La meditación y el arte de la jardinería
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La meditación y el arte de la jardinería

Las semillas de la conciencia plena

  1. 152 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La meditación y el arte de la jardinería

Las semillas de la conciencia plena

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Información del libro

¿Qué actividad puede resultar más idónea que la jardinería para aplicar las nuevas tendencias de la meditación y la atención plena?La meditación y el arte de la jardinería explora el cultivo de las plantas como un ejercicio tanto para el cuerpo como para la mente. Ark Redwood, jardinero jefe de Chalice Well —unos de los jardines más emblemáticos de Gran Bretaña, que forman parte de la red World Peace Gardens—, nos guía a través de la meditación práctica que puede conllevar el cultivo de las plantas, amplía nuestra conciencia sobre lo vivo y, además, nos ofrece su experta forma de entender la conciencia plena en el entorno de la naturaleza.Siguiendo capítulo a capítulo la sucesión de las estaciones, nos encontramos con la magia del abono, el poder de la floración y la capacidad de las semillas. Esta obra constituye una lectura imprescindible para quienes pretenden aplicar la dimensión de la conciencia plena a su manera de sentir el cultivo de las plantas.

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Información

Editorial
Siruela
Año
2016
ISBN
9788416964109
Edición
1

CAPÍTULO 1

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PRIMAVERA

Algo se agita bajo los pies. Asciende la energía. Aparecen los primeros brotes verdes. La expectación flota en el ambiente. El primer abejorro localizado, que se alimenta agradecido en las primeras pulmonarias
y eléboros. Las campanillas de invierno anuncian los cambios. Los pájaros nos regalan los oídos con la serenata de su bello canto. Es el momento de coger el abrigo y la bufanda y aventurarnos en nuestro pequeño edén. Atentos a nuestra respiración en el aire frío. En un caminar consciente. Deleitándonos con la promesa de un año nuevo de abundancia.
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LA CAMPANILLA DE INVIERNO,
HERALDO DEL CAMBIO DE AÑO
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Todos los años ansío la llegada de febrero, no solo por mi falta de imparcialidad al haber nacido en ese mes, sino por ser la temporada de la campanilla de invierno, una flor que me encanta. Cuando las campanillas de invierno están en flor, me da la sensación de que ha empezado de verdad el año jardinero.
Esas campanillas de blanco perlado y moteadas de verde parecen traer la promesa de lo nuevo; avisan de que el cambio está en el ambiente y que será mejor que el jardinero se prepare para ir aumentando poco a poco su presencia en el jardín. La campanilla de invierno es como una campana floral de la conciencia plena que nos recuerda que la tierra está comenzando a respirar de nuevo tras el letargo invernal, y nos llama a seguir atentamente nuestra respiración, mientras aguardamos con ansia las labores de horticultura que están por venir.
Febrero: ¿el primer mes de la primavera?
Febrero siempre solía asociarse con el invierno, y supongo que aún lo es para mucha gente. Sin embargo, con el caos climático que trae consigo el fenómeno del calentamiento global, cada vez es mayor la sensación de que se trata del primer mes de la primavera.
Febrero recibe en realidad su nombre del latín Februarius, que significa «purificar». Y afrontar con ese espíritu este momento del año nos da la oportunidad de revisar cómo podríamos necesitar esa purificación en nuestra vida y nuestras prácticas. En el jardín, podemos despejar los cobertizos, limpiar las herramientas, revisar las macetas viejas, deshacernos de los paquetes viejos de semillas, hacer una buena limpieza de los invernaderos y demás estructuras para proteger las plantas en invierno, o reunir todos los objetos de nuestra casa de los que nos gustaría librarnos, y a continuación encender una pequeña hoguera para quemarlo todo. Después de hacer algo así solemos sentirnos renovados y limpios, porque nos liberamos de la herencia del pasado, y miramos hacia el futuro que aún está por venir.
Conforme febrero se convierte en marzo, los primeros destellos verdes van apareciendo de forma gradual, y el aumento de las energías se hace patente por todas partes. Es hora de salir al jardín y prepararnos para la avalancha de actividad que está a la vuelta de la esquina.
PUESTA EN FORMA
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Esta época del año pide a gritos que realicemos una tarea concreta: la poda formativa, dar forma a los arbustos. Se trata de un trabajo con el que mucha gente no se siente del todo segura, y en consecuencia es posible que la planta no reciba una poda tan exhaustiva como requiere.
Cuando un arbusto ha carecido de cuidados tal vez durante años, es habitual que la gente considere «cruel» hacerle la poda agresiva que necesita de un modo tan obvio. En mi opinión, debemos aceptar que la jardinería es, como actividad, una clara interferencia en la vida y el ritmo de unos seres vivos. Digo esto con la sensación de que, por muy cierto que sea, el ser humano ha de cerciorarse de que, cuando «interfiere», lo hace con todo el cuidado y la consciencia que es capaz de reunir. Al fin y al cabo, si todas las cosas están conectadas de manera interdependiente —tal y como han proclamado los sabios a lo largo de la historia—, no podemos considerarnos aislados del resto de la creación. No hay separación entre jardinero y jardín.
Si practicamos la horticultura con amor y conciencia plena, sin duda todo cuanto podemos hacer es mejorar la calidad de vida de las plantas y criaturas con las que compartimos este planeta. Así que, a la hora de echar mano a las tijeras de podar, a una podadera corta o a una larga, si sabemos con exactitud qué vamos a hacer realmente, cuando cortemos las ramas más grandes o más pequeñas, será mayor nuestra lucidez como jardineros, y mayor el beneficio que obtenga ese arbusto en concreto.
Poda consciente
Cuando una planta se centra en el crecimiento en sus primeras etapas, la energía se concentra fundamentalmente en los brotes apicales, es decir, las yemas terminales de los tallos más elevados y exteriores. Las hormonas del crecimiento quedan por lo general suprimidas en las yemas inferiores, y esto evita que la planta pueda convertirse en pasto o sufrir daños. El objetivo de la planta es dedicar todo el esfuerzo posible a alcanzar su máximo potencial. En caso de cortar las yemas terminales, las hormonas se liberan más abajo, y la planta continúa creciendo a partir de los brotes laterales para crear un arbusto de mayor espesura. Esto es justo lo que sucede cuando podamos o damos forma a un arbusto. Así pues, provistos de este conocimiento, nos podemos dedicar a una poda consciente a sabiendas de lo que hacemos, y con algún tipo de entendimiento al respecto de lo que le está pasando a la planta mientras la llevamos a cabo.
Las cinco «d»
Si la poda como actividad es algo en lo que uno se siente un tanto inseguro, sugeriría entonces una fórmula muy sencilla que se puede aplicar a prácticamente todas las plantas, en especial a árboles y arbustos. Si la sigues, no te costará convencer a los demás (y a ti mismo) de que sabes lo que te traes entre manos. Se conoce como las cinco «d», de difunta y desahuciada, de decaída (es decir, enferma) y dañada, y de dirección.
De modo que, por ejemplo, ante un manzano viejo y descuidado, retrocede unos pasos y obsérvalo con atención; valora sus necesidades y cómo podrías devolverle su dignidad. Comienza a aplicar las cinco «d». Empieza buscando las ramas muertas —difuntas— y las que están claramente moribundas —desahuciadas—, y córtalas. Después haz lo propio con las que tengan aspecto de estar dañadas por alguna enfermedad u otra causa. Esto servirá para abrir un poco la copa del árbol, lo que a su vez te brindará la oportunidad de localizar las ramas que apuntan hacia el interior del mismo o que se cruzan con otras mejor situadas, es decir, que apuntan hacia el exterior. Estas representan la quinta «d», de dirección, así que córtalas.
El resultado final será un ramaje mucho más abierto, que, por tanto, asegurará una mejor circulación de...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. INTRODUCCIÓN
  6. PRIMAVERA
  7. VERANO
  8. OTOÑO
  9. INVIERNO
  10. DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS