La teoría representacional/computacional de la mente y las propiedades globales
Liza Skidelsky
1. Introducción
Desde El lenguaje del pensamiento (1975), Fodor mismo (1983; 2000; 2008) ha advertido en varias oportunidades acerca de las limitaciones de la Teoría representacional/computacional de la mente (TRCM). Su pesimismo radica en el hecho de que si bien esta teoría se postuló principalmente para dar cuenta del procesamiento central del pensamiento, aparentemente su alcance se reduce a los procesos que son solo sensibles a las propiedades locales de las representaciones mentales que constituyen los pensamientos. Siendo que la mayoría de nuestro procesamiento central parece ser sensible a propiedades globales, i.e. que van más allá de las relaciones formales entre las representaciones complejas y su estructura constitutiva, se sigue que, según Fodor, la mejor teoría disponible acerca de los procesos de pensamiento no podría dar cuenta de gran parte del mismo. En el caso más pesimista, la investigación cognitiva computacional debería circunscribirse a los módulos, puesto que los procesos centrales no parecen pasibles de un enfoque computacional. Este es el problema de la globalidad. Asimismo, los procesos centrales presentan el problema de la relevancia que consiste en determinar qué información es relevante para la confirmación de una creencia nueva, lo cual llevaría el procesamiento computacional a una búsqueda a través de prácticamente todo el conjunto de su base de datos.
Schneider (2007; 2011; Ludwig y Schneider, 2008) intenta hacer una defensa de la TRCM mostrando que los problemas de la globalidad y de la relevancia que Fodor señala no son tan acuciantes y que podrían tener una solución computacional. En este trabajo no me ocuparé de la propuesta positiva de Schneider acerca de cómo se puede dar cuenta de estos problemas en términos de una TRCM bastante modificada, al punto de no ser una propuesta que el mismo proponente de la TRCM aceptaría gustoso, sino que intentaré mostrar que las objeciones de Schneider (2011) al planteo de ambos problemas, en particular lo que denominó “el argumento de los módulos” y la “distinción entre problema empírico y a priori”, presentan dificultades. En la parte 2 abordo el diagnóstico pesimista de Fodor respecto del alcance explicativo de la TRCM. En la 3 discuto las objeciones optimistas de Schneider al diagnóstico pesimista, con la intención de mostrar que, al menos, en relación con estos dos intentos de defensa de la TRCM, los problemas de la globalidad y la relevancia seguirían en pie y con ello las limitaciones de la TRCM para dar cuenta de nuestros procesos de pensamiento.
2. El pesimismo fodoriano respecto de la TRCM
Para comprender por qué, según Fodor, la mejor teoría disponible de los procesos de pensamiento no podría dar cuenta de gran parte del mismo y que, en consecuencia, la investigación cognitiva computacional debería circunscribirse a los módulos, en primer lugar, me extenderé en aquellos aspectos relevantes de la TRCM en relación con los problemas de la globalidad y la relevancia y, en segundo lugar, abordaré brevemente los aspectos pertinentes de su teoría de la modularidad de la mente.
2.1. La TRCM y los problemas de la globalidad y la relevancia
La TRCM surge en el marco de la Filosofía de la psicología para dar cuenta primariamente de la naturaleza y los procesos del pensamiento. La variedad de pensamientos de los cuales se han ocupado los filósofos y psicólogos de la mente es de las actitudes proposicionales (AP). Las AP se expresan a través de formas como “X cree (desea, piensa, y similares) que…”, los puntos suspensivos se completan con una oración declarativa que expresa una proposición, esto es, la proposición creída (pensada, etcétera). Las AP son estados relacionales, en el sentido que los verbos de actitudes proposicionales (como creer, desear, esperar, y similares) forman parte de predicados que expresan relaciones entre un individuo y el objeto de la actitud. Por ejemplo, en “Umi cree que el pasto es verde”, Umi mantiene una relación de creencia con el objeto de la creencia expresado en la cláusula que comienza con “que”.
La TRCM es una teoría, primariamente, acerca de una parte de la cognición, aquella relacionada con el pensamiento, y lo que afirma es que siempre que hay una AP hay representaciones y que estas se requieren para dar cuenta de las actitudes. Así, la TRCM comprende dos tesis básicas:
1. Naturaleza de los estados mentales de AP
Para cualquier sujeto S y cualquier actitud proposicional A que se tenga hacia la proposición P, hay una única y distintiva relación psicológica R y una representación mental RM tal que ‘S A que P’ si y solo si: S mantiene R con RM y RM significa que P (Fodor, 1987: 38; Field, 1978).
2. Naturaleza de los procesos mentales
Los procesos mentales consisten en secuencias causales de instancias de representaciones mentales (Fodor, 1987: 39).
Respecto de la primera tesis, las representaciones mentales son los constituyentes de un lenguaje interno, denominado lenguaje del pensamiento (LDP), que no es ninguno de los lenguajes naturales, pero tiene fundamentalmente las mismas propiedades semánticas y sintácticas que los lenguajes naturales, en particular, una semántica composicional y una sintaxis combinatoria. Esta última consiste en que las representaciones moleculares tienen representaciones atómicas que respetan la relación parte-todo. Una representación mental compleja, por ejemplo, MARIANA AMA A ARIEL está constituida por los constituyentes sintácticos: MARIANA, AMAR y ARIEL, que mantienen entre sí ciertas relaciones sintácticas o estructurales. La semántica composicional consiste en que el contenido de la representación molecular depende del contenido de los constituyentes sintácticos y de sus relaciones estructurales. Los constituyentes son independientes del contexto, es decir, dado un constituyente, este realiza siempre la misma contribución semántica y sintáctica a la oración en la que figura.
La segunda tesis sostiene que los roles causales de las representaciones son roles computacionales. Así, un estado mental de creencia se diferencia de uno de deseo porque está sujeto a distintos procesos computacionales. Los que adhieren al enfoque computacional clásico (Turing) sostienen que:
2.1. Los procesos mentales consisten en computaciones sobre representaciones mentales (Fodor, 1998).
2.2. Los procesos mentales son sensibles a la forma (sintaxis) de las representaciones mentales (“Condición de formalidad”, Fodor, 1980).
Las computaciones son procesos causales que operan transformaciones entre representaciones mentales respetando de manera fiable sus propiedades semánticas (tesis 2.1). Una representación mental, desde un punto de vista semántico, tiene un significado expresado en su contenido y, desde el punto de vista sintáctico, se presenta de cierta forma. Por ejemplo, las representaciones mentales AGUA y H2O tienen el mismo contenido porque significan (refieren a) lo mismo, pero tienen distintos modos de presentación porque las formas de las expresiones son distintas (tienen distinta estructura, en este caso, distintas combinaciones de formas de letras). Así, los modos de presentación son los vehículos sintácticos de los contenidos semánticos; ambos, vehículo sintáctico y contenido semántico, conforman las representaciones mentales.
Los procesos computacionales operan en virtud de la sintaxis de las representaciones mentales (tesis 2.2). Esto significa que las representaciones mentales solo pueden afectar un sistema físico en virtud de su forma. La sintaxis es una propiedad física de segundo orden, esto es, una propiedad abstracta de la forma de los símbolos (Fodor, 1987: 40). Así, dos pensamientos que poseen el mismo contenido son individuados en virtud de que forman diferentes cadenas de símbolos que son ocurrencias de estados mentales-tipo diferentes. Su rol causal (/inferencial) no es el mismo y esto solo parece poder explicarse en virtud de que sus formas (o sintaxis o modos de presentación) no son las mismas. De modo que pensamientos con la misma estructura juegan igual rol inferencial. Por ejemplo, las representaciones mentales de estructura conjuntiva pueden ser sujeto de idéntico rol inferencial de simplificación de la conjunción.
En tanto que la sintaxis codifica aspectos semánticos que determinan los roles inferenciales de los símbolos, los procesos computacionales respetan la coherencia semántica del pensamiento. Así, son posibles mecánicamente razonamientos semánticamente coherentes (y que preservan la verdad). Cuando Fodor se refiere a la relación entre la sintaxis y la semántica de las representaciones mentales, utiliza expresiones del tipo: la sintaxis “respeta” la semántica (1987: 32-33), hay un “paralelismo” entre sintaxis y semántica (1987: 34), las relaciones semánticas entre los símbolos pueden ser “imitadas” por sus relaciones sintácticas (1987: 41). La idea es la siguiente:
Con todo, la máquina está diseñada de tal manera que transformará un símbolo en otro si y solo si las proposiciones expresadas por los símbolos que se transforman de esa manera guardan ciertas relaciones semánticas; por ejemplo, la relación que mantienen las premisas con la conclusión en un argumento válido. Semejantes máquinas –los ordenadores, por supuesto– son precisamente entornos en los que la sintaxis de un símbolo determina su papel causal de una manera que respeta su contenido. Esta es, según pienso, una idea estupenda, sobre todo porque funciona (Fodor, 1987: 41).
La sintaxis permite conectar la causalidad con la semántica: la causalidad es sensible a la sintaxis, que es sensible a la semántica y, por ende, la causalidad es sensible a la semántica. El argumento principal para adherir al enfoque computacional de los procesos mentales es que permite dar cuenta de un hecho empírico que es el paralelismo entre las relaciones causales y las relaciones semánticas entre nuestros pensamientos o, dicho de otra manera, la sincronización del rol causal de una representación con su contenido (Fodor, 1987: 39-42).
Como he mencionado, las representaciones mentales del LDP poseen una estructura constitutiva marcada por la composicionalidad tanto sintáctica como semántica. Por ejemplo, la sintaxis y la semántica del pensamiento de que Juan ama a la chica están determinadas por hechos como que “Juan” es un sustantivo y denota a Juan, “amar” es un verbo y denota la relación x ama a y, etc. (Fodor, 2007; 2008). Lo que interesa aquí son las propiedades sintácticas del LDP. La sintaxis entendida como una relación todo-parte involucra los ítems del vocabulario del LDP y las reglas de composición sintáctica. Las propiedades sintácticas serían así, por ejemplo, las categorías gramaticales a las que pertenecen los ítems del LDP. Pero también, como vimos, se alude a otro tipo de propiedades no-semánticas (pero tampoco sintácticas en el sentido tradicional) que permiten individuar a la representación mental como perteneciendo a un tipo en particular. Esto es así porque las propiedades gramaticales por sí mismas no permitirían distinguir roles causales en caso de ítems correferenciales, por ejemplo, AGUA y H2O, o ítems de la misma categoría sintáctica, por ejemplo, sustantivos (cf. Ludwig & Schneider, 2008).
Los procesos computacionales son sensibles a esta estructura constitutiva sintáctica. De manera que, para volver a un ejemplo anterior, un proceso como el de la simplificación de la conjunción se aplica a una estructura conjuntiva P&Q en función justamente de esa estructura constitutiva sintáctica, i.e. “por cómo la representación se construye a partir de sus partes” (Fodor, 2000: 30). Así, que una representación caiga en el dominio de una computación depende de la relación mereológica entre esa representación compleja y sus partes. En este sentido, la sintaxis es una propiedad local, i.e. una que es independiente de las propiedades de cualquier otra cosa excepto esa representación (compleja), y en este sentido es insensible al contexto, i.e. instancias de símbolos de un mismo tipo siempre hacen ...