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Tramas literarias y políticas: el pasado en cuestión

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Tramas literarias y políticas: el pasado en cuestión

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La evocación del pasado no supone siempre la restauración de un mundo añorado, iluminado por una pátina que idealiza o atenúa los recuerdos, ni siquiera garantiza la apropiación de un mundo superado con miras a entender y resignificar nuestro presente. El pasado simplemente nos interpela como individuos y como conjunto porque atraviesa todas las experiencias humanas.Con el propósito de indagar sobre la incidencia de la memoria en diversas manifestaciones literarias y en la vida política, estos artículos examinan textos que mantienen distintos grados de relación con la ficción (novelas, autobiografías, cuentos, relatos testimoniales) e interrogan las experiencias dolorosas de otras épocas que se reeditan en nuevos contextos. Las reflexiones están en todo momento guiadas por las especulaciones teóricas de autores como Walter Benjamin, Andreas Huyssen, Giorgio Agamben, Paul Ricoeur, Hanna Arendt, entre otros que han ido señalando diversos caminos para trabajar las problemáticas en torno a la cuestión de la memoria y su relación con otros fenómenos como el olvido, el secreto, el exilio y la construcción de la subjetividad

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2016
ISBN
9789502318455
1. MEMORIA DEL EXILIO Y EL DESARRAIGO
LA MEMORIA Y EL EXILIO EN EL COMÚN OLVIDO DE SYLVIA MOLLOY
María Cristina Ares
El común olvido de Sylvia Molloy despliega la problemática de la memoria y el olvido desde un yo escindido por el exilio; el retorno asociado al recuerdo propone la articulación entre espacio y tiempo o, al menos, su indivisibilidad. En tanto el relato enhebra, con dificultad, acontecimientos pasados con el objeto de reconstruir la identidad del que narra, se asiste a un proceso de autoexplicación, de autojustificación y de autodescubrimiento del protagonista Daniel. Si bien no puede afirmarse que se trate de un texto autobiográfico pues no nos encontramos frente a un producto mimético de un referente, sí puede considerarse que la novela propone una estructura reflexiva en la que narrador y personaje se determinan mutuamente, y ésta es una característica del género autobiográfico. La dificultad reside en que Daniel no dispone de recuerdos que le permitan construir su identidad, su vida ha transcurrido en el exilio cobijada por la lengua anglosajona, por lo que la vuelta a la Argentina le impone la tarea de restaurar su pasado a partir de indicios y testimonios. La importancia que cobran los objetos del pasado como disparadores de recuerdos –el cuadro, el silbato, el billete de un peso–, se presentan en relación con su capacidad de significar el tiempo. Estas reliquias con las que Daniel se encuentra aluden a un mundo anterior, en ellas se realiza una suerte de inmemorialización de un ser precedente, y las mismas conforman un retrato de familia que deberá dilucidar.
El recuerdo de Daniel del cuento de Vladimir Nabokov, “La visita al museo” (1), que él asocia con la muerte de su padre, resalta la importancia del acopio de objetos de otra época que posibilitan la articulación con un origen. Tales objetos han sido funcionales en un tiempo pretérito: el silbato, por ejemplo, existió en indicativo, es decir que en su momento, se agotaba en su uso; pero en el tiempo de Daniel, el silbato ya no refiere su uso sino que se hunde en el tiempo, completa una regresión. Esa reunión de objetos del pasado le permite al protagonista remitirse a un mito de origen; ellos refieren el sido, se integran al presente del protagonista desde el pasado y así significan su presente. La literatura de Nabokov despliega una particular teoría del tiempo que propone la anulación de las nociones convencionales de devenir cronológico, aspira a alcanzar la intemporalidad a través de la textura de los sucesos narrados. (2) El análisis del exilio de Nabokov en su autobiografía Habla, memoria (1951) y en el relato “La visita al museo” (1939), revela una escritura como modo de cosificación y como refugio del emigrado. La memoria es la que conecta el presente al pasado pero también la que le posibilita a la imaginación trabajar el evento, producir la textura en la narración.
Los mecanismos de la memoria y la asociación entre imaginación y memoria en tanto negación del tiempo permiten vislumbrar los recursos de estructuración del relato en El común olvido de Sylvia Molloy. Estudiar cómo se constituye el sujeto de la memoria en el exilio en Molloy y en Nabokov permitirá considerar la posibilidad de postular la estructura especular que se establece cuando el autor se declara sujeto de su propio entendimiento. La pertinencia de la cita de Nabokov en El común olvido permite aventurar la hipótesis de que la escritura en el exilio se conforma como una colección de recuerdos asociados a patrones comunes y luego insertos en un marco textual por un sujeto que construye su memoria. El sujeto del exilio en tanto sujeto de la memoria se torna un objeto, se trata de un yo que inaugura la relación con su propia imagen, un otro de sí mismo, un doble de sí mismo. En la medida en que el sujeto reflexiona, se pliega sobre sí y se narra, se está creando un yo, es decir se autoinventa al formalizarse en el acto de la escritura. Esta nueva forma de referencialidad, de tipo formal, inaugura la esfera de lo cognoscitivo, porque esa conciencia autoconciente posibilita el conocimiento de sí. Sin embargo, la experiencia de la memoria en los textos referidos, se presenta con características opuestas, si bien ambos protagonistas comparten la experiencia del exilio, la controversia se instala en la constitución del espacio de la memoria. En “La visita al museo” de Nabokov, la memoria se constituye en el espacio del exiliado, en tanto que en el caso de El común olvido de Molloy, el espacio del exiliado se conforma en la ausencia misma de la memoria.
1. El sujeto que narra la memoria
El común olvido no constituye una autobiografía, no existe coincidencia entre la identidad del autor, el narrador y el personaje principal, no se da el pacto autobiográfico que Philippe Lejeune (3) refiere, tampoco lo pretende; sin embargo, desde la ficción, despliega la problemática del género, es decir, la constitución del sujeto a partir del lenguaje al pretender articular yo, mundo y texto. Daniel, el protagonista de El común olvido, intenta la reconstrucción de su propia vida en una época en que los conceptos de sujeto, de historia, de poder, de representación y de referencialidad se encuentran en crisis. La garantía de “verdad” de la autobiografía que preocupó a teóricos como Paul Jay o Paul J. Eakin (4) ya no se tematiza puesto que se ha resignado a ella desde la ficción misma, ya no se intenta remarcar a un autor referencial; el texto de ficción ha renunciado a la posibilidad de referir un autor que pertenece a una realidad extratextual.
Philippe Lejeune considera los textos autobiográficos como documentos dentro del campo de los estudios históricos, pues sostiene que “la escritura del yo” constituye un producto histórico que se desarrolla en Occidente a partir de finales del siglo XVIII y por ende, representa un síntoma de la época. Afirma, sin embargo, que la autobiografía también se presenta como texto literario, que puede leerse como literatura y lo que la define como género no son valores formales sino un contrato de lectura, algo que se encuentra fuera del texto mismo. Lo extratextual en la autobiografía señala, en el orden de la referencialidad pura, la identidad real entre el autor, el narrador y el personaje. Tal identidad es la responsable de fundar el género, afirmación por la cual Lejeune ha recibido variadas críticas pues las marcas del autor real quedan fuera del texto y, por tanto, al margen de los problemas que plantean las personas gramaticales.
Paul De Man ya había señalado que la estructura de la mímesis engendra la ilusión de referencialidad y que el escollo con el que los teóricos se enfrentaban es la dificultad para distinguirla de la novela. Para De Man, el problema es precisamente ése, considerar la biografía como producto mimético de un referente y entonces propone pensar al revés: que el proyecto autobiográfico es el que produce y determina la vida, (5) y que la ilusión de referencialidad es engendrada por la estructura misma de la mímesis. La particularidad de la autobiografía consiste en la forma especular en que dos sujetos se reflejan mutuamente y se constituyen a través de esa reflexión mutua. De Man sostiene que no se trata de un género sino de una forma de textualidad que posee la estructura especular propia del conocimiento y de la lectura. Retomar el concepto de prosopopeya de De Man permitirá leer a Sylvia Molloy detrás de Daniel, el protagonista de El común olvido. La prosopopeya (prosopon poien) (6) es una función retórica que consiste en dar voz o rostro a los ausentes y a los muertos por medio del lenguaje; la prosopopeya del nombre y de la voz es la autobiografía que desposee y desfigura a la vez que restaura. En esta figura retórica se da un juego entre dos tiempos y dos espacios, el huir y a la vez quedarse y se da entre dos clases de seres distintos, entidades animadas o inanimadas. Múltiples marcas del protagonista Daniel remiten a la Sylvia Molloy construida en su autobiografía Varia imaginación, (7) una sucesión de recuerdos inconexos, reliquias yuxtapuestas de tono intimista, nostálgico y familiar. Tanto Daniel como Molloy han nacido en la zona norte del Gran Buenos Aires y se han exiliado en Estados Unidos, son nietos de ingleses o irlandeses y franceses, y están educados en el trilingüismo, a estos aspectos que los acercan se suma la reiteración del viaje a la Argentina para enterrar a un familiar muy cercano, (8) la desazón y el peligro del retorno al país de origen. Daniel desfigura y a la vez restaura la figura de Molloy; la fuga respecto de la tropología del sujeto, revelación retórica del sujeto, señala de modo simétrico la necesidad de inscribirlo como sujeto unitario. En El común olvido puede leerse la donación de voz y de rostro por medio del lenguaje de Molloy a Daniel pero ya deliberadamente desde la ficción. Daniel se constituye en la máscara, es ese rostro o mejor, ese sinrostro y esa voz que oculta algo que le es ajeno, por eso es en él que se concreta la desfiguración. En el despliegue de estos dos sujetos, Molloy no intenta proclamar su similitud ni su semejanza, uno es varón, el otro es mujer, y sin embargo, son intercambiables: ambos son homosexuales.
La retórica de la prosopopeya despliega dos sujetos, uno que narra y otro que es un vacío colmado por el primero; su relación con lo real queda suspendida o mejor escondida en la ilusión de la referencia que sostiene la autobiografía según De Man. Este autor señala la retoricidad o figuratividad esencial de todos los lenguajes; así, la prosopopeya –y por ende, la autobiografía– se propone como figura de todo el lenguaje en su relación con el pensamiento. Si el lenguaje es la articulación que me permite acceder al pensamiento, entonces, lo logra en la medida en que lo vela, por lo que no es posible inaugurar relaciones confiables entre pensamiento y lenguaje. En esta estrategia queda apresado el discurso del yo, el discurso autobiográfico como un discurso imposible por el desacuerdo entre la máscara y el vacío.
Jacques Derrida en L’oreille de l’autre (9) reflexiona sobre ese borde que admitimos que existe entre vida y obra, que no es claro pues no se trata de una nítida línea divisoria que separa ambas instancias sino que se concreta en un desvío a través del otro. El autos de la autobiografía, no resulta autosuficiente puesto que no puede presentarse completamente ante sí mismo de forma contundente sino sólo en el momento de la firma, que es el momento en que el otro lo escucha. La oreja del otro constituye el yo autobiográfico. La vida no se puede explicar por medio de la obra, así como tampoco la obra por medio de la vida. Derrida se instala en ese borde paradójico que separa pero también une y atraviesa, vida empírica y obra.
Tanto Derrida como De Man llevan al género autobiográfico hasta sus límites sin destruirlo, sin caer en nihilismos. Sylvia Molloy comienza la Introducción a Acto de presencia refiriéndose al concepto de prosopopeya de De Man, aclara que no tiene la intención de hacer autobiografía al escribir sobre este género y refiere su intención de reflexionar acerca de los textos “que pretenden realizar lo imposible, esto es, narrar la ‘historia’ de una primera persona que sólo existe en el presente de su enunciación.(10) Varia imaginación propone una autobiografía de retazos, de recuerdos aislados sin ninguna intención de articulación, se trata de un registro de momentos pasados, sin la intención de realizar esa tarea imposible. En el último párrafo de Ruin, –el relato sobre las cartas de amor que retomo más adelante–, se aclara: “Yo habría podido ser la mujer que encontró las cartas; o la que las escribió. He cambiado detalles, he inventado otros, he añadido un personaje. La ficción siempre mejora lo presente.(11) Tal confesión en un relato autobiográfico delata la renuncia deliberada al pacto extratextual, postura que se observa más al reencontrar el mismo episodio con algunas variaciones en El común olvido. El olvido de Daniel no es un olvido destructor sino un olvido que preserva, (12) se trata de un olvido que hace posible la memoria, es decir, el recuerdo sólo es posible sobre la base del olvido que no debe entenderse como destrucción sino como aquello que condiciona el recuerdo y, en el caso de El común olvido, es el que permite la construcción de todo el relato: así se articula, un olvido fundador.
Por último, cabe la reflexión sobre la relación entre olvido y perdón; Daniel puede volver a Nueva York porque pudo recordar su historia pero también porque, gracias al trabajo sobre la memoria, pudo integrar amnistía y amnesia, esto le permite concretar el duelo y perdonar. La novela relata todo este proceso. Esta forma de olvido con la que decide volver al exilio no tiene la característica del ocultamiento sino la de la exposición despojada de ira, sin cólera, es aquí donde la historia de Daniel se amplifica desplegando una problemática nacional, que sólo volv...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legales
  4. Prefacio
  5. 1. Memoria del exilio y el desarraigo
  6. 2. Perspectivas críticas
  7. 3. Poner el cuerpo. experiencia y memoria
  8. Bibliografía