Peronismo y liberación nacional
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Peronismo y liberación nacional

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Peronismo y liberación nacional

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Cuando este libro concluye [enero de 1973], todavía no se habían realizado las elecciones que llevarían a Cámpora, por un tiempo fugaz y trágico, a la presidencia nacional. La fuerza de Peronismo y liberación nacional está tanto en el lenguaje que lo sostiene como en el lenguaje que, en su ausencia, prefigura. Es un libro actual porque si no vemos la actualidad como un pequeño estilete de dolor que nos clava el pasado, no seríamos capaces de asumir el compromiso que nos propone este gran profesor de filosofía.

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Información

Capítulo 1: Ideología y doctrina en la Argentina actual
No concibo una revolución sin una ideología que le dé sustento filosófico. La ideología, origen de todas las transformaciones humanas, es imprescindible cuando, por lo menos, se intenta saber lo que se quiere.
J. D. PERÓN, La hora de los pueblos.
Las frases que hemos puesto como epígrafe vienen en nuestra ayuda para mostrar que no es forzoso que los grandes hombres de acción menosprecien la tarea ideológica, como ya lo hiciera Napoleón cuando se refería peyorativamente a los “ideólogos” como intelectuales alejados de la praxis política pero que teorizaban sobre ella. Por cierto que no sólo hombres de acción sino verdaderos intelectuales “ideólogos” como Marx, a partir de La ideología alemana, han cuestionado dicho teorizar. Ciertamente, marxistas de diverso cuño, como Lefebvre, Godelier y Althusser, han considerado que, en el mejor de los casos, la “ideología” es algo estimulante (en lo cual vienen a coincidir con otro quejoso de la “distorsión” que producen las ideologías, el economista capitalista Schumpeter), pero que viene a entroncar, dentro de un esquema evolutivo de la humanidad, algo así como en un estadio mítico o a lo sumo metafísico. Y algunos pensadores que han renovado la savia marxista –en la escuela de Frankfurt es el caso de Horkheimer y aun más el de su amigo y conocido Herbert Marcuse– han ligado lo “ideológico” a los condicionamientos que el statu quo opera en la mentalidad inclusive de los revolucionarios descuidados.
Un poco en este sentido Karl Mannheim y los integrantes de la escuela llamada de la “sociología del saber”, sin tener la más mínima simpatía por Marx ni por el marxismo, se han esforzado por detectar los elementos “ideológicos” que, a través de los condicionamientos y otros mecanismos sociales, se introducen en el “saber” y lo alejan de la verdad. Esta “depuración” de lo “ideológico” se hace generalmente en el nombre de la “ciencia”, que se considera que debe ser pura y aséptica, neutral en lo que a ideología y política, ética y valores concierna, para poder llegar a la “objetividad”. Pero de pronto esta premura por tal “depuración”, asalta a otros ámbitos que el del quehacer científico: la “neutralidad” correspondiente es exigida en todos los ámbitos de la sociedad, de modo que cada cual guarde su “especificidad”. Lo más curioso o notable es que este proceso “purificador” pretende alcanzar el ámbito de la política misma, donde nos encontramos con pequeños napoleones que pontifican contra las “abstracciones” de la ideología, mas no desde París o desde Jena, sino desde la insular Santa Elena de un escritorio más o desde el Waterloo de los fastidiados de las derrotas políticas. Y así solemnes libros y columnas periodísticas pontifican sobre el fin de las ideologías, que de una vez por todas se ven o se han de ver sustituidas por las “propuestas concretas”, como la de tapar los baches de las calles de Buenos Aires, hacer que los trenes lleguen a horario y tener una moneda “sana y estable”, etcétera.
Ciertamente, cualquiera que haya leído otros textos de Perón, pero aun con sólo la lectura del mismo libro citado, La hora de los pueblos, podrá alegar que, por ejemplo, allí mismo se dice que “el imperialismo soviético está cada día más cerca del imperialismo yanqui, y los países en lucha por su liberación buscan afanosamente su integración en el ‘tercer mundo’ sin acordarse ni hacer cuestión de ideologías.”14 Pero el hecho de que esta cita pueda extraerse de un par de páginas más atrás que la mencionada en el epígrafe, no me hace pensar, por supuesto, que se trata de una evolución de pensamiento, ni tampoco de una contradicción –salvo en la letra más estricta–, ya que ambos pensamientos se encuentran reiterados no sólo en el mismo libro sino en distintos artículos y discursos anteriores y posteriores. Para hacer notar mejor el contexto en que debe entenderse la pretendida contradicción –y evitar el uso unilateral de uno solo de los dos pensamientos, que en realidad se complementan–­, subrayaremos palabras pronunciadas en un reportaje cinematográfico de carácter doctrinario:
“Normalmente, las ideologías no cambian, sino en largos períodos de la historia. Ha habido ideologías para la Edad Media, ha habido para la etapa capitalista, hay ahora una para la etapa socialista, en fin, pero duran siglos las ideologías. En cambio las doctrinas –que son la forma de ejecución de esa ideología–, ésas varían con las circunstancias de la aplicación.”15
Es preciso evitar el uso unilateral de ambos pensamientos aislados, para no incurrir en el error de creer que todo es estrategia, y que es una “comprobación” la de los rusos, cuando “creen que la bomba atómica y el terror nuclear eliminaron las ideologías, las revoluciones”16, o bien, en la otra alternativa, de sostener que el peronismo en el gobierno, “por falta de rigor ideológico dejó intocadas las más profundas estructuras capitalistas de la sociedad”17 (algo similar, por lo demás, he sostenido yo en 1967, al afirmar que “la deficiencia del peronismo ha sido marcadamente ideológica, tal cual se lo suele reconocer”, aunque luego lo paliara con un “claro está que la deficiencia ideológica no puede ser cargada tan fácilmente en la cuenta del peronismo”18). Más cerca, prácticamente a la letra, se está cuando se diferencia “ideología” de “doctrina” en un sentido próximo al de la película mencionada:
“La ideología es la que define los grandes objetivos revolucionarios que orientan los lineamientos de la acción política por un largo período de tiempo que abarca toda una época histórica. Nuestra ideología deviene fundamentalmente de una Filosofía y de una Ética peronista o sea de una visión del mundo y de una escala de valores morales... La Doctrina, por su parte, es la que, con relación a la consecución de dichos objetivos revolucionarios, fija, para cada etapa, cómo deben utilizarse los medios humanos disponibles.”19
Como sobre el concepto de “ideología” he trabajado algo, elaborando sucesivas definiciones o caracterizaciones, me permitiré operar sobre la última tentativa que he hecho sobre el particular.
Para ello he partido de lo que en el último texto citado J. Licastro denomina “visión del mundo” y “escala de valores morales”.
“Visión del mundo” o “cosmovisión” es la manera determinada de ver las cosas que tiene un hombre, y que lo lleva a obrar generalmente de una forma u otra. Manera de ver (y aunque uno hable del mundo, de hecho se trata más de “el mundo del hombre” que del cosmos en sus infinitas galaxias desconocidas para nosotros) que no está simplemente relativizada a la perspectiva que tiene la gente de cada época o de cada región sino que tiene una poderosa carga normativa: esa “manera de ver” es la que, frente a las cosas, es la manera en que uno quiere que éstas sean. No es cuestión de alegar que entonces no se trata de “ver” las cosas ni de tener una “visión”, sino de “imaginarlas” tal como uno las “desea”. Porque está claro, al hablar de “visión del mundo” o “cosmovisión”, que no estamos aludiendo a simples fenómenos ópticos. Si la “manera de ver” las cosas es verlas tal como se presentan en los hechos inmediatos, no se suprime por eso la normatividad: simplemente, queremos que las cosas sigan siendo como son.
Naturalmente, esta duplicidad –del hecho presente y nuestra “manera de ver” el mismo– no es siempre patente al observador: de ahí que puedan pasar dos “ilusiones ópticas” opuestas. Una, la de creer que lo que se tiene enfrente es, sin más, como uno lo ve en su “cosmovisión” (lo cual puede sucederle tanto a un hombre distraído o mentalmente envejecido, que siga “viendo” al mundo como era “en su época”, negándose a ver los cambios producidos; pero también al revolucionario –o también reaccionario presa de pánico– precipitado, que cree ver ya caduco algo que tiene vida para rato o producidos cambios que están por verse). Otra, la de creer que no hay normatividad alguna en su “visión”, que es “objetiva”, y tomar lo que se tiene enfrente por “lo real”. Esto sucede al hombre común a menudo, pero más a menudo al científico, que elaborará a partir de allí su teoría de la “objetividad”, de la “neutralidad científica”, de la “inocencia de las matemáticas”, etcétera.
También puede darse el caso –no raro– de que lo que se desea no sea lo óptimo posible, sino, por así decirlo, lo mejor que queda: ante los hechos, que presentan de por sí o muestran al menos una tendencia a ciertos cambios que para el individuo en cuestión son negativos, se tiene una “visión apocalíptica”, en la que se “ve” el fin de la historia –catastrófico o no– como la única salida posible para tamaños males.
Hay una gama mucho mayor de “cosmovisiones”, en todas las cuales juega siempre una “escala de valores morales” o al menos de “valores”. Pero lo que importa decir aquí son dos cosas.
La primera es que la “cosmovisión” forma o puede formar parte de una “ideología”, entendiendo por tal un proyecto pensado para una realidad sociopolítica de una nación en un momento histórico determinado. Tal caracterización puede valer para ideologías revolucionarias o ideologías regresistas (en el sentido de proponer retroceder a otras épocas, aunque la imposibilidad histórica en general las lleve a aliarse con las otras) o ideologías defensoras del ...

Índice

  1. Prólogo: Pasado y presente
  2. Estudio preliminar
  3. Bibliografía
  4. Advertencia preliminar
  5. Capítulo 1: Ideología y doctrina en la Argentina actual
  6. Capítulo 2: El conductor y las masas
  7. Capítulo 3: Marx y el socialismo
  8. Capítulo 4: Capitalismo, socialismo internacional y socialismo nacional
  9. Capítulo 5: El gobierno peronista desde 1943 hasta 1955
  10. Capítulo 6: Peronismo e Imperialismo en el proceso argentino desde 1955 hasta 1972
  11. Capítulo 7: El 17 de noviembre de 1972
  12. Capítulo 8: Sindicalismo y movimiento obrero
  13. Capítulo 9: Pueblo, Iglesia y pueblo de Dios
  14. Capítulo 10: Universidad, ciencia y cultura
  15. Capítulo 11: Militares y empresarios
  16. Capítulo 12: Perspectivas
  17. Bibliografía citada