Si Yo Hablase
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Si Yo Hablase

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Hoy hay una gran cantidad de confusión sobre el uso de los dones de profecía, lenguas, exorcismo, tomar en las manos serpientes y otras manifestaciones del Espíritu. Esta confusión puede dejarlo buscando respuestas y frustrado al reconocer su propia falta de comprensión. En su búsqueda, ¿alguna vez ha deseado que alguien organice la enseñanza de la Biblia sobre tales asuntos como: los dones espirituales y los requisitos de un profeta, de una manera que pueda entenderlo mejor? En SI YO HABLASE, el pastor Miguel D. McCubbins, Th.D., un erudito de la Biblia conocido internacionalmente, ofrece un estudio bíblico exhaustivo que aborda estos temas.

Al abordar el desorden que existía en la iglesia de Corinto, el Apóstol Pablo escribió: "No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales." (I Corintios 12: 1). Después de dos milenios, aún necesitamos entender este asunto de los dones espirituales y cómo se relaciona con ser un profeta. Como escribió a los corintios en II Corintios 12: 12, Pablo defendió su propio apostolado, diciendo: "Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros." ¿Cuáles fueron esas señales de un apóstol?

Con este libro usted aprenderá:

•Los siete requisitos de un profeta

•La diferencia entre un profeta y un apóstol

•El significado de bautismo del Espíritu

•La manera de ser lleno del Espíritu Santo

•El propósito de lenguas y otros dones espirituales

Preguntas frecuentes

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Sí, puedes acceder a Si Yo Hablase de Miguel D. McCubbins en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theology & Religion y Biblical Studies. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9781630733513
Edición
1
Capítulo Uno
PROFECÍA
Para poder entender los requisitos del profeta, primero tenemos que entender qué es profecía. Por supuesto, profecía es la obra del profeta. Es vital para un entendimiento del oficio del profeta. Este estudio será muy superficial ya que nuestro objetivo no es estudiar la inspiración de las Escrituras, sino el oficio del profeta. Sin embargo, trataremos este tema también en otras partes del libro.
Dios estableció a los profetas como los medios por los cuales hablaría a Su pueblo. Dios era el que hablaba. Hebreos 1:1 nos dice:
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
Sí, Dios habló por los profetas. Dios podría haber usado las rocas para comunicar su mensaje. Dios podría haberse revelado haciendo que los árboles hablasen de Él. Pero habló por medio de los profetas. Esto estaba de acuerdo con lo que Israel había pedido de Dios.
conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera. Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho (Deuteronomio 18:16–17).
Israel había pedido que Dios no les hablase directamente. Lo había pedido, y Dios estuvo de acuerdo. No solamente estuvo de acuerdo, sino que dijo que había hablado bien. Él hablaría de muchas maneras, pero por medio de profetas.
Dios sí usó muchas maneras. A veces habló por sueños. Otras veces habló por medio de visiones. En Números 12:6 Dios dice:
Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.
En una ocasión, Dios aun usó una asna (Números 22:28–30), pero la Palabra fue escrita por un profeta. En dicho caso, fue Moisés. Sueños, visiones, y asnas – Dios en realidad usó muchas maneras para comunicarse por los profetas.
Aunque Dios habló muchas veces y de muchas maneras, Su última revelación fue Su Hijo. Hebreos 1:2 dice: Dios “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.” Jesucristo expresó esto en una parábola en Mateo 21:33–40 (esta misma parábola se encuentra también en Marcos 12:1–12 y Lucas 20:9–18):
Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
Muchos hoy dirían, “Enviará más siervos.” Esto no fue lo que dijo Cristo. Al contrario, Él dijo que vendrá y destruirá a estos labradores (Lucas 20:16). No habría más siervos. La enseñanza obvia aquí es que Dios envió profetas, y más profetas, y finalmente acabó por enviar a Su propio Hijo. ¿Qué más podía hacer Dios?
Muchas veces Dios reveló su voluntad a los profetas, pero ni ellos entendían lo que estaban profetizando. Sus profecías eran verdaderas, pero no siempre las entendían. Pedro lo explica diciendo:
Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles (I Pedro 1:10–12).
Lo que vemos aquí es muy notable, Dios reveló su voluntad a los profetas, pero a veces no entendían las revelaciones. Ahora, Pedro nos dice, nosotros podemos entender estas cosas.
Por lo tanto, Pablo dijo:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad (II Timoteo 2:15).
Sí, gloria a Dios, nosotros podemos estudiar las Escrituras y aprender la verdad de la Palabra de Dios.
Mientras estudiamos la profecía debemos siempre recordar que los profetas no escribían sus propias ideas – sus escritos fueron inspirados por el Espíritu Santo. Pedro nos dice:
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (II Pedro 1:20–21).
Consideremos por un momento la manera en que Dios comunicó Sus revelaciones para que fueran profecías de la Palabra de Dios. Él habló a través de Sus hombres las verdades que Él quiso comunicar. Números 12:6–8 nos dice que Dios hablaba con los profetas en sueños o visiones. Este no fue el caso con Moisés. Con él Dios habló directamente. Pero, de todos modos, se comunicaba por medio de hombres.
Toda Escritura es inspirada (soplada) por Dios. No cabe la posibilidad de que alguien pudiera corromper el mensaje que Dios dio. Por esta razón, Pablo afirma:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (II Timoteo 3:16).
Es importante que recordemos que “toda” habla no solamente de los escritos de Pablo, sino de los escritos de todos los profetas. Cuando alguno de estos profetas escribía, su mensaje era la Palabra de Dios. Entonces, cuando Dios hablaba “en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1) siempre era Él el que hablaba.
Dios podría haberlo hecho en otras maneras. Podría haber hablado directamente y en alta voz a cada uno, o a todos a la vez. Él lo hizo una vez, y el pueblo dijo:
conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera (Deuteronomio 18:16).
Quizás pensemos que hubiera sido mejor que Dios hablara directamente a cada individuo. Entonces no tendríamos que leer la Biblia. Sin embargo, Dios dijo que el deseo del pueblo de que no les hablase directamente era correcto. Dios dijo a Moisés: “Han hablado bien en lo que han dicho.” (Deuteronomio 18:17).
Dios no solamente usó hombres para comunicar sus verdades, sino que en una forma muy especial la Trinidad estuvo activa en la escritura de la Palabra de Dios.
El Padre
La Biblia en su plenitud es la Palabra de Dios (el Padre), y es expresamente llamada la Palabra de Dios en muchos ejemplos. En Juan 17, el Señor Jesús se refiere a la Biblia como la Palabra del Padre diciendo:
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; ... He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. ... porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. ... Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Juan 17:1, 6, 8, 14).
El Espíritu del Padre estuvo activo en la escritura de la Palabra de Dios. “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24)
E...

Índice

  1. PREFACIO
  2. INTRODUCCIÓN
  3. Capítulo 1 - Profecía
  4. Capítulo 2 - El Profeta y Sus Requisitos
  5. Capítulo 3 - Ilustraciones del Antiguo Testamento
  6. Capítulo 4 - Ilustraciones del Nuevo Testamento
  7. Capítulo 5 - Tres de los Requisitos del Apóstol
  8. Capítulo 6 - Privilegio Apostólico
  9. Capítulo 7 - Los Milagros de Cristo
  10. Capítulo 8 - El Punto de Vista Bíblico de las Epístolas
  11. Capítulo 9 - I Corintios Capítulos Doce y Trece
  12. Capítulo 10 - I Corintios Catorce
  13. Capítulo 11 - La Obra del Espíritu Santo
  14. Capítulo 12 - El Bautismo y la Plenitud del Espíritu
  15. Capítulo 13 - Cristo: El Rey, Sacerdote, Juez, y Profeta
  16. Capítulo 14 - Conclusión
  17. BIBLIOGRAFÍA