Pasear, detenerse
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Pasear, detenerse

  1. 128 páginas
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En su anterior libro Walkscapes. El caminar como práctica estética, Francesco Careri eleva a la categoría de arte el acto de caminar. En sus páginas nos descubre el andar como un instrumento cognitivo y creativo capaz de transformar simbólica y físicamente el espacio, un estudio que, con los años, ha acabado convirtiéndose en un clásico de la bibliografía sobre el caminar.Como continuación de este libro, Pasear, detenerse da un paso más allá e introduce en el caminar la experiencia de la pausa, del detenerse, surgida a partir de las acciones y las reflexiones que Careri ha ido elaborando a lo largo de veinte años en sus clases como artista, arquitecto y profesor del Laboratorio Arti Civiche de Università degli Studi Roma Tre. El libro recopila diversos artículos que nos conducen por Stalker, la muerte de Constant, las ciudades de los gitanos rom, diversas deambulaciones por ciudades latinoamericanas y otros episodios que nos abren nuevas miradas sobre el pasear y el detenerse.El corpus teórico y experimental de Careri se muestra en estas páginas con toda su fuerza y, como ya hiciera en su día con Walkscapes, nos introduce en un universo nuevo y sorprendente: el de la ética y la estética del caminar, y ahora, también, del detenerse.

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Información

Año
2016
ISBN
9788425229343

¿ES AQUÍ LA NUEVA BABILONIA?

2010

Querido Pinot:
Puesto que hablas de la “ciudad de los gitanos”, realmente habría que considerar las posibilidades de realizar este proyecto, pues sería una primera realización del urbanismo unitario.1
Constant, Ámsterdam/Alba, 1961
Mi primer encuentro con Constant tuvo lugar en su estudio de Ámsterdam en enero de 2000. Fui a verlo porque estaba escribiendo mi libro sobre la Nueva Babilonia y sobre su ville nómade.2 En primer lugar, le pregunté acerca de la relación que mantenía con los gitanos y sobre el terrain vague como espacio neobabilónico. Me señaló como única respuesta una gran ventana tapada con cartones y me explicó que detrás de aquella ventana había un terrain vague en el que, hasta hace diez años, acampaba un grupo de sintos que hacían hogueras, fiestas y música, y de vez en cuando él iba a verlos. Se hizo amigo de algunos músicos gitanos con quienes pasaba algunas veladas y que tocaban en las fiestas de sus amigos. Cuando los sintos tuvieron que irse para dejar sitio al nuevo barrio, Constant decidió tapar la ventana con cartones, pues ya no se veía nada interesante. Nueva Babilonia ya no estaba, se había ido a cualquier otro terrain vague de la Tierra. Desde entonces, me pregunto si el terrain vague debe ser necesariamente el único lugar disponible para que lo habiten los rom,3 y si no sería posible imaginar otros lugares donde experimentar la Nueva Babilonia de forma más estable. También me pregunto si el pueblo rom porta realmente consigo las semillas de la Nueva Babilonia y si en sus campamentos hay realmente una Nueva Babilonia in nuce. Y, sobre todo, si no sería posible empezar a trabajar con ellos para construir una Nueva Babilonia que no sea ni una barracópolis infestada de ratas ni un campo de concentración ni una megaestructura hipertecnológica.
Constant murió en agosto de 2005. Echo de menos no haber logrado nunca organizar su viaje a Roma para conocer Stalker, que por aquellos años trabajaba en el Campo Boario junto a tantas comunidades extranjeras, entre ellas los rom kalderasha, de quienes habíamos hablado tanto. Pocos días después de la noticia de su muerte decidí iniciar un peregrinaje a Alba en busca del campamento de los sintos piamonteses donde todo había empezado.
La revista Domus aceptó la propuesta de escribir un artículo acerca de ellos,4 de modo que, junto con Armin Linke y Luca Vitone, decidimos partir para allá. Fuimos a Turín a encontrarnos con Martha, la hija de Constant, quien nos enseñó fotos de familia, y luego fuimos a Alba a comprobar si existían todavía aquellos sintos que en otoño de 1956 Constant había visto acampados en el terreno de Pinot Gallizio. Los encontramos allí, todavía acampados en las riberas del Tanaro, pero ya no con las carretas y los caballos que se veían en las fotos en blanco y negro, sino en unas casitas de ladrillo con pórticos y cobertizos para las caravanas, un pequeño barrio ilegal de casitas con jardín construido bajo la amenaza constante de una crecida del río o de una evacuación por parte de las fuerzas del orden. Constant había realizado para ellos su primer proyecto arquitectónico, el Campamento de los gitanos de Alba, que constituyó el inicio de la utopía concreta que desarrolló durante los veinte años siguientes con el nombre de New Babylon, la Nueva Babilonia, la ciudad nómada que después de la revolución situacionista habría abolido el trabajo y la necesidad de una morada estable y que habría habitado una tierra sin fronteras, ramificándose a través de una deriva continua, haciendo realidad una nueva humanidad itinerante y multicultural: el pueblo errante de los neobabilónicos. Pero en Alba no vi la Nueva Babilonia nómada que yo había idealizado, sino una forma de vida más sedentaria, y también puedo entender que si se deja vivir en paz a los llamados “nómadas” sabrán dar una forma estable a sus deseos habitacionales. Los sintos de Alba serán trasladados a unos campamentos nómadas situados entre la perrera municipal y la cárcel, donde no podrán construir sus casas ni su propio hábitat, al igual que los demás “nómadas” de este país. También ellos serán víctimas de este urbanismo del desprecio que los arroja al vertedero a la espera de que suba el valor de los terrenos, para luego ir relocalizándolos cíclicamente.5 Este es su futuro y no hay ninguna Nueva Babilonia.
Creo que la muerte de Constant deja una herencia múltiple y contradictoria al mundo del arte y la arquitectura: hay quienes de la Nueva Babilonia “solo han copiado las formas, sin tener en cuenta los contenidos”, como él mismo me dijo a propósito de su compatriota Rem Koolhaas y de tantas arquitecturas opulentas que en la actualidad ofrecen una imagen lúdica y coloreada como máscara del capitalismo triunfante. Hay quienes han continuado la vía utópica y visionaria del nomadismo antiarquitectónico —que tal vez es el aspecto más fascinante de la Nueva Babilonia—, y pienso en la Walking City de Archigram y en las mallas energéticas de Superstudio, hasta llegar a las recientes —y a veces ridículas— versiones del neopop digital. Y, finalmente, hay quienes experimentan la vida liberada a través de las ocupaciones, de la autogestión y de las nuevas formas de comunidad, volviendo a proponer el enfoque creativo e interdisciplinar, y buscando respuestas a la actual ciudad multicultural. Esta es la vía que estaba en la base de la Nueva Babilonia y que, a mi entender, ofrece hoy por hoy unas posibilidades inimaginables en la época de los situacionistas, tal vez demasiado implicados en la construcción de la teoría, pero muy poco en la búsqueda de un terreno concreto donde poder entrar en juego.
De regreso del campamento de Alba empecé a pensar realmente que los situacionistas no supieron disfrutar plenamente de la ocasión que se les había presentado. En lugar de medirse con las necesidades reales del campamento sinto, se refugiaron en la teoría, en la política y en la utopía arquitectónica.6 El campamento de los sintos habría podido ser un territorio común donde poner en juego sus capacidades creativas y relacionales, donde experimentar la autoconstrucción de una ciudad multicultural proyectada y realizada de forma lúdica, interdisciplinar y participativa; en definitiva, donde poder verificar aquella nueva disciplina estética y política de transformación del espacio que denominaron Urbanismo Unitario. Entonces, ¿por qué no intentamos todos volver a empezar en Alba, en aquella comunidad de sintos piamonteses a la que Pinot Gallizio había cedido un terreno y Constant un proyecto? Era la idea de no imponer a los nómadas una urbanidad sedentaria, sino todo lo contrario, tomar como modelo su estilo de vida para proponer al mundo entero una manera distinta de habitar el espacio. Pero la historia siguió de otro modo. La revolución no llegó, y aquella sociedad multicultural que debería haber construido la Nueva Babilonia se encuentra actualmente entre los vertederos de las zonas más periféricas de nuestras ciudades y de nuestros pensamientos. El campamento de los nómadas de Alba no fue para los situacionistas “un terreno de juego y de participación”. El Urbanismo Unitario, que había encontrado allí un terreno concreto donde poder jugar, no jugó en él. A pesar de las proclamas a favor de un arte colectivo que debía aplicarse en el espacio urbano, los situacionistas no lograron encontrar un territorio común donde poder experimentar las capacidades excepcionales de los individuos concretos: las del constructor de redes Asger Jorn —un hábil seductor y director potencial de tantos equipos interdisciplinares capaces de entrar en juego—, las del constructor de sentido Guy Debord —capaz de cargar de significados políticos y filosóficos todos los aspectos que iban surgiendo progresivamente del campamento—, las del constructor de espacios Constant —capaz de traducir a poesía tridimensional las cualidades del espacio nómada— y las del constructor de relaciones Pinot Gallizio —capaz de entretejer hilos entre la realidad concreta del campamento nómada y el mundo político y cultural de Alba—. El Urbanismo Unitario no logró sobrevivir a las expulsiones, las dimisiones y las vanidades egoístas de sus miembros individuales. Todavía hoy aquellas capacidades habrían sido fundamentales para transformar los complejos espacios de las ciudades actuales, al igual que los conceptos de antipatente y antiautoría, que no fueron utilizados en Alba, donde habrían servido para activar procesos creativos de transformación colectiva. Mientras tanto, los campamentos nómadas se han convertido en lugares simbólicos del rechazo al Otro. Han transcurrido ya 50 años y seguimos allí, en las riberas del Tanaro, preguntándonos cómo podríamos imaginar otra forma de vida para todos, no solo para los rom, sino también para nosotros; cómo proyectar lo inestable, lo transitorio, lo incierto; cómo arrebatar el proyecto de estos espacios a los tecnócratas de partido, a los aprovechados, o peor aún, a la policía.
El campamento nómada de Alba sigue siendo una apuesta para todos.
Después del peregrinaje a Alba me di cuenta de que hay que llegar hasta donde los situacionistas se detuvieron, que hay que penetrar en la concreción despiadada de los campamentos nómadas. Y también pude entender que la idealización del nomadismo no hace más que aumentar nuestra distancia y alimentar la ignorancia respecto al verdadero mundo de los rom. Quizá habría que pensar qué es lo que se podría utilizar de la Nueva Babilonia para encontrar una respuesta alternativa concreta a los campamentos nómadas. Tal vez habría que buscar junto a ellos un territorio común donde poder experimentar el Urbanismo Unitario en nuestras condiciones históricas, sin la abolición del trabajo y sin que se haya consumado nunca la revolución situacionista.
A partir de 2006 nos sumergimos con Stalker en cuerpo y alma en las múltiples formas del hábitat forzado del universo nómada.7 Recorrimos a pie todo el curso del Tíber, visitamos decenas de asentamientos, barracópolis, casas de chapa metálica, cartón y ladrillo; tiendas de campaña, caseríos ocupados, poblados enteros dentro de fábricas en desuso, áreas de transición, campamentos idóneos para convertirse en bidonvilles sin agua ni luz ni alcantarillas, campamentos hechos con contenedores donde crecen amontonadas generaciones enteras de indocumentados sin identidad; es decir, la respuesta técnicamente más avanzada ideada por las instituciones para afrontar la “emergencia nómada”: los tristemente célebres “poblados de la solidaridad”, aclamados por todas las fuerzas políticas como la única solución posible al “problema rom”.8
Son las nuevas “ciudades para los nómadas” que serán exportadas al resto de Italia y quizá también a Europa. Es su “ciudad aparte”, su apartheid: estados de excepción segregativos e ilegales, puesto que fueron creados con legislaciones de emergencia que derogan leyes y estándares de vivienda, lejos de la ciudad e invisibles desde esta, diseñados como estrechas hileras de contenedores amontonados, con vallados metálicos en todo el perímetro, cámaras de vigilancia con circuito cerrado y acceso vigilado las 24 horas del día, con la imposibilidad de entrar incluso para familiares próximos. Los habitantes de estos nuevos campos de concentración no llevan un número marcado en el brazo, pero después de ser identificados fotográficamente y fichados, se les entrega el DAST,9 un documento que sirve para entrar y salir del campo según unos horarios establecidos, no más tarde de las diez de la noche y no antes de las seis de la mañana. Quien rechaza el campo o burla el fichaje para buscar una vía alternativa propia se convierte definitivamente en un “clandestino”, y puede ser encerrado, sin proceso judicial y aunque no haya reincidido, en un CIE (Centro de Identificación y Expulsión), y quizá repatriado a una patria que jamás ha conocido (la mayoría de ellos han nacido y crecido en Italia). Al penetrar en este mundo me di cuenta de lo equívocas que son las palabras “campamento” y “nómada”, una coartada para tener atados en los campamentos-estacionamientos a quienes habrían querido seguir siendo nómadas o seminómadas, como los sintos o los rom kalderasha, y para hacer nómada la vida, siempre precaria, de quienes jamás lo han sido y habían tenido una casa, como es el caso de numerosos refugiados de las guerras de los Balcanes, a quienes siempre se les negará el derecho a una casa.
No hace falta decir que la Nueva Babilonia no está presente en ninguno de estos lugares.
Como alternativa a los campamentos de contenedores del apartheid de la solidaridad, en julio de 2008, junto con los rom del Casilino 900, construimos Savorengo Ker,10 que en romaní significa “la casa de todos”, una casita de madera que costó una tercera parte de lo que cuesta un contenedor, ideada, proyectada y ejecutada directamente por quienes hubiesen querido ir a vivir en ella. Se trata de una casa-manifiesto que se propone afirmar que los rom han dejado de ser nómadas, que quieren una casa y que saben organizarse entre ellos y trabajar para construirla. Es una casa no solo para los rom, sino también para todas aquellas personas que actualmente se encuentran en una situación de emergencia habitacional, y a quienes se les niega la posibilidad de una tierra en la que construir su propia vida de forma estable. La construcción de la casa ha sido uno de los momentos más compartidos por las distintas culturas, un momento de convivencia, de juego y de participación, un mes de utopía colectiva vivida y habitada profundamente por todos. Lo más importante que aprendimos todos es que el espacio de la integración se produce a través de un acto de creación colectiva, a pie de obra, construyendo juntos nuestra propia casa, cenando alrededor del fuego, razonando conjuntamente sobre lo que vamos a construir al día siguiente, compartiendo las propias competencias y las propias aspiraciones. Cada uno de nosotros puso a disposición de los demás la diversidad de sus propias competencias. Experimentamos y demostramos con hechos que las buenas relaciones veci...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditors
  4. Índice
  5. Prefacio
  6. Manifiesto
  7. Archipiélago stalker
  8. Boario stop
  9. Del navegar y del echar el ancla
  10. ¿Es aquí la nueva babilonia?
  11. Pidgin city
  12. Santiago de chile
  13. Bogotá
  14. São paulo
  15. Artes cívicas
  16. Glosario
  17. Cabeza abajo
  18. Origen de los textos