Islam e islamismo
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Islam e islamismo

  1. 126 páginas
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Islam e islamismo

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Índice
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Información del libro

En las últimas décadas, la religión musulmana ha suscitado un gran interés y curiosidad. Esto se ha debido a motivos fundamentalmente políticos, en ocasiones relacionados con conflictos violentos —guerras, terrorismo, etc.—. Frente a tal interés, la información, en cambio, se ha recibido de forma desordenada e incompleta, llegando a producirse una enorme confusión conceptual y terminológica en los medios de comunicación. Este libro pretende explicar la diferencia esencial entre islam (la religión) e islamismo (el fundamentalismo islámico), haciendo mención a sus rasgos más relevantes, especialmente en aquellas cuestiones que son objeto de disputa en la actualidad o que causan más problemas de interpretación.

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Información

Año
2019
ISBN
9788490977408

CAPÍTULO 1

El islam

En estas páginas se resumirán los conceptos esenciales de la religión musulmana. A su historia y la cultura derivada de ella solo se hará referencia cuando el hecho se considere determinante para la constitución de la fe o para su evolución posterior. Ha de tenerse también en cuenta que se hará siempre alusión al islam sunní, al que se adhieren el 85% de los musulmanes, y en el apartado de “Sunna y chía, sunníes y chiíes” se establecerán las principales diferencias entre el islam de la sunna y de la chía en diferentes cuestiones de fe.
Algunos de los principios básicos que se van a exponer le chocarán al lector porque contradicen algunas de las actitudes y creencias de los islamistas, que son hoy las más difundidas por los medios, pero será en el capítulo 2 donde se expliquen con más detalle que los distintos islamismos contradicen al islam hasta convertirse en creencias muy distintas.
Por último, he disculparme por tener que sintetizar en unas páginas siglos de teología y jurisprudencia religiosa, lo cual me lleva necesariamente a generalizar hablando del islam, tomando en cada caso la perspectiva más aceptada por la comunidad, aunque haya más y se pueda matizar cada afirmación hasta el infinito.

El islam, la religión del monoteísmo a ultranza: sus cinco pilares y otras creencias

Si se le pregunta a un musulmán cuál es la primera característica de su credo, su respuesta será que es la religión de la exaltación de la Unicidad Divina. A Dios —Alá en árabe— no se le asocia nada ni nadie y hacerlo constituye el pecado más grave que puede cometer un creyente. El musulmán se somete —significado del término islām (sometimiento)— a la omnisciencia y omnipotencia de Dios, que no necesita intercesor, y que es, ante todo, Clemente y Misericordioso (al-raḥmān al-raḥīm). De las numerosas cualidades que se atribuyen a la Divinidad —existe un género específico sobre los 100 nombres de Dios—, estas dos se destacan sobre todas las demás en la literatura religiosa.
El nombre de islam aparece y se explica en el mismo Corán (3, 19-20). El libro sagrado lo concibe como una religión y también como una forma de vida. Por eso se ha llegado a decir que el islam es una “ortopraxis”, pues las creencias se ligan indefectiblemente no solo a los rituales, sino a las acciones más habituales de la vida, a veces incluso en las aparentemente nimias. Toda la existencia del ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte, las 24 horas del día, debe estar guiada por ese “sometimiento”. Los musulmanes se consideran siervos o esclavos de Dios, pero esa servidumbre no ha de entenderse como una carga pesada o como una condena, porque Él quiere lo mejor y solo desea su felicidad y bienestar, que se obtiene, precisamente, de esa obediencia a Él, que es el Más Bondadoso, el Más Justo, el Más Sabio, etc.
El Corán
La revelación del arcángel Gabriel a Mahoma comenzó cuando este tenía 40 años, aproximadamente en el año 610, y se efectuó a través de la recitación de versos, también llamados aleyas, que el profeta repetía oralmente a sus contemporáneos. No puso nada por escrito, puesto que era analfabeto, y no sería hasta después de su muerte, en tiempos del califa Uthman (r. 644-656), cuando se ordenarían las revelaciones en un libro que recibió el nombre de Corán —recitación—, pues el primer verso que el ángel le dijo al profeta comenzaba con el mandato de “iqrā”, “recita”. El Corán no tiene autor y, de tener uno, sería el mismo Dios.
Está escrito en árabe y su traducción implica necesariamente la interpretación y posible falseamiento del mensaje divino, de modo que solo se considera sagrado en su versión original y se admiten las traducciones únicamente como herramienta para el conocimiento de la religión de los musulmanes no arabófonos —la mayoría, tal y como se ha visto en la introducción—, además de como un instrumento útil en la labor proselitista que debe acompañar la religión. Cuando se recita el Corán, sin embargo, ha de hacerse siempre en árabe, también por aquellos que lo han aprendido solo como lengua religiosa. Ha de destacarse la riqueza lingüística de esta obra, que resulta muy hermosa a los oídos de los árabes. La recitación en voz alta, que es un arte y una ciencia —existe un aprendizaje complejo de sus posibles lecturas—, llega a los corazones de los creyentes no solo por su contenido, sino por su forma, del mismo modo que lo hace la poesía.
En el propio Corán se repite varias veces que la revelación se hace en lengua árabe (12, 12; 16, 103; 26, 192/196; 39, 27/28; 46, 12), que es una “recitación árabe clara” para que sea comprendida por todos. Consecuentemente, ha sido elegida por Dios para la religión.
En tiempos de Uthman las aleyas se ordenaron en 114 capítulos, “azoras” en español, y se les dio títulos que se refieren a algún pasaje del mismo —la vaca, la familia de ʿImrān, las mujeres, la mesa, los rebaños, etc.—. Generalmente, estos encabezamientos son muy poco esclarecedores sobre el tema del mismo, pues el contenido suele ser muy heterogéneo, nunca se sigue un orden cronológico y pocas veces un orden argumental concreto. Las azoras se clasificaron, a su vez, por su tamaño, comenzando con la más larga y finalizando con la más breve. La única excepción es la primera azora, la “apertura” (fātiḥa), constituida únicamente por siete versos, que se convirtió enseguida en la oración por excelencia de los musulmanes y que se puede traducir del siguiente modo:
En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso.
La alabanza a Dios, Señor de los Mundos,
El Clemente, el Misericordioso,
Dueño del Día del Juicio,
A Ti adoramos y a Ti pedimos ayuda.
Condúcenos por el camino recto,
camino de aquellos a quienes has favorecido, que no son objeto de Tu enojo y no son los extraviados4.
Todas las azoras, con la excepción de la número 9 (“El arrepentimiento”), están precedidas por la basmala, una expresión que dice: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”. Esta frase sirve hoy día también como introducción a todo tipo de acciones que se quieran bendecir, desde una conferencia o lección hasta el degüello de un animal siguiendo el ritual religioso. Cabe señalar también que algunos capítulos tienen como primera aleya una correlación de letras del alfabeto árabe, sin que se sepa su significado. Por ejemplo, la azora 7 comienza así: “Alif, lām, mīm, ṣād”.
En relación a la estructura del Corán ha de indicarse, por último, que el investigador alemán Theodor Nöldeke (1836-1930) clasificó a mediados del siglo XIX las aleyas según su procedencia, es decir, de acuerdo con el lugar y momento en que fueron reveladas, La Meca primero y Medina después. La primera ciudad es el lugar de nacimiento de Mahoma, donde vivió la mayor parte de su vida. A la segunda migró en el año 622, en el conocido como año de la hégira o emigración, a causa de la persecución que ejercieron sobre él y los primeros musulmanes las familias nobles de La Meca. Este oasis, que se llamaba entonces Yathrib, pasó a denominarse Medina o Madīnat al-Nabī, la ciudad del profeta, y es el lugar donde está enterrado. Nöldeke llevó a cabo su clasificación de acuerdo con el contenido de los versos, así como con el estilo literario de las revelaciones. Aunque existe un consenso sobre la existencia de dos lugares escogidos para la revelación, todavía hoy se discute esa clasificación de azoras y de aleyas, que obedecen a un orden muy complejo, puesto que el islamólogo alemán probó que dentro de azoras mecanas había versos mediníes y a la inversa.
El origen de las aleyas es relevante desde un punto de vista teológico, ya que en el Corán hay versos que contradicen y sustituyen a otros revelados con anterioridad, de ahí la importancia de saber cuándo fueron transmitidos. Estos versos se llaman “abrogados y abrogantes” y su estudio se consideró desde el principio una ciencia religiosa (al-nāsij wa-l-mansūj), un subgénero del campo amplio de la exégesis coránica (tafsīr). Por ejemplo, en el Corán se dice en un verso que se debe rezar en dirección a Jerusalén (2, 150) y otro lo corrige afirmando que se ha de hacer hacia La Meca; asimismo, un verso dice que el consumo de vino tiene perjuicios y beneficios, aunque son más los primeros (2, 219), y otro lo prohíbe definitivamente (5, 90). En todos estos casos, los exegetas del libro sagrado han considerado que la aleya revelada con posterioridad sustituye a la primera. Estas aparentes contradicciones, por otro lado, no han planteado un problema religioso, puesto que en el Corán queda evidencia de que la revelación se lleva a cabo en un momento histórico concreto y se van produciendo según se desenvuelven los acontecimientos. Esta revelación está ligada a la vida de Mahoma, siendo el libro sagrado la mejor fuente para reconstruir cómo fue su existencia y, siguiendo al islamólogo británico Mont­­gomery Watt, cuál fue su papel como profeta y hombre de Estado.
A los ojos de los musulmanes, Dios transmite al último de sus profetas —el sello de la profecía— la Verdad revelada, al tiempo que se narran episodios del proceso de transmisión y recepción del mensaje por parte de la comunidad que presencia los hechos. El momento histórico de la revelación se convierte en ejemplo en sí mismo para el creyente, a quien servirá de guía junto a los dogmas revelados.
El Corán no es, por tanto, un libro de leyes, tal y como a veces se ha afirmado, sino una narración que, aunque procede de la misma Divinidad, está viva y es dinámica. Todo esto tiene consecuencias ideológicas evidentes: por un lado, el Corán no cubre todos los temas posibles ni resuelve todas las dudas que puedan surgir en el seno de la comunidad de creyentes; asimismo, está sujeto a la comprensión humana y el “verdadero camino”, la sharía, es siempre utópico —no es rígido ni canónico—, puesto que solo Dios lo conoce; y, por último, el contenido del libro sagrado constituye un modelo a seguir en todas sus facetas, la doctrinal y también la experiencial, pues la vida de Mahoma, sus dichos y hechos y los de sus contemporáneos más allegados se convierten junto al Corán, desde el mismo origen, en la primera fuente teológica y jurídica del is...

Índice

  1. Islam e islamismo
  2. Dedicatoria
  3. Prólogo. Distinguir conceptos y deshacer tópicos1
  4. Capítulo 1. El islam
  5. Capítulo 2. El islamismo
  6. Conclusiones
  7. Glosario
  8. Bibliografía
  9. Notas