Entre bestias y bellezas
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Entre bestias y bellezas

Raza, género e identidad en Colombia

  1. 318 páginas
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Entre bestias y bellezas

Raza, género e identidad en Colombia

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A lo largo de la historia, la belleza ha sido muy valorada, pues ha sido de suma importancia en los ámbitos sociales, económicos, culturales y políticos en distintas sociedades. En Colombia, la belleza de sus mujeres, conocida mundialmente, se ha convertido en una fachada para problemas profundamente arraigados en su realidad nacional. Aunque ha tenido pocas dictaduras y se ha destacado por sus gobiernos democráticos, sus abundantes recursos y su economía dinámica, en toda su historia este país nunca ha tenido un Gobierno incluyente y soberano. Además, muchos de sus ciudadanos han sido pobres y excluidos, debido a políticas elitistas que favorecen a ricos y poderosos. En este libro, Michael Edward Stanfield explora cómo ha evolucionado el concepto de belleza en la historia cultural del país, revelando las nuevas facetas de las construcciones tradicionales de género, las jerarquías raciales y sus señas de identidad. Para esto, estudia el desarrollo y la transformación del Concurso Nacional de Belleza y los más de tres mil concursos regionales que se hacen cada año en el país. Justamente porque en Colombia, una nación que se caracteriza tanto por sus altos niveles de violencia e inseguridad como por su cautivadora hermosura geográfica, cultural y femenina, la belleza no solo reina, sino que cura, distrae y, a menudo, mata.

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Información

Año
2020
ISBN
9789587815122
1. ESCENARIO
Colombia es un país extraño y hermoso. Sus costas sobre el mar Caribe y el océano Pacífico —ventaja única en América del Sur— le brindan acceso favorable al mundo y al comercio, pero las ciudades portuarias colombianas son remotas e inaccesibles para la gran población del interior. Tres verdes cordilleras resaltan el carácter andino de la nación y albergan al 90 % de la población, mientras que las vastas llanuras tropicales y selvas del oriente están escasamente pobladas. Dos importantes ríos encajonados entre las cordilleras andinas —el Cauca y el Magdalena—, así como las tierras bajas costeras, los llanos y las enormes selvas amazónicas, subrayan la latitud tropical de Colombia. Sus recursos naturales (fértiles y bien regadas tierras agrícolas y de pastoreo, oro, esmeraldas, petróleo, carbón) representan un abundante potencial de riqueza y desarrollo, pero la mayoría de los colombianos son pobres. Colombia, aproximadamente del tamaño de Francia, España y Portugal combinados, es más fértil, rica y físicamente cautivadora que sus vecinas latinoamericanas, pero pocos la envidian, ya que es una nación profundamente dividida y atribulada.1
Su geografía ha fomentado un fuerte regionalismo que refuerza las actitudes provinciales y tradicionales, pues frustra la integración nacional y el desarrollo liberal moderno. La conservadora Iglesia católica ha fortalecido las actitudes tradicionales al tiempo que desempeña un papel activo en la vida diaria e institucional. La Iglesia se ha entrometido activamente en la política partidista, apoyando a los conservadores más que a los liberales, partidos creados y enmarcados ambos por el siglo XIX y de lenta adaptación a los desarrollos del siglo XX. El Estado es débil en los niveles local, departamental y nacional, mientras que la economía, por lo general, ha sido fuerte. La violencia acosa a muchas regiones y a sus habitantes que ladrones, bandidos, guerrillas, escuadrones paramilitares y fuerzas gubernamentales intimidan. Los colombianos no pueden contar con las instituciones (políticas, económicas, judiciales) para que protejan ni sus intereses ni sus vidas. En un ambiente tan tenso e inestable, los individuos confían más en la familia y los amigos como pilares de apoyo, confiriendo a las relaciones primarias la calidez de la que a menudo carecen en los eficientes Estados Unidos. En resumen, Colombia es un país hermoso y rico, pero que también puede ser bastante violento y estar lleno de inseguridad.2
Un reciente libro sobre la cultura y las costumbres de Colombia señala la importancia del regionalismo, el tradicionalismo y la Iglesia católica en la sociedad colombiana, al comentar la enorme popularidad del Concurso Nacional de Belleza Señorita Colombia. Los autores afirman que “la belleza femenina es muy apreciada en Colombia, quizás de manera más visible que en cualquier otra nación occidental”.3 Aunque diversos pueblos de las Américas y algunos de Europa podrían refutar esta afirmación, una mirada atenta a cómo la geografía y la historia colombianas han configurado la cultura regional revela en parte por qué la belleza ha sido tan importante para la identidad colombiana.
El terreno tropical y montañoso de Colombia divide en lugar de unir a la población. En el periodo colonial, las tierras bajas tropicales eran malsanas e inhóspitas, lo que dificultaba el asentamiento. Vastas, escarpadas y abruptas, las cordilleras andinas tendían a atraer a la gente a los focos de tierra templada y arable en su interior. Gran parte de las elevaciones medias y bajas de las cordilleras andinas poseen tierras fértiles y bien irrigadas que promovieron la fundación de pueblitos y ciudades autosuficientes. Las tierras disponibles en las laderas superiores e inferiores les permitían a los agricultores cultivar prácticamente todo cuanto sus aldeas necesitaban, lo que hacía innecesario el comercio a larga distancia y frenó el desarrollo del comercio nacional.
La geografía hacía el comercio difícil y costoso; mulas de carga y seres humanos bregaban por caminos escarpados y transportaban gran parte de los bienes en el área andina, mientras que en el río Magdalena, la arteria principal que une al centro de Colombia con los puertos del Caribe, había que lidiar con las aguas poco profundas y serpenteantes, los zancudos y las intermitencias de la navegación fluvial.4 La combinación de esta geografía rota y diversa y el asentamiento humano en pueblos pequeños y autosuficientes, particularmente en las salubres elevaciones medias de la región andina, tendió a reforzar las costumbres y lealtades locales, en vez de promover una orientación más nacional o internacional. Sin embargo, en cada una de las cuatro principales regiones de Colombia —la costa Caribe, la costa Pacífica, la región andina y las tierras bajas del oriente—, las tradiciones populares se mantuvieron en el tiempo, protegiendo así las actitudes autóctonas, como la definición de belleza, de la fácil suplantación por parte de las modas importadas.
La costa Caribe de 1600 km de largo, la zona de Colombia más abierta al intercambio internacional, contiene una serie de regiones distintas. La remota y árida península de La Guajira tiene pocas carreteras e infraestructura, y alberga grupos dispersos de indígenas wayús. Más al sur y al oeste se encuentra el hogar de los indios koguis y wiwas en la cordillera costera más alta del mundo, la Sierra Nevada de Santa Marta, con picos de hasta 5800 metros de altura. Debajo de sus picos siempre cubiertos de nieve se encuentra la ciudad colonial más antigua de Colombia, Santa Marta, y Aracataca, el pueblo natal de Gabriel García Márquez, el autor moderno más famoso de este país; así como la enorme ciénaga que resguardó del tiempo y del mundo su quimérica ciudad costera, Macondo, en su brillante novela Cien años de soledad.5
En la desembocadura del río Magdalena se encuentra Barranquilla, históricamente importante puerto de entrada para las ideas modernas y los productos que importa la nación, y ahora es una ciudad de más de un millón de habitantes. Aunque Barranquilla es más grande y está más ocupada, Cartagena ha mantenido obstinadamente su reputación de ciudad colonial y aristocrática cuyas murallas protegían sus pintorescas casas y calles estrechas de las aguas circundantes y de los piratas que aparecían en ellas.6
La atmósfera evocadora y digna de Cartagena se asemeja en ambiente y carácter a Nueva Orleans, Luisiana, ya que ambas ciudades se han convertido en destinos de juerga y turismo, en parte porque fueron puertos internacionales del comercio de esclavos, pigmentario negocio transatlántico que transformó sus respectivas sociedades explotando a la multitud morena y enriqueciendo a unos pocos blancos. Ciudades como Cartagena y Nueva Orleans reconfiguraron las sociedades americanas mediante la introducción de millones de africanos a la América colonial, creando así sociedades multiétnicas de rango y orden desiguales pero donde las nociones de belleza a menudo chocaban y a veces se fundían. Hoy en día, el Concurso Nacional de Belleza se lleva a cabo en la encantadora Cartagena, ciudad en la que miles de afrocolombianos participan de sus propias celebraciones populares y en las actividades oficiales del certamen nacional. Sin embargo, solo hasta 2001 la primera mujer afrocolombiana ganó el título nacional.
La costa Caribe al suroccidente de Cartagena tiene mucho en común con la costa Pacífica: es rural, pobre, subdesarrollada y, en gran parte, está olvidada por el Gobierno colombiano. La región del Chocó une ambas costas junto a la actual frontera con Panamá. En el periodo colonial, se obligó a los esclavos africanos e indígenas a trabajar en los ricos yacimientos de oro y platino de la región, dejando a su paso una sociedad triétnica como la de la costa Caribe, pero más africana en su origen; casi el 90 % de la población actual del Chocó es de ascendencia africana, lo que la convierte en una cuna importante, pero ampliamente ignorada, de la cultura afrocolombiana. Se dice que la biodiversidad de las selvas tropicales de esta zona rivaliza con la de las selvas semejantes de la Amazonía, con doce metros de lluvia al año en ciertas zonas. Los caminos, las escuelas, la electricidad y el agua potable son escasos, mientras que abundan los zancudos, la malaria, la disentería, las guerrillas, las corporaciones extranjeras explotadoras y los contrabandistas. Más al sur, Buenaventura es la mayor ciudad y el puerto más importante de la costa Pacífica, y el único punto a lo largo de un tramo costero de 1300 km unido al interior por una carretera pavimentada.7
Cruzando la relativamente baja Cordillera Occidental desde Buenaventura se llega a Cali que, junto con Cartagena, Medellín y Bogotá, es un importante centro urbano para este estudio.8 Cali se encuentra en el amplio y fértil Valle del Cauca, antaño lleno de plantaciones de caña de azúcar que trabajaban esclavos africanos. Cali prosperó y creció a mediados del siglo XX, convirtiéndose en una “ciudad alegre” y hogar de las mujeres más bellas de Colombia, según los propagandistas de la ciudad. Un dicho popular de la época colonial destacaba la relación entre la geografía local y la belleza en el valle del Alto Cauca: “Para granizo, Guanacas; para viejas, Timaná; para muchachas bonitas, Cali, Buga, y Popayán”.9 Los magnates del azúcar del pasado y las actuales élites industriales y financieras han mantenido a la orgullosa aristocracia blanca por encima de los pobres habitantes urbanos afrocolombianos y las comunidades indígenas de las montañas circundantes.10 Más al sur, la bucólica Popayán comparte con Cali una tradición de élite aristocrática, pero construida más sobre cimientos coloniales e indígenas. Pasto es el ancla urbana del sur de los Andes colombianos, capital de un departamento con fuertes raíces indígenas y realistas, y por consiguiente el lugar suele ser blanco de la mayoría de los chistes colombianos.11
Hacia el nororiente de Cali se encuentra la zona cafetera de Colombia, región conocida por su rico suelo, laboriosos agricultores, y desastres naturales y humanos. La zona cafetera fue testigo de algunos de los peores enfrentamientos y masacres durante La Violencia, y en 1985 la erupción del volcán más alto de la Cordillera Central, el Nevado del Ruiz (5389 metros), produjo deslizamientos de lodo y la muerte de por lo menos 23 000 personas. Los frecuentes terremotos les recuerdan a los habitantes de la región la incertidumbre de vivir cerca de un punto caliente del cinturón de fuego del Pacífico.
Medellín, al norte de la principal zona cafetera, es un importante centro comercial e industrial del centro-occidente de Colombia, que sirve como mercado para el café del sur y la riqueza mineral de Antioquia y del Chocó. También es la comunidad industrial y manufacturera más desarrollada del país. Esta ciudad se encuentra en un extenso valle rodeado de cordilleras andinas; su clima primaveral alienta a sus emprendedores residentes a vestirse de una manera más informal y cómoda que los bogotanos, más formales y abotonados. Los antioqueños o paisas, habitantes del extenso departamento que rodea a Medellín, tienen la reputación de ser más modernos, independientes, industriosos e igualitarios que sus principales competidores de Bogotá en el liderazgo nacional.12
Más reservados y formales que sus rivales paisas, los habitantes de la fría, húmeda y nublada Bogotá han gozado por mucho tiempo de una posición de relevancia, si no de liderazgo, sobre gran parte del resto del país. Proverbial capital política, Bogotá es la ciudad más grande e importante del país. Es el centro d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Autor
  6. Contenido
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. 1. Escenario
  10. 2. “La mujer reina pero no gobierna”: 1845-1885
  11. 3. Bicicletas, moda y raza: 1885-1914
  12. 4. Modernidad aparente: 1914-1929
  13. 5. Belleza liberal: 1930-1948
  14. 6. Bestias excluyentes: 1948-1958
  15. 7. De Miss Universo a la antirreina: 1958-1968
  16. 8. Gobierno estático, evolución social: 1968-1979
  17. 9. Pulcritud, el Palacio y el poder: 1979-1985
  18. Conclusión y epílogo a 2011
  19. Epílogo a 2019
  20. Bibliografía escogida
  21. Contracubierta