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Información del libro

Franz Kafka produjo su obra en el mundo alienante y burocrático del primer capitalismo y en medio de la crisis que llevaría al desmembramiento del Imperio Austro-húngaro y al estallido de la Primera Guerra Mundial. Nacido en el seno de una familia burguesa que pertenecía a la minoría judía de Praga, eligió para hacer su obra una lengua menor, el alemán, en una sociedad cuyo idioma era el checo.Sus ficciones, oscuras, alegóricas, son el resultado de una mirada diferente que reconfigura el modo de narrar lo cotidiano, desnaturalizándolo y, en este sentido, haciendo perceptible aquello que había quedado callado, invisibilizado en la experiencia de la relación hombre/mundo. Por eso, sus relatos nos hacen sentir extrañados ante aquello que estábamos acostumbrados a percibir y pensar de otro modo: revelan los aspectos siniestros, oscuros e inadvertidos de lo familiar.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2017
ISBN
9789502346465
Categoría
Literatura
V. Mundos familiares
Lo familiar fue para Kafka, tanto en su vida personal como en la interpretación que se hizo de su obra, una suerte de condena limitante. Este hecho se evidencia en el carácter fatal que tuvo para él la posición que ocupó en relación con su padre en el seno de su familia, dentro de una sociedad de carácter patriarcal. Así, en su famosa carta (1919) escribe algo que muchos hijos varones hubieran podido decir a sus padres, y les podrían decir hoy, aún, bajo diversas circunstancias. Es un gran peso, incluso aplastante, resistir los mandatos que implica para el hijo la figura del padre y el proyecto educativo que tiene para él, cuando no tiene en cuenta que el otro es otro y no hay propiedad posible sobre su destino, ni para bien ni para mal:
“(…) Pero justamente como padre has sido demasiado fuerte para mí, sobre todo porque mis hermanos murieron pequeños, las hermanas llegaron mucho después, y yo tuve que resistir completamente solo el primer embate y fui demasiado débil para ello. (… ) He sido un niño miedoso; sin embargo, también era seguramente testarudo, como son los niños; es probable que también me malcriara mi madre, pero no puedo creer que fuese especialmente indócil, no puedo creer que una palabra amable, un silencioso coger-de-la-mano, una mirada bondadosa, no hubiese conseguido de mí lo que se hubiese querido. Es verdad que tú, en el fondo, eres un hombre blando y bondadoso (lo que viene a continuación no será una contradicción, sólo hablo del efecto que tu persona hacía en aquel niño), pero no todos los niños tienen la constancia y la valentía de escarbar hasta dar con la bondad. Tú sólo puedes tratar a un niño de la manera como estás hecho tú mismo, con fuerza, ruido e iracundia, lo que en este caso te pareció además muy adecuado, porque tú querías hacer de mí un chico fuerte y valeroso” (Kafka, 1919).
La figura fantasmal del padre aparece en los relatos tanto de carácter autobiográfico como en los de buena parte de la crítica literaria, usado como clave que explicaría, al mismo tiempo, la desdichada vida y la opresiva obra de Franz Kafka. Como ya se ha sostenido, sería injusto para los múltiples sentidos que habilitan ambas, y, sobre todo, por el carácter liberador que tiene la escritura en Kafka, según confiesa con frecuencia en sus diarios, convertir las narraciones literarias en prisioneras de una interpretación biográfica dominada por la figura de su progenitor.
En todo caso, los textos con su biografía que circulan y nos relatan la ambivalente y difícil relación que tenía con padre, o los diarios y cartas en los que el escritor habla de él, no hacen más que dar cuenta, como el resto de su obra, de la existencia de marcas en las que se escenifica la existencia de una cultura regida por un principio jerárquico autoritario, signo, a su vez, de un poder burocrático, castrador y opresivo. ¿No hay posibilidad de resistir el mandato de la ley inapelable? ¿Es necesario que, como sucede en “La condena”, el hijo obedezca la sentencia de su padre de manera extrema?
La mirada pesimista y asfixiante sobre este mundo íntimo, que se puede reconocer en sus relatos, es posible porque la institución social que presenta está alienada y, en esa realidad enajenada, el hombre ya no puede ser feliz, prisionero del “Tú debes”. No hay utopía que permita vislumbrar una salida a ese mundo siniestro, justamente por su carácter cotidiano y transparente. En este universo, tan cómodo como castrador, el único gesto de libertad posible es decir NO, como el extranjero de “La colonia penitenciaria”, y sustraerse a través del exilio. Hay que alejarse, decir no, encerrarse en el silencio, liberarse a través de la escritura cuando nada se puede cambiar, o cuando se piensa que las cosas son fatalmente de esa manera.
En este sentido, qué mayor gesto de resistencia para una escritura que se ha vuelto sostén de la vida, mundo alternativo liberador, que eliminar, borrar, suprimir de su trama, todo signo, toda marca, todo vestigio de la idea de “Autor”, concepto con el que se denomina al “padre” de una obra, a su productor, y al que se le dan derechos de propiedad sobre ella.
De modo que, para evitar la simplificación que conlleva toda lectura centrada en la vida del creador de un texto y en sus interpretaciones acerca de lo que ha escrito, lo primero que hay que eliminar es, justamente, el peso oprimente de esa idea patriarcal. El nombre de autor señala antes que nada la propiedad, intelectual y simbólica, del productor sobre su obra y, en consecuencia, la autoridad absoluta sobre el sentido de ésta, hecho que muchas veces se corrobora con la cita de autoridad a la que se recurre cuando se quiere certificar una interpretación con las palabras dichas en el mismo sentido por un escritor. Esta postura verticalista pone, por encima del lector, la figura de quien produce textos y les da sentido de acuerdo con sus intenciones.21
En esta línea, para que brille la escritura de Kafka y la lectura no se clausure en un único sentido, hay que pensar su obra como un borramiento de la idea de sujeto autor, y como un cuestionamiento a todo tipo de autoridad, incluso la del padre, sobre ella. La escritura está ahí y el autor ha muerto en ella, sólo viven las palabras que en el montaje que produce la lectura van produciendo efectos de sentido diversos.
El mundo familiar (heimlich) es siempre el lugar de lo siniestro (unheimlich) por excelencia. Freud lo señaló con certeza en su estudio sobre el cuento “El hombre de arena” de T. Hoffmann, en el que se refiere a los símbolos con los que aparece el temor a la castración, por parte del padre (la ley), que tiene todo niño. De ahí que en muchos de los relatos de Kafka, se convierta en monstruoso escenario de las complejidades y contradicciones de la existencia de todos los días. Nada mejor que la vida en familia para mostrar hasta qué punto en ella se encuentra el germen de la enajenación de la vida, de la pérdida del derecho a la palabra y hasta el camino a la muerte. Nada de lo humano, lo hermoso y, aun, lo más terrible, es ajeno a la familia, célula fundante de lo social y reproductora de las relaciones de poder y la cultura propias del sistema social en el que se inscribe.
En “La condena”, por ejemplo, el vínculo entre padre e hijo va tejiendo una oscura trama en la que se entrecruzan la locura, el odio, la ficción, la debilidad y el absurdo. Georg, el hijo, termina prisionero de una historia cuyos hilos no puede manejar con la misma maestría con la que escribía los relatos de las cartas que enviaba a su amigo de San Petersburgo. La palabra del padre es sentencia de muerte que el hijo ejecuta prestamente.
A través de otras alegorías, en La transformación, Georg Samsa, un hijo trabajador que todo lo resigna por ver felices a los miembros de su pequeño núcleo, se sustrae de la escena cotidiana en la que era el único sostén de la vida de los otros, con un gesto que lo conduce al abandono de toda humanidad y que pone al descubierto, a su vez, una transformación familiar en la que se revela la verdadera índole de los seres que lo rodeaban y los juegos de poder que suponía el vínculo entre ellos. Lo que estaba oculto se muestra: el poder circula y produce goce o sufrimiento.
Claro que no todo está perdido, a veces se puede llevar una vida independiente, siempre y cuando el hijo, destinado a sobrevivir al progenitor y a tener una vida propia, se convierta en un ser enigmático, independiente y extraño. Tal podría ser la condición de Odradek, en el relato “Las preocupaciones de un padre de familia”. O tal vez Kafka no esté hablando de este tipo de hijos, impensables en buena medida para la época, sino en la libertad y el carácter ajeno de la escritura que siempre sobrevive la ley del padre, del autor.
La condena (1913)
Era domingo por la mañana en lo más hermoso de la primavera. Georg Bendemann, un joven comerciante, estaba sentado en su habitación en el primer piso de una de las casas bajas y de construcción ligera que se extendían a lo largo del río en forma de hilera, y que sólo se distinguían entre sí por la altura y el color. Acababa de terminar una carta a un amigo de su juventud que se encontraba en el extranjero, la cerró con lentitud juguetona y miró luego por la ventana, con el codo apoyado sobre el escritorio, hacia el río, el puente y las colinas de la otra orilla con su color verde pálido.
Reflexionó sobre cómo este amigo, descontento de su éxito en su ciudad natal, había literalmente huido ya hacía años a Rusia. Ahora tenía un negocio en San Petersburgo, que al principio había marchado muy bien, pero que desde hacía tiempo parecía haberse estancado, tal como había lamentado el amigo en una de sus cada vez más infrecuentes visitas.
De este modo se mataba inútilmente trabajando en el extranjero, la extraña barba sólo tapaba con dificultad el rostro bien conocido desde los años de la niñez, rostro cuya piel amarillenta parecía manifestar una enfermedad en proceso de desarrollo. Según contaba, no tenía una auténtica relación con la colonia de sus compatriotas en aquel lugar y apenas relación social alguna con las familias naturales de allí y, en consecuencia, se hacía a la idea de una soltería definitiva.
¿Qué podía escribírsele a un hombre de este tipo, que, evidentemente, se había enclaustrado, de quien se podía tener lástima, pero a quien no se podía ayudar? ¿Se le debía quizá aconsejar que volviese a casa, que trasladase aquí su existencia, que reanudara todas sus antiguas relaciones amistosas, para lo cual no existía obstáculo, y que, por lo demás, confiase en la ayuda de los amigos? Pero esto no significaba otra cosa que decirle al mismo tiempo, con precaución, y por ello hiriéndolo aún más, que sus esfuerzos hasta ahora habían sido en vano, que debía, por fin, desistir de ellos, que tenía que regresar y aceptar que todos, con los ojos muy abiertos de asombro, lo mirasen como a alguien que ha vuelto para siempre; que sólo sus amigos entenderían y que él era como un niño viejo, que debía simplemente obedecer a los amigos que se habían quedado en casa y que habían tenido éxito.
¿E incluso entonces era seguro que tuviese sentido toda la amargura que había que causarle? Quizá ni siquiera se consiguiese traerlo a casa, él mismo decía que ya no entendía la situación en el país natal, y así permanecería, a pesar de todo, en su extranjero, amargado por los consejos y un poco más distanciado de los amigos. Pero si siguiera realmente el consejo y aquí se le humillase, naturalmente no con intención sino por la forma de actuar, no se encontraría a gusto entre sus amigos ni tampoco sin ellos, se avergonzaría y entonces no tendría de verdad ni hogar ni amigos. En estas circunstancias ¿no era mejor que se quedase en el extranjero tal como estaba? ¿Podría pensarse que en tales circunstancias saldría realmente adelante aquí?
Por estos motivos, y si se quería mantener la relación epistolar con él, no se le podían hacer verdaderas confidencias como se le harían sin temor al conocido más lejano. Hacía más de tres años que el amigo no había estado en su país natal y explicaba este hecho, apenas suficientemente, mediante la inseguridad de la situación política en Rusia, que, en consecuencia, no permitía la ausencia de un pequeño hombre de negocios mientras que cientos de miles de rusos viajaban tranquilamente por el mundo. Pero precisamente en el transcurso de estos tres años habían cambiado mucho las cosas para Georg. Sobre la muerte de su madre, ocurrida hacía dos años y desde la cual Georg vivía con su anciano padre en la misma casa, había tenido noticia el amigo, y en una carta había expresado su pésame con una sequedad que sólo podía tener su origen en el hecho de que la aflicción por semejante acontecimiento se hacía inimaginable en el extranjero. Ahora bien, desde entonces, Georg se había enfrentado al negocio, como a todo lo demás, con gran decisión. Quizá el padre, en la época en que todavía vivía la madre, lo había obstaculizado para llevar a cabo una auténtica actividad propia, por el hecho de que siempre quería hacer prevalecer su opinión en el negocio. Quizá desde la muerte de la madre, el padre, a pesar de que todavía trabajaba en el negocio, se había vuelto más retraído. Quizá desempeñaban un papel importante felices casualidades, lo cual era incluso muy probable; en todo caso, el negocio había progresado inesperadamente en estos dos años, había sido necesario duplicar el personal, las operaciones comerciales se habían quintuplicado, sin lugar a dudas tenían ante sí una mayor ampliación.
Pero el amigo no sabía nada de este cambio. Anteriormente, quizá por última vez en aquella carta de condolencia, había intentado convencer a Georg de que emigrase a Rusia y se había explayado sobre las perspectivas que se ofrecían precisamente en el ramo comercial de Georg. Las cifras eran mínimas con respecto a las proporciones que había alcanzado el negocio de Georg. Él no había querido contarle al amigo sus éxitos comerciales y si lo hubiese hecho ahora, con posterioridad, hubiese causado una impresión extraña.
Es así cómo Georg se había limitado a contarle a su amigo cosas sin importancia de las muchas que se acumulan desordenadamente en el recuerdo cuando se pone uno a pensar en un ...

Índice

  1. ¿Qué es un clásico?
  2. I. Introducción
  3. II. Historias de animales, hombres e híbridos
  4. III. Costumbres, paseos y métodos
  5. IV. Máquinas y leyes eficientes
  6. V. Mundos familiares
  7. VI. Arte de ganarse la vida, o de perderla
  8. VII. Laberintos y trayectos
  9. VIII. Epílogo
  10. Cronología de la obra de F. Kafka
  11. Textos publicados en revistas:
  12. Obras publicadas póstumamente
  13. Bibliografía consultada