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En las estepas del Asia Central
Es inmensa la llanura que se extiende entre el Don y Mongolia, en las terribles estepas del Asia Central. Un paisaje monótono e infinito cuya apariencia sugiere desolación y barbarie, pero de cuya llanura ondulante de hierba y grano surgieron los tres imperios de las estepas: los xiongnu, los turcos y los mongoles. De allí procedió también el pueblo que hizo temblar al mundo civilizado: los hunos.
En las interminables estepas, el invierno es tan frío que la vida se detiene y todo se paraliza, mientras que la sequía estival es tan prolongada que en algunos puntos roe la estepa herbosa creando desiertos como el de Gobi.
Sin embargo, desde la Prehistoria hubo nómadas indoeuropeos trashumantes que recorrieron esas tierras apacentando sus ganados sin detenerse. Y surgieron pueblos que fundamentaron su cultura en el movimiento, en la búsqueda periódica de pastos para sus animales, pueblos que se alimentaron de carne de caballo y bebieron leche de yegua. Pueblos a los que los historiadores griegos y romanos despreciaron, denominándolos bárbaros y considerándolos salvajes porque tenían costumbres para ellos extrañas. Los pueblos agrícolas, sedentarios, siempre han temido a los nómadas, a los que no tienen patria ni asentamiento fijo, porque llegan con sus ganados y arrasan la tierra que ellos cultivan. Destruyen y se van a destruir a otro lado, a cualquier lugar en el que encuentren nuevos pastos para sus animales. Por eso, un día el agricultor mataría al pastor para acabar con la amenaza del nomadismo, al menos eso es lo que pudiera reflejar el mito de Caín y Abel. Pero no debieron ser tan bárbaros, porque mover muchedumbres y grandes masas de ganado de un lugar a otro supone el desarrollo de cierta tecnología, de cierta capacidad de caudillaje y de cierto dominio sobre el medio.
Los civilizados griegos y romanos llamaron bárbaros a los pueblos extranjeros cuyas costumbres y lengua les resultaban extrañas. Uno de los signos de salvajismo e incultura de los bárbaros fue el papel relevante que desempeñaron sus mujeres. La muerte de Hervor, de Peter Nicolai Arbo (siglo XIX), Museo Drammens, Noruega.
No eran tan salvajes porque hace más de cinco mil años que dieron un paso adelante en las comunicaciones, en los transportes y en el arte de la gue–rra: domesticaron al caballo, primero, como ganado de carne, seleccionando ejemplares para su cría, después, como animal de tracción y, más tarde, como montura.
LA VIDA A CABALLO
Los pueblos de las estepas del Asia Central vivían a caballo, desplazándose en carromatos o cabalgando tras la caza en la paz o tras el enemigo en la guerra. Así vivieron los hunos y así vivieron los mongoles, los turcos, los escitas, los sármatas y muchos otros.
Pero antes de convertirlo en uno de los primeros animales domésticos, muchos pueblos germanos consideraron sagrado al caballo y lo adornaron con valores místicos. Son numerosas las pinturas del Paleolítico que representan caballos, incluso en un lugar privilegiado de la gruta que sugiere adoración, como el Camarín de la cueva de San Román de Candamo, en Asturias. Siglos después de convertirse al cristianismo, los francos continuaron celebrando su particular eucaristía a base de caldo de caballo; los chinos montaron a caballo desde 2155 a. C.; fue un animal muy importante para los escitas y los partos, que invadieron el mar Negro, y también para los kirguises y los ávaros, cuya tradición les hacía descender de un dios emparejado con una yegua.
En vasijas de cerámica de la cultura Botai, al norte de Kazajistán, se han encontrado restos de grasa procedentes de leche de yegua, en un yacimiento arqueológico datado en 5.500 años.
La cultura Botai, que se desarrolló en las estepas de Kazajistán hace entre 5.700 y 5.100 años, utilizó caballos como medio de transporte y también para obtener leche. Lo sabemos por el análisis de vasijas de cerámica encontradas en el yacimiento de Krasnyi Yar que conservan restos de grasa procedentes de leche de yegua.
¿ERAN TURCOS O MONGOLES?
En el siglo II a. C. que es cuando aparecieron dos pueblos con rasgos mongoles junto a la frontera china, las lenguas turcas y mongolas no estaban todavía diferenciadas y, por eso, unos autores tienen a los hunos por mongoles y, otros, por turcos.
Siglos atrás, grupos de tártaros, manchúes y rusos se habían establecido al sur de los bosques de Siberia, en una franja de praderas y estepas de gramíneas que se mantienen verdes todo el año. La fertilidad del terreno los convirtió en sedentarios dedicados a la agricultura.
Pero otros pueblos, turcos y mongoles, se situaron más al sur, en tierras de clima continental, donde escasean las lluvias, sopla un viento implacable y la vegetación es un paraíso para animales herbívoros. Turcos, mongoles y tibetanos se repartieron el enorme espacio árido que abarca el norte del Tíbet, la cuenca del río Tarim y Mongolia, entre verdaderos desiertos de arena y áridas llanuras junto al mar de Aral y el mar Caspio. La dureza del clima y los cambios estacionales del terreno los condenaron al nomadismo.
Los orígenes prehistóricos de ambos grupos parecen hallarse al sur de la zona boscosa siberiana, donde se encontraron numerosos sepulcros pertenecientes a varias fases cronológicas que abarcan desde el inicio de la Edad del Bronce hasta el siglo XIII.
Ambos pueblos presentaban rasgos mongólicos, más acentuados en el grupo más oriental y menos en las zonas del Turquestán, desde el Caspio a la frontera china, donde parece que predominaron los grupos de procedencia turca.
Los chinos los rechazaron y persiguieron hasta el mar Caspio, donde se dividieron en dos grandes ramas. Los hunos blancos, llamados también heftalíes por los historiadores bizantinos (los indios los llamaron hunas, que es el vocablo sánscrito equivalente), conquistaron la India ya en el siglo V de nuestra era. En cuanto a los llamados hunos negros, se mezclaron con germanos, eslavos y fineses y se lanzaron, con Rugila a la cabeza, a conquistar Europa.
Las primeras tribus de la estepa oriental eran, por tanto, turco-mongolas. Al occidente del actual Kazajistán, donde se domesticaron los primeros caballos, se destacó un pueblo de lengua altaica, procedente de las regiones del Altai, al que los chinos llamaron xiongnu y que, en el siglo III a. C., creó un imperio en la estepa que se extendió hasta el Cáucaso1.
Los montes Altai, de donde procedían los xiongnu, posibles antecesores de los hunos.
Siglos atrás, los xiongnu habían arrancado la hegemonía a aquellos nómadas indoeuropeos que vimos recorriendo las estepas del Asia Central. Los xiongnu eran paleoasiáticos y hablaban una lengua afín al ostiaco que en nuestros días se emplea en la cuenca del Yeniséi, en Siberia.
Sin embargo, los xiongnu no eran una única tribu o grupo étnico, sino una federación de grupos de diferente procedencia. Cuenta el historiador francés Jacques Pirenne que, hacia el siglo I, estas tribus se desmembraron y se dispersaron por la estepa donde los clanes turco-mongoles los dominaron, pasando algunos a servir a los emperadores chinos. Procedieran de donde procedieran, las tribus confederadas de los xiongnu tenían en común el género de vida. Eran pastores que seguían a sus rebaños de caballos, bueyes, carneros y camellos en sus desplazamientos, ya que de ellos obtenían todos los recursos para vivir. Carne para comer, que era su dieta exclusiva, leche para beber y pieles para vestir. Vivían a caballo y aparecían de pronto en las lindes de los cultivos para capturar hombres, ganados y riquezas. Si los perseguían, huían acribillando a sus seguidores con nubes de flechas y cortaban la cabeza de los enemigos muertos para convertirlas en trofeos. Su cultura nos dejó cinturones, hebillas y arneses de los caballos, así como tallas de bronce con formas estilizadas de animales, caballos, corzos, osos y tigres, enredados en furiosos combates. Su arte muestra la geometría elemental propia de las estepas.
Este tapiz asiático representa el tratado de amistad establecido entre el emperador Wen y los xiongnu en el siglo II a. C.
Ellos fueron quienes condujeron a las tribus de las estepas hacia Occidente y de ellos descenderían, más tarde y muy probablemente, los hunos.
LOS PUEBLOS EN MOVIMIENTO
La causa de las migraciones de los pueblos que formaron Europa ha sido con frecuencia objeto de debate, dado que no hay fuentes escritas, porque sus gentes conocieron solamente la escritura al entrar en contacto con los romanos. Sin duda llegaron a Europa atraídos por las riquezas de Roma o empujados por oleadas de pueblos asiáticos.
Se pusieron en movimiento porque en muchas regiones del mundo bullían otros pueblos en agitación constante. Unos empujaron a los otros, que se agitaron a su vez empujando a los siguientes. Así, la agitación, el movimiento y la expansión poblaron Occidente de pueblos orientales, llegados desde los confines del mundo hasta invadir y devorar el Imperio romano.
Las primeras migraciones hacia Occidente partieron de Asia Central. Eran tribus de pastores que buscaban algo mejor que los pastizales arrasados por sus ganados y unos cambios climáticos extremos. Por ello, emprendieron un día la marcha con sus rebaños y sus tiendas de fieltro, camino de las cuencas de los ríos siberianos, Obi, Yeniséi e Irtix. Eran los turcos. En el siglo V estaban ya estableciendo relaciones diplomáticas con Bizancio, acomodados (de momento) al norte de Persia. En el siglo XVI, habían llegado hasta Viena y creado el Imperio otomano, pero antes se encargaron de acabar con el Imperio romano de Oriente. Hoy llamamos Turquía a Asia Menor y llamamos Estambul a lo que antes fue Constantinopla.
Otros pueblos procedentes de Manchuria y Mongolia llegaron al sur del lago Baikal, dispersando a cuantos encontraban en su camino. Eran los ávaros. En su migración, empujaron hacia el oeste a grandes tribus de pastores que cuidaban sus rebaños en Siberia y que, espoleados y atacados, se convirtieron en feroces guerreros tan amenazadores que Europa tembló ante ellos. Eran los hunos. En el siglo V estaban ya junto al Danubio.
Pero los hunos y los ávaros no tenían el camino libre hacia Occidente, sino que tropezaron con otros pueblos indoeuropeos acampados en el Cáucaso no en tiendas, sino en carros colocados en forma de círculo, que bebían leche agria y se tocaban con cascos de forma cónica. Eran los alanos.
Otros pueblos descendieron desde las heladas rocas del norte para asentarse en el bajo Danubio. No eran nómadas, sino agricultores, pero se vieron empujados en el siglo ...