PARTE IV:
LAS MASAS Y LA NACIÓN
EL FASCISMO EN LA TELEVISIÓN ITALIANA CONTEMPORÁNEA; LA TELEVISIÓN EN EL CINE DEL FASCISMO()
Vito Zagarrio
En este ensayo voy a referirme a la representación del régimen de masas fascista italiano en la televisión contemporánea y a la representación de los medios masivos de comunicación (especialmente la radio y la televisión) en el “cine fascista”. En ambos casos la finalidad es una “revisión” del fascismo; en el sentido positivo de “rever” (que en el análisis del film es un elemento central de la investigación) y en el sentido negativo “revisionista” de revertir algunos conceptos y juicios fijados por la historia, de reescribir la Historia (también literalmente, en el sentido de reescribir los libros).
Esta revisión se inscribe en un contexto de reflexión teórica y de transformaciones políticas que tiene lugar en Italia desde hace algunas décadas. Por un lado, existe un amplio debate teórico (basta pensar en estudiosos como David Forgacs, Ruth Ben-Ghiat, Jacqueline Reich, James Hay, este último particularmente atento a los mitos de masa en el cine de los años treinta)() que pasa además por la reflexión acerca del fascismo como “totalitarismo imperfecto” (Asor Rosa, 1975), como “régimen masivo reaccionario” (Togliatti, 2004), y como “huida de la libertad” (Fromm, 1941). Por otro lado, nos encontramos en el contexto de una situación política italiana que lleva inevitablemente a la reversión de ciertos valores adquiridos, asociados al fascismo y la Resistencia. Se trata de una reconsideración comenzada ya en la década de 1970 gracias a los estudios de De Felice y, en el área cinematográfica, a las amplias retrospectivas del 75 y del 76 sobre el cine “fascista”.
Estas revisiones han logrado que el fascismo se transformara en un hecho “espectacular” y que adquiriera un cierto atractivo. De hecho, los estudios sobre el fascismo poseen una cierta fascinación, inclusive cuando son críticos (por ejemplo, los muchos volúmenes de Emilio Gentile); del mismo modo que materiales como los noticieros cinematográficos de Luce tienen su atractivo porque muestran la intrínseca “modernidad” del fascismo. Siempre tienen raiting las continuas repeticiones y reediciones de estos materiales del Instituto Luce, que pueden servir para reconstruir narrativas siempre diferentes. Se trata de una suerte de montaje “posmoderno” que manipula ad infinitum los materiales, dándoles un significado distinto y adaptándolos a un relato diferente cada vez. Es el caso de La Storia siamo noi (La historia somos nosotros), realizado por Giovanni Minoli, o de Appuntamento con la Storia (Cita con la historia), un programa de la berlusconiana Rete 4 de televisión; y sobre todo de un capítulo de La grande Storia (La gran Historia) dedicado a la educación de las masas italianas “Dalla culla al moschetto” (“De la cuna al mosquete”), sobre el cual quisiera discutir en particular.
Dentro de este último se puede encontrar fácilmente la cita ritual del mismo cine como fenómeno masivo; cuestión que nos lleva a la segunda parte de este ensayo, la que investiga la relación entre el fascismo y los medios de comunicación, sobre todo el cine, la radio y la naciente televisión, que Mussolini ya experimenta. Los casos a considerar en esta segunda parte son dos famosos episodios de películas bastante conocidas como Batticuore (Palpitación, 1939) de Mario Camerini y Mille lire al mese (Mil liras por mes, 1939) de Max Neufeld, interesantes ejemplos de metalenguaje, además de indicios de una naciente competencia entre cine y televisión. Pero alrededor de estos casos prolifera, además, una producción de películas que ponen en escena, de manera autorreferencial, las nuevas tecnologías de masa (prensa, radio, cine, televisión, publicidad, industria) como metonimia de la nueva Italia “moderna”. A través de la representación de los instrumentos de comunicación masivos, emergen también las “masas fascistas”, aquellas que dan “consenso” al régimen: escenarios colectivos o universos familiares restringidos, en donde la radio penetra como un instrumento inquisidor de la nueva “realidad” italiana (pienso en una película como Uomini sul fondo / Hombres de fondo, 1941, de De Robertis), y donde inclusive la televisión se asoma de manera burlona.
Re (tele) visiones
El debate sobre el fascismo en Italia se vuelve siempre actual. A veces parece agotarse, y luego reaparece inevitablemente, trayendo siempre consigo implicancias al terreno de la cultura y de los medios de comunicación. Se trata de una revisión que, desde la década de 1970 hasta la primera del nuevo siglo, se ha movido sobre un frente muy articulado y complejo. Junto a reflexiones y discusiones serias acerca del fenómeno fascista, se asistió a recuperaciones radicales, a aproximaciones exasperadas, o répéchages de moda, y comenzó un debate, una polémica infinita sobre la relación entre el régimen y la sociedad italiana, una revisión crítica del mismo fascismo quizá provocada en ocasiones por hechos de la política, o como pretexto para hablar de otra cosa.
Es sobre todo la televisión la que impone tonos y nuevos temas a la “re-visión” del fascismo. Por ejemplo, algunos años atrás, una emisión de Porta a porta (Puerta a puerta), el talk show de Bruno Vespa, enteramente dedicada a la familia Mussolini, causó importantes discusiones. El pretexto era el libro de Romano Mussolini (2004), hijo de Benito, que reconstruía la figura del padre: Il duce mio padre.() Los invitados al programa eran justamente Romano, la sobrina Alessandra, el historiador Lucio Villari, los historiadores y periodistas Arrigo Petacco y Roberto Gervaso, así como Massimo Ghini e Alessandra Martines, intérpretes de una ficción sobre Edda Ciano (de lo que hablaremos más adelante). Un agradable “living” en donde actores de la Historia y actores de la ficción, cronistas e historiadores pudieran mezclarse en un singular popurrí.
Un momento del talk show Porta a porta, que frecuentemente dedica su atención al fascismo. El original en color está en http://www.rehime.com.ar/libromasas.php.
“Soap opera Mussolini”, comentó la crítica,() frente a la tranquilidad con la cual se discutía en el salón televisivo del presentador Vespa sobre el hombre Mussolini, sus relaciones con la familia e inclusive con las amantes; una forma de “humanizar” al potente dictador, para acercarlo al hombre común. “El fascismo fue ciertamente una dictadura –comentaba irónicamente Roberto Cotroneo–,() y Mussolini tenía un muy mal carácter, pero era un padre afectuoso, un hombre que respetaba las instituciones, y pobre de quien hablara mal del papá delante de él. Además, pobrecito, ¿qué podía hacer con ese traidor de Galeazzo Ciano, su yerno? Lo había traicionado, y entonces no tenía opción. Fusilado al amanecer, y esperemos que la pobre Edda no se lo tome a mal.” Creo que es completamente legítimo, y sobre todo explicable, que si se invita a la transmisión a un hombre de casi ochenta años, que ha revivido en su memoria a un padre como Benito Mussolini, no puede resultar de ello otra cosa más que un retrato conmovedor y privado.
El prime time televisivo, por lo tanto, ha vuelto a poner en circulación, ya hace algunos años, al fascismo, dibujando un retrato privado e íntimo del Mussolini padre, marido, amante; en fin, Mussolini como uno más de nosotros. El mismo esquema se puede encontrar en otra emisión del mismo programa de TV, en un capítulo dedicado esta vez a la familia Saboya (la dinastía de los reyes de Italia), con el último descendiente real como huésped, el príncipe Emanuele Filiberto, héroe de las revistas de divulgación luego de su casamiento mediático. Más tarde, el mismo Emanuele Filiberto se transformó en una suerte de “divo televisivo”, invitado omnipresente de talk shows, ganador de un programa de baile de formato internacional (Ballando con le stelle / Bailando con las estrellas), e, inclusive, cantante en el festival de Sanremo (la manifestación de la canción más “nacional-popular” –para utilizar la formula de Gramsci– italiana) con un texto sobre su propia familia.
Entre los programas televisivos más típicos de las décadas de 1990 y 2000 quisiera centrar la atención en una emisión de Appuntamento con la Storia dedicada al fascismo, emitida el 9 de junio de 2001 por Rete 4, es decir, el canal más convencionalmente ligado al consenso con Berlusconi. Allí, Alessandro Cecchi Paone (un periodista conocido en las crónicas también por su revelación como gay) se pone en el lugar del anfitrión y recorre, en grandes líneas, la historia del fascismo a través de su Duce. Antes presenta un documental de 1962, Benito Mussolini, anatomia di un dittatore (Anatomía de un dictador), de Mino Loy; un viejo documental de corte antifascista, sobre el esquema del más conocido All’armi siam fascisti (A las armas somos fascistas, 1962) de Miccichè, Dal Frà, Mangini. Por otro lado, habla del cine como el “arma más fuerte” –lo cual, como veremos, es un elemento recurrente– y muestra sus emprendimientos, como la construcción de Cinecittà y las primeras producciones (como Il feroce Saladino / El feroz Saladino, 1937, cuyo set es visitado por Mussolini en persona). Pero se trata de una película –dice Cecchi Paone– que será superada históricamente por los análisis de De Felice. Luego invita a hablar en vivo a Giordano Bruno Guerri, conocido historiador del régimen, pero a la vez “divulgador” de la cultura fascista y biógrafo de los personajes del fascismo, el cual define al régimen como un “fenómeno casi necesario” después de la crisis de la Italia posterior al Resorgimento, que hubiera podido no existir, pero que sucedió gracias a la “figura extraordinaria” de Mussolini, y que fue un tentativo, aunque “torpe”, de respuesta a la crisis del concepto de democracia. “La respuesta del fascismo fue, en verdad, la de abolirla”, interrumpe un poco incómodo el “árbitro” Cecchi Paone tratando de mediar entre revisionismo y tradición antifascista.
El slogan de Mussolini sobre el cine como el arma más fuerte, en ocasión de la inauguración de Cinecittá.
De todos modos, la imagen del régimen de masas que surge de la emisión es la de un gran fenómeno, inventado por un estadista que hubiera podido cambiar a Italia y que, lamentablemente, no pudo. Guerri exalta el “consenso” de las masas con el fascismo, que define como “entusiasmo popular”, y disminuye el rol del antifascismo, fenómeno –según él– “minoritario”; subraya la alianza entre el fascismo y la Iglesia católica, que comienza mucho antes de los Pactos lateranenses (1929) y que parece inevitable y natural para dos instituciones que tienen tan poca confianza en el hombre y están convencidas de que éste debe ser guiado por una entidad superior.
En definitiva, Appuntamento con la Storia es una de las tantas demostraciones de cómo los medios de comunicación italianos del nuevo milenio identifican en la historia del fascismo y de su consenso de masa, uno de los mayores atractivos para el público y la posibilidad de un “índice de audiencia” siempre alto. Se trata a menudo de una banalización, trivialización de la historia reducida a historieta o a dato enciclopédico, y es interesante esta relación especular entre las masas fascistas analizadas por los programas y las masas de la Italia berlusconiana, a las que ellos se dirigen.
La televisión, por otra parte, ya había empezado, a comienzo...