Silicona 5.0
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Silicona 5.0

  1. 320 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Silicona 5.0

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Índice
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Información del libro

Un día, recuperándose de un infarto en su apartamento de Daytona Beach, Facundo Walsh Ocampo descubre que le han robado la identidad y decide cruzar la frontera de México para encontrarse con su substituto. En la búsqueda del falsificador, descubrirá una falsificación mayor, la suya propia. La despiadada competencia por el éxito económico han convertido al protagonista en un robot altamente efectivo, sin memoria y sin identidad propia. De la misma forma, las robots provistas de inteligencia artificial que él mismo vende en Asia sustituyen no solo el sexo sino también el amor y la comprensión de su dueño en un mundo corrompido por la fiebre del consumo y la destrucción del adversario.Con Silicona 5.0 el autor de Crisis vuelve con un contrapunto entre el presente colectivo y la memoria individual, entre la identidad y sus sustitutos, entre la excitación del consumo y la pérdida del factor humano, entre la muerte del presente y el renacimientodel pasado como forma de rescate y redención.

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Información

Editorial
Baile del Sol
Año
2021
ISBN
9788418699221
Categoría
Literature

ii
del otro otro lado

San Diego

Llegó a San Diego a las 2:15 de la tarde. En el aeropuerto, alquiló un auto barato y cruzó hasta Tijuana. Podía haber volado directamente, pero estaba decidido a contradecir, aunque solo fuese de esa forma modesta y casi cobarde, su efectivo sentido común, ese del cual siempre se había vanagloriado, esa carga de frustraciones propias que había arrojado tantas veces en la cara de sus dependientes más ineficientes.
Puso en el GPS la dirección del hotel de la tarjeta que había encontrado en su maleta de viaje. Según el navegador, siempre exageradamente optimista, estaría en Tijuana en una hora.
Antes de salir revisó los mensajes en su teléfono. Jeff le había enviado uno de sus habituales links de YouTube con charlas motivacionales. Iba a ignorarlo, pero casi por accidente pasó el dedo sobre el link y el video comenzó a correr, mientras él intentaba despejar la vía de salida. Dejó el teléfono en el asiento del conductor y se apresuró a salir del aeropuerto.
... entonces, lo que me tenía que asegurar era que esa gente me iba a seguir, que iba a seguir la historia que teníamos que crear juntos, y muchas veces me tocó, bueno, detectar rápidamente quién iba a seguir conmigo y quién no iba a seguir conmigo. No importaba tanto si era el más capaz o el menos capaz. El más capaz, si no está comprometido y no sigue, y no es parte de la comunicación, y no está comprometido, desaparece...
En un semáforo todavía en rojo, echó una mirada rápida al teléfono. En el video, un hombre canoso, tal vez en sus cincuenta, como él, daba una charla en lo que parecía un salón de clase, delante de una pantalla donde se proyectaba un PowerPoint.
... por lo tanto, no está escrito, porque no me gusta escribirlo, pero... Cuando yo llegué a Venezuela, veinte directores y vicepresidentes volaron la primera semana. Era un takeover, era distinto...
Por un momento pensó que era el mismo Jeff el que hablaba. La misma voz, aunque se sentía cierto acento argentino, de un argentino internacionalizado, algo neutralizado. Miró para asegurarse de que no era él. No, no era (no debía molestarse en felicitarlo), pero se parecía en los gestos, en la delgadez, en la forma de vestir y de moverse ante su público, en esa indisimulada, inconmensurable autoestima del hombre de negocios que se cree el alfa y omega de un mundo próspero y heroico. Un segundo antes de que la roja cambiase a verde, leyó abajo, en el título del video, el nombre del conferenciante: «Charla ‘El Rol del CEO’ con Luis Malvido, nuevo presidente de Aerolíneas Argentinas. 2308 views. Marsellus Wallace. Published on Jul 31, 2018...».
Verde y bocinazo. Volvió a arrojar el teléfono sin haber tenido tiempo a apagarlo.
... la empresa no era nuestra, era de Bell South. Pero, a partir de ahí, todo el mundo sabía quién mandaba... Yo siempre digo, y lo digo en otros ámbitos, lo voy a decir acá porque somos pocos... En la naturaleza esto es lo que ocurre. Cuando un león joven le gana al león macho, lo primero que hace es matar a toda cría. Y eso pasa en las empresas. Y si no pasa, explota. Porque siempre habrá conspiraciones por detrás que harán que la historia se caiga.
Facundo intenta tomar el teléfono, pero se resbala y cae debajo del asiento del acompañante. Ha entrado en una autopista y no puede parar, como el CEO de Aerolíneas Argentinas.
... estamos solos, nadie va a venir a salvarnos, por lo menos a corto plazo...
Otra roja. Facundo se detiene y se estira para agarrar su teléfono, pero el cinto de seguridad se lo hace difícil. Insulta, se estira, pero no llega.
... tenemos que salvar a la compañía, tenemos que hacer estas cosas bien...
Verde.
... piensen que en la Argentina, en aquel momento, operaba...
Otra vez le tocan bocina. Al parecer era una costumbre en esa parte del país.
Hubo varias empresas americanas, americanas o europeas que desaparecieron de un día para el otro.
Hizo una maniobra de último momento y logró entrar a la I-5 Sur en lugar de tomar la desviación a la izquierda que iba al norte. Luego un cartel que anunciaba Escondido ¼ miles. Por un momento se arrepintió de no haber alquilado un auto más potente. Había perdido la costumbre de manejar un Buick. Chula Vista 8.
... para mí, la semana esa en que echamos a tanta gente fue bestial... esa experiencia...
Logró salirse en un desvío y terminó frente a un edificio que era un gran bloque de hormigón sin ventanas. Frenó, casi con violencia, se liberó del cinto y se arrojó sobre el asiento del acompañante como si persiguiese un pequeño animal escurridizo.
...a alguno de ustedes les ha tocado... (decía el animal escurridizo) tomar decisiones, y echar a amigos, a gente que me decía «no me podés hacer esto vos a mí...». Gente con la que habíamos empezado la empresa de cero... Fue realmente terrible. Pero fue un aprendizaje. Creo que me hizo más duro...
Hasta que finalmente pudo agarrar el teléfono y lo apagó.
Tijuana. La Aurora.
A las 4:10 de la tarde estaba en Tijuana y a las 4:35 llegó a la oficina de La Aurora. Un cartelito en la puerta decía oficina, pero adentro parecía más bien un depósito de herramientas. Una joven de sonrisa indiferente lo recibió sin dejar de mirar la pantalla de su computadora.
—¿En qué lo puedo servir? —dijo ella. Tenía las uñas largas y decoradas y un delfín tatuado en un hombro.
—Lo de siempre —dijo Facundo.
La joven lo miró un momento, como si no entendiera.
—Tres noches —dijo Facundo, extendiéndole el pasaporte.
La joven leyó:
Sr. Walsh Ocampo...
Y dijo:
—Su nombre me resulta familiar. Pero soy nueva y no conozco los clientes habituales... Deje que busque aquí un momento...
Facundo pensó que aquella joven no iba a durar tres meses allí. Pero enseguida se dio cuenta de que era un pensamiento reflejo. En México, en una empresa que no estuviese bajo su administración o la de Jeff, no habría durado tres meses. Ni uno. Ni siquiera habría sido contratada. Bastaba con echarle una mirada rápida. Los años le habían refinado esa intuición de predecir el futuro a través de la efectividad de alguien haciendo algo. Podía oler a una persona que tomaba café en una mesa contigua a la suya en cualquier Starbucks. Pero la chica tenía unas piernas hermosas y probablemente el gerentecito de aquel lugar habría considerado este plus.
Sus uñas eran exageradamente largas y estaban pintadas de diferentes colores. Un tiempo excesivo dedicado a nada, pensó. Definitivamente, era un milagro que pudiese teclear o usar el teléfono móvil que tenía al alcance de la mano, en el que se podía ver algo así como la conversación de un chat que se iba alargando solo, sin que ella pudiese responder por culpa de un cliente inoportuno.
A un costado, sobre la barra de la recepción, estaban las tarjetas del negocio, sostenidas por una manita de acrílico. Tomó una. Hotel La Aurora. Los mismos pajaritos volando. Tres. Uno más chiquito que el otro. Uno más lejano que el otro. Por debajo, justo al medio de la tarjetita, una fina línea horizontal que debía representar el horizonte del mar. Una muestra de arte minimalista, una miniatura reproducida por cien y con valor escaso, cero, llena del pasado entusiasmo de un pequeño hombre de negocios, probablemente vencido a esta altura, echándose una siesta en ese momento luego de un almuerzo regado con dos copas de vino, probablemente su único gran placer del día y del resto de sus días. Porque no todos pueden ganar en ese juego. Porque casi nadie gana. Ni siquiera los poquitos que ganan.
Tomó una tarjeta. ¿Cómo mierda había llegado hasta allí? No se lo explicaba. Sacó la suya, la de la empresa, y las comparó. Las dos tarjetitas eran del mismo tamaño. La suya no tenía dibujitos, solo su nombre, orgulloso, sobre la gran amenaza:
Facundo Walsh Ocampo
Simons Hayyet Group.
Chief Operating Officer
No tenía ni dibujitos ni teléfono ni correo electrónico, para aumentar la ansiedad de la búsqueda del potencial cliente, para que considere un número escrito a mano del otro lado como una oportunidad especial de conocer a Dios y a los ángeles. Le había tomado demasiado tiempo reemplazar la primera O de COO por una E. Tal vez nunca lo lograría, aunque más valía ser COO de Simosn Hayyet que CEO de La Aurora.
Se rio y la secretaria le contestó con una sonrisa.
La tarjeta era exactamente igual a la que tenía en un bolsillo interior del saco. ¿Cómo podía no recordar cómo y cuándo había llegado hasta allí la última vez? Lo suyo debía de ser grave, se dijo, entre irónico y serio. O no. No, no era para tanto. No tenía que ser, necesariamente, una consecuencia, grave o pasajera, de su infarto, de alguna forma de demencia precoz escrita en su ADN (su madre se había perdido una noche en una playa sucia de Buenos Aires y él en el calor blanco y ciego de Tijuana). Era simple consecuencia del estrés de su trabajo, del divorcio, de la costumbre de olvidar lo irrelevante. En los últimos años había estado en países que ya ni recordaba. ¿Cuántas veces había estado en Singapur? No sabía decirlo. ¿Había estado alguna vez en Bangladesh? No lo sabía, y no era de ahora. Recordaba, perfectamente, una cena en Tucson, donde la hija de una empresaria de Bangladesh le había preguntado si conocía Dhaka. Estaba seguro de haber estado en Bangladesh, por lo menos dos veces, pero no podía recordar el nombre de su capital. Dhaka, le había dicho la chica, con sus enormes ojos y una sonrisa blanquísima. Pero no recordaba, ni el nombre de la ciudad ni si había estado en Dhaka, pero sí se recordaba aterrizando en Bangladesh, como un insecto se posa en un mapa abierto, producto quizás del aburrido e interminable vuelo mirando en una pantallita de los asientos el avioncito avanzando como un microbio, durante horas, hacia ese punto del planeta que nunca soñó ni quiso conocer. No estuvo en tránsito sino para resolver un conflicto menor sobre la venta de celulares con Banglalink. Debió de ser en el 2010, porque en la reunión del directorio habían hablado de Obama y de la recuperación de GM y el salvamento de los bancos, aquello de too big to fall. «Capitalismo para los pobres y socialismo para los ricos» había dicho un hombre de piel oscura y bigotes blancos. ¿Por qué se acordaba de aquel rostro y aquellas palabras como si lo estuviese viendo y escuchando ahora? También recordaba su preocupación, o, mejor dicho, su discurso preocupado sobre los efectos catastróficos del Calentamiento Global en Bangladesh, un país que sufriría especialmente, como ningún otro (¿de dónde habría sacado este dato?) los efectos que no había causado. El maldito Calentamiento Global había sido responsabilidad de los ricos y debían pagarlo los pobres, como los habitantes de Bangladesh. Casi se puso a llorar, y probablemente su voz quebrada debió de tener un efecto positivo en el directorio que, finalmente, firmó el nuevo contrato, no porque alguno de ellos fuese pobre, sino porque los sensibilizó la solidaridad nacional de alguien venido de arriba, de Estados Unidos, como Hernán Cortes había descendido del cielo para salvar México. Esto lo recordaba perfectamente, porque había sido una de esas operaciones heroicas donde uno es capaz de defender una idea con pasión sin creer un ápice en ella, por el solo propósito de agradar a una audiencia que debía tomar la decisión de firmar o no firmar el convenio de los teléfonos celulares. Tal vez la broma del hombre que parecía una foto en negativo le despertó las silenciosas alarmas que le habían revelado que estaba ante un izquierdoso en un alto puesto capitalista. Hay gente que no se adapta a sus puestos, como un soldado que continúa apretando el gatillo, aunque deteste la guerra a la que lo enviaron. Ese finísimo olfato para detectar preferencias ideológicas, sexuales, religiosas, sensibilidades de todo tipo, le había reportado millones, porque no era cierto que en los negocios todo se reduce a sumar y restar. Pero no recordaba absolutamente nada más. Ni entonces, en Tucson, ni ahora. No era raro. Solía despertarse por las noches en la cama de un hotel sin saber si se encontraba en Vietnam, o en Los Ángeles, en Tokio o en Buenos Aires. Era casi una costumbre, pero ni aun así se acostumbraba y volvía a sentir la angustia, siempre nueva, renovada, que sentía cuando era un niño y se desesperaba en medio de la noche cerrada y no sabía dónde estaba la ventana de su dormitorio. Su memoria podía ordenar años y períodos según los negocios más importantes, pero no podía retener todos los aeropuertos, los hoteles, los países, los hombres y mujeres con los cuales se había reunido para lograr sus objetivos. Por lo tanto, era lógico que recordase los objetivos, no los medios.
Despertó al insecto luminoso que tenía en su mano, siempre esperando a ser acariciado para abrir sus mil ojos brillantes. No había ningún mensaje urgente, como si de repente en la empresa hubiesen resuelto entender que estaba de permiso médica. Tecleó el nombre del CEO del video que había estado escuchando desde que salió de San Diego. Se supone que debía conocerlo. Google News. Tipeó: Luis Mal...
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Luis Madito
Luis Malvida
Luis Malvivido
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Eliminó. Deleate Deleate Deleate Deleate Deleate Deleate. Corrigió: Luis Malvido, CEO. Encontró algo de July 2018.
Aerolíneas Argentinas informó este mediodía que ha designado al Ing. Luis Malvido como nuevo presidente de la compañía, quien reemplazará así al Ing. Mario Dell’Acqua, cuya salida de ese puesto se venía anticipando desde hace algunas semanas (aunque seguirá formando parte de la dirección).
—¿Qué cabina prefiere? —dijo la recepcionista, señalando un plano en una pared— Tenemos varias vacantes.
—La misma de la última vez —dijo Facundo.
De acuerdo al comunicado, Malvido es «un ejecutivo senior de nivel global con más de 25 años de experiencia en alta gerencia, 16 de ellos como CEO en 4 países diferentes: Argentina, Venezuela, Brasil y República Checa», habiendo liderado las «diversas aristas de...

Índice

  1. I. Del otro lado
  2. II. Del otro otro lado
  3. Notas
  4. Sobre el autor
  5. Créditos