Pues como piensa dentro de sí, así es…
(Proverbios 23:7)
UNO
Somos lo que pensamos
A James Allen lo han llamado un hombre misterioso de la literatura. Nunca alcanzó fama ni fortuna, y murió a los 48 años de edad. Escribió 19 o 20 libros, sin decir mucho sobre él mismo, y ninguno se vendió particularmente bien mientras vivía. Sin embargo, un pequeño volumen —su segundo libro y uno que ni a él le gustaba— ha vendido millones de copias desde entonces, y ha influenciado miles de vidas.
Se titula As a Man Thinketh [Como un hombre piensa, así es su vida], basado en Proverbios 23:7: «Pues como piensa dentro de sí, así es». El tema de As a Man Thinketh es sencillo: Nuestros pensamientos son lo más importante que tenemos. Allen escribió: «Los buenos pensamientos y acciones nunca pueden producir malos resultados; los malos pensamientos y acciones jamás producen buenos resultados. Es como decir que del maíz no puede salir otra cosa que maíz, y las ortigas solo producen ortigas. Los hombres entienden esta ley en el mundo natural y se adaptan a ella, pero pocos la comprenden en el mundo mental y moral (aunque aquí también es igual de simple y constante)».1
Lo que James quiso decir es que somos lo que pensamos, y nuestras vidas se dirigen en la dirección hacia donde van nuestros pensamientos. Si tenemos pensamientos iracundos, estaremos enojados; si pensamos cosas positivas, seremos positivos; si nuestros pensamientos son negativos, seremos negativos. La mente es un jardín que tenemos que cultivar, y somos responsables de la clase de semillas que sembramos en los surcos de nuestra mente.
Creo que la Biblia es el mensaje inspirado e indefectible de un Dios que es tanto íntimo como infinito, y que es omnisciente y omnipotente. La Escritura verbaliza la inteligencia revelada de Dios sobre cómo deberíamos pensar, sentir, actuar y hablar. Su teología es terapéutica y su consejo es sensato. Todos los versículos de la Biblia son invalorables, porque toda la Escritura es inspirada por Dios, y tenemos que vivir según cada palabra que procede de Su boca (2 Tim. 3:16; Mat. 4:4). Un versículo aprendido se graba en nuestra memoria y de allí pasa a nuestro consciente y subconsciente. El principio de Proverbios 23:7 es verdad siempre. Es una ley inquebrantable de la vida que no puede ser alterada y que permanecerá mientras exista la naturaleza humana: pues como pensamos dentro de nosotros, así somos.
… mandato sobre mandato, línea sobre línea […],
un poco aquí, un poco allá…
(Isaías 28:13)
DOS
Cómo memorizar la Escritura
H ace poco, tuve una charla interesante con Dallas Willard sobre la memorización de la Escritura. El Dr. Willard es profesor en la Escuela de Filosofía de la UCLA, y un excelente pensador y escritor. Además, es un entusiasta defensor de la memorización de la Escritura. Le pregunté por qué estaba tan convencido de la bondad de este hábito, y me dijo que, en gran parte, su vida fue formada al crecer en un ambiente que hacía énfasis en grabar la Palabra de Dios en los surcos del corazón.
«He descubierto que, al memorizar la Escritura, los increíbles tesoros de la Palabra no solo están disponibles en mi mente, sino que se comunican a todo mi ser, de manera que es un testimonio del poder sustancial de la Palabra de Dios», expresó.
El Dr. Willard sugiere memorizar pasajes enteros en lugar de versículos aislados, y estoy de acuerdo.
«Memorizar versículos es bueno, pero cuando hablo de memorizar la Escritura, en realidad me refiero a memorizar pasajes, salmos enteros, o partes extensas de las Epístolas o los Evangelios», afirmó Willard. «Esto afecta no solo la manera de pensar sino toda nuestra perspectiva. Para mí, para que algo sea eficaz en la formación espiritual o en el crecimiento de la gracia, tiene que ser integral. No puede ser algo al margen, unos pocos versículos memorizados. Una ilustración sencilla es el Salmo 23. Muchas personas lo han memorizado, pero no permiten que afecte su manera de pensar y de actuar al meditar en él como deberían. Tenerlo almacenado en la mente es un recurso poderoso para el desarrollo interior».
Y añadió: «También es importante para [compartir con los demás] porque es extraño cómo tener grabados pasajes extensos de la Palabra de Dios en la mente produce bosquejos, perspectivas y maneras de expresar que permearán tu forma de hablar, tu conversación y tu predicación. Es lo más importante que he descubierto con el tiempo: que hay poder al memorizar pasajes largos de la Palabra».2
El Dr. Willard tiene razón. Cuando acumulamos versículo sobre ver-sículo, memorizamos la Escritura en contexto, y es más probable que la interpretemos adecuadamente en el proceso de la meditación. Así que considera el libro que tienes en tus manos como una herramienta para ubicar 100 pasajes distintos en los cuales puedes profundizar; no solo 100 versículos aislados.
No hace falta que empieces con un pasaje largo, o incluso con un versículo extenso. Simplemente, empieza con una palabra: la primera palabra del versículo, y luego añade la próxima, y la próxima.
Como lo expresa Isaías: «… mandato sobre mandato, línea sobre línea […], un poco aquí, un poco allá…» (Isa. 28:13). Es como pintar el interior de tu mente con los colores de Dios, de a una pincelada a la vez.
… pon sus palabras en tu corazón.
(Job 22:22)
TRES
Cómo llevar la Escritura al subconsciente
H ace unos años, Philip tuvo un accidente terrible en una avioneta. Cuando recuperó la conciencia, la mente de Philip estaba fragmentada con imágenes aisladas y confusas. Pasaron las horas, y al comenzar a pensar con más claridad, de repente, le vinieron a la mente una serie de pensamientos, como brillantes rayos de luz. No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros… quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada… No teman… Porque de tal manera amó Dios al mundo… ¿habrá algo imposible para mí?
Estos eran fragmentos de pasajes bíblicos, pero Philip no era un hombre religioso, y no iba a la iglesia. No había abierto una Biblia en años y, por cierto, jamás había memorizado un versículo bíblico.
¿O sí? Lentamente, algunos recuerdos imprecisos se filtraron en su mente. Un pequeño círculo de sillas rojas. La anciana Sra. Wolf con una Biblia abierta sobre la falda. Tarjetitas. Premios.
A los cinco años de edad, Philip había asistido a la escuela dominical, y la maestra los había entrenado a memorizar versículos bíblicos. Los que aprendían recibían premios, pero Philip nunca había ganado uno; había sido una desilusión para la Sra. Wolf. Sin embargo, en las profundidades de su cerebro, esos versículos permanecían como semillas latentes, esperando el momento justo para germinar.
Philip se recuperó lentamente de sus heridas y, en el proceso, él y su esposa se comprometieron con Cristo y comenzaron a ir a la iglesia. Muchos años después, Philip me contó esta historia por teléfono, y su entusiasmo por memorizar pasajes bíblicos y por plantar versículos en las mentes de los jóvenes de todas las edades era muy evidente. Su vida había cambiado por versículos que ni siquiera recordaba haber aprendido.
Cuando memorizamos una palabra, una frase, una línea o un versículo de la Palabra de Dios, es como implantar una poderosa partícula radioactiva de la mente misma de Dios en nuestros cerebros finitos. Cuando la repasamos o la escuchamos, penetra aún más en nuestra mente, y al aprenderla de memoria, desciende a las grietas y recovecos escondidos de nuestra alma. Al meditar en ella, comienza a enviar olas suaves y terapéuticas de influencia. Y, como enseñó el apóstol Pablo, somos transformados mediante la renovación de nuestra mente (ver Rom. 12:2).
Por eso, el Señ...