El camino de Dante
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El camino de Dante

Introducción, comentarios de cantos del Infierno y temas de la Divina Comedia

Daniel Alejandro Capano

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El camino de Dante

Introducción, comentarios de cantos del Infierno y temas de la Divina Comedia

Daniel Alejandro Capano

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El camino de Dante pretende ser un homenaje en el séptimo centenario de la muerte del poeta, a la vez que un aporte a los estudios dantescos en la Argentina. La materia de estudio se ha distribuido, para una más clara comprensión, en cuatro secciones. Primero, se presenta un amplio panorama sobre el texto y el contexto. Luego, se toma el Infierno, del cual se ofrece un prolegómeno y se comentan catorce de sus cantos más significativos. Más adelante se desarrollan "El bestiario dantesco: monstruos y diablos", "Las aves, símiles y símbolos", "Dante hoy: la dantemanía", además de otros motivos. Finalmente, en el apéndice, se incluye la biografía del poeta, un sumario de las llamadas obras menores y un escrito titulado "El fin del camino, el comienzo de otro viaje", que responde a una exposición imaginativo-lírica que cierra el homenaje. Se agregan, también, un compendio de la totalidad de los cantos y los esquemas correspondientes a los tres reinos. Si bien el texto se centra en el Infierno, de forma constante se establecen relaciones con las otras dos cánticas del poema y se emiten opiniones sobre ellas.Dante representa, pues, la cima más alta de la literatura occidental de todos los tiempos. Aunque es cierto que la lectura de la Commedia no es banal y requiere cierta base cultural histórica, filosófica y teológica, cifro el anhelo en que El camino de Dante estimule al lector a frecuentar sus versos y que contribuya a profundizar sus conocimientos.

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Información

Año
2021
ISBN
9789876919494
I. El reino de la desesperanza

Infierno

La cántica inicial de la Comedia es la más difundida y gustada. Varias son las razones que convergen para otorgarle supremacía entre los lectores. Si se la compara con el Purgatorio, y en especial con el Paraíso, su lectura resulta más accesible y realista. Los cantos tienden a la captación figural de la realidad, reproduciendo la esencia del acontecimiento y del personaje y proyectándolos en un contexto religioso, moral o político. Una energía particular se desprende de los versos que estimulan la sensibilidad y contribuyen a provocar la emoción estética del receptor. La rebosante imaginación con que fue concebida y la topografía fantástica creada por Dante deslumbran y entusiasman a la vez. El dinamismo del relato, la tensión dramática de los episodios vinculados a la historia individual y al castigo de los pecadores, así como también la intensidad figurativa con que se los presenta, graban huellas que permanecen en la memoria de aquellos que han frecuentado su lectura.
El Infierno representa la degradación de la condición humana, el abandono del espíritu a los instintos, la dependencia al deseo material, la esclavitud del hombre al sometimiento de las pasiones no sujetas a la razón. Es el reino de la desesperanza, de la culpa y del castigo, del dolor y de la añoranza de la vida terrena.
Se abre como una inmensa sima, ubicada debajo de la ciudad de Jerusalén, que se extiende a través del hemisferio boreal hasta llegar al centro de la Tierra. Tan dilatado espacio se encuentra estructurado en nueve círculos concéntricos perfectamente delimitados. En cada uno de ellos se ubican los condenados de acuerdo con la gravedad del pecado cometido. Cuanto mayor es la falta, menor es el diámetro del círculo donde se encuentran; esto es, se sigue un criterio de proporcionalidad inversa con relación al espacio y a la culpa.
Si bien el esquema escatológico se corresponde en gran parte con el de la Eneida, Dante crea la formación de la fosa infernal y su correspondencia con la montaña del Purgatorio como consecuencia de la caída de Lucifer, las murallas de la ciudad de Dite y el abismo escarpado (ripa discoscesa) desde donde asciende el monstruo Gerión.
Para la distribución de los pecados en los diferentes círculos, el poeta se basa en los principios establecidos por Aristóteles en la Ética a Nicómaco –difundida por santo Tomás y la escolástica y divulgada por Brunetto Latini–, como explica Virgilio en el canto XI.
El lugar más próximo a la entrada del Averno es el Anteinfierno, donde los indiferentes esperan ser transportados por Caronte, el barquero con ojos de brasa. Después de cruzar el río Aqueronte, se encuentra el Limbo, primer círculo del Infierno en el que permanecen los paganos virtuosos y los niños muertos sin haber recibido el agua del bautismo. En el Limbo se halla el Noble Castillo, alegoría de la Sabiduría terrenal y de la Gloria, única construcción humana junto con las muros de la ciudad de Dite existentes en el Orco. El ámbito guarda cierta relación con los Campos Elíseos de los antiguos.
El Infierno, siguiendo a Aristóteles, se divide en tres grandes categorías de pecados: incontinencia (círculos primero a quinto), violencia (círculo séptimo), fraude (círculos octavo y noveno). El primer círculo está reservado a los herejes que, al igual que el Limbo, como resulta claro deducir, no fueron incluidos en la Ética a Nicómaco, se trata de un agregado de Dante.
Se incurre en el pecado de incontinencia cuando se obra sin que haya dolo, sin intencionalidad de hacer daño. Lo cometen los hombres que, como señala Dante refiriéndose a los pecadores carnales, “la ragion sommettono al talento” (V, 39) (La razón somete al talento). Corresponden a la lujuria, la gula, la avaricia y la prodigalidad, la ira y la acidia.
En el séptimo círculo padecen los culpables de haber cometido violencia. El lugar se organiza en tres cerquillos con sus correspondientes subcategorías de acuerdo con la persona u objeto contra quien se ejerció violencia: violentos contra el prójimo (homicidas y tiranos), violentos contra la propia persona (suicidas y disipadores) y violentos contra Dios, la naturaleza y el arte (blasfemos, sodomitas y usureros).
El pecado de fraude comprende los círculos séptimo y noveno, con una subdivisión: contra quien no se confía (octavo círculo) y contra quien se confía (noveno círculo).
El pozo octavo está integrado por diez sacos o Malebolge, neologismo dantesco que significa “malos sacos”. Cada bolgia o saco encierra una clase de pecador: l) rufianes y seductores; 2) aduladores y cortesanos; 3) simoníacos; 4) adivinos; 5) barateros; 6) hipócritas; 7) ladrones; 8) malos consejeros; 9) sembradores de discordia, y 10) falsarios.
En el reborde noveno dan cuenta de sus faltas los fraudulentos contra quienes se confían, aquellos que han traicionado la confianza que se les otorgó. Se distribuyen en cuatros zonas: Caína, traidores de los parientes; Antenora, traidores a la patria; Ptolomea, traidores a los huéspedes, y Judeca, traidores a los benefactores. En esta última, la más profunda y penumbrosa (IX, 28), se encuentra Lucifer que tritura con su boca a Judas Iscariote, traidor de Cristo, y a Casio y a Bruto, traidores de César y del Imperio Romano.
Muchos de los círculos están custodiados por un guardián, arquetipo del vicio que vigila. En algunas situaciones cumplen la función de ayudantes de los viajeros por designio divino o por pedido de Virgilio (Caronte, Flegias, Gerión, Anteo) y en otras, su rol es el de oponente (Cerbero, Pluto, Erinias, los demonios).
Topográficamente, el Averno está surcado por las aguas infernales que recorren diferentes zonas. Su origen se encuentra en las lágrimas vertidas por el Anciano de Creta (Gran Veglio), alegoría de la degradación del hombre a través de los siglos, que horadan la gruta infernal (XIV, 94-120). El llanto da nacimiento al Aqueronte, a la Estigia y al Flegetonte, que se precipita estruendosamente para formar al Cocito (κωκʋτός, “lamentación”), el río helado.
Además, la geografía del Infierno se encuentra quebrada por varios accidentes orográficos que dificultan la continuación del viaje: el barranco (burrato), entre el círculo sexto y el séptimo, formado por el terremoto producido por la muerte de Cristo (XII, 34-35), el abismo escarpado (ripa discoscesa), entre el reborde octavo y la Malebolge (XVI, 103, 114), y el pozo de los gigantes (XXXI), entre la Malebolge y el último círculo.
Topografía
Pecados
Custodios
Ubicación
Categorías
Subcategorías
Comienzo del descenso (catábasis)
Anteinfierno
Indiferencia
Caronte
Aqueronte
Círculo I
Limbo
Paganos virtuosos, niños no bautizados
Círculo II
Lujuria
Minos
Círculo III
Gula
Cerbero
Círculo IV
Avaricia y prodigalidad
Pluto
Círculo V
Iracundia
Flegias
Estigia
Círculo VI
Herejía
Furias
Dite
Círculo VII
Violencia
Minotauro
Flegetonte
Contra el prójimo
Quirón
Contra sí mismo
Arpías y perros
Contra Dios, la naturaleza y el arte
Círculo VIII
Malebolge
Fraude (contra quien no se fía)
Gerión
Abismo escarpado
Pozo de los gigantes
Nembrot, Anteo
Círculo IX
Traición (fraude contra quien se fía)
Cocito
A los parientes
Caína
A la patria
Antenora
A los huéspedes
Ptolomea
A los benefactores
Judeca
Lucifer
Centro de la Tierra
Salida del Infierno
Fin de la catábasis
Subida al Purgatorio
(Anábasis)
Caverna natural
De acuerdo con la gradación de los pecados y las irregularidades y desniveles del terreno presentados por Dante en su escatología, que los viajeros no pueden cruzar por sí mismos, se podrían diferenciar las siguientes zonas:
Límites topográfico-morales del Infierno
Círculos I a V ______________________ Alto Infierno
(Laguna Estigia)
Círculos VI y VII ______________________ Infierno Medio
(Abismo Escarpado)
Círculo VIII ______________________ Bajo Infierno
(Pozos de los gigantes)
Círculo IX ______________________ Infierno Profundo
El Infierno es el ámbito de la culpa, en consecuencia fue creado por Dios como un acto de justicia para reparar las faltas cometidas. “Giustizia mosse il mio alto fattore” (III, 4) (La justicia movió a mi alto Hacedor) se lee en su entrada. El “sistema jurídico” que impera se rige por la ley del contrapasso o contrappasso (contrapaso), de raíces aristotélico-tomistas, que se aplica en la totalidad de los círculos. Consiste en castigar con el mismo pecado, u otro similar, al que se cometió en vida. Se centra en el contrasufrimiento, como lo indica la etimología de la palabra de origen latino (contra + passum, participio pasado de patior, sufrir, soportar), el contracambio, que hace recordar a los condenados la falta en que se incurrió en la vida terrena. La ley del contrapaso procede por analogía o por oposición. En el primer caso, en el círculo VIII donde se ubican los sembradores de discordia, Dante se encuentra con Beltrán del Bornio. Era creencia que el trovador provenzal había incitado a la discordia entre Enrique del Manto Corto y su padre, Enrique II de Inglaterra: luego, se cumple en él la ley del contrapasso y aparece terriblemente mutilado. Camina decapitado, llevando su cabeza asida por el pelo. El pecador dice: “Perch’ io parti’ così giunte persone, / partito porto il mio cerebro, lasso!, / dal suo principio ch’ è in questo troncone. // Così s’ osserva in me lo contrapasso” (XXVIII, 139-142) (Porque aparté a personas tan unidas, / ¡ay! Separado llevo mi cerebro / de su principio que está en este cuerpo. // Así el contrapasso en mí se cumple”). Se trata de un claro ejemplo de contrapasso por analogía. Como Beltrán separó en la vida terrena al hijo del padre, en el más allá su cuerpo se halla dividido.
En el cuarto círculo, los pródigos mueven inútilmente grandes bloques de piedra. Del mismo modo que dilapidaron sus riquezas, ahora como castigo deben abrazarse a las rocas, símbolo de sus bienes derrochados. La punición procede, entonces, por oposición.
En el rico panorama que ofrece el Infierno dantesco, contrariamente a lo que se podría pensar, la mayoría de los castigos no consisten en sanciones ígneas, sino en borrascas que no cesan, en comer lodo, en sufrir hedores pútridos, en estar sumergido en excrementos, en suspirar bajo aguas pantanosas, en permanecer hundido en ríos hemáticos, en convertirse en árbol, en padecer castigos de látigo y tridente, en yacer cabeza abajo, en mirar permanentemente hacia atrás, en vestir pesadas capas doradas de plomo, en metamorfosearse en reptiles, en estar congelado, entre otros. El fuego está reservado solo para unos pocos condenados. Aparece en cuatro círculos: el de los herejes, sepultados en tumbas incandescentes; el de los violentos, confinados a padecer en un arenal donde llueven llamas; el de los simoníacos, que se encuentran con el cuerpo invertido, con llamitas en la planta de los pies; el de los malos consejeros, envueltos en llamas de fuego.
El Infierno de Dante es, pues, un prodigio de imágenes realistas y fantásticas armonizadas por la sonoridad rítmica del verso, por un preciso léxico descriptivo y por la elaboración de un lenguaje que apunta a crear una dimensión moral ofrecida como reparación de las injusticias terrenas.

“Nel mezzo del cammin di nostra vita…” (canto I)

“En medio del camino de nuestra vida…”, así Dante da comienzo a una larga reflexión que se extiende por los aproximadamente 14.000 versos que integran la Comedia, una vivencia humana recuperada a través de la memoria que traza un viaje alegórico que va de la dolorosa experiencia del pecado al gozo de la beatitud; un camino de perfección por el cual un personaje llamado Dante, doble ficcional del autor, intenta corregir su moral quebrantada y purgar los errores de su vida; en definitiva, un itinerario penitencial en el que busca salvarse y restablecer las virtudes cristianas de la humanidad perdidas por causa del pecado. Tal es la esencia del canto de apertura del Infierno.
Por su temática y ambientación, se lo considera el prólogo de la obra. Si se deja de lado el hecho de que el Infierno rompe con la simetría numérica de las otras dos cánticas, ya que posee treinta y cuatro cantos, los acontecimientos narrados se inician antes del descenso al Averno, en un escenario que corresponde a una geografía terrena más que a una descripción fantástica de ultratumba. Aunque la mayoría de los versos posee una fuerte impronta alegórica, los elementos enumerados son fácilmente reconocibles y se los representa de forma realista y no como una visión terrorífica que dé la sensación de estar fuera del mundo: la selva, la colina, las fieras. Asimismo, el autor, por medio del personaje nominado igual que él, brinda información biográfica sobre su persona. Da noticias más o menos precisas sobre su edad, su condición moral, sus sentimientos y sus estados de ánimo. También se hace mención de un momento histórico preciso: el gobierno de Julio César, y aparece un referente concreto que tuvo existencia palpable en un tiempo determinado: Virgilio. El hecho de trasladar a una dimensión eterna una presencia tangible y no una figura abstracta, alegórica, como era usual, no tiene antecedentes en ninguna obra medieval.
Además, no solo se presentan las características iniciales del viaje, sino que, de forma implícita, se fijan los fundamentos sobre los cuales se asentará la escritura, esto es el estilo, la poética figural y la condición de la materia por tratar, el recuerdo de lo vivido en el más allá que se tuvo el privilegio de visitar por gracia divina.
A través de la voz del poeta latino, se aboceta una dimensión metaléptica al insertar, en el fluir del relato, un nivel diegético metatextual que puntualiza la estructura del texto y las etapas del viaje. Todo ello otorga características peculiares al canto I del Infierno al punto de que se lo juzga como el “Proemio en la Tierra”, pues resume la integridad de la obra.
El contenido se articula alrededor de tres núcleos sémicos: el extravío (smarrimento), la amenaza ...

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