscientes de que pueden llevarse sorpresas desagradables, encontrarse con personas tóxicas. Pero prefieren arriesgarse a sufrir una decepción antes que perder la oportunidad de conocer a alguien que merezca la pena y tal vez construir una amistad profunda y duradera.
En cambio, los pesimistas no suelen ser sociables: el miedo a la frustración, a que les hagan daño, y la visión profundamente negativa de la humanidad hacen que prefieran la soledad o se resistan a salir del círculo familiar y de amigos consolidado. En consecuencia, a menudo tienen problemas para relacionarse tanto en la esfera personal como en la profesional. Desconfían de todo el mundo y, por otro lado, les cuesta ver los aspectos positivos de los demás: nadie les parece suficientemente bueno. Consideran que en el fondo ninguna amistad o relación es sincera, que la traición siempre planea sobre ellas, y en el trabajo prefieren el aislamiento y el trato mínimo con los compañeros. Aunque la soledad les cause tristeza, están convencidos de que la vida no puede ser de otra manera.
Para el optimista, un desconocido es una posible nueva amistad; para el pesimista, una amenaza.
El verdadero optimista...
6. Ríe, sonríe y llora
El optimista vive plenamente y no se inhibe a la hora de mostrar su alegría. Debido a su carácter amigable, suele ser de sonrisa fácil, aparte de que siempre encuentra motivos para estar contento y sabe centrarse en ellos: cada pequeño triunfo, cualquier noticia esperanzadora, las alegrías ajenas lo harán sentirse feliz y reafirmarse en su actitud positiva. Y cuando lo embarga la tristeza, consciente de que las contrariedades se superan y de que todos podemos salir adelante, procura desembarazarse de ella lo antes posible.
Por su parte, las personas pesimistas, inseguras, con baja autoestima, vergonzosas, en según qué circunstancias (un entorno poco conocido, una situación nueva), reprimen la risa. Y sus sonrisas son apenas esbozadas o tristes, pues cuando viven un éxito o reciben una buena noticia sólo ven la para ellos irremediable contrapartida negativa, las desilusiones que los esperan a la vuelta de la esquina.
Como veremos más adelante, este rasgo explica en parte por qué entre los beneficios del optimismo se cuentan una salud mejor, mayores índices de bienestar e incluso una mayor esperanza de vida.
Del mismo modo que dan rienda suelta a la alegría, los optimistas se permiten sentir las emociones negativas, inevitables a lo largo de la vida. Saben que son pasajeras y, sobre todo, que reprimirlas resulta contraproducente, pues tienen una función terapéutica (por ejemplo, el llanto nos ayuda a expulsar del cerebro sustancias asociadas al estrés), y sólo liberándolas superamos las circunstancias que las han ocasionado. Así, llorarán libremente la pérdida de un ser querido, y expresarán su enfado cuando resulte necesario, en lugar de acumular ira.
A diferencia de los optimistas, que expresan los sentimientos negativos en el momento en que aparecen a fin de sobrellevar la pena, la tristeza o la ira, los pesimistas suelen anticiparse a las situaciones dolorosas —de forma que sufren antes, durante y después de un disgusto—, o bien reprimirlas o transformarlas: a menudo, su llanto no es liberador sino fruto de una resignación o una desesperanza que no saben cómo vencer.
7. Asume sus errores
Ya hemos señalado que el optimismo va de la mano del autoconocimiento y del realismo. Por tanto, las personas positivas no se creen infalibles, pues nadie lo es. Así, cuando cometen un error o sufren un fracaso (una posibilidad que saben tener presente), buscan el origen de los mismos. Si se encuentra en circunstancias que escapan a su control o responde a errores ajenos, lo aceptarán y seguirán adelante, quizá planteándose nuevos caminos para alcanzar sus objetivos, o tal vez fijándose otros. Si en cambio son ellos quienes se han equivocado, no se castigarán ni caerán en el victimismo o la desesperanza: tomarán nota de la lección aprendida y la tendrán en cuenta para perseverar o enfrentarse a nuevos retos.
En ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Epígrafe
  4. Dedicatoria
  5. Prólogo: Por qué este libro puede cambiarte la vida, por Jordi Vilajosana
  6. Preámbulo: Frente al espejo
  7. Capítulo 1: el auténtico optimismo
  8. Capítulo 2. Tu punto de partida
  9. Capítulo 3. Un plan de viaje
  10. Tu diario de preguntas inspiradoras
  11. Epílogo: El viaje sigue
  12. Bibliografía
  13. Sobre este libro
  14. Sobre la autora
  15. Créditos
  16. Otros títulos de Kōan