Después de Obama
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Después de Obama

Estados Unidos en tierra de nadie

  1. 136 páginas
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Después de Obama

Estados Unidos en tierra de nadie

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¿Qué está pasando en Estados Unidos? La "nación más poderosa de la Tierra" se halla en tierra de nadie. Hacia fuera, en un mundo que ya no es capaz de controlar, pero que tampoco controlan Europa, Rusia, China o los países emergentes. Hacia dentro, en un espacio de transformación económica y crisis política y social lleno de interrogantes. Este libro repasa algunos de los aspectos más relevantes en política doméstica y política exterior durante la Presidencia de Barack Obama (2009-2016) y su particular visión. Obama es el presidente que abordó, con aciertos y errores, la Gran Recesión y la desigualdad; las reformas sanitaria y migratoria; los derechos civiles; el auge y la caída de las Primaveras Árabes; las crisis de Libia, Siria o Ucrania; la nueva política energética y de cambio climático, o los megatratados comerciales. Él es quien ha salvado por el momento a Estados Unidos del declive, tratando de reorientar al país en la dirección correcta. Su legado puede ayudarnos a comprender el intenso debate actual sobre el futuro de la democracia norteamericana o sobre el papel de Estados Unidos en el siglo XXI, en una nación profundamente dividida entre demócratas y republicanos, ricos y pobres, la mayoría blanca y las minorías étnicas, los baby boomers y los millennia. En definitiva, una obra útil para entender las claves del gobierno que ocupe la Casa Blanca tras las elecciones de noviembre de 2016.

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Información

Año
2017
ISBN
9788490972878

CAPÍTULO 1

Prolegómenos: el verdadero problema





El martes 4 de noviembre de 2008 se celebraron las elecciones presidenciales que darían la victoria al candidato demócrata Barack Hussein Obama, convirtiéndolo en el presidente número 44 de Estados Unidos. Para entonces, el Gobierno de George W. Bush no impidió la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión del país, tan solo dos meses antes. A pesar de la Obamanía, esa ola de entusiasmo que recorría gran parte del país ante la promesa de un gran cambio, desde un punto de vista objetivo, sin embargo, la situación era pésima. La amenaza de una nueva Gran Depresión semejante a la que siguió al crack de 1929 se cernía como un tsunami sobre las finanzas globales, y los estragos de la pobreza y la desigualdad comenzaban a sentirse entre la clase media y trabajadora. Por otro lado, el mayor ejército del mundo aún estaba enzarzado en dos guerras imposibles de ganar —Afganistán e Irak—, y la imagen exterior de Estados Unidos seguía bajo mínimos en vastas áreas de Oriente Medio, Asia o América Latina, donde una mayoría veía la superpotencia como la mayor amenaza a la paz y la seguridad mundiales.
Un balance ponderado acerca del legado de las políticas de la Administración Obama debe tener en cuenta ese punto de partida, que condensa toda la pesada herencia del funesto periodo anterior.
La guerra de los mundos: Wall Street, Main Street
¿La verdad? ¿Cómo la quiere usted, servida en un plato o embotellada?
Mr. Smith Goes to Washington, Frank Capra, 19391

El precontrato que Obama había sellado con sus futuros votantes antes de las elecciones era ciertamente ambicioso. Básicamente consistía en recuperar la dignidad y la prosperidad para una mayoría social, lo cual pasaba por aglutinar a las diversas minorías —negros, latinos, jóvenes, mujeres—; reconciliar a rojos y azules, republicanos y demócratas, en torno a un proyecto común; transformar la economía con un nuevo modelo energético y renunciar a aventuras militares “innecesarias” como la de Irak. Una reconciliación consigo mismo y con el mundo: América como el “gran faro”. Se trataba de concentrar las propias fuerzas en el proyecto común de reconstrucción nacional, en reencontrar el verdadero sitio de “América”. En realidad, el debate sobre cómo afrontar la crisis financiera fue un elemento sobrevenido, que se incorporó al centro de la campaña solo durante las últimas semanas: un asunto sobre el cual Obama pareció ofrecer un mejor criterio y más templanza que su contrincante republicano, el senador por Arizona y veterano de Vietnam, John McCain.
Durante la etapa precedente a la “guerra contra el terror” de George W. Bush, incluso Obama había permanecido en cierto modo ajeno —al igual que una mayoría de los norteame­­ricanos— a los efectos de la desregulación financiera y los tejemanejes del mundo financiero. El foco de la atención de la gente estaba puesto en Washington, no en Wall Street. Hasta septiembre de 2008, los lobbies financieros y corporativos eran parte del problema, pero a partir de entonces se convertirían en “el Problema”. En su meteórico viaje a la capital de las intrigas, el senador por Illinois Barack, como el Jefferson Smith de la película de Capra, descubrió muy pronto la verdadera naturaleza del establishment, al que tanto había denunciado en nombre de Main Street2 —la gente de la calle—. Sin embargo, aunque el Congreso era el campo de batalla, el origen del mal no se hallaba solamente en el egoísmo de los congresistas, el cinismo de los funcionarios, la falta de patriotismo o un mal diseño de las políticas. Obama había subestimado ese otro lugar muy conectado con el Capitolio, a solo trescientos kilómetros de distancia, en la “ciudad que nunca duerme”: toda una estructura dotada de vida propia, con sus propias leyes y sus salvoconductos: Wall Street, los agentes financieros y las grandes corporaciones.
Las finanzas son un terreno donde Obama nunca ha jugado cómodamente. Desde las primarias de Iowa hasta el triunfo final, el candidato interpretó a la perfección el papel de outsider frente al aparato representado por los Clinton —Hillary y Bill—. Su ADN político se había hecho a sí mismo a partir de una rara combinación. Durante sus años de aprendizaje como senador por el distrito 13 del estado de Illinois desde 1997 hasta su elección como miembro del Senado de Estados Unidos en 2004, Obama se había curtido en el Comité de Salud y Servicios Humanitarios. Su curiosidad intelectual no le había impedido forjarse en la lucha contra la marginalidad de las comunidades del duro Chicago. Por otra parte, su frialdad, su enorme resistencia psicológica, deben mucho a su trayectoria personal de búsqueda de una identidad, de superación del desarraigo. Hijo de un padre keniata que lo abandonó siendo niño y de una madre blanca de Kansas, su largo peregrinaje vital desde Ho­­nolulú y Yakarta hasta Los Ángeles, y luego a Columbia y Har­­vard, donde se doctoró en Derecho, lo alejó enseguida del ca­­non de afroamericano típico. Su potente discurso sobre los fundamentos de la democracia norteamericana, los valores morales, la reconciliación nacional y la superación de la crisis de algún modo refleja su mestizaje singular: en cierta manera nos está contando su propia historia de superación personal y junto a ello los éxitos y los fracasos de Estados Unidos. Su misión parecía escrita en las estrellas: el ejemplo de los padres fundadores —Jefferson, Hamilton y Lincoln— hasta John Fitzgerald Kennedy, Martin Luther King o incluso Ronald Reagan, bastarían para guiar a América por el siglo XXI. En la economía y en la sociedad había que hacer ajustes muy importantes —invertir en escuelas, en nuevas tecnologías, nuevas fuentes de energía, carreteras, aeropuertos, un sistema de salud universal—, pero durante un tiempo nada parecía imposible de lograr.
Sin embargo, la crisis había estallado, y ahí estaba un enorme animal financiero, alimentado durante años, que imponía tercamente su fuerza de manera irresistible en la sociedad, en las instituciones —la Casa Blanca, el Congreso, el Tribunal Supremo—, en sus leyes, en la cultura popular. Un entramado del establishment de unas dimensiones mucho mayores de lo razonable. Un dragón en casa, frente al cual los mecanismos de reacción de Washington se quedaban pequeños y ni el propio Obama ni nadie tenían una estrategia clara y coherente, como más tarde se vio. De manera que al jurar su cargo la mañana del 20 enero de 2009, en la explanada del National Mall, junto al Capitolio, frente a dos millones de compatriotas emocionados y silenciosos, el nuevo presidente estuvo un poco más contenido que de costumbre. Quizá tenía la sensación de que un enorme y extraño elefante se había interpuesto en su camino de manera inesperada y con una fuerza suficiente como para poner en peligro su misión.
República, bancos, la Gran Recesión
En realidad, ese “elefante” —que iba a determinar parte de la agenda y el margen de maniobra del Gobierno entre 2009 y 2016 en lo social, lo económico y la política exterior— siempre había estado ahí. No deberíamos olvidar esto: la tensión permanente del poder económico y financiero con el poder político ha ocupado un lugar central en el imaginario colectivo norteamericano, manifestándose de distintas maneras a lo largo de la historia y cruzándose con otros muchos cables de tensión: estados versus Gobierno federal, norte versus sur, o blancos versus negros/latinos. Muy poco después del surgimiento de la República en 1776, de la Constitución de 1787 y paralelamente a sus enmiendas posteriores, la preocupación por los desmanes del capitalismo y por el poder excesivo que iban ganando los banqueros, como entes autónomos respecto a la sociedad, ya era objeto de debate filo­­sófico y político. A principios del siglo XIX, el propio Thomas Jefferson, redactor principal de la Declaración de Independencia y tercer presidente de Estados Unidos, manifestó su recelo respecto al modo en que el poder financiero se estaba desarrollando más allá del control de la comunidad política. En la célebre carta dirigida a John Taylor, fechada el 28 de mayo de 1816, desde su plantación de Monticello (Virginia), Jefferson escribe algo que habrían suscrito fácilmente dos siglos más tarde los miembros del movimiento Occupy Wall Street, que acamparon en pleno Manhattan en otoño de 2011:

Lo considero [el sistema bancario] una mancha que permanece en nuestras Constituciones, y que si no se cubre, terminará por destruirlas; que ya es...

Índice

  1. Agradecimientos
  2. Prólogo
  3. Introducción. En tierra de nadie
  4. Capítulo 1. Prolegómenos: el verdadero problema
  5. Capítulo 2. Caída y auge de la economía: una ‘historia de éxito’ americana
  6. Capítulo 3. A vueltas con la doctrina Obama. Una política exterior para el siglo XXI
  7. Capítulo 4. Gobernanza en tierra de nadie
  8. Capítulo 5. ¿Qué está pasando en Estados Unidos?
  9. Epílogo. Las elecciones de 2016 y el futuro de Estados Unidos
  10. CRONOBAMA 2009-201613
  11. Bibliografía
  12. Notas