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Un enfoque sociológico

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La idea de que el derecho, entendido como normativa heterónoma, ha sido histórica y actualmente, menospreciado en el Río de la Plata es un aserto que tiene una extendida aceptación. Esta obra intenta rastrea esta despectiva forma de pensar el derecho, como producto "ajeno" que se enfrenta con el "derecho" vivido, propio, no atenido a una ética general ni de "bien común" sino a intereses particularizados. A partir de una selección de documentos escritos desde sus orígenes hasta comienzos del siglo XX: diarios de viajes, notas periodísticas, prosa y poesía, que incluye la literatura gauchesca el autor se propone investigar las distintas modalidades y razonamientos para esta anomia. Las referencias literarias reflejan esta realidad que ha cruzado nuestra historia desde los más lejanos tiempos y muestran la crisis del derecho desde las más variadas posiciones ideológicas de los autores, aun de aquellos que dicen respetarlo, sean "civilizadores" o "bárbaros".

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2016
ISBN
9789502346151
Categoría
Social Sciences
Categoría
Sociology
CAPITULO IV
LA LITERATURA GAUCHESCA Y SU PERCEPCIÓN DE LA CRISIS DEL DERECHO Y DE LA JUSTICIA EN EL SIGLO XIX Y A COMIENZOS DEL SIGLO XX
INTRODUCCIÓN
Hemos señalado, ya, que la literatura gauchesca tuvo sus orígenes oficiales en Bartolomé Hidalgo, aunque existía desde antes en la forma de anónimos, sobre la base de coplas y bailes locales que luego adoptaron el tema de la revolución americana, al lado de otros amorosos y de burla (cielitos del Sitio de Montevideo, La acción de Maipú, La Expedición española, etc.). Suele destacarse que es uno de los fenómenos particulares de la literatura argentina, ya que se desarrolló al margen de la literatura llamada culta, frente al desdén de la crítica erudita, aunque finalmente tuvo un lugar tanto o más destacado que las otras expresiones literarias nacionales. Reflejaron la campaña y la vida rural, rescataron el modo de vida y el habla del campo argentino, y ello no obstó a que sus principales escritores fueran hombres de ciudad (Hidalgo, Del Campo, Hernández), incluso con fuertes rasgos culturales europeos, como Güiraldes, que no por eso dejó de ser autóctono en el reflejo de la vida campera. Esto no es difícil de explicar, ya que en la cultura nacional, desde la conquista española, la vida rural fue parte de las tradiciones de las clases altas nacionales –se hubieran formado o no en Europa–, y lo sigue siendo hasta el siglo actual. El patriciado nacional fue cultor de la vida del campo (todavía lo son sus sucesores) como herencia de la cultura española del siglo XVI, y en el siglo XIX la mayor parte de sus miembros poseían el uso y las destrezas propias del ruralismo y la familiaridad con las tareas de la ganadería, principal riqueza económica. Cultura de fuertes rasgos feudales, fue probablemente uno de los elementos retardatarios de la modernización nacional.
La gauchesca abarca desde fines del siglo XVIII hasta el primer tercio del siglo XX y reflejó las tribulaciones políticas de cada tiempo. Así como los gauchos de Hidalgo trataron de las luchas y los fracasos de la época independentista, los de Ascasubi mostraron la época de la anarquía, los de Hernández, las consecuencias de la organización nacional en el campo, y los de Güiraldes, una adaptación a la realidad y una blanda resignación al sometimiento social. Estos autores expresan los cuatro períodos del gaucho: hasta 1810, se configuró socialmente el personaje, frente al enemigo portugués e indio. Numerosos testimonios existen, desde Concolorcorvo y Hernandarias de Saavedra, sobre estos habitantes rurales, inicialmente llamados gauderios, luego también guachos o guasos, poco afectos al trabajo pero hábiles, sin posesiones ni afincamiento, que vagaban y robaban ganado, o capturaban el cimarrón, que carneaban para abandonar la mayor parte del animal a las fieras. Durante la Independencia y la anarquía, hasta 1852, participaron tanto de las luchas contra el español como de las internas, indisciplinados pero valientes, excelentes jinetes, manteniéndose –en lo posible– libres, con muy débil propensión a cumplir normas.
A partir de 1820 el gaucho fue protagonista principal de las luchas internas, y los personalismos –más que los ideales– a los que acompañaba componían las montoneras, representantes de intereses locales en oposición al centralismo porteño. El gaucho fue naturalmente federal, a partir de tales supuestos, y un “bárbaro anárquico e incivilizado” para los europeizados unitarios que proponían una organización del Estado nacional incompatible con tales modos de vida.
Luego de Caseros, durante la organización nacional, la ciudad impuso a la campaña su estructura política, y el gaucho, representante de una época superada, en lucha contra esta nueva configuración política y territorial, resultó vencido, generando estos testimonios reivindicativos de su vida, de sus desviaciones, luchas y fracasos. Finalmente, las campañas contra el indio terminaron con su último refugio de alzado contra el poder civil y militar –la toldería– y el gaucho tradicional careció de ámbito para su autonomía. Es entonces que se transformó definitivamente en el peón, rastreador y domador asalariado que constituyó parte de la población campesina pampeana de comienzos del siglo XX, y que es mostrado por Güiraldes en Don Segundo Sombra.
Señala Caillet-Bois que cualquiera sea la época a la que se refiera, el autor gauchesco se complace en una técnica realista, fidelísima en apariencia, cuya autenticidad no es lícito discutir, ya que hasta su dialecto tiene valor de transcripción científica. (1) Tan cierto es, que la discusión que intentaremos más adelante seguramente será rechazada por quienes toman las exposiciones literarias del período como una verdad revelada, no sólo en los hechos, sino en la ideología que la sustenta. Al parecer, el que haya existido un soldado en la frontera llamado Fierro, un bandido llamado Moreira (personaje, no obstante, urbano), o un gaucho en San Antonio de Areco que haya podido dar origen a Don Segundo Sombra, basta para afirmar como testimonio todo lo que de ellos se dice y darles el valor de única verdad sustentable.
La difusión del género pudo deberse, como sostiene Mujica Láinez, a la preferencia de los paisanos por los cuentos minuciosos, al aislamiento que los hacía propensos a escuchar a quien trajera relatos y noticias de las ciudades, verdadero regalo que hacía el huésped ocasional, constituido simultáneamente en juglar y en periodista. Esas narraciones, oídas por el puestero o por el gaucho despierto, lo transformaban en el personaje central cuando el domingo próximo llegara a la pulpería y lo contara a los paisanos y vecinos. (2)
Luego de Caseros, el renacimiento de la actividad intelectual en el país, trajo nombres ya conocidos desde el exilio. Así, Hilario Ascasubi, que desde Montevideo había combatido a Rosas, y otros como Mármol, que también editaron sus obras compuestas en el Uruguay. En este tiempo, las gacetas gauchescas de Ascasubi aparecieron y circularon entre los soldados de Oribe y de Rosas, y fueron armas de propaganda política. Políticas también fueron las denuncias de Hernández y los folletines de Gutiérrez, que cambiaron el sentido del derecho penal oficial, al considerar a los bandidos y delincuentes rurales como desventurados que reaccionaban debida y justamente como perseguidos sociales.
LA POESÍA
Hilario Ascasubi
Este autor (1807 -1875) fue marinero en la adolescencia –según su propio relato–; periodista a las órdenes del gobierno de Salta en 1824; luego, alférez de cazadores bajo José María Paz, con el que fue a la guerra con Brasil; más adelante participó en las luchas internas como teniente en las campañas de Aráoz de Lamadrid, y con Lavalle en 1828, retirándose vencido con éste a la Banda Oriental, siendo capitán. Dos años preso por orden de Rosas, posiblemente por ser unitario y redactor del Arriero Argentino, del que apareció un solo número en 1830, se refugió en Montevideo en 1832.
Sin perjuicio de su ideología unitaria, Ascasubi representó el modo de pensar del paisano rural. Tributario de Bartolomé Hidalgo (hecho que reconoció, ya que uno de los diálogos incluido en Aniceto el Gallo se realiza entre los gauchos Jacinto Chano y Ramón Contreras, los del Diálogo Patriótico de aquel autor), en Montevideo alternó sus coplas gauchescas (Trobas gauchas, de estructura similar a las Fiestas Mayas relatadas por el gaucho de Hidalgo, traspuestas a las fiestas de julio de 1833 en Montevideo) con un negocio de panadería, cuyas ganancias aplicaba en parte a la lucha contra Rosas. También escribe coplas y “medias caña” antirrosistas, así como pericones y cielitos con fines igualmente políticos. (3) Destacamos La Refalosa –en la cual un mazorquero “degollador de los sitiadores de Montevideo” es el brutal protagonista que cuenta los pasos que se siguen para degollar a un unitario y mutilar su cadáver– e Isidora la federala y mashorquera, donde se hace mérito de los “recuerdos” guardados por Manuelita Rosas, de orejas y cabezas de los unitarios asesinados o muertos en batalla, y que concluye en el degüello de la partidaria federal ordenado por el mismo Rosas.
Muchas de sus coplas y demás diálogos fueron publicados luego de Caseros, como las Trobas de Paulino Lucero o Colección de poesías campestres desde 1833 hasta el presente (1853), pero tuvieron amplia difusión entre los ejércitos antirrosistas, porque llegaron a la tropa con un lenguaje llano, y con mucha mayor efectividad que los discursos eruditos que no podían comprender. Él mismo apuntó en el Prefacio a Paulino Lucero que compuso los versos “teniendo en vista ilustrar a los habitantes de la campaña sobre las más graves cuestiones que se debatían”. En todas estas obras se apropió de la forma de expresión que se suponía del gaucho federal en favor de la causa unitaria (fueron, con Juan Gualberto Godoy, los únicos poetas que cantaron con estilo gaucho y asumieron la lucha contra Rosas en su obra) y puede reconstituirse parcialmente a partir de dos periódicos gauchescos: El gaucho Jacinto Cielo y Paulino Lucero, ambos de 1843. Varela, Sarmiento, Lamas, Gutiérrez desde Valparaíso –donde llegaron sus versos– Mármol, Sastre, lo alentaron a continuar con su trabajo. Hacia 1850 fue citado en Francia por su obra en Lettres sur l’Amérique de Xavier Marmier. Para este tiempo ya había conquistado al público común, y Valentín Alsina señaló en 1848 la importancia del género para instruir a las masas y transmitir sucesos e ideas, “vista la aceptación en cierta clase inculta de nuestras sociedades”. (4)
Luego de participar en otras luchas, acompañó a Urquiza como ayudante en el Ejército Grande, siendo teniente coronel de la acción que concluyó en Caseros. Al decir de Sarmiento, fue más propagandista que militar y le pagaron por ello. Más tarde, en Buenos Aires, tomó partido por los porteños contra los provincianos, con otra “media caña”, La tartamuda, y redactó un órgano unipersonal, Aniceto el Gallo, Gaceta jocotristona y gauchi-patriótica, que fue, de acuerdo con su autor, el órgano de los paisanos porteños contra los gauchos de interior, y donde atacó a Urquiza, al considerar que había tomado el papel de Rosas. Se publicó irregularmente desde 1853 hasta 1859, en catorce números más uno extraordinario.
Mientras tanto, siguió intentando negocios, como la instalación del gas en Buenos Aires y la construcción de un ramal de ferrocarril a Magdalena. También ingresó en una sociedad nacional para realizar la obra del Teatro Colón, largamente postergada. Fue un negocio costosísimo, que arruinó a Ascasubi, aunque el teatro fue inaugurado en 1857. Sufrió la muerte de su hija Cristina, pidió su retiro del ejército y obtuvo también algún cargo para vivir (subprefecto del Riachuelo, luego en la Capitanía General del Puerto). Se radicó en París a fines de 1860, donde vivió quince años, volviendo fugazmente a Buenos Aires. Hacia principios de 1870 ordenó sus obras, de modo que los trobos de Montevideo ocuparan un tomo, los de Aniceto el Gallo otro, y los diez cuadros de Los Mellizos o rasgos dramáticos de la vida del gaucho en las campañas y praderas de la República Argentina, de 1851, como un tercero inconcluso. Sobre su base, en 1871, en París y durante ocho meses, redactó lo que luego llamaría Santos Vega o Los mellizos de la Flor, en 12.604 versos.
Ya en el Diálogo entre Peñalva y Amores, de 1833, probablemente el más antiguo, donde el primero pide al otro que le describa “las ‘funcionazas’ de nuestra Constitución, / de las cuales en el pago / no hay gaucho que dé razón”, su personaje Amores se despacha con una descripción de fiestas, comilonas, bailes, borracheras, críticas a los alcaldes y funcionarios, etc. En Montevideo su producción se multiplicó a partir de 1843. A tal punto ganó pre...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legales
  4. Prólogo
  5. Introducción
  6. Capítulo I - Los antecedentes del período prerrevolucionario
  7. Capítulo II - El periodismo y la poesía entre 1800 y 1825
  8. Capítulo III - La época de Rosas
  9. Capítulo IV - La literatura gauchesca y su percepción de la crisis del derecho y de la justicia en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX
  10. Capítulo V - La llamada “Generación del 80” Primera Parte
  11. Capítulo VI - La llamada “Generación del 80” Segunda Parte
  12. Capítulo VII - Los comienzos del siglo XX
  13. Conclusión
  14. Bibliografía