Locura y colonialidad
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Locura y colonialidad

Ontología crítica del encierro

  1. 150 páginas
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Locura y colonialidad

Ontología crítica del encierro

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Daniel Fränkel afirma que la colonialidad actual en América Latina recurre al componente simbólico con el objetivo de fortalecer el sometimiento. Su presencia en las democracias americanas de estos tiempos se manifiesta en el formato de intrusión en las conciencias colectivas y también de su aceptación voluntaria. Este libro revela los alcances que tiene la colonialidad en el contexto latinoamericano y, específicamente, en Argentina. Además, destaca la relevancia de la nuda subjetividad y la colonialidad del encierro como dos categorías biopolíticas centrales que explican el alcance que tiene la sumisión.El autor sostiene que la experiencia americana mantiene viva la llama del colonialismo interno y explica el compromiso del poder por ajustar la subjetividad y configurar deseos y voluntades en una lógica contraria a la libertad. Precisamente, es en el espacio simbólico donde se disputa la lucha entre emancipación y esclavitud; de este modo, la decisión del poder al invadir las conciencias colectivas, al afectar deseos y voluntades, representa un violento dispositivo para producir sumisión. En otras palabras, es una construcción de verdad que opera con falacia, con coacción, con una ética ligada al control y disciplinamiento de las conciencias y al repliegue colectivo de las mayorías poblacionales. En consecuencia, el autor plantea el desafío de renovadas técnicas de sometimiento, las interpelaciones a la servidumbre voluntaria y el rol de las resistencias colectivas.

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Información

Año
2021
ISBN
9789876919500

Colonialidad del encierro

Desde que nacemos, nos entrenan para no ver más que pedacitos. La cultura dominante, cultura del desvinculo, rompe la historia pasada como rompe la realidad presente; y prohíbe armar el rompecabezas.
Eduardo Galeano, “El elefante”
Colonialidad es gestión del encierro. La eugenesia social aporta desde la mirada biopolítica una comprensión crítica respecto de técnicas de manipulación de las conciencias, el plan de eliminación masiva de la población a la cual se expulsa de la vida digna o al arrasamiento subjetivo. Así, el enfoque biopolítico conforma el paradigma que permite interpretar la colonialidad en condiciones de encierro o en las exposiciones de los cuerpos; por tanto, actualiza el campo de las ideas y de la cultura.
Precisamente, retomamos la discusión acerca de si la biopolítica conforma la fase superior del capitalismo o si es expresión de los cambios transformadores del capitalismo, en cuyo caso permite comprender los senderos por los cuales transcurre la dominación neoliberal de estos tiempos. Retomamos el planteo ya adelantado en el capítulo sobre epistemologías en cuanto a que el enfoque biopolítico no representa una fase superior del capitalismo, sino que es la misma estructura del capitalismo que se va trasformando; de este modo el análisis que proponemos permite comprender los senderos que ejerce la dominación neoliberal en estos tiempos.
La consideración biopolítica que tomamos en cuenta no actúa en forma abstracta, sino que nos permite desentrañar aquello que Mignolo considera como historia de ciencia ficción cuando, en realidad, responde a una planificación racional del poder-Estado o mercado tendiente al confinamiento a la vida espectral de las mayorías poblacionales. Cuando nos referimos a la persistencia de la colonialidad, estamos diciendo que el poder se sostiene interviniendo en la cultura y en las conciencias; como tal, opera en el imaginario colectivo. Y se transmuta poco a poco en algo tan “cotidiano”, tan natural que, llegado un momento, ya no es percibido como inusual.
Hoy la colonialidad se asienta en el proyecto de democracias liberales, en un mundo global que legitima el despojo subjetivo y la producción masiva de la muerte en vida.
De esta forma, la marca que graba lo simbólico guarda artilugios –en el uso del lenguaje, en los gestos, las imágenes o en la espectacularidad mediática–; todos se confinan a un mismo campo conceptual consignado a generar credibilidad. Los usos simbólicos que el poder pone a disposición encubren y naturalizan el despojo, limitan resistencias o evaden el conflicto. Así, la confrontación en torno al campo simbólico-cultural se manifiesta como uno de los dispositivos que permiten al poder alcanzar su máxima eficiencia. Este enlace es una manifestación actualizada del nuevo encuadre biopolítico que considera la colonialidad como una lógica de encierro en un único y posible mundo neoliberal.
Justamente el encierro asigna una especificidad regional y americanista al tradicional enfoque eurocentrista y anglosajón; permite unificar e interpretar las diferentes y particulares formas de control material y simbólico: los gustos, la estética, la organización semántica, el conocimiento; en fin, cómo se forman, transforman y adormecen subjetividades desde un tinte ni local ni universal, sino consignado únicamente al espacio territorial latinoamericano.
De igual forma, nutre al poder mediante dos procedimientos simultáneos que también se incluyen excluyéndose –el pregón de libertad, igualdad y progreso, la promesa por el bien común, la universalidad de derechos, el bienestar, las oportunidades para todos, el sueño de salvación, la lealtad hacia la nación, el fervor patriótico–, que conviven con jactancias por el infinito derrame que nunca llega. Tal como en el viejo colonialismo en el que el colonizador se esfuerza por falsificar la historia y transformar la mentira en legitimidad, el poder de estos tiempos vela por renovadas adulteraciones.66 Porque, sin las evidencias que otorga la ensoñación, el encierro simbólico reduce la subjetividad a la desesperanza, al repliegue y, finalmente, a la sumisión voluntariamente aceptada e intencionalmente producida.67
¿Por qué colonialidad del encierro? El recorrido metodológico –arqueológico y genealógico– que provee el análisis de la locura confiere un poderoso analizador institucional de la colonialidad considerada como política de encierro. Sugiere que no hay un vacío devenido real. Por el contrario, es un espacio existente que opera invisibilizando lo visible. Es decir que va más allá de su armazón institucional, expresado en el encierro manicomial; el encierro compone e invade el campo político. La colonialidad se asume como política de encierro masivo.
Por ello el formato de la colonialidad para América Latina, acrecentado por el neoliberalismo, es invariablemente la muerte en vida para las mayorías. La lógica de la colonialidad es el encierro simbólico por cuanto expone al sujeto en su desnudez simbólica; junto al arrasamiento material, el objetivo es confinarlo en sí mismo, distante, cada vez más superfluo y previsible. Así, la vida encerrada, desposeída, es muerte en vida; es la mirada biopolítica que permite identificar estos hallazgos que impone el capitalismo.
El beneplácito por tolerar y alentar el campus manicomial es auspiciar y legitimar estructuras totalitarias que validan el control total, condicionan conductas o conciencias colectivas; en fin, el encierro –material o simbólico– constituye un instrumento necesario para ratificar la servidumbre voluntariamente aceptada.68
La colonialidad del encierro se expresa en múltiples y audaces artificios que van renovando e inventando maquillajes a los fines de legitimar una falsa misión progresista y humana por convertir el despojo en un futuro auspicioso.
Retomamos nuevamente que el encierro simbólico es simultáneamente espacio exterior e interior.69 Es interior y exterior, porque el sujeto está incluido por medio de su propia exclusión. Precisamente el manicomio y la política grafican el borramiento de dichos limites, la indistinción entre el adentro y el afuera; entre inclusión y exclusión. En otras palabras: así como el poder normaliza la vida, también precisa que quien está integrado además sea expulsado.
Por esta razón, el poder legitima en este doble acto simultáneo y contradictorio la vida confinada. Entre el afuera y el adentro construye límites difusos que, al mismo tiempo, coexisten como estructuras que se incluyen excluyéndose.
En otras palabras, la finalidad por procurar y sostener la indiferenciación tiene como propósito confundir, y, sobre todo, anestesiar y con ello favorecer el síndrome totalitario de la superfluidad e indiferencia. Para ello afina el propósito de adecuar permanentemente instrumentos que aseguren confusión entre ensoñación mesiánica de un futuro promisorio atrapado por un pasado que no deja de estar presente: “todo pasado ha sido mejor” o “el pasado nos condena”.
De este modo el arte de gobierno es mantener y mejorar las técnicas de sumisión. El punto de vista moderno de la soberanía es apelar constantemente a la idea mesiánica de que igualdad o libertad son posibles. Aún más, los gobiernos exigen obediencia a cambio de seguridad. El poder se constituye como un gran referente bienhechor: simula superar las condiciones de indignidad al tiempo que gestiona intolerancia, normaliza la inseguridad, genera desvalimiento, arrasamiento, procura atraso, favorece la pobreza.

Violencia, neoliberalismo y campo simbólico

En los tiempos neoliberales, de restauración de la nueva colonialidad, al igual que la vida, la subjetividad se ha convertido en el objeto y el objetivo de la política. Aun cuando todo Estado se comprometa hipócritamente en resguardar el bienestar y la felicidad colectiva, paradójicamente los objetivos del poder son los de sostener el sometimiento. ¿De qué sujeto se está hablando? ¿Quién debe vivir replegado?
Precisamente consideramos que el neoliberalismo es el momento más demoledor del capitalismo por cuanto invade sujetos, desvirtúa culturas, engaña sobre derechos, reprime libertades, coloniza a los sujetos y los transforma en capital mercantil, en valor monetario y en maximización de intereses. El capitalismo de estos tiempos es el neoliberalismo que tritura a la humanidad.70
Justamente la vida se discute en un tono de aparente libertad y apertura. No obstante, la imagen humanitaria de las políticas con sus valores de inclusión finalmente termina desplomándose ante la evidencia de que los derechos resultan abstractos y por ello inalcanzables para las mayorías. El discurso igualitario termina chocando con la incesante producción de racialidad que prueba y da cuenta de que unas vidas son más valiosas que otras71 y, con ella, la creciente tendencia a falsificar la otredad.
¡He aquí nuevamente el punto de encuentro entre biopolítica y colonialidad! Entre la indiferencia y la ensoñación, el vaciamiento de las democracias despeja la función homicida del Estado.72
¿Qué permanece de la democracia? ¿Elecciones libres, mercado libre, protestas contra dictadores, contra tiranías y autoritarismos, estado de sitio? ¿Imperio de la ley y el orden? ¿Estabilidad, distribución más justa de la riqueza material? ¿Derechos individuales?
En su trayectoria arrasadora el neoliberalismo también está anulando silenciosamente elementos básicos de la democracia capitalista: vocabularios, principios de justicia, culturas políticas, hábitos de ciudadanía, prácticas de gobierno, imaginarios democráticos.
¿Es la expresión de las voces de la multitud o protección del individualismo?; ¿es el ideal de consumación de la libertad? ¿Es la clave civilizadora de Occidente?; ¿es un argumento para el colonialismo y su capacidad de sojuzgar? ¿Es estado deliberativo, participativo, plebiscitario?; ¿es gobierno del pueblo o también gobierno por el pueblo? ¿De qué pueblo se habla? ¿Las mayorías? ¿Los homines sacri?, ¿las elites gobernantes?, ¿todos?73
En este recorrido en el que se asume para gobernar la razón autoritaria, el horizonte que se perfila es la posición de superfluidad radical indefinida; es el único interés que mueve a los hombres que es ser amos de sí mismos y, por lo tanto, sujetos denegatorios de los Otros, los cuales también están implicados paradójicamente en la lucha emancipadora y, al mismo tiempo, maximizadora de intereses. De esta forma la economización de la sociedad no es más que desintegración.
El imperativo de estos tiempos es el homo oeconomicus y para él la propuesta de vida es la desigualdad radical. No obstante, demuestra plasticidad y astucia al penetrar en las subjetividades colectivas: a través de estrategias cada vez más sofisticadas y profundas, es capaz de falsificar y adaptarse a diferentes formatos culturales, políticos o sociales no menos cruentos que los anteriores, pero finalmente eficaces para estos tiempos.74 En última instancia, cuando no alcanza con la manipulación de la...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Epígrafe
  5. Prólogo, por Ana María Talak
  6. Introducción
  7. Colonialidad
  8. Epistemologías: eugenesia social y colonialidad
  9. Colonialidad del encierro
  10. Desposesiones: subjetividades desnudas
  11. Servidumbres, resistencias
  12. Nosotros, desventurados incautos, confiamos en la verdad
  13. Epílogo. Locura y colonialidad
  14. Créditos