Primera parte
Freud designó como reelaboración a una fase del tratamiento analítico. En 1926 se refirió a ella justificando su necesariedad, en vista que cancelar la resistencia yoica no es suficiente. Hace falta, todavía, superar el poder de los arquetipos inconscientes latente en las represiones. Según su consejo técnico original (1914), la reelaboración había que dejarla por cuenta del paciente, sin apremiarlo. Aparte de estas menciones, no existe indicio alguno acerca de lo que Freud habrá concebido como {Durcharbeiten}. Este trabajo es la construcción de una conjetura acerca de esa omisión.
Capítulo 1
Consideración preliminar
ONTOGENIA Y TEORÍA DE LA REPRESIÓN.
FILOGENIA Y COMPULSIÓN DE REPETICIÓN
Freud inventó el psicoanálisis buscando una cura más eficaz para la neurosis que la que ofrecían otras psicoterapias.
La encontró.
La inconsciencia del yo prometía un repertorio de resistencias obsesivas, fóbicas o, con suerte, histéricas, que podían desafiarse. “La Interpretación de los sueños” cumplió con auspiciar veinte años de fecundidad teórica y convalidación clínica apuntaladas en una sexualidad infantil que cifraba el secreto del desarrollo del adulto.
Sólo que eso no era todo.
Lo más funesto de su descubrimiento fue el develamiento de que la miseria humana no es consecuencia –solamente– de las defensas. El análisis “de las profundidades” del Hombre de los Lobos terminó de sacar el problema a la luz. En el consultorio, encalló sin remedio en la tenacidad de las fijaciones. (“El caso no fue particularmente propicio”, informará Freud en la página 95 del historial). Pero, la contrariedad lo anima a reconsiderar el problema de la disposición. “A menudo podemos observar que el esquema (filogenético {El complejo de Edipo es el ejemplo mejor conocido de esta clase}) triunfa sobre el vivenciar individual: en nuestro caso, por ejemplo, el padre deviene el castrador y pasa a ser el que amenaza la sexualidad infantil pese a la presencia de un complejo de Edipo invertido en todo lo demás.”
Strachey consideró que «el posible carácter hereditario del contenido psíquico de las fantasías primordiales era “un oscuro problema”», y en su Nota Introductoria a “la descripción científica de sucesos psicológicos cuya novedad y complejidad no habían sido jamás imaginadas” omitió destacar los inquietantes descubrimientos que el enfrentamiento entre el psicoanálisis y Sergei Pankejeff habíanle deparado a Freud: la capacidad del esquema edípico hereditario para imponerse a las impresiones vitales en la ontogenia, y la presunta existencia de un núcleo instintual del inconsciente. Dichas conjeturas corroboraban una intuición que Freud le confesara a Fliess veintiocho años antes: “La leyenda de Edipo captura una compulsión {Zwang} que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia de ella.”
La conclusión resulta indiscutible: la compulsión que se repite en cada ser humano trasluce la coacción pulsional de un ello que le impone al yo la realización del incesto y el crimen. “La avidez del Edipo por la realización del incesto (compulsión {Zwang}) está en la sangre, siendo el complejo de representaciones del cortejo edípico (celos, filiparricidio) la historia de cómo cada ser humano intenta domeñarla.”
Desde afuera del yo, el desvalimiento acecha al psicoanálisis.
Capítulo 2
El individuo:
una semblanza metapsicológica
PULSIÓN. INVESTIDURA. NECESIDAD. OBJETO. YO. REPRESENTABILIDAD. DESEO. LAS CINCO RESISTENCIAS. COMPULSIÓN DE REPETICIÓN. LIBIDO. DESEXUALIZACIÓN.
Por compulsión de la naturaleza, el alma humana se configura albergando dos estirpes distintas de fuerzas naturales: el continente real-material de la percepción conciencia que reconocemos como yo, y el incontinente virtual-potencial de lo pulsional-ello, indiscernible de la realidad externa. Es en el segundo inquilino, que hace pie la humanidad toda. El individuo se amamanta de él, pero, en lo que puede, le pone condiciones a su influjo. Es lo que Freud llama “domeñamiento” {Bändigung}.
Pulsión es un término de origen conjetural, virtual, al que se le atribuye un origen somático pero que se deslinda en lo psíquico. En cuanto a sus propiedades, se ha logrado aislar lo alternante de sus metas y la invariancia de su perentoriedad, sobre todo cuando la contingencia del objeto, no la asiste. En tal caso, la ingobernabilidad de su poder es atribuible a las propiedades de indiscernibilidad e inconsciente que caracterizan lo pulsional. Solamente esas cualidades pueden explicar el engendramiento de su propia necesidad; lo pulsional es empuje en procura de lo que no hay; es la búsqueda de una forma afectada por los límites que imponen el tiempo y el espacio (la metáfora que mejor alude a esta búsqueda es el objeto).
La exhumación de “el ello” en 1923 le atribuye a lo pulsional un mítico anterior, pero dinámicamente actual, eficaz. Son, definitivamente, energías naturales que el hombre ha reconocido constitutivas de sí –aprehendiéndolas con análogos perceptuales como investiduras, cargas, cathexis, etcétera. Dichas fuerzas vestigiales de la humanidad en su conjunto habrían logrado (con ayuda de la realidad), para la naturaleza, una hazaña sin par: trasmutar lo potencial-virtual en real.
Asistimos de este modo a la figuración de dos aspiraciones completamente diferentes obligadas a complementarse entre sí. La presencia de la herencia arcaica patrimonio del ello es la responsable de mantener constante la fuerza de insistir en pos de un fin. Considerada en forma aislada, la ingobernabilidad de su poder es atribuible a lo indiscernible e inconsciente de las propiedades que caracterizan lo pulsional. Solamente esas cualidades pueden explicar el engendramiento de su propia necesidad; lo pulsional-ello es empuje en procura de lo que no hay; es la búsqueda de una forma afectada por los límites que imponen el tiempo y el espacio (la metáfora que mejor alude a esta búsqueda es el objeto).
“El yo representa su máximo logro, pero las pulsiones en sí mismas son indiferentes a su destino; “les resulta indistinto” ser fijadas a una represión, transferir la perentoriedad sobre su propia fuente somática y crear una enfermedad, o devenir compulsión incoercible. Son justamente esos modos “incompletos” de alivio de las necesidades del ello las que mejor translucen el afán del alma por cobrar alguna clase de formalización: la locura “erótica”, el masoquismo y las resoluciones trágicas representan sólo algunas de ellas.”
Si de conceder que la pulsión tiene un propósito, “para novedad no hay como lo clásico”.
“Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación. Más tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades.”
Las investiduras resultan, entonces, acción y efecto de la necesidad pulsional: la pulsión tiene que investir. Ellas importan los atributos pulsionales que el ello le impone encarnar al objeto, y por eso devienen portavoces del mismo, cual “traductoras” que –a cada yo– le dictaminan el mundo exterior. Verbigracia: esa “realidad-ello” también contribuye a configurar al propio yo. La investidura que hace pie en el objeto satisface la aspiración agregadora del ello en una primera fase de la dimensión formal, real perceptual, fundando la diferencia entre lo pulsional y lo representable. Más luego, el siguiente movimiento de la investidura que –partiendo del objeto lo abandona y ocupa el yo– aunque representante de las aspiraciones eróticas del ello, le transfiere poder al yo. A través de esa mediación, “lo humano” no consabido e inconsciente se transforma en libido que –aunque desexualizada– pretende seguir sirviendo a los dos amos.
Hasta aquí, en el panorama descripto –el cual responde al principio de Eros– el término pulsión admite ser reconocido –no por “un propósito propio”– sino por lo alternativo de sus destinos: tanto como objetalizarse y acceder a la representabilidad, como contribuir al mecanismo de la represión ejercida por el yo y participar prestando su energía a las transferencias.
La primera dualidad pulsional le adjudica a la pulsión dos ocupaciones diferentes según la clase de necesidad en juego: la conservación del individuo o la relación de objeto. En el caso de las funciones de autoconservación no hay modo de extraviarse: pasado un tiempo, solamente el alimento calma el hambre. Pero las pulsiones sexuales se ven comprometidas en la estructura del deseo, que es un campo con memoria autónoma: la imagen del objeto que proporcionó la satisfacción. El planteo de ambas alternativas se registra en el ...