Milicianas
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Milicianas

Mujeres republicanas combatientes

  1. 128 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Milicianas

Mujeres republicanas combatientes

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Desde la Guerra Civil hasta la actualidad se ha creado un extendido mito en torno a las milicianas, esas mujeres jóvenes con mono azul y pistola al cinto que en el verano del 36 se marcharon a los frentes a defender la República entre un aura de romanticismo y mística revolucionaria. Mujeres que despertaron gran revuelo en las trincheras por su condición femenina y su actitud desafiante ante unos hombres que las vieron en su mayoría como rivales, objetos de deseo o bellezas perturbadoras, y los menos como colegas fraternales. A lo largo de los últimos ochenta años, distintos testigos, escritores o cineastas las han recordado como iconos de mujeres modernas que rompieron tabúes, recreaciones que han contribuido a construir la imagen de estas mujeres combatientes. Pero no siempre la mitificación se corresponde con la realidad.

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Información

Año
2018
ISBN
9788490974490
Categoría
History

Ana Martínez Rus

Milicianas
mujeres combatientes republicanas

© Ana Martínez Rus, 2018

© Los libros de la Catarata, 2018

Fuencarral, 70

28004 Madrid

Tel. 91 532 20 77

Fax. 91 532 43 34

www.catarata.org

Milicianas

mujeres combatientes republicanas

ISBN: 978-84-9097-441-4

e-isbn: 978-84-9097-449-0

DEPÓSITO LEGAL: M-8.994-2018

IBIC: HBWP/JFSJ1

este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.


A todas las mujeres que lucharon por su libertad y por la libertad del país, y que sirven de ejemplo a Violeta, una mujer del mañana.

Rosario, dinamitera

Rosario, dinamitera, / sobre tu mano bonita / celaba la dinamita / sus atributos de fiera. / Nadie al mirarla creyera / que había en su corazón / una desesperación, / de cristales, de metralla / ansiosa de una batalla, / sedienta de una explosión. // En tu mano derecha, / capaz de fundir leones, / la flor de las municiones / y el anhelo de la mecha. / Rosario, buena cosecha, / alta como un campanario, / sembrabas al adversario / de dinamita furiosa / y era tu mano una rosa / enfurecida, Rosario. // Buitrago ha sido testigo / de la condición de rayo / de las hazañas que callo / y de la mano que digo. / ¡Bien conoció el enemigo / la mano de esta doncella, / que hoy no es mano porque de ella, / que ni un solo dedo agita, / se prendó la dinamita / y la convirtió en estrella! // Rosario, dinamitera, / puedes ser varón y eres / la nata de las mujeres, / la espuma de la trinchera. / Digna como una bandera / de triunfos y resplandores, / dinamiteros y pastores, / vedla agitando su aliento / y dad las bombas al viento / del alma de los traidores. /

Miguel Hernández, 1937

Introducción

MILICIANAS: MITO Y REALIDAD

“Tengo ya mi sable

colgado del cinto,

‘mono’ azul granate,

botas de campaña,

morrión de combate.

Delante de todos

llevo el estandarte.

Pionera roja,

capitana grande

de la tropa chica,

me han hecho gigante

mis propios hermanos […]”.

Pionera de José Antonio
Balbontín, 1936

Desde la Guerra Civil hasta la actualidad se ha creado un extendido mito en torno a las milicianas, esas mujeres jóvenes con mono azul y pistolón en la cintura que en el verano del 1936 se echaron a las calles y a los frentes a defender a la República entre un aura de romanticismo y mística revolucionaria. Estas mujeres despertaron gran revuelo en las trincheras por su condición femenina y su actitud desafiante ante unos hombres que las vieron en su mayoría como rivales, objetos de deseo y acoso, o bellezas perturbadoras, y los menos como colegas fraternales. A lo largo de los últimos ochenta años distintos testigos, escritores y cineastas han recordado a estas mujeres como iconos de modernidad y vanguardia de las féminas que rompieron tabúes durante la Segunda República. Desde el cartel de Cristóbal Arteche en 1936, pasando por el poema de Miguel Hernández a Rosario Sánchez Mora, La Dinamitera, en 1937, o las fotos de milicianas de época, hasta las películas Tierra y libertad de Ken Loach en 1995, y Libertarias de Vicente Aranda en 1996, todo tipo de recreaciones han contribuido a construir la imagen de las mujeres combatientes. Pero la mitificación no siempre se corresponde con la realidad.
El objetivo de este trabajo es rescatar la vida y la trayectoria de las milicianas con el mayor rigor. Se trata de analizar el contexto y las circunstancias que las llevaron a empuñar un arma, así como las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse en las trincheras hasta que fueron expulsadas de los frentes por presiones de las autoridades militares y políticas a lo largo de 1937. Consideraban que la presencia femenina era un foco de problemas, vinculados a la prostitución y a la propagación de enfermedades venéreas. Pero en realidad este rechazo respondía a otras motivaciones, ya que existían muchas más prostitutas en la retaguardia que en el frente. Y aunque hubo meretrices entre las milicianas, no se puede asociar con semejante actividad a todo el colectivo de mujeres combatientes, del mismo modo que no se acusó a todos los hombres de delincuentes, aunque entre ellos hubo expresidiarios. En una sociedad machista y paternalista, la figura de una mujer combatiente resultaba muy chocante, pues cuestionaba los modelos de feminidad y masculinidad establecidos. Los responsables decidieron que la guerra era asunto de hombres y que el papel de las mujeres estaba en la retaguardia, ocupando los puestos de trabajo que los combatientes habían dejado vacantes, así como en tareas asistenciales para las que se las consideraba más aptas y estaban más acordes con el rol tradicional de la mujer en la sociedad. Este cambio de actitud y de discurso vino provocado por el efecto transgresor que tuvo la aparición de la mujer con fusil en los campos de batalla, demostrando el mismo valor que sus compañeros de armas y reclamando un trato igualitario. La figura de la miliciana surgió al calor de la movilización ciudadana que siguió tras el 18 de julio en un intento de frenar el golpe de Estado con la entrega de armas a la población por parte del Gobierno Giral. En los primeros días de la contienda se hicieron llamamientos indiscriminados para el enrolamiento militar y las mujeres respondieron, aunque en menor número que los hombres, y participaron en innumerables batallas. Pero coincidiendo con la regularización del Ejército republicano fueron abandonando los escenarios de guerra acompañadas de campañas de desprestigio. Pasaron de ser heroínas a ser repudiadas. El traje de miliciano era un mérito para los hombres y un deshonor para las mujeres. Este descrédito sería explotado por los franquistas en los procesos de represión de las mujeres, acusándolas de rojas y pecadoras por haber osado equipararse a los hombres empuñando un fusil.


Además, veremos las peripecias de las milicianas en las trincheras, cómo a muchas solo se las destinó a tareas de limpieza y de cocina, otras compaginaron estas ocupaciones con fines estrictamente militares y algunas se en­­cargaron únicamente de participar en operaciones bélicas. Una minoría de mujeres incluso llegaron a conseguir puestos de mando, como Mika Etchebéhère, Ana Carrillo, Casilda Hernáez, Aurora Arnáiz, Enriqueta Otero o En­­carnación Hernández Luna, y prolongaron todo lo que pudieron su presencia militar. De hecho, Hernández Luna y Casilda Hernáez estuvieron luchando prácticamente toda la guerra ya que participaron en la batalla del Ebro, pero fueron una excepción. Numero­­sas milicianas cayeron en el frente y otras resultaron heridas, momento que los jefes militares ap...

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