Temas- Educación
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El tema principal de este libro es un relato histórico acerca de la Reforma Universitaria de 1918 y sus consecuencias. A partir de la narración de estos hechos –a los que se califica de trascendentes no solo por su impacto en las aulas universitarias sino también por sus implicancias sociales y su proyección americanista– se intenta demostrar que la autonomía universitaria tal cual hoy es concebida por los distintos sectores reformistas no surgió como una consecuencia de este movimiento y ni siquiera formó parte en esos términos de la agenda de debate de sus protagonistas. El periodo histórico en el que se centra este análisis comprende los años 1917 a 1922, es decir desde las embrionarias manifestaciones del conflicto en la Universidad Nacional de Córdoba hasta la incorporación de los postulados reformistas en los estatutos de la Universidad Nacional del Litoral, última casa de estudios en acogerlos durante el primer impulso de la reforma.El objetivo que se traza finalmente es dilucidar si en verdad aquellos estudiantes cordobeses plantearon la cuestión autonómica y, en caso de ser así, cuáles fueron sus alcances, o si, en realidad, un posterior desarrollo intelectual y político atribuyó a aquellos sucesos connotaciones y metas que los reformistas jamás imaginaron.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2016
ISBN
9789502323237
CAPITULO III
La Reforma Universitaria
Como ha podido observarse en el capítulo anterior, 1917 terminó con la universidad mediterránea en un estado de grave ebullición. La supresión del internado en el Hospital de Clínicas parecía haber actuado como detonante de una situación contenida durante largo tiempo. Si bien es verdad que una mirada ligera y superficial podría haber indicado que la situación no revestía mayor gravedad que la que se había suscitado en la década anterior en las facultades de Derecho y Medicina de la Universidad de Buenos Aires, lo cierto es que el contexto en el que se desarrollarían los acontecimientos cordobeses había sufrido profundas transformaciones, no sólo a nivel mundial, sino también en el ámbito continental y en la propia República Argentina; dicho de otra manera, se habían generado las condiciones de posibilidad para que el conflicto tuviese otro tipo de repercusiones y consecuencias.
En este capítulo se historiarán los hechos conocidos como la Reforma Universitaria de 1918, pero partiendo de una mirada diferente y tangencial en relación con como ha sido tratada esta temática hasta ahora. Más allá de que se seguirá una lógica cronológica para un mejor orden expositivo, la esencia de la búsqueda histórica estará centrada fundamentalmente en la cuestión de la autonomía universitaria. En las páginas que siguen se verán reflejados las aspiraciones, intereses, contenidos y alcances que los estudiantes reformistas pretendieron otorgarles a sus acciones, además de los resultados concretos obtenidos, cuyas proyecciones también serán materia de interés de este trabajo, y serán desarrolladas en capítulos posteriores.
I. La intervención Matienzo
a) La escalada del conflicto
“Tengo el honor de acusar recibo a la nota de Ud. de fecha 30 del corriente y en contestación a la cual me permito solicitar se sirva indicarme por nota la cantidad de tropa que desea, si de caballería o infantería y los lugares y horas en que deben prestar servicio, para el mejor desempeño de su cometido” (S.P.N., 1919: 47).
Así contestaba el 31 de marzo de 1918 el subintendente de policía de la ciudad de Córdoba una nota que el secretario general de la universidad, Ernesto Gavier, le había remitido el día anterior para solicitarle vigilancia especial para el día de comienzo de clases “...a fin de prevenir la repetición de actos de violencia de parte de los estudiantes huelguistas contra los que deseen concurrir a las aulas” (S.P.N., 1919: 47).
¿Qué había sucedido durante las vacaciones estivales para llegar a ese conato de violencia? ¿Qué hechos se habían suscitado entre el memorial de los estudiantes a Salinas de diciembre anterior y esta solicitud de tropa por parte de las autoridades universitarias? El año había terminado con el envío de un memorial del Centro de Estudiantes de Medicina, firmado por su presidente, Eduardo Rennella, al ministro de Instrucción Pública de la Nación, en el cual se realizaban las duras críticas que ya han sido analizadas y se propugnaba una Reforma Universitaria haciendo mención de un intento que había sido propiciado algunos años antes por el Dr. Nores. Sin embargo, a fines de 1917 aún la cuestión no había pasado, sustancialmente, del ámbito epistolar.
La escalada del conflicto a partir de marzo puede seguirse a través de las páginas del matutino La Nación, el cual en su edición del 14 de ese mes informaba que a pesar de que la Comisión designada por el Consejo Superior para el estudio acerca de la reforma de los Estatutos había presentado un dictamen favorable “...los estudiantes no cejan en sus propósitos de imponer inmediatamente la reforma y la derogación de las ordenanzas que los afectan” (L.N., 14/03/1918: 10). Al día siguiente, ya se informaba acerca de la declaración del Comité Estudiantil Pro Reforma Universitaria que llamaba a la huelga general por tiempo indeterminado y ordenaba “a los estudiantes que desempeñan puestos técnicos en la universidad los abandonen en el término de veinticuatro horas” (L.N., 15/03/1918: 10). El sábado 16, La Nación hacía referencia a un manifiesto donde los estudiantes huelguistas explicaban los motivos de su actitud, la cual persistiría más allá de que las autoridades universitarias hubieran decidido realizar algunas concesiones.
Una muestra clara de la importancia y adhesión del movimiento estudiantil puede vislumbrarse en el hecho de que
“Con excepción de dos alumnos cuya situación, al decir de los mismos, no les permite abandonar por el momento sus empleos, todos los estudiantes que desempeñaban puestos técnicos en la Facultad de Medicina presentaron sus renuncias de conformidad con las órdenes emanadas del comité estudiantil pro reforma universitaria” (L.N., 17/03/1918: 12).
Las informaciones periodísticas reseñadas explican por sí mismas la magnitud y la virulencia del movimiento que se estaba gestando en la Universidad de Córdoba. Ahora bien, más allá de ello es necesario resaltar que tanto la resolución del Comité Pro Reforma que había decidido la huelga el 13 de marzo como el manifiesto posterior de fecha 15 del mismo mes no hacían ninguna alusión no sólo a la autonomía universitaria, sino tampoco a ningún tipo de reclamo concreto. El manifiesto se limitaba en un lenguaje muy cuidado a repetir las mismas críticas y percepciones acerca de la casa de estudios que ya habían sido volcadas en el memorial de diciembre, y en cuanto a la resolución solamente se hacía referencia al estado de “...los planes de estudio, como a la organización docente y disciplinaria...” (D.M., 1927: II, 18).
El 31 de marzo, en vísperas de la apertura de clases, el Comité realizó una proclamación de la huelga en el Teatro Rivera Indarte, cedido por el gobierno provincial (L.N., 31/03/1918: 10). En ese acto, además de los discursos de personalidades como Arturo Capdevila, Arturo Orgaz, Horacio Valdés, Gregorio Bermann e Ismael Bordabehere, se dio a conocer un nuevo manifiesto donde se proclamaba la huelga universitaria. Aunque más extenso, continuaba la línea discursiva del anterior documento de mediados de marzo, en el sentido de haber agotado todos los recursos persuasivos ante las autoridades universitarias; insistía y ampliaba las críticas ya formuladas, y aclaraba que la rebelión estudiantil no iba dirigida “...contra la universidad-laboratorio, sino contra la universidad-claustral” (D.M., 1927: II, 20). También volvía a cargar contra las “...autoridades hieráticas, que sólo conciben la disciplina universitaria como un concepto de sumisión material; sus maestros retardados, con sus programas ancestrales [...], sus Academias vitalicias, en perpetua gestación de ancianidad” (D.M., 1927: II, 21), y agregaba refiriéndose a las prioridades en el gasto del presupuesto universitario que éste se distribuía “...entre la empleomanía docente, mientras son sus cenicientas los gabinetes devastados y las aulas desnudas de experimentación” (D.M., 1927: II, 21).
Como puede observarse en una lectura atenta de las expresiones de los estudiantes reformistas plasmadas en el memorial y los manifiestos, los reclamos en el inicio del conflicto se encontraban limitados en gran parte al gobierno universitario, en un tenor similar al que había sido expresado años antes en la Universidad de Buenos Aires, basado principalmente en la cuestión de las academias vitalicias. Otra parte de las demandas también compartía intereses comunes con otras casas de estudio, como el sistema de selección de docentes y la posibilidad de la denominada docencia libre. Sin embargo, existía también una fuerte impronta cordobesa en cuestiones relativas a la vetustez de programas de estudio e infraestructura ligada a la producción y difusión de conocimiento científico.
En este estado de la situación, el 1º de abril las clases no pudieron comenzar debido al éxito de la huelga estudiantil (L.N., 02/04/1918), y se originaron manifestaciones hostiles hacia autoridades y profesores (L.N., 04/04/1918). El día posterior al establecido para el inicio de los cursos y ante los hechos sucedidos, el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba decidió celebrar una sesión extraordinaria y se declaró en sesión permanente, según consta en el acta, “...con motivo de los actos de indisciplina y hechos de violencia realizados por los estudiantes en la persona de académicos y profesores del instituto, el día anterior y el de la fecha...” (S.P.N., 1919: 49). En esta reunión, las autoridades resolvieron clausurar las aulas de la universidad hasta nuevo aviso, prohibiendo el ingreso a la institución a nadie que no fuera profesor, académico o empleado, comunicar esa resolución al gobierno nacional y facultar al rector a tomar todas las medidas necesarias a efectos de hacer cumplir esa disposición. Indudablemente, el conflicto había sufrido una nueva escalada.
Una cuestión interesante es que en el comunicado del mismo día, donde la casa de estudios hizo conocer su decisión a la opinión pública, luego de explicar los motivos por los cuales había arribado a ella, se manifestaba que los disturbios no sólo habían perturbado la función docente de las facultades, sino que ellos también habían “...obstaculizado que el Consejo Superior pueda continuar ocupándose de la reforma universitaria que tenía a su consideración según lo había resuelto con anterioridad a los hechos que motivan la presente resolución” (S.P.N., 1919: 48). Si bien pertenece al terreno de la especulación, es posible que las autoridades, frente al cariz que estaban tomando los acontecimientos, hubiesen decidido acelerar los tiempos de reforma del Estatuto. Podría abonar esta hipótesis el hecho de que un día después de la sesión extraordinaria del Consejo Superior la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales emitiera una resolución para expresar su voto favorable al cambio estatutario, adoptando el que regía en la Universidad de Buenos Aires con las siguientes modificaciones significativas:
“a) La elección del rector se hará por una asamblea de todos los profesores titulares, concurriendo en igual número por cada una de las facultades o escuelas.
“b) El cuerpo docente titular de cada escuela o facultad elegirá su cuerpo directivo.
“c) Ningún cargo directivo será reelegible a excepción del rector, que podrá serlo por una sola vez (de inmediato y por dos tercios de votos. Ley Nº 1597 art. 1º).
“d) Las ternas para la provisión de cátedras se basarán en concursos de títulos u otras pruebas” (S.P.N., 1919: 53).
Una lectura atenta de esta resolución implicaría aceptar que si ella hubiese prosperado se habrían visto cristalizadas la mayor parte de las demandas planteadas por el Comité Pro Reforma mejorando en algunos aspectos, según el criterio estudiantil, los estatutos de la casa de estudios porteña. Por supuesto que aún hubiesen persistido algunos reclamos que, teniendo en cuenta que desaparecerían las “vetustas” academias y se cambiaría el sistema de gobierno hasta entonces vigente, podrían haber sido objeto de futuras negociaciones. Sin embargo, y a la vista de los posteriores sucesos, al igual que en el conflicto de 1903-1906, los estudiantes reformistas, alentados por el éxito de sus medidas de acción directa, y posiblemente por la desconfianza que les inspiraban las autoridades de entonces, no tomaron en cuenta la propuesta. Indudablemente, ya era demasiado tarde para una solución consensuada.
Por otra parte, mientras las autoridades parecían avanzar en el sentido del párrafo anterior, el rectorado de la universidad enviaba una comunicación al ministro de Justicia e Instrucción Pública, José Salinas, para anoticiarlo de los hechos causados por los estudiantes huelguistas. Allí, luego de explicar brevemente las razones del conflicto a raíz de la supresión del internado en el Hospital de Clínicas y recordar que se estaba trabajando en pos de la reforma de los estatutos, se describía la situación de la siguiente manera:
“Los jóvenes huelguistas, firmes en su empeño revolucionario y de franca rebeldía, pronunciándose en reuniones públicas con graves dicterios contra las autoridades de la Casa, cometiendo atropellos contra los estudiantes pacíficos que deseaban inscribirse, llegaron el día 1º señalado para la inauguración de los cursos a los mayores extremos de la insubordinación; el rector de la universidad y los consejeros, académicos y profesores fueron vejados a la entrada y salida de la universidad, de palabra y de hecho, penetrando los huelguistas en el Salón Rectoral, amenazando con actos de fuerza a las autoridades reunidas en él” (S.P.N., 1919: 55).
También en esa misiva se le hacía saber a Salinas que los doctores Eufrasio Loza y Santiago Beltrán se apersonarían en Buenos Aires a efectos de explicar personalmente el desarrollo de los acontecimientos.
Conociendo esta comunicación, (1) la dinámica de los acontecimientos se aceleró velozmente, pues al día siguiente, 4 de abril, el Comité Estudiantil escribía una carta dirigida también al ministro Salinas para solicitar la intervención de la universidad (L.N. 04/04/1918) y ofrecer “...en nombre de la juventud de Córdoba, las seguridades de su más decidida cooperación para el mejor éxito de su empresa” (S.P.N., 61).
Inmediatamente después de haber solicitado al Poder Ejecutivo Nacional la aplicación de tan grave y drástica medida como es la intervención, el Comité Pro Reforma enviaba una nota a Salinas el 10 de abril mediante la cual remitía un nuevo memorial confeccionado el 1º de ese mes que consignaba “...en forma sintética los anhelos de la juventud estudiosa de Córdoba en lo referente a la reforma universitaria que desean y esperan...” (S.P.N., 1919: 62), aclarando que si bien debía haber sido presentado ante las autoridades universitarias la clausura de la institución había cerrado todos los caminos a cualquier gestión en ese sentido. (2) Este memorial, además de repetir críticas y conceptos acerca de la casa de estudios que ya habían sido volcadas en otros textos redactados por los reformistas, innovaba en el sentido de proponer concretamente una serie de cambios, la mayoría de ellos relativos a lograr una más amplia participación de los estamentos universitarios y por consiguiente una mayor democratización de la universidad. Y también con respecto a la selección de los profesores.
En la introducción al memorial, los estudiantes esbozaban brevemente las razones por las cuales se hacía necesaria esta reforma por las causas que ya han sido suficientemente analizadas en este trabajo y, buscando de alguna manera una justificación más allá de los propios claustros, escribían al funcionario de la administración radical: “¿O es que el régimen aristocrático batido en retirada por el principio de la soberanía popular debe mantenerse con todos sus defectos y peligros allí en la universidad...” (3) (S.P.N., 1919: 64). Seguidamente manifestaban que, si bien era necesaria la modificación de la Ley Avellaneda, hasta que el Congreso Nacional pudiese abocarse a su reforma esperaban que el nuevo estatuto contuviese las propuestas consignadas en él, es decir, en el memorial.
En el apartado referente a la Asamblea Universitaria se proponía una reforma en el sentido de la establecida en la Universidad de Buenos Aires, separando las funciones administrativas y de gobierno de las académicas y científicas, habida cuenta de que “...lo administrativo ha absorbido a lo científico...” (S.P.N., 1919: 67). Sin embargo, lo novedoso de la propuesta estudiantil radicaba en que se proponía que la asamblea estuviese formada no sólo “...por los académicos de las facultades, sino por todos los profesores titulares y suplentes en ejercicio, por una representación de los estudiantes y por los profesionales egresados de la universidad y residentes en la República” (S.P.N., 1919: 67). Es decir, en este memorial aparece clara y concretamente como petición formal la cuestión del cogobierno universitario con la participación de estudiantes, egresados y todos los profesores en ejercicio, los cuales debían ser elegidos por sus pares, ya que “la función electiva es primordial en todo gobierno; de su amplitud depende la selección de los hombres llamados a ocupar posiciones dirigentes, y su libre y periódico ejercicio garantiza la capacidad de los llamados a ejercerlas.” (S.P.N., 1919: 67).
El punto comentado en el párrafo anterior es a todas luces el más importante de este documento, ya que, más allá de lo sostenido en congresos estudiantiles o de lo declamado en discursos, por primera vez en este conflicto los estudiantes formalmente solicitaban ser incluidos en el gobierno universitario. Este reclamo, sumado al ingreso de graduados y todo el cuerpo de profesores, incluyendo a los suplentes, elegidos por estamentos y por sus propios pares, claramente apuntaba en la dirección de una importante democratización en el gobierno y la toma de decisiones de la casa de estudios, superando ampliamente la reforma lograda en la primera década del siglo en la Universidad de Buenos Aires. No se trataba ya solamente de eliminar o desdoblar la función de las academias, sino también de un cambio radical en el sistema de gobierno.
Con respecto a otros puntos del memorial, se inscribían en el mismo sentido democratizador y de apertura, tomando como base en gran parte el Estatuto reformado de la Universidad de Buenos Aires, con algunas particularidades propias de la universidad mediterránea. Así, se solicitaba que se unificasen los procedimientos para la elección del rector y del vicerrector, (4) que el voto fuese secreto en esa elección y que para su inmediata reelección el candidato debiera obtener un número de sufragios no inferior a las tres cuartas partes del total de votantes. En lo relativo al Consejo Superior, se pedía establecer la incompatibilidad entre los miembros de ese organismo y los consejos directivos, basado ello en una razón de contralor, y en cuanto a estos últimos cuerpos se solicitaba no sólo la separación entre las funciones académicas y administrativas sino también que estuviesen integrados por seis miembros elegidos en asambleas parciales por el cuerpo docente de cada facultad, por un período de tres años y renovables anualmente por terceras partes. Por otra parte, los decanos debían ser elegidos por asambleas parciales formadas por profesores titulares y suplentes de cada facultad.
Finalmente, los estudiantes solicitaban en el memorial la incorporación de la docencia libre, ya que la asistencia obligatoria en la universidad era un “...sistema infantil y colegialesco...” (S.P.N., 1919: 77), y la provisió...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legales
  4. Agradecimiento
  5. Prólogo
  6. Siglas
  7. Introducción
  8. CAPITULO I. Desde la Ley Avellaneda hasta la reforma
  9. CAPITULO II. El año 1918
  10. CAPITULO III. La reforma universitaria
  11. CAPITULO IV. Las consecuencias universitarias de la reforma
  12. Conclusiones
  13. Bibliografía
  14. Fuentes documentales