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El desafío político de nuestro tiempo

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El desafío político de nuestro tiempo

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Los artículos de este libro estudian comparativamente los procesos de integración regional entre la Unión Europea y el Mercosur, centrándose en sus instituciones políticas. Desde diferentes disciplinas sus autores pretenden enriquecer el debate sobre el sentido último de esta nueva institucionalización política, debate de singular importancia ante la magnitud de la crisis económica que afecta al mundo.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2017
ISBN
9789502346175
Ciudadanía e integración regional: los desafíos de Unasur y del Alba
Andrés Serbin (*)
En la reciente década, el mapa geopolítico de América Latina ha sufrido algunas significativas mutaciones, con el debido al surgimiento de algunos procesos y tendencias particulares. Por un lado, el desinterés por la región por parte de EE.UU., evidenciado por la administración Bush y su creciente impopularidad tanto en su país como en el mundo, ha devenido en una constante desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 y se ha articulado con la prioridad asignada a otras regiones en la agenda de la política exterior estadounidense. A su vez, la elección de un amplio espectro de gobiernos de progresistas y de centro-izquierda en una gran parte de los países de la región, sin embargo, no logra impulsar una efectiva agenda de integración regional ni ha creado las condiciones para involucrar activamente a la ciudadanía en este proceso. En este marco, en la actualidad, si bien el Alca ha dejado de representar un horizonte ambicionado para la mayoría de los países latinoamericano y caribeños, los acuerdos bilaterales de libre comercio entre EE.UU. y algunos países (Perú, Colombia, (1) Panamá y eventualmente Ecuador y Uruguay), junto con la firma del CAFTA-DR, han reflejado un interés sostenido por avanzar en acuerdos con los EE.UU., particularmente en las subregiones más cercanas a este país y en la línea de los países del Pacífico. (2) A su vez, estos acuerdos, en el caso de los países andinos, han contribuido al debilitamiento y fragmentación de la Comunidad Andina de Naciones-CAN (con la retirada de Venezuela) y a una re-configuración de Mercosur (con la adhesión reciente de la República Bolivariana de Venezuela) que, sin embargo, no logra paliar sus evidentes déficit institucionales ni contribuye a avanzar en un arquitectura regional más desarrollada y comprometida, ni en la construcción efectiva de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), recientemente rebautizada como Unión de Naciones del Sur (Unasur). (3) El creciente rol protagónico de Venezuela en la región, apoyada por sus ingresos petroleros, no sólo ha apuntalado esta reconfiguración, sino que también ha impulsado un nuevo paradigma de integración, en torno a la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba) (4) que hasta ahora ha logrado sumar a los gobiernos más estrechamente aliados a Chávez –Cuba, Bolivia, Nicaragua y Dominica– y que intenta acercar a Ecuador y a Haití. Por otra parte, Brasil pese a su creciente rol de actor global, no logra asumir efectivamente un liderazgo regional más allá de sus intereses comerciales y económicos, desarrollando una política exterior regida por la prudencia y un perfil poco estridente. (5)
En este contexto, por un lado, la región se ha sumido progresivamente en una dinámica de polarización entre la tradicional hegemonía estadounidense (fuertemente debilitada por la atención puesta por la Administración Bush en otras regiones del planeta) y lo que algunos analistas no dudan en señalar como una nueva hegemonía (6) venezolana, basada en los altos precios internacionales del petróleo y en los recursos energéticos y financieros de este país, junto con una agresiva cruzada ideológica de su actual presidente. Por otra parte, más allá del naufragio del Alca, persisten los acuerdos bilaterales con EE.UU.; el Mercosur (y particularmente Brasil) insiste en promover, desde principios de este siglo, una Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), con tibias adhesiones y el aporte de algunos recursos de instituciones financieras internacionales (en especial, el BID y la CAF); y el bolivarianismo radical de Chávez impulsa la creación del Alba, como tres paradigmas de integración que contribuyen a una mayor fragmentación regional y crean serios obstáculos para los avances de una integración consolidada institucionalmente que incremente significativamente los flujos comerciales intrarregionales, que asuma una dimensión social relevante en el contexto de abismales disparidades y exclusiones sociales de la región, y que mantenga rasgos democráticos, más allá de la retórica habitual de cumbres y foros y de los discursos con poco respaldo de efectiva voluntad política. Finalmente, tensiones y potenciales conflictos entre Argentina y Uruguay por el caso de las papeleras; entre Brasil y Bolivia por la explotación de recursos gasíferos; entre los países andinos por los efectos de migraciones y derrames de fuerzas irregulares, sumados a la persistencia, si bien algo atemperada, de disputas fronterizas, (7) contribuyen a complejizar este panorama.
En suma, se multiplican los esquemas de integración regional y subregional de carácter comercial, sin avanzar significativamente algunos de ellos como Mercosur y la CAN; aparecen nuevas iniciativas sudamericanas de carácter más ambicioso como la CSN y Unasur; persisten sin demasiados avances, esquemas como la AEC, SICA y CARICOM sin lograr articular una opción en el Gran Caribe; surgen alternativas a estos esquemas que contribuyen a fragmentar más aun la región sobre la base de presupuestos ideológicos diferentes como el Alba; y subsisten las aspiraciones de algunos países a establecer y mantener acuerdos comerciales con los EE.UU., como remanentes de la frustrada Alca. En este marco, en esencia, la región tiende a una mayor fragmentación, desgarrada por múltiples fuerzas centrífugas.
En este contexto, sin embargo, la dificultosa consolidación de la institucionalidad democrática de los últimos veinte años, ha dado también lugar a una amplia gama de discursos sobre la necesidad de superar, a través de una más activa participación de la ciudadanía, el marcado déficit democrático de los procesos de integración en la región, generalmente reducidos a las decisiones y a los discursos presidenciales, con el apoyo de un vasto espectro de tecnócratas y funcionarios gubernamentales, pero con poca o ninguna incidencia de la ciudadanía en la articulación de las agendas regionales, ya sea bajo modalidades directas de participación o a través de sus representantes parlamentarios. (8)
Este planteamiento no se disocia ni del acceso al poder de diversos gobiernos con orientación de izquierda y de centro-izquierda, ni de las crecientes demandas de la ciudadanía tanto en la profundización y consolidación de las estructuras institucionales de los sistemas democráticos, como en la implementación de políticas adecuadas para superar las profundas desigualdades sociales, económicas y étnicas que caracterizan a la región, en función de profundizar tanto los derechos políticos y civiles, como los derechos económicos, sociales y culturales.
El desarrollo de una sociedad civil que incrementa sus demandas ante el Estado, y de una ciudadanía que exige transparencia, información y rendición de cuentas, choca con la tradicional tendencia de la cultura política de los países de la región, a centrar todas las decisiones en el ámbito ejecutivo, cuando no en el específicamente presidencial, particularmente en lo que se refiere a los asuntos externos y a la política exterior.
En este marco, más preocupante aun es el hecho de que las iniciativas de integración, de evidente carácter inter-gubernamental, dan poco espacio a la construcción de un proyecto de integración regional desde abajo, con un amplio apoyo de la ciudadanía organizada y con una dimensión social relevante, pese a que la experiencia europea ha puesto en evidencia que ningún proceso de integración regional puede pasar por alto el involucramiento activo de la ciudadanía y la superación de los “déficit democráticos” que caracterizan a procesos estructurados e impulsados desde las elites o desde la voluntad política del presidente de turno.
¿Del regionalismo abierto al nuevo regionalismo?
Pero más allá de las dificultades políticas de construir un consenso y, eventualmente, un nuevo imaginario en torno a la creación de un “espacio sudamericano”, “grancaribeño” o “latinoamericano”, no sólo limitado a las elites políticas y tecnocráticas de la región, uno de los principales obstáculos para avanzar en la efectiva construcción de este espacio radica en el legado ideológico de dos elementos cruciales: por un lado, una cultura política de las elites que delega y concentra la toma de decisiones en sus manos, generando un evidente “déficit democrático” sólo parcialmente legitimado por los procesos electorales (9) y una marcada exclusión política asociada frecuentemente con una desconfianza de estas elites frente a la ciudadanía y a sus demandas de participación y, por otro, el legado de un “regionalismo abierto” de inspiración neoliberal, claramente identificado con el “consenso de Washington”.
El primer elemento se evidencia tanto en la frecuencia en que se concentran las decisiones sobre temas de política exterior y de integración y cooperación internacional en el poder ejecutivo (cuando no directamente en el presidente) sin pasar por las instancias y comisiones parlamentarias respectivas o por mecanismos plebiscitarios más amplios y respondiendo, con similar frecuencia, a la presión e influencia de poderosos grupos de intereses empresariales y políticos, como en la reacción que genera en aquellos sectores que, excluidos del proceso, logran acceso, sin embargo, a la información necesaria para actuar en torno a ellos. Quizás la ilustración más cabal de lo primero es el carácter restringido de muchas de las negociaciones comerciales, a las que sólo acceden sectores de la tecnocracia y de los grupos de interés económico, y la del segundo, las reacciones que a lo largo y a lo ancho de la región ha generado la negociación del Alca, fuertemente rechazada por sectores campesinos, numerosos sindicatos, y organizaciones sociales de muy amplio espectro y orientación ideológica aglutinadas en el movimiento anti-Alca. (10)
El segundo elemento tiene que ver con una concepción que primó durante la aceleración de los procesos de integración regional en la década del noventa, fuertemente condicionada por las reformas estructurales inspiradas en el “consenso de Washington” y la concepción de que la apertura y liberalización comercial, la desregulación y el traspaso de empresas estatales a manos privadas iba a contribuir a un mayor desarrollo y, especialmente, a un mayor crecimiento económico. Básicamente entendido como una respuesta y una reacción a los procesos de globalización, el “regionalismo abierto” de la década del noventa readecuó las concepciones originales de la integración regional en el marco de la gobernanza global liberal, en un contexto de cuestionamiento acerca de la autonomía y de los alcances del Estado y de las políticas de bienestar social y con un fuerte énfasis en el rol regulador del mercado global. En este contexto, las decisiones sobre los avances en acuerdos de libre comercio y en nuevos esquemas de integración subregional se concentraron significativamente en sectores tecnocráticos, con frecuencia en función de intereses corporativos, con poca o ninguna participación de la ciudadanía y engendraron, en consecuencia, fuertes reacciones sociales en diversos países y a lo largo y a lo ancho de la región.
A finales de la década del noventa, sin embargo, se hizo evidente que las consecuencias de las políticas asociadas con las reformas estructurales y el “regionalismo abierto”, más allá de logros en el crecimiento económico, aparejaban una serie de secuelas negativas en el plano social y tendían a complejizar los tradicionales problemas de desigualdad social, exclusión y pobreza en la región, favoreciendo principalmente a algunos grupos empresariales y a las empresas transnacionales. Los organismos financieros internacionales fueron los primeros en reaccionar en este sentido ante la evidencia de diversos indicadores que mostraban una creciente exclusión social y abismales niveles de desigualdad. Tanto el Banco Mundial como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) comenzaron a señalar la necesidad de asociar a las reformas impulsadas, políticas de desarrollo inclusivas que apuntaran a remediar la desigual distribución de la riqueza en la región, incidiendo tanto sobre una revisión del papel del Estado en las políticas sociales, como en la necesidad de enfatizar el rol de los actores sociales en el desarrollo, incluyendo la inclusión activa de una vigorosa sociedad civil, (11) la transparencia en las acciones gubernamentales y la plena vigencia del Estado de Derecho, a través de la implementación de reformas políticas que consolidaran la estructura institucional del Estado. Muchos de los gobiernos electos, en el marco de un amplio espectro progresista, asumieron asimismo la necesidad de re-definir el rol del Estado en relación con estos objetivos. (12)
Esta revisión incidió también sobre las nuevas concepciones de integración regional, planteadas como modelos socialmente inclusivos y equitativos de regio...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legales
  4. Prólogo
  5. Sociogénesis del funcionariado europeo: teoría y praxis
  6. El Regionalismo, entre el Estado-Nación y la Gobernanza Global: una visión crítica
  7. ¿Integración o fragmentación? Política, seguridad, energía y comercio en la región sudamericana
  8. Imperio informal en las Americas. Un análisis de las relaciones Estados Unidos-América Latina
  9. Entre el consenso y la fragmentación. Mercosur y la perspectiva comparada
  10. Los desafíos del Mercosur ante el nuevo contexto regional. El mundo del trabajo: derechos, instituciones y prácticas
  11. Cuestión social y política social en el Mercosur: balance y posibilidades de formulación e implementación a escala regional
  12. Políticas públicas educativas e integración regional. La construcción de una política regional
  13. Ciudadanía e integración regional. Los desafíos de UNASUR y del ALBA
  14. Sobre los autores