Capítulo 4
LOS SENDEROS DE LA REVOLUCIÓN.
LA FAI DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA (1931-1936)
La proclamación de la República el 14 de abril de 1931 fue considerada como la salida coherente a una oposición que se venía organizando y movilizando desde el mismo momento de la dictadura de Primo de Rivera. Si previo al golpe de Estado de septiembre de 1923, la opción republicana se barajó como una salida factible a la situación de crisis social y política que vivía el país, la opción de un “cirujano de hierro” se impuso en medio de una Europa que caminaba hacia sistemas autoritarios.
Sin embargo, siete años de dictadura y uno de imposible vuelta a la Restauración bastaron para que las tornas se volviesen en favor de una opción que era entendida de forma diversa por las distintas culturas políticas que se habían opuesto a la dictadura y a la monarquía.
La CNT, que había sido una de las organizaciones más dinámicas en la oposición en los años de la dictadura, recibió el cambio de régimen como un hecho revolucionario, del que siendo partícipe se presentaba como un agente protagonista a nivel social, económico y político (Vadillo Muñoz, 2019: 191-192). Sus medios de prensa no fueron ajenos al mismo.
Los años republicanos fueron intensos para el movimiento libertario, no solo por la oportunidad que se les presentaba, sino por una serie de debates internos y puestas en escena públicas que iban a conformar en apenas cinco años una configuración dinámica.
Cuando se proclamó la República en 1931, la FAI era una incipiente organización que iba a avanzar en lo sucesivo, a través de una extensión de sus grupos específicos y una mayor capacidad para llegar a distintos lugares a través de su prensa y sus actividades. Pero la República significó también para la FAI un momento donde su rol como organización vino a ser desfigurada y surgió un mito que iba a perdurar mucho en el tiempo.
La impronta de una FAI controladora y que iba a imponer una “dictadura” sobre la CNT comenzó a tomar cuerpo tanto en los debates de la época como en la historiografía posterior. Se tendió a presentar un movimiento libertario compuesto por un núcleo sindicalista coherente frente a un sector radical y anarquista que condujo a la CNT al desastre.
Sin embargo, como comprobaremos, esta visión binaria del movimiento libertario no se sostiene. En primer lugar, porque hubo un especial interés en presentar la situación de tal forma, incluso dentro de los medios libertarios, con el objetivo de mediatizar la acción de la CNT. Y en segundo lugar, y no menos importante, porque en nombre de la FAI hablaron militantes que no tenían nada que ver con la organización específica o solo defendían una posición “moral” dentro del movimiento libertario. Si a ello le sumamos el interés que existía desde otros sectores políticos de debilitar a un rival directo, las teorías alrededor de la FAI iban tomando más cuerpo.
Sin embargo, la FAI, que había nacido en 1927 como agrupación de grupos específicos, cuyos militantes estaban casi en su totalidad afiliados a la CNT, tenía un especial interés en colaborar con el organismo sindical en estructuras compartidas, pero mayormente estaba preocupada por la extensión y difusión de las ideas libertarias y la capacitación revolucionaria. Además, hay que partir de una evidencia, pues la FAI no era un organismo unívoco, ya que su fuerza la dinamizaban los grupos. Y estos eran variados en todo el territorio y tenían diversidad de ideas. Las variables regionales y, dentro de las regionales, las variables de sus grupos, fueron las que conformaron un movimiento que tuvo mucha importancia.
Cuando se proclamó la República, la FAI era una pequeña organización de grupos, cuyo Comité Peninsular estaba encabezado por Juan Manuel Molina y Luzbel Ruiz, y cuyo órgano de expresión era Tierra y Libertad desde 1930. También actuaba como órgano de la específica el periódico El Libertario, que, aunque con una salida más intermitente, se editaba en Madrid. Los integrantes de la FAI, que la habían fundado en 1927, tuvieron diversidad de opiniones respecto a la proclamación de la República. Mientras que faístas como Mauro Bajatierra o José Elizalde habían participado en diversos movimientos conspiratorios que facilitaron el camino a la República, otros como Juan Manuel Molina eran algo más escépticos ante la llegada del nuevo régimen. Pero en ningún caso la posición de la FAI ante la proclamación de la República fue de oposición. Siguiendo el editorial de El Luchador, periódico anarquista que no era de la FAI, que pertenecía a la familia Montseny, pero donde muchos faístas escribieron, se definía así la llegada de esa República: “Y bien; el pueblo español tiene un gobierno republicano sin que por su advenimiento hayan hecho nada los anarquistas. Nos hemos concretado a no ponerle obstáculos; quizá hayamos llegado hasta a verlo con satisfacción. Pero quienes nada hicieron para impedir el advenimiento de la dictadura, no tienen derecho a poner dificultades a la marcha de la República imponiéndole condición y haciéndole demandas”.
Sin embargo, lo que la FAI no tenía ni en abril ni en mayo de 1931 era una postura clara de qué rol iban a jugar las actuaciones de sus grupos en el nuevo marco de libertades democráticas. Lo que les quedaba claro a los militantes de la específica era que lo sucedido en España el 14 de abril de 1931 era un hecho revolucionario y que había que aprovechar ese impulso, del que los anarquistas no fueron ajenos, para intentar canalizar el desarrollo de las ideas anarquistas. El debate que se daría en el interior de las organizaciones libertarias iba a tratar sobre los tiempos políticos para esa transformación y las estrategias a adoptar.
Además, la FAI era consciente de que no todos los grupos anarquistas estaban integrados en su organización. Muchos otros grupos específicos estaban actuando fuera de la organización, por lo que una de las tareas de las que se dotaría la FAI era hacer lo más extensiva posible su estructura a estos grupos. Pero no iba a ser una tarea sencilla, ni tampoco para los grupos. Como ejemplo, en octubre de 1931 el grupo Fraternidad de Madrid, afincado en el Puente de Vallecas, escribió una carta a El Luchador donde hablaba de sus actividades, pero donde también decía que había pedido el ingreso en la FAI y se le había denegado por ser “demasiado nuevos en la lucha específica”. La idea de la FAI como coladero de grupos irresponsables y de cariz violento no se sostiene por este y muchos otros ejemplos al respecto.
En mayo de 1931, la FAI, junto a otros grupos e individualidades, convocó una conferencia en Madrid coincidiendo con el congreso que iba a celebrar la CNT en junio en la capital de España. La idea de convocar una reunión de carácter anarquista antes de un congreso sindical no era nueva (en 1919 también se hizo), pero tampoco era una estrategia preconcebida, pues como se verá, en el congreso de mayo de 1936 no se produjo tal reunión.
Aquella convocatoria se cerró con un orden del día donde el Comité Peninsular informaría sobre la situación de la FAI una vez que se proclamó la República, diseñaría actividades como excursiones de propaganda anarquista y trataría temas como quiénes iban a conformar las comisiones organizadoras, acelerar la necesidad de edición de un periódico anarquista, la unidad en el campo anarquista o la ayuda que precisaban los anarquistas portugueses, merced a la dictadura que se impuso desde 1926 en el país vecino. En uno de los puntos se abordaría cuáles iban a ser las relaciones entre la FAI y la CNT, teniendo en cuenta que el organismo anarquista siempre abogó por una trabazón en cuestiones que les competían a ambas entidades. Aun así, y dado que el pleno era muy importante, a aquel comicio no solo estuvieron convocados los grupos de la FAI, sino que se hizo extensivo a todos los anarquistas del país, así como a las delegaciones que pudieran asistir de Portugal o Francia. De la misma forma, el formato primigenio que se le quería dar de congreso no fue posible, por lo que quedaba pendiente la posible realización de un congreso anarquista en España, que nunca llegó a realizarse.
La reunión se celebró en la redacción del periódico El Libertario, en la calle San Marcos de Madrid, que era la sede del conjunto del movimiento libertario en la capital de España. A aquella conferencia asistieron ciento treinta delegados, doscientos cuarenta representaciones y veintisiete adhesiones (Herrerín López, 2019: 56). Por su contenido, el Comité Peninsular puso encima de la mesa la situación de reconstrucción en la que se encontraba la FAI tras los años de la dictadura y desde su nacimiento. Por ello, para los anarquistas lo fundamental era la extensión del ideario anarquista y el desarrollo de los grupos, por lo que la propuesta de las excursiones de propaganda se tornaba fundamental. Para ello, el acuerdo del que se dotó la FAI fue que los comités organizadores estuviesen en manos...