“La gran filtración, a través de diarios de referencia, de Internet y de las redes sociales permite al menos poner más trabas al abuso de los poderes y a la ocultación de secretos que no tienen por qué ser secretos.”
“La verdad sobre el ‘Cablegate’”, El País, 4 de diciembre 2010
Introducción
L
eemos la cita proveniente del diario El País de Madrid y nos provoca inquietud. ¿Cuántas idas y vueltas hubo sobre este tema desde que se desató el escándalo WikiLeaks? ¿Cuántas idas y vueltas habrá antes de que este artículo que estamos escribiendo sea finalmente publicado? Siempre que investigamos fenómenos mediáticos de actualidad, y muy especialmente en el clima vertiginoso de la Internet, corremos el riesgo de que nuestro objeto se escurra, no sólo de nuestro punto de vista, sino también de cualquier interés posible que la sociedad tenga sobre él: ¿seguirá interesando la cuestión WikiLeaks cuando finalmente alguien nos lea?
En un escrito reciente proponíamos para ese problema de la velocidad de transformación y de los cambios en el interés social, entre otros movimientos “...caminos convergentes” (Fernández, 2010: 8): “...seguir estudiando minuciosamente los medios de comunicación previos en la búsqueda de comprender sus funcionamientos y la permanencia en la actualidad de rasgos que pasen desapercibidos por arcaicos...” y “...generar microproyectos tácticos sobre estatutos en fenómenos mediáticos novedosos que nos permitan oponernos [...] al riesgo de desactualización que se produce cuando se publica un artículo o libro sobre temas novedosos, en el mejor de los casos, seis meses después de cerrar sus conclusiones”.
Este artículo es un caso de la segunda alternativa táctica, frente a la aparición y primeras repercusiones de la presentación de los cables norteamericanos por WikiLeaks y su aceptación como material periodístico válido, en principio y sólo en el principio, por los diarios de referencia en los países considerados centrales. Se trata de coordinar conocimientos previos de diferentes integrantes del equipo y articularlos con las primeras investigaciones sobre el tema y mostrar que, con ese procedimiento, se pueden aportar ideas para la comprensión del fenómeno de mediano plazo (las influencias de las redes sociales mediáticas en la práctica periodística e informativa) y, al mismo tiempo, contribuir a la discusión de la actualidad del tema WikiLeaks y construcción de la información.
En este artículo recorreremos con cierto detalle la conformación del fenómeno broadcast y su relación con la conformación del periodismo moderno ; luego daremos cuenta del fenómeno de las redes digitales y sus consecuencias para la expansión de la información y los cambios en la práctica periodística; en ese contexto describiremos el caso WikiLeaks, su ascenso y su caída y, por último, reflexionaremos sobre los resultados acerca de los límites que las redes ponen al ejercicio del broadcasting.
Broadcasting e información social
La idea de broadcasting se construyó y consolidó para denominar a los medios de comunicación masiva de base electrónica (radio y televisión), especialmente desde el momento en el que, a través de cadenas asociativas, cubrieron amplios espacios de territorio y población. Pero en realidad, desde el momento, a fines del siglo XIX, en el que los grandes diarios y revistas consolidaron sus públicos anónimos y se constituyeron como profesionales e independientes, la relación entre pocos emisores y múltiples e indeterminados receptores estaba ya instalada (en Durand, modelo estrella versus el modelo red del teléfono).
El fenómeno broadcaster está en la base de la constitución de las sociedades complejas tal como las conocemos y su función básica, sólo reconocida por los sectores más integrados de la sociedad, es la de construir un cierto efecto general de actualidad, de sociedad, común al menos entre sus receptores y los circuitos en lo que éstos se desenvuelven; un cierto efecto de espacios y tiempos comunes. Como hemos dicho muchas veces, la propia idea de gran ciudad y la práctica de la vida dentro de ella es inescindible de la presencia de los medios masivos: es imposible saber qué ocurre, qué oferta cultural o económica hay, qué conflictos sociales interferirán con el recorrido ciudadano, sin la presencia de las mediatizaciones. Ese es el principio básico y funcional del modelo Broadcast.
A pesar de esa importancia estructural, el sistema broadcasting ha sido, al menos desde la década de 1930, el foco de las críticas respecto de los mecanismos de reproducción del sistema capitalista. Desde las formulaciones fundantes de esa línea en la Escuela de Frankfurt hasta el modelo de los efectos de la aguja hipodérmica, sea la gran prensa, la radiodifusión o la televisión, han estado en el centro de la preocupación crítica. Pero conviene, para comprender el momento actual de tensión entre broadcasters y redes, prestar atención a ciertos aspectos de la actividad de broadcasting.
Cuando Enzensberger (1984: 12) denuncia la construcción en broadcasting de la radio, siendo que los dispositivos técnicos de la radio son prácticamente los mismos que los del teléfono y que permitiría no sólo recibir sino también emitir, en parte se está adelantando a los fenómenos de las redes sociales mediatizadas, pero no por ello resuelve la cuestión de que la radio desde hace muchas décadas está en el centro de la información social. Y que no es fácil legitimarse para ocupar ese espacio centralizado de emisión.
La consolidación de los grandes diarios de referencia dominante, tal como los hemos conocido hasta la actualidad, se produce a partir de fines del siglo XIX, por lo que rápidamente entran en competencia –y relación– con los medios electrónicos. En el momento en el que la radio se incorpora al sistema informativo, el cine se dedicaba definitivamente a la ficción marginando al documental y la prensa se dedicaba a la información en todas sus variantes desplegando la profesionalización y el sensacionalismo como estilos particulares.
En cuanto a lo informativo, la profesionalización convive con el sensacionalismo. Mientras el profesionalismo implica la existencia de un lugar de emisión periodística que se justifica por sí misma y una posición de lectura que busca la información en sí, como contenido y como disfrute, en el sensacionalismo la temática urbana se convierte por fin en noticia importante: el accidente callejero, la peste, el horror del crimen, son fenómenos de las grandes urbes y fenómenos que son inscriptos como particulares, únicos, en fin, accidentes. Los medios gráficos sensacionalistas toman estos nuevos temas y los tratan aprovechando la riqueza de posibilidades del titulado, el diseño de la plana y la reproducción fotográfica. La prensa, que a partir de allí comienza a construir el mito de su independencia (aunque siempre los aspectos doctrinarios tuvieron espacio en muchos de esos medios), se ubica en el cruce entre la perspectiva positivista que impregnaba la política y el periodismo del siglo XIX y la riqueza en la utilización de los dispositivos de imagen y diagramación que crecieron con el sensacionalismo. Esa encrucijada es la que puede ser considerada como posición moderna del periodismo.
Con la información en la radio sucedió algo que hoy es considerado de plena actualidad: en términos estrictos, el medio radiofónico creció, al menos en Argentina, dentro de grupos multimedia. Las empresas editoras de diarios generaban revistas y algunas de esas empresas llegaron a producir filmes y fundar emisoras de radio. Tal vez por esa dependencia de lo gráfico, en la década del ‘20 y del ‘30 la actividad informativa básica en la radio es la lectura de los diarios, por lo que lo informativo no se introduce aprovechando las características específicas del medio, es decir, la toma directa y su contacto con la actualidad en tránsito.[18]
En esas primeras décadas, el circuito informativo comenzaba en la agencia de noticias o en el cablegrama del corresponsal, se recogía y comentaba en los diarios y se leía en las radios. A esto luego se agregó la televisión y a ese sistema en su conjunto corresponde denominar modelo Broadcast. De todos modos, ese sistema constituido en circuito no era inconmovible. Durante las décadas del ’70 y el ’80 en Buenos Aires, el circuito comenzaba en el periodismo radiofónico que, luego de una más o menos exhaustiva lectura de los diarios, generaba noticias y entrevistas a las que se recogía en los noticieros y programas periodísticos de la TV nocturna introduciendo analistas, y todo ese movimiento cotidiano recién se comentaba en los diarios el día siguiente mientras entraban en crisis sus ediciones vespertinas. En los ’90, ese lugar de agencia iniciadora que tenían los programas periodísticos radiofónicos fue puesta en cuestión porque voceros del gobierno (por ejemplo, el ministro del Interior Corach) comenzaron a generar noticias frente a los movileros, profesionales de bajo conocimiento social, cuestionando el lugar de los grandes (por conocimiento) conductores-entrevistadores-comentadores radiofónicos.[19] En la actualidad, el gobierno inicia buena parte de la información política local utilizando la cadena nacional o generando actos de suficiente significación política como para que los medios centrales no puedan evitar la mención y desde allí, desde una mediatización televisiva o radiofónica, comenzar un circuito informativo.
En realidad, la primera defensa académica del gran público y su importancia en la conformación de la modernidad a través de los grandes medios la formula Wolton recién en la década de 1980, y como gesto de preocupación frente al avance de la televisión especializada y segmentadora (la radio no forma parte central de su preocupación). Entre las “cuatro causas que explican la aparición y el éxito que obtuvo la televisión segmentada” (Wolton, 1992: 107) el autor menciona dos que tienen que ver con nuevas técnicas y nuevos públicos, otra, la última, con el “desgaste de la televisión generalizada” (Wolton, 1992: 108-109) y sólo la tercera por la “existencia de un mercado” (Wolton, 1992: 108) previo. Desde nuestra descripción de la radio y sus parecidos con la televisión, la radio y la televisión generalizadas son formalmente tan fragmentadas, o más, que las segmentadas, que se definen mejor por la segmentación de contenidos y de públicos. Pero, en definitiva, la TV satelital por cable aumenta la oferta de señales y contenidos sin poner en cuestión la estructura del modelo Broadcast, salvo en la extensión espacio-temporal de su audiencia. Algo así ocurrió también con la explosión de las FM de pequeño formato. Este es un punto a discutir con más tiempo y profundidad: la segmentación de los públicos, las especializaciones de las emisoras, ¿ponen en cuestión el principio básico del broadcasting?
Para los defensores de las ventajas del modelo de redes para la construcción informativa social, el gran golpe para el modelo Broadcast llega en la última década a partir de la extensión masiva de la Internet, la telefonía celular y la proliferación de redes sociales de base mediática digital. De allí, el sueño de la inteligencia colaborativa basada en la información en red del que Wikipedia es el ejemplo paradigmático pero no único. En ese sentido el fenómeno WikiLeaks y la difusión de cables aparece como la posibilidad de una ejemplificación paradigmática.
Redes: el objetivo de la inteligencia colaborativa
El surgimiento de wikis y blogs, entre otras formas participativas que ofrece la Internet, viene a poner en cuestión el paradigma organizativo clásico de ese broadcasting del que hablábamos, de un emisor y muchos receptores.[20] En efecto, este tipo de herramientas comunicacionales produce un salto que afecta a cuestiones que van más allá de la mera configuración textual. Sitios como Wikipedia o YouTube ponen en escena la no linealidad del hipertexto, un fenómeno que ha sido muy analizado y debatido desde el surgimiento de Internet y de los primeros CD-Roms, pero también, y sobre todo, traen al primer plano un proceso productivo colaborativo que contrasta radicalmente con la comunicación masiva de los medios masivos previos.
Dentro del paraguas de la llamada comunicación mediada por computadora (o CMC) confluyen una serie de alternativas en cuanto al número de emisores y de receptores involucrados en el intercambio comunicacional y al tipo de relación que entablan. Así, encontramos desde “el uno-a-muchos (por ejemplo en las listas de correo), hasta el uno-a-uno del correo electrónico, pasando por el muchos-a-uno, un formato mixto que integra la comunicación de masas y la interpersonal, o el muchos-a-muchos de las comunidades virtuales o de los sistemas entre pares (peer-to-peer o P2P) como Napster o eMule” (Scolari, 2008: 92). Dejando de lado los dos tipos en los que hay receptor individual (uno-a-uno y muchos-a-uno), la nueva alternativa que se abre, y que es la que nos interesa analizar aquí, marca un desplazamiento desde el modelo de la difusión (uno-a-muchos) al modelo del multicast (muchos-a-muchos).
La actividad del usuario –no se habla en este contexto de receptor o espectador en las diversas teorías de la comunicación que analizan su praxis– no se agota en una conversación textual que, en la medida en que se desarrolla a través de los múltiples recorridos que ofrece el hipertexto, es de por sí más libre o menos estructurada que la que proponían los viejos medios. A este carácter reticular del hipertexto como documento u objeto, se le suma una red efectiva de individuos interactuando en la producción misma de dicho texto.
Esta organización en redes de los recorridos textuales, pero sobre todo de la propia actividad de la producción comunicativa, es una de las transformaciones insoslayables del ecosistema mediático actual.[21] El rol central que desempeña la organización en red en el seno de la llamada sociedad de la información ya había sido destacado por Manuel Castells (2006), pues reconfigura una serie de procesos que van desde el campo de la cultura hasta la producción de bienes y el ejercicio del poder. Según Castells, en la sociedad red prima la morfología social sobre la acción social, puesto que la “lógica de enlaces provoca una determinación social de un nivel superior que la de los intereses sociales específicos expresados mediante las redes: el poder de los flujos tiene prioridad sobre los flujos de poder” (Castells, 2006: 505).
Si bien los sistemas, sociales o mediáticos, estructurados en redes gozan de una adaptabilidad y flexibilidad inusitadas en donde la innovación constituye uno de sus rasgos distintivos, no se deduce de ello que la sociedad de la información borre por completo el pasado y siente las nuevas bases sobre un vacío histórico. Antes bien, y como veremos en seguida, “el modo de comunicación electrónica de muchos con muchos que representa la comunicación a través del ordenador [...] no sustituye a los otros medios de comunicación, ni crea nuevas redes: refuerza los modelos sociales ya existentes” (Castells, 2006: 396). Los nuevos medios de comunicación, lejos de mantenerse en una esfera de acción aislada respecto de las culturas trad...