un kilo de oro vale menos que un kilo de cocaína
Un kilo de oro tiene menos valor de mercado en Madrid que un kilo de cocaína. Los grupos criminales que transportan esta sustancia entre Sudamérica y Galicia no tienen reparos a la hora de hundir un submarino en el que invirtieron dos millones de euros, a varios cientos de millas de las rías, cuando ya han cargado los fardos en las planeadoras. En tiempos de opulencia y bajo el reinado de organizaciones mafiosas de dimensiones colosales, el empleo de semisumergibles es solo un paso más en las ansias de los grandes cárteles colombianos por mantener vivo su negocio a este lado del Atlántico.
Los narcotraficantes gallegos se han convertido, en gran parte, en empresas al servicio de sus socios colombianos que, con mayor frecuencia cada vez, se instalan en la provincia de Pontevedra para supervisar los alijos. Los primeros en llegar fueron Los Comba, Los Rastrojos y Daniel “El Loco” Barrera, que llegó a ser el delincuente más buscado del mundo en la lista de Interpol.
En 2015 fueron detenidos en Vilagarcía de Arousa, epicentro de la industria de la cocaína en Galicia, dos destacados miembros del clan de Los Urabeños, actualmente engullido por el clan del Golfo. Trabajaban con Rafael Bugallo, O Mulo, uno de los pilotos de planeadoras más famosos de la historia de la ría y que ya había “promocionado” a capo de la droga. En noviembre de 2017, la Policía colombiana se incautó de 12.000 kilos de cocaína preparados para su envío (hacia Estados Unidos y Europa, los dos mayores mercados). Fue el mayor cargamento decomisado en tierra en la historia del país sudamericano. En 2018 llegó un contenedor al puerto de Algeciras con un cargamento de cerca de nueve toneladas, tope histórico en Europa por esta vía de entrada. Ambos alijos se atribuyeron a la citada organización criminal.
La DEA ha constatado recientemente que El Loco Barrera ha dado la orden de volver a “inundar” las rías gallegas de droga, como ya había hecho a partir del año 2000. Lo hizo desde una prisión de Estados Unidos y a través de abogados, lo mismo que, según piensan las autoridades, han venido haciendo durante años los narcotraficantes históricos en las cárceles españolas. Barrera envió a España a Los Boyacos, uno de los grupos que han alcanzado un mayor peso en el negocio en el siglo XXI. Dos de sus miembros fueron detenidos en Pontevedra en marzo de 2017 cuando acudían a recoger 2.500 kilos de cocaína. En 2018 ya han regresado, sustituidos por otros y ya al servicio del mencionado clan del Golfo, candidato a convertirse en un cártel con nada que envidiar a los ya extintos de Cali o de Medellín, y con un nuevo nombre al frente: Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, considerado, a día de hoy, el número 1 del narcotráfico a nivel mundial y el más buscado por las autoridades colombianas.
Al mismo tiempo, en la selva colombiana, la desmilitarización de las FARC se ha unido a otros factores estratégicos para provocar un brutal incremento de la producción de droga, que se sitúa a niveles nunca vistos. En Europa hay demanda y en Galicia hay grupos criminales con capacidad para introducir toneladas.
La sombra del ‘número 1’
“En este mundo hay que fiarse mucho de los rumores para empezar a investigar, porque, en la mayoría de los casos, termina por hablar la persona que ha ido al agua, que lo cuenta en los bares y lo habla por todas partes”.
Estas son las palabras de Antonio Duarte, jefe del Grupo de Respuesta Especial Contra el Crimen Organizado (Greco) con sede en Pontevedra entre 2006 y 2018, miembro de la Brigada Central de Estupefacientes desde 1999 y máximo responsable policial del país en la lucha antidroga desde diciembre de 2017 (al mando de la citada Brigada Central). Su visión y sus vivencias personales serán el hilo conductor de este trabajo que, además, cuenta con la aportación de algunos de los nombres más relevantes de la judicatura, la Policía y otros colectivos que cada día combaten el tráfico de cocaína en Galicia, además de la colaboración anónima de importantes narcotraficantes, tanto gallegos como colombianos.
Duarte trabajó durante doce años en la sexta planta de la comisaría de Pontevedra, en pleno centro geográfico y neurálgico de la actividad de los narcotraficantes más poderosos de Europa. Puede presumir de haber participado activamente, como veremos después, en las dos grandes operaciones que acabaron con Sito Miñanco entre rejas en el siglo XXI: Grumete (2001) y Mito (2018). Desde su despacho establecía contactos diarios, “en ocasiones más de 20 o 30 llamadas”, con sus homólogos de los servicios de inteligencia más conocidos del mundo. En él guarda recuerdos de su estancia en muchos países, en especial de África y de Sudamérica, continentes a los que acude con frecuencia para supervisar cada operativo.
El hombre clave para el desarrollo este relato ha compaginado durante los últimos años reuniones con jueces y fiscales para solicitar órdenes de registro, de detención o intervenciones de conversaciones telefónicas con seguimientos a bordo de vehículos, vigilancias a testigos protegidos y encuentros discretos con sus confidentes. Pero Duarte es sincero: “Sin la experiencia y el apoyo de los policías de las Udyco locales de toda Galicia, los resultados no habrían sido tan satisfactorios”.
El policía que, junto al resto de su equipo, está detrás de la incautación de unos 200.000 kilos de cocaína destinados a Galicia en la última década (200 toneladas que, tras llegar a las calles, se convertirían en más de 10.000 millones de euros), ofrece la visión real de este negocio, una auténtica industria. Efectuando una comparación con las ganancias del gigante textil Inditex, los números son contundentes: el emporio de Amancio Ortega necesita tres años para obtener tales beneficios.
Daniel Saavedra, jefe de la oficina de la DEA en España, es muy claro en este sentido: “La cantidad de dinero que mueve este negocio es fascinante. Con ello corrompen a políticos, a sistemas judiciales e incluso a sociedades enteras”. Por su parte, Ricardo Toro, jefe de la Brigada Central de Estupefacientes entre 2008 y 2018, deja claro que “a pesar del dinero que mueve el narcotráfico, la droga no crea riqueza, lo que crea es miseria en la sociedad. La droga es muy mala, pero en ciertos círculos se sigue empleando con carácter recreativo, de diversión. Hay que incidir en la educación, pues la droga tiene capacidad para corromper a todos los estamentos. Tenemos que defendernos, porque si no acabará gobernando el mundo”.
Eloy Quirós, comisario general de la Policía Judicial, a cuyas órdenes estuvo Duarte en ambas operaciones, asegura que los investigadores siempre supieron quién estuvo detrás del contrabando, primero, y del narcotráfico, después, en las Rías Baixas. Otra cosa es que pudiesen acreditarlo: “La Policía, ya antes de la Operación Nécora, siempre ha tenido una idea clara de lo que estaba sucediendo, de quiénes eran las organizaciones y los grupos. Eso hay que tenerlo en cuenta. Y ahora mismo también lo sabemos. Otra cosa es que en las investigaciones podamos llegar arriba del todo, a la cabeza. Todos los narcos importantes de Galicia, sin excepción, han estado en la cárcel, y muchos han cumplido largas condenas. Puede ser que alguno tenga más suerte en una operación, pero al final acaba cayendo. A veces es difícil tener pruebas, pero nosotros tenemos claro qué delitos ha cometido cada uno”.