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Intimidades... o no. Arte, vida y feminismo
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Intimidades… o no. Arte, vida y feminismo es un libro sobre arte, feminismo y performance, que reúne textos escritos a lo largo de 40 años por la artista Mónica Mayer (México, 1954). La compilación del material, realizada por Katnira Bello y Julia Antivilo, permite acercarse a la práctica artística de Mayer así como a una variedad de artistas, hechos y protagonistas del arte mexicano reciente, a través de cartas, fragmentos de diarios, artículos publicados en medios, conferencias y textos para obras.
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Información
Justicia y democracia: diario de un proyecto artístico
1995
11 de febrero de 1995. No me interesa el objeto final.
Después de una semana en cama acatarrada, durmiendo, acariciando al inconsciente para que me diera la respuesta de qué hacer para la exposición en homenaje a Elías Canetti en el MAM,1 llegué a la conclusión de siempre: el proceso me interesa más que la creación de objetos. Busco recorrer el camino y, si acaso, dejar algún vestigio, un mapa para otro que quisiera embarcarse en el mismo camino o comparar el suyo con el mío.
Aunque mis dibujos siempre han sido registro de mi proceso, en todos ellos lo principal es el objeto con su vida propia que interactúa con el público, quedando mi experiencia personal en un segundo plano. Ahora, el público es un fenómeno paralelo, pero ni siquiera necesario. La mayoría pasará junto a la obra de manera distraída. Alzarán los hombros intrigados o expresarán algún comentario cínico. Si dos o tres leen este diario, consideraré un triunfo el ejercicio más allá de mi propio encuentro con Canetti.
Me sorprendió que Teresa del Conde nos invitara a la expo de Canetti. Primero, durante una rueda de prensa en el museo, nos mencionó que pensaba realizarla y no creo haber controlado la cara de “ay, no seas gacha ¿a poco nos la estás platicando y no nos vas a invitar?”. Después de hacernos sufrir un ratito, aclaró nuestra inclusión. Hace unos días llegó un fax confirmando la invitación y pidiendo sugerencias de otros artistas para la expo. De inmediato respondí sintiéndome súper importante y soltando todo un rollo sobre los artistas setenteros y su combatividad.
Aunque me da gusto regresar al MAM con una instalación después del “Salón 77-78. Nuevas tendencias” hace 17 años (otras veces he presentado dibujos), me molesta la imposición del tema. Es como una invitación a jugar pelota, y uno decide si le entra o no. Lo malo es que tanto el gobierno como la iniciativa privada abusan del saque. El que no nos tiene pintando toros, quiere imágenes en torno a Ibargüengoitia o huevos de avestruz. Quizá no sea tan malo que el artista deje de ser observador y reflejo de su sociedad para convertirse en esclavo a sus órdenes. Como para mí el arte es uno de los pocos espacios de absoluta libertad, los pedidos me dan alergia y solo acepto si siento que me puedo apropiar a fondo del tema.
Teresa, además, es un caso particular. En ocasiones, les pide a los artistas cierto tipo de obra, convirtiéndolos en ejecutantes creativos de sus propuestas conceptuales. Por ejemplo, ella ha ejercido gran influencia sobre muchos artistas haciendo que pinten obra relacionada con los grandes maestros. Incluso ha organizado exposiciones con esta temática como “Paráfrasis” en el Carrillo Gil y la de “Encuentros”, aquí en el MAM. Su labor no era tanto la del crítico o la del curador que a partir de la observación apunta hacia ciertos temas que interesan a los artistas, sino la de quien ejerce el poder de un acto conceptual. Y bueno, esto no tiene nada de malo. Pero si a los artistas que escribimos se nos trata de orillar hacia la definición de crítico, quizá a quienes desbordan su creatividad en el conceptualismo deberíamos empujarlos a la definición de artista. O así como los que escribimos sobre arte sin ser críticos cabemos bajo la definición amplia de art writing que tanto usa Teresa, a lo mejor también deberíamos ampliar la de art making, donde ella cabría sin duda.
No me habían presentado a Don Elías Canetti, pero el tema de masa y poder me entusiasmó porque lo siento en el intestino grueso. Es de esos temas que le hacen a uno cuchi cuchi. La masa humana me aterra, tanto como las masas elemento (agua, fuego, etc.) me atraen peligrosamente. El poder es el eje de mi vida cotidiana: en relaciones personales, gremiales o sociales. La búsqueda de su equilibrio es lo que más me apasiona y siempre (casi) estaré dispuesta a meterme a un pleito con las autoridades o a pasar 20 horas con Víctor discutiendo sobre las relaciones de poder entre nosotros, antes que sentarme a dibujar.
Pero además, estoy convencida de que la labor de los artistas está muy relacionada con el tema. Nuestro trabajo es crear los símbolos que sirven de herramienta tanto para configurar la masa (creando identidad, por ejemplo), como para conceder el poder.
Algunos gustan de apuntalar los símbolos existentes para reforzar el sustento ideológico o religioso de la masa y otros prefieren ser iconoclastas.
Pero estando a favor o en contra del poder, todos recorremos el círculo vicioso, porque de lo que jamás nos liberamos es del yugo de los símbolos que, a la larga, siempre sirve de cimiento al poder, aunque sea destruyendo lo que en ese momento se encuentra en la cima, para dar paso al nuevo poder.
Incluso quienes nos negamos a creer en los símbolos y quisiéramos romperlos todos, nos damos cuenta de que detrás de cada símbolo destruido surge otro. Cuando uno los subvierte, lo que uno pretende acabar tiene la increíble capacidad de absorber la estocada y renacer cual ave fénix. Todo es inútil. Siempre estaremos al servicio del poder.
23 de febrero de 1995. No va a ser difícil apropiarme de Canetti. Él creía que escribiendo vencía la muerte y, a veces, comparto esa creencia primitiva. Por desgracia, casi siempre creo que aunque lo escrito, dibujado o conceptualizado nos trascienda, cuando nos morimos, nos morimos. El hecho de que nuestro vestigio dure unos cuantos años o siglos más no tiene la menor importancia. Si bien la reproducción de las ideas y emociones a través de las artes alarga nuestra influencia, la reproducción de la especie es más efectiva. Me estoy volviendo atea del arte.
Asimismo, Canetti vivió la muerte de cerca desde niño, al fallecer su padre cuando apenas tenía 7 años y tuvo que acompañar a su madre día y noche porque temía que se tirase por la ventana después de la tragedia. Creo que los que hemos enfrentado el suicidio de nuestros seres queridos jamás salimos del asombro al darnos cuenta que murieron por miedo a morir, no a vivir.
La muerte es el hilo conductor de mis preocupaciones personales y artísticas desde hace un par de años y a veces me enreda como una telaraña. Este año, el miedo a ella ya me ha llevado tres veces a caer en estados de hipocondría peores que los de Cuevas.
Aparte del temor a lo desconocido, me angustia dejar solos a mis hijitos y a Víctor. No sé si son ganas de controlar todo o estoy proyectando mis propios sentimientos de abandono por el suicidio de mi madre.
Pero lo que más me duele, con ese dolorcito de una postemilla que uno talla y talla porque es sabrosón, es pensar en las acciones que emprendería para que mi trabajo no se pierda por completo y muera doblemente. Si uno no consigue cómplices que aviven la llamita, todo se pierde. Todavía me quiero aferrar a la idea de trascendencia.
En mis momentos de angustia me veo pidiéndole a Esperanza Balderas que catalogue mi producción (chamba fácil porque casi no vendo y tengo copia de casi todo lo que he escrito) y que les eche un ojito a los niños como buena tía adoptiva. Mi hermana.
Después hablaría con Carlos Blas Galindo, que es quien más seriamente se ha tomado la molestia de ver mi obra. Con lágrimas en los ojos, le diría que su amistad y la de Hilda ha sido de lo más sabroso. Que he disfrutado el chisme, las batallas y el cariño. Le pediría que viva muchos años y que me dé un jaloncito a la historia.
Por último, donaría algunos dibujos a este antro. Snif.
Cada vez que se repiten estas escenas en mi mente, aunque esté en la calle, lloro, dejo de trabajar y me paralizo. Me veo al borde de un trampolín, a punto de saltar al agua, pero el miedo hace que me den ganas de hacer pipí.
Pero volvamos a Canetti. Dicen que al final de su vida veía a poca gente porque estaba escribe y escribe como una forma de luchar contra la muerte. ¿No estaría evadiendo la vida? Hoy no tengo fe en que los vestigios tienen más chance de sobrevivir que uno. Quizá este escepticismo y este miedo a la muerte son producto de los cambios hormonales propios de mi edad. Lástima que no pueda uno enfrentar estos trances existenciales como el típico señor cuarentón que se planta un bisoñé y deja a la esposa para irse con la joven secretaria. Ni estoy pelona, ni tengo secretario, y menos aún ganas de dejar a Víctor.
¿Don Elías se habrá deschongado alguna vez?
28 de febrero de 1995. Fuimos a comprar libros de Canetti. Con la excusa de que es trabajo artístico, me voy a dar el lujo de sentarme a leer.
4 de marzo de 1995. Me encanta cuando la masa se altera todita porque le agreden un símbolo. Se retuerce como almeja con limón.
Por ejemplo, es increíble que se organice una manifestación en contra de un trabajo artístico, como cuando “Dread” Scott Tyler hizo una instalación en 1989 en la que preguntaba al público: “¿Cuál es la forma adecuada de presentar la bandera de EUA?” y mostraba una foto de féretros cubiertos con banderas y otra de unos surcoreanos quemándolas. Ahí mismo pedía al público escribir su opinión en una libreta a la que había que llegar pisando la bandera. Hubo amenazas y manifestaciones por parte de los veteranos. Por poco lo despluman, pero el chavo no corrió.
Pero me parece detestable cuando alguien como Rolando de la Rosa crea una instalación desacralizando símbolos, la masa enardecida le reclama y él les pide perdón y confiesa temeroso que no sabía lo que hacía, como sucedió en el MAM hace unos años.2 El héroe resultó ser Jorge Alberto Manrique que hasta perdió la chamba de director del museo por defender la libertad de expresión.
Por suerte, no siempre hay motivos políticos para que grupos como Provida interfieran en nuestros espacios de libertad, como en aquel año preelectoral. Si en aquel entonces ellos armaron una manifestación/peregrinación en desagravio a la Virgen (quien espero se haya sentido satisfecha), habría que inventar un ritual de purificación para este museo que casi ha logrado eliminar las malas vibras… but not quite.
Hace años, cuando hice la exposición “Silencios, vírgenes y otros temas feministas” en el Instituto Anglo Mexicano, me bajaron cuatro piezas porque utilizaba la imagen de La Dolorosa para hablar de que obligar a la mujer a ser “buena” y negar su sexualidad era tan grave como la violación. Aprendí una gran lección cuando una de las mujeres que más violentamente se opuso a mi trabajo, amenazando incluso al Anglo de ir a la Secretaría de Gobernación a presentar una queja, me dijo que su molestia era por el uso de la imagen real de la virgen (como si no hubiera sido pintada por un ser humano, sino que estuviéramos ante la presencia de un aquerotipo). No era el concepto al que se oponían, sino al uso de la imagen. El ícono con todo su valor simbólico.
Como lo que menos me interesaba en ese momento era agredir al público, sino que buscaba expresar ciertas ideas sobre la sociedad, empecé a usar mi propia imagen con un rebozo para representar el mismo concepto. Todo mundo lo entiende y jamás he vuelto a tener una queja. Pero aprendí a admirar, temer y detestar a los símbolos, sus íconos y el nivel tan primitivo y poderoso al que nos llevan. Para uno que maneja los símbolos como materia prima, estos pierden su car...
Índice
- PRÓLOGO Karen Cordero
- INTRODUCCIÓN De intimidades y otros relatos Julia Antivilo
- Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el contenido de este libro Katnira Bello
- Autosemblanza de una artista-escritora Mónica Mayer
- ¡Ya me voy a Los Ángeles!
- Bocetos para un proyecto conceptual no realizado
- Aprendo a hacer lo que siempre hice
- Arranca El tendedero de Ocean Park
- Le cuento a mamá sobre El tendedero
- Chismes de la vida diaria, el arte, la tesis, los esfuerzos por dejar de fumar
- La tarjeta de felicitación del Día de la Madre para Doña Lilia
- Leer, dibujar y planear el futuro después de Los Ángeles
- Carta a mi pequeño hijo Adán
- Grandes planes para el arte feminista y la maternidad
- Reflexiones sobre mi trabajo
- Mapa mental sobre el objeto de arte feminista
- Los objetivos de La fiesta de XV años de Tlacuilas y Retrateras
- Más sobre vida diaria, arte y maternidad
- Nació mi niña y el arte tiene que seguir
- Depresión post-exposición
- La espiral: releyendo mis diarios
- Rubén Valencia (1949-1990)
- El arte feminista y los medios de comunicación
- El arte como un marido aburrido e infiel
- Diario íntimo de un proyecto artístico (I-VIII)
- El manual de Carreño para funcionarios del arte
- Premios PGN a las exposiciones de mujeres artistas 1990
- Los premios del grupo Polvo de Gallina Negra
- Sospechoso grupo de artistas feministas convoca a la “Primera bienal Olga Tamayo”
- El feminismo y la historia del arte en México
- Orozcomanía
- Documentar o no documentar
- En lujosa y lucida ceremonia (imaginaria), se entregaron los premios Polvo de Gallina Negra 1992
- ¡Viva la reforma del Paseo de la Reforma!
- De la pasión a la desilusión: carta pública a Raquel Tibol
- Arte, vida y sociedad
- Algunos días del “Segundo mes del performance”
- The Kitchen Table: una sobremesa de arte conceptual
- Arte y feminismo: el análisis
- Arte y feminismo: las propuestas
- Arte conceptual funcional o por qué hago lo que hago
- ¡Ya se aburrieron las artistas feministas!
- Justicia y democracia: diario de un proyecto artístico
- Crítica a domicilio
- Ponencia para un foro dudoso
- Con dinero y sin dinero...
- El concurso como forma artística
- La premiación de El último encuentro nacional R.I.P.
- El balcón del CENIDIAP
- Conferencia magistral sin título y sin tema
- El performance como ritual personal
- Quinientos
- La silla
- ¿Nunca ha visto un performance?
- Pieformance
- Las galerías de autor en México: ¿trampolines o síntoma de desesperación?
- La de septiembre: por teléfono, por Internet, por correo y por favor
- Las lecciones de Kati (1912-2000)
- Un día sin lentes
- Cuando lo político es personal
- Los primeros premios Pinto mi Raya
- Pinto mi Raya: un espacio para las artes visuales
- Por amor al arte: un teletaller
- Clase, género y arte: que no las veamos no quiere decir que no estén
- Imágenes de una marcha
- Los premios Pinto mi Raya: segunda edición
- Artes afónicas
- Cumplí con la matria
- Recetas para un joven curador
- Antes y después: breves notas sobre los cambios en el performance
- El performance me da risa
- Acción: pensando sobre el performance y la realidad
- Tomás
- La travesti involuntaria
- Performance y documentación
- Dialogía visual II, una mirada personal
- ¿Los concursos de arte siguen siendo válidos?
- El acto de pensar en el performance de América Latina
- Un breve testimonio sobre los ires y venires del arte feminista en México durante la última década del siglo XX y la primera del XXI
- Una expo y una cena
- Instrucciones para leer un libro sobre documentación de performance
- Arte y violencia sexual: denuncia, prevención y reinvención
- Autobiografía en 8 marchas
- Carta a una joven artista rechazada por el FONCA
- Sexo, risas y amor: tres artistas mexicanas enfrentan la pornografía
- ¡¡¡¡¡Arrancan!!!!! o... noticias sobre la Visita al Archivo Ana Victoria Jiménez y la Visita al Archivo Ex Teresa
- Ana Victoria, su archivo, el campo de batalla y la magia de la reactivación
- Cuestionario para propietarios de archivos de arte silvestres
- El Tour: la explicación
- De regreso a la Casa del Lago, un cuentito con final feliz
- COLOFÓN
- BIBLIOGRAFÍA
- ÍNDICE GENERAL
- ÍNDICE DE FEMINISMO Y ARTE FEMINISTA
- ÍNDICE DE TEXTOS QUE SON OBRA
- ÍNDICE DE PERFORMANCE-ARTE ACCIÓN
- ÍNDICE DE CRÓNICA Y CRÍTICA CULTURAL
- ÍNDICE DE OBRA PERSONAL Y COLECTIVA
- ÍNDICE DE PROCESOS CREATIVOS
- ÍNDICE DE TEXTOS SOBRE VIDA
- ÍNDICE ONOMÁSTICO
- ÍNDICE TEMÁTICO GENERAL
- ÍNDICE DE OBRA GRÁFICA
- SEMBLANZAS
- AGRADECIMIENTOS