Rif
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De Abdelkrim a los indignados de Alhucemas

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De Abdelkrim a los indignados de Alhucemas

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Las convulsas relaciones entre el Rif y el poder central de Marruecos atraviesan una larga historia de conflictos y odios seculares, de violentas represiones y rebeliones que comenzaron con la ocupación española y francesa y continuaron tras la independencia. El 28 de octubre de 2016, diecisiete años después de la llegada al trono de Mohamed VI, los rifeños salieron de nuevo a la calle indignados por la atroz muerte de Mojcín Fikri. Este joven vendedor de pescado de la ciudad de Alhucemas moría aplastado dentro de un camión de basura, en un acto desesperado por impedir que su mercancía le fuera confiscada por la policía. Desde entonces, el movimiento de contestación rifeño —Hirak— no ha cesado en sus protestas y movilizaciones. Una de sus cabezas visibles, Naser Zafzafi, un desempleado de 39 años, dio voz a la denuncia de un Gobierno regional títere del Majzén —el régimen político marroquí—, de la corrupción y clientelismo político y administrativo, de los constantes abusos de las autoridades, de la pobreza y marginalización crónica que sufre el Rif. Su detención, como la de otros miembros del Hirak, no ha conseguido poner fin a un movimiento de contestación que trata de encauzar sus reivindicaciones en un programa político. David Alvarado nos brinda un muy oportuno análisis del Hirak y de la situación de la región, conectando su presente con la historia singular de ese Rif que todavía hoy fascina y atemoriza, y que guarda una memoria viva de la epopeya de Abdelkrim y de la resistencia a la colonización. El sentimiento de abandono y agravio no han cesado de crecer durante todos estos años entre los rifeños, como tampoco la emergencia de una conciencia colectiva, de una nación en ciernes.

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Información

Año
2020
ISBN
9788490977774
Categoría
History
Categoría
World History

CAPÍTULO 1

LA EPOPEYA DE ABDELKRIM EL JATABI

La gesta de Mulay Mohand, como se conoce popularmente en la región a Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi (1882-1963), es omnipresente en la memoria colectiva de los rifeños. La procedencia, formación, frustraciones, ambiciones, filias y fobias, decisiones y pensamiento político del emir de la República del Rif (1921-1926) se antojan determinantes en la conformación de la idiosincrasia local. No fue hasta los años veinte del pasado siglo que el primogénito de un notable tribal desató las hostilidades contra el invasor español, presente en la zona desde la segunda mitad del siglo XIX y que ocupaba el norte de Marruecos bajo for­­ma de Protectorado en virtud de los acuerdos francoespañoles firmados el 27 de noviembre de 1912. El Protectorado español de Marruecos comprendía dos partes diferenciadas. La zona norte incluía las regiones del Rif y el Yebala, fronterizas con las ciudades de Ceuta y Melilla y las plazas de soberanía, que eran territorio español, y la zona interna­­cional de Tánger. La zona sur englobaba a Cabo Juby, la actual Tarfaya que entonces se denominaba Villa Bens, li­­mítrofe al sur con el Sáhara español.
El futuro emir nació en Axdir, próximo a Alhucemas, en 1882, en el seno de la tribu de los beni urriaguel, de la que su padre, Abdelkrim El Jatabi, es cadi (juez). Es por esto que el nombre completo del hombre que marcaría la historia del Rif es el de Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi, que significa, literalmente “Mohamed hijo de Abdelkrim El Jatabi”. Cursó estudios islámicos junto con su tío Abdeslam en la Universidad Al Qarawiyín de Fez, antes de proseguir una educación en español junto a su hermano, Mhamed, quien realizó estudios en Ingeniería de Minas en Madrid gracias a una beca del Gobierno de España. En 1908 Abdelkrim integra el Despacho de Asuntos Indígenas en Melilla, pasando ulteriormente a conducir la sección árabe de El Te­­legrama del Rif (que a partir de 1963 pasaría a llamarse El Telegrama de Melilla) antes de entrar al servicio del cadi de Melilla como adjunto. A comienzos del siglo XX el padre de Abdelkrim está convencido de que la relación con España es la única opción para el desarrollo de una región muy pobre, asolada por las sequías y las epidemias. Esta cercanía con los españoles no es bien vista por muchos de sus paisanos, hostiles a cualquier tipo de alianza con Madrid y que le reprochan su cercanía a los “infieles”.
La Primera Guerra Mundial precipita las cosas y el anciano cadi acaba por percatarse de que su lugar está al lado de la resistencia rifeña a la colonización, consumando su ruptura con España. El cambio de orientación del cadi dota de un nuevo impulso a la rebelión, prácticamente extinta desde la muerte en combate del jeque Mohamed Amezián, referente militar de la insurrección y promotor de importantes victorias frente al ejército español, como la del Barranco del Lobo, en las cercanías de Nador, en julio de 1909. El cambio de posición del clan El Jatabi sitúa a Abdelkrim en el punto de mira de las autoridades melillenses, que lo encarcelan el 6 de septiembre de 1915 acusándolo de “alta traición” a consecuencia de sus opiniones sobre la presencia española en el Rif y de sus abiertas simpatías por Turquía, aliada de Alemania en la Gran Guerra. Abdelkrim será finalmente exculpado, si bien aún permanece algún tiempo en prisión antes de poder regresar a Axdir, donde al llamado de su padre también acude Mhamed, que abandona sus estudios de Ingeniería en Madrid para tomar las armas contra las tropas españolas comandadas por el general Manuel Fernández Silvestre.
Tras la muerte del cadi Abdelkrim El Jatabi, el 7 de agosto de 1920, presuntamente envenenado por un traidor rifeño a sueldo de las autoridades del Protectorado, Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi se alza como líder la tribu de los beni urriaguel. Después de lograr federar a tribus rifeñas hasta entonces enfrentadas, Abdelkrim dirige sus esfuerzos a librar el Rif del colonialismo. Jefes tribales y notables locales juran lealtad a su líder en Jebel Qaba, en mayo de 1921, otorgándole la necesaria legitimidad para conducir la guerra contra el ocupante y, de paso, dirigir su Gobierno. Desde las primeras acciones victoriosas, se acelera la adhesión de nuevas tribus, consolidándose su autoridad. Abdelkrim y sus partisanos multiplican las acciones de guerrilla gracias a su conocimiento del terreno, atacando convoyes españoles, destruyendo las principales líneas de comunicación, acosando puestos militares aislados y capturando a numerosos rehenes que eran intercambiados por el pago de rescates que servían para financiar los costes de la rebelión. Acciones esporádicas que desestabilizaban al ejército y que, de paso, le aseguraban el sostén y simpatía de las poblaciones locales.
Presionado por sus superiores, que querían sofocar rápidamente la revuelta rifeña, el general Silvestre lanza, en la primavera de 1921, una vasta ofensiva contra las milicias de Abdelkrim en Bumeyán. La campaña será un sonado fracaso. El líder de la rebelión estaba avisado de la progresión de tropas españolas, a las que esperaba. En lugar de volver directamente al cuartel general de Melilla para recomponerse, Silvestre acampó sus tropas en Anual, 60 kilómetros al oeste de la ciudad española, donde fueron rodeados por las huestes de Abdelkrim, que le infligieron una más que severa derrota. Según las fuentes, entre 12.000 y 19.000 soldados españoles perdieron la vida en la batalla, cientos de ellos desaparecieron o fueron capturados, apoderándose además de unos 30.000 fusiles, 400 metralletas, 200 cañones, abundante munición y obuses. Derrotado el ejército español en Anual el 22 de julio de 1921, Abdelkrim, en vez de avanzar hacia Melilla o hacia el sur, para adentrarse en territorio del Protectorado francés aprovechándose de la debilidad de su enemigo, prefirió consolidar su posición y organizar su Gobierno y Administración sobre el territorio recuperado.
Fortalecido con sus éxitos, El Jatabi decide dar una nueva dimensión a su lucha. El movimiento no debía limitarse a atacar al ocupante, sino que estimó que su capacidad de resistencia dependería de su capacidad para introducir reformas en el sistema de tribus para que estas dependieran de una autoridad centralizada. Esto no era posible si no se eliminaban las recurrentes tensiones y enfrentamientos tribales. Para ello, no dudó en abolir disposiciones que, como el caso de las vendettas, eran fuente de luchas intestinas entre las distintas tribus, minando la fortaleza de su ejército frente al enemigo español. Pero el plan de Abdelkrim era mucho más ambicioso, ya que pretendía reorganizar en profundidad sus milicias, aspirando a constituir un ejército regular, reconstituir las relaciones sociales dentro del Rif y las relaciones de la región con el exterior, así como establecer una reglamentación más racional de los asuntos financieros, jurídicos y administrativos, para lo cual debía poner en marcha instituciones y organismos susceptibles de llenar el vacío existente en ausencia de la autoridad del Majzén, de un lado, y del yugo colonial, por otro. Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi quería distinguirse de los tradicionales líderes de la yihad a finales del siglo XIX y, si bien hacía un uso profuso del ejemplo del profeta Mahoma y recurría constantemente a motivos religiosos para motivar a sus huestes, quería dotar a su lucha un carácter nacional, moderno, siendo la liberación del Rif el objetivo a corto plazo para, en último término, alcanzar la emancipación total de Marruecos. Para el emir, el tiempo de las guerras santas había pasado y, simplemente, aspiraba a vivir de forma independiente, no siendo gobernados más que por Alá, albergando el anhelo de edificar la paz y mantener buenas relaciones con sus vecinos. No obstante, para la consecución de este objetivo, Abdel­­krim estaba dispuesto a luchar hasta la muerte contra cual­­quiera que amenazase este horizonte.
Una República en el Rif
Convocados los jefes y notables tribales, el 18 de septiembre de 1921 se proclama oficialmente la fundación de la República del Rif, con capital en Axdir. La utilización de una forma republicana iba eminentemente dirigida a las potencias europeas con la intención de influir en sus medios de comunicación, para quienes una república encarna los principios de modernidad, democracia y respeto a la voluntad popular, susceptibles de despertar las simpatías de la opinión pública occidental. Abdelkrim habría utilizado el término “república” solo de cara al exterior, autoproclamándose en el frente interno como sultán, en oposición a Mulay Yusef, cuya legitimidad ponía en tela de juicio al cuestionar su estatuto de “comendador de los creyentes” mientras se encontrase tutelado por una potencia extranjera. El único poder conocido tradicionalmente por las tribus rifeñas más allá del ámbito local era el del Majzén, considerado un poder supratribal, de ahí que vieran a Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi como un nuevo sultán. La proclamación de la República del Rif fue comunicada a través de un texto en inglés a la Sociedad de Naciones el 1 de julio de 1923, magnificándose la extensión del territorio, que decía, limitaba al norte con el Me­­diterráneo y al oeste con el Atlántico, y cuya población se estimaba, de forma exagerada, en unos dos millones de habitantes, en un intento sin duda de dotar de una mayor entidad al territorio para hacerse merecedor del estatus de Estado independiente.
Preocupado en todo momento por la cuestión de la legitimidad de su poder, el texto que proclama a Abdelkrim emir el 1 de febrero de 1922 sigue escrupulosamente las prescripciones coránicas y los hadices o hechos del profeta. Las referencias al califato (jilafa) son numerosas en el documento, si bien no se indica de forma expresa que Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi haya sido elegido califa, sino emir. Pero las constantes referencias al califato como la única institución susceptible de imponer la paz y la justicia, y la consideración de Abdelkrim como el único capaz de restablecer el orden en el Rif apuntan a su consideración como califa de facto. Un califa es amir al muminim (comendador de los creyentes) y el texto que proclama a Abdelkrim emir del Rif hace referencia en su calidad de “príncipe de los creyentes” a Omar Ibn El Jatab, segundo califa del Profeta y de cuya estirpe se reclama la familia de Abdelkrim. Más allá de lo simbólico y de lo que se puede inferir de una lectura entre líneas sobre unas supuestas atribuciones espirituales, lo único que estipula de forma diáfana el texto de proclamación son las capacidades políticas y militares del emir. Junto con la ascendiente espiritual del sultán del Imperio jerifiano, el único concepto evidente para los bereberes del Rif era su pertenencia tribal. Los conceptos de “Estado” y “nación” son ajenos a su tradición, pero Abdelkrim esperaba que el sentimiento “nacional” se fuera forjando de la mano de la lucha contra el enemigo común y a medida que el flamante Estado implantaba paulatinamente sus estructuras de poder.
Para acabar con las rivalidades tribales, el emir procedió a la reislamización del Rif, imponiendo un orden religioso riguroso en el que la charia (ley islámica) sustituye al derecho consuetudinario bereber. Entre otras medidas “innovadoras”, se prohibió el uso de armas de fuego salvo contra los cristianos, se redujo el tiempo de los festejos matrimoniales de siete a tres días, se prohibió bailar a las mujeres casadas y se obligó a los hombres a tener la cabeza rapada. El nuevo Estado contaba con una Asamblea repre­­sentativa o Parlamento compuesto de diputados de las 41 tribus del Rif y de Gomara elegidos cada tres años por las yama’a-s (asambleas tradicionales) de las propias tribus, quienes designaban a los miembros del Gobierno. La realidad fue que el ejecutivo rifeño estaba compuesto ma­­yoritariamente por parientes próximos del emir. Así, su tío Abdeslam ocupaba la cartera de Finanzas, su hermano Mhamed, Asuntos Exteriores, siendo de la familia política de Abdelkrim el ministro de Interior y su secretario particular. Tan solo Justicia y Educación estaban en las manos de personas ajenas a la casta del líder.
La República contaba con una bandera y una moneda propia. Abdelkrim también procedió a la reorganización administrativa de las cabilas, implementó reformas sociales que afectaron fundamentalmente a la sanidad y a la educación, puso en marcha una Hacienda y siguió un estricto programa económico orientado hacia la guerra que logró instalar un ejército regular, complementado con unidades de milicianos sobre el terreno a través de la instauración de cuatro regiones militares o majkama. La República del Rif prestó especial atención a la propaganda y la diplomacia, disponiendo de un activo ministro de Asuntos Exteriores, así como de un eficaz servicio de inteligencia. El carisma de un hombre del Rif con una formación islámica tradicional, pero también española, y la fuerza de su tribu confirieron fuerza a Abdelkrim, que se vio reforzada por los éxitos militares y la legitimidad religiosa de la que él mismo se unge, condiciones sine qua non para la unificación de las tribus y la conformación de un Estado rifeño sobre las bases de un pueblo históricamente desunido y enfrentado.
Cuando España envenenó el Rif
La severa derrota en Anual ante las milicias de Abdelkrim El Jatabi despertó las ansias de revancha de Alfonso XIII y su elite castrense. En Madrid, los partidarios del diálogo con los rifeños quedaron marginados, imponiéndose la línea dura entre la cúpula castrense. Alfonso XIII llegó a declarar al agregado militar francés en Madrid que era imperativo dejar de lado las consid...

Índice

  1. PRÓLOGO. LA AMENAZA AL NORTE
  2. INTRODUCCIÓN EL RIF EN PIE DE GUERRA
  3. CAPÍTULO 1. LA EPOPEYA DE ABDELKRIM EL JATABI
  4. CAPÍTULO 2.HASÁN II Y EL RIF
  5. CAPÍTULO 3. MARGINACIÓN Y DISIDENCIA ECONÓMICA
  6. CAPÍTULO 4. LA RECONCILIACIÓN, SEGÚN MOHAMED VI
  7. CAPÍTULO 5. ANATOMÍA DEL HIRAK
  8. CONCLUSIÓN CONTRADICCIONES Y LÍMITES DEL CAMBIO POLÍTICO
  9. NOTAS
  10. MAPAS
  11. CRONOLOGÍA
  12. BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA