This is a test
- 86 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
La contingencia
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas
Información del libro
"Se las lee como si se escuchara una voz en el silencio más blanco: lo que dicen las palabras de los poemas de Alicia Genovese se hace necesario, inevitable como una naturaleza, nos envuelven como la gravedad, nos dicen, dicen lo que diríamos si pudiéramos decir junto con el río y los jardines y las mareas y los brazos y los motores y los amores, el amor, y los días y la muerte. Una poeta enorme nos recrea la lengua, la hacer decir otra vez como si fuera nueva. Salud y larga vida para Alicia Genovese". Gabriela Cabezón Cámara
Preguntas frecuentes
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La contingencia de Alicia Genovese en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Poesía. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Categoría
LiteraturaCategoría
Poesía1- El espacio vacío
Honras
ed é subito sera
Salvatore Quasimodo
Un autito rojo, trajiste
una Maseratti, decías
y yo daba vueltas
pedaleando la manzana.
No es un regalo para nenas,
observaban las madres,
pero yo era entonces
la única hija,
la que te miraba extasiada
detrás del alambrado:
casco y antiparras
en la pista del autódromo,
héroe de ciencia ficción
entre los motores de la largada.
Un deseo transmitido
en el encofrado del propio
devolvía amor.
A lo lejos escuchaba
el escándalo sonoro
y salía a recibirte;
trepada a tus hombrones
se abrían
las puertas de la casa.
No era para nenas
pero siempre
tuve tu permiso.
*****
Me llevaste a la escuela,
casi de noche en invierno,
desde Lavallol a Banfield.
Me esperaste en la terminal
de micros en Necochea,
con el frío de las siete,
y en la estación de Lomas
los mediodías
calurosos de domingo.
A los dieciocho
para escribir me regalaste
la Lettera portátil.
Fuiste puntual,
el amor
quizá sea ese detalle.
*****
En la autopista
seña de luces
y paso de carril
a otro más lento.
El velocímetro deja
de crisparse,
prueba una persistencia
que no busca trofeos,
una meta desafectada;
la vida en los afectos
debería ser
esta calma aceleración.
Los neumáticos
se despegan
y se pegan al asfalto
cruzan la ruta
en un continuo;
calcular distancias,
tantear apenas el freno
sin brusquedad;
tu abrazo ancho
eterno continuo.
Por el polarizado
de los vidrios,
palabras nítidas aún:
oír, saber
por el sonido.
Sobre la Panamericana
un auto impecable,
afinado
como para un concierto
te homenajea;
escucho el motor
desde tu oído
sin cuentavueltas,
el ciclo extenuante
de los metales.
Conducir es un arte
*****
Que el camino te sea propicio
rama extendida del afecto,
hoy del abrazo,
tierra bañada, costa
indemne al diario sinsabor
que te acompañen armoniosos
motores veloces
sonoros, en primera a fondo,
los seis cilindros devoradores
de tu camioneta Ford
y seguro va
cargada con cajas de comida
para jubilados indigentes,
con tu reclamo a mediadores
que roban el azúcar o el aceite.
Tu sentido de justicia
es mi fisura,
contra mí misma escucho
mi defensa.
Pedazo de tierra
amontonada que se asienta,
túmulo sin bronces
donde la muerte
impone su orden.
Que sigas en comisión
de fiestas, para el club
acarreando parlantes
y música bailable,
asado y dos claveles
obsequiosos para las señoras;
manera de dar
en la riqueza de lo poco,
en la risa donde abrevo,
cuerpeada.
Cenizas del corazón
esta vigilia,
tramo adoquinado
en la impericia
con tu falta.
una Maseratti, decías
y yo daba vueltas
pedaleando la manzana.
No es un regalo para nenas,
observaban las madres,
pero yo era entonces
la única hija,
la que te miraba extasiada
detrás del alambrado:
casco y antiparras
en la pista del autódromo,
héroe de ciencia ficción
entre los motores de la largada.
Un deseo transmitido
en el encofrado del propio
devolvía amor.
A lo lejos escuchaba
el escándalo sonoro
y salía a recibirte;
trepada a tus hombrones
se abrían
las puertas de la casa.
No era para nenas
pero siempre
tuve tu permiso.
*****
Me llevaste a la escuela,
casi de noche en invierno,
desde Lavallol a Banfield.
Me esperaste en la terminal
de micros en Necochea,
con el frío de las siete,
y en la estación de Lomas
los mediodías
calurosos de domingo.
A los dieciocho
para escribir me regalaste
la Lettera portátil.
Fuiste puntual,
el amor
quizá sea ese detalle.
*****
En la autopista
seña de luces
y paso de carril
a otro más lento.
El velocímetro deja
de crisparse,
prueba una persistencia
que no busca trofeos,
una meta desafectada;
la vida en los afectos
debería ser
esta calma aceleración.
Los neumáticos
se despegan
y se pegan al asfalto
cruzan la ruta
en un continuo;
calcular distancias,
tantear apenas el freno
sin brusquedad;
tu abrazo ancho
eterno continuo.
Por el polarizado
de los vidrios,
palabras nítidas aún:
oír, saber
por el sonido.
Sobre la Panamericana
un auto impecable,
afinado
como para un concierto
te homenajea;
escucho el motor
desde tu oído
sin cuentavueltas,
el ciclo extenuante
de los metales.
Conducir es un arte
*****
Que el camino te sea propicio
rama extendida del afecto,
hoy del abrazo,
tierra bañada, costa
indemne al diario sinsabor
que te acompañen armoniosos
motores veloces
sonoros, en primera a fondo,
los seis cilindros devoradores
de tu camioneta Ford
y seguro va
cargada con cajas de comida
para jubilados indigentes,
con tu reclamo a mediadores
que roban el azúcar o el aceite.
Tu sentido de justicia
es mi fisura,
contra mí misma escucho
mi defensa.
Pedazo de tierra
amontonada que se asienta,
túmulo sin bronces
donde la muerte
impone su orden.
Que sigas en comisión
de fiestas, para el club
acarreando parlantes
y música bailable,
asado y dos claveles
obsequiosos para las señoras;
manera de dar
en la riqueza de lo poco,
en la risa donde abrevo,
cuerpeada.
Cenizas del corazón
esta vigilia,
tramo adoquinado
en la impericia
con tu falta.
Fogatas
Prender el fuego
y el mundo se achica
alrededor.
Recuperar quietud
cuando la leña arde
olorosa de ligustros
en la salamandra.
El círculo encendido empuja
hacia atrás animales cebados,
esa malicia inútil que no alimenta
las brasas del abrigo.
Cercano a la llama
el infinito fondo oscuro
en su momento de absorción;
tantos futuros
soñados, entrevistos,
hasta este presente escueto.
Sentarse al calor;
hierbas para el té
de las digestiones;
un oído absoluto
para el silencio
donde te perdiste,
humareda del mundo.
*****
Fogatas,
lo que vuelve:
instinto, lámpara sola,
con una linterna
y a los tropezones
recuperar sed, reacción
en lo inmediato.
No será una sola
la medicina que deshaga
el maleficio,
el presente, sin promesa.
Del saqueo del amor
de los robos de la vanidad
ninguna conmoción
que valga la pena.
Un blanco intelectual
como el humo de las fogatas
en los suburbios, después
de Puente La Noria,
la humareda tribal
del descampado.
Plásticos, desechos,
metales de rezago
camino al fundidero.
Un blanco emocional
para atraer la suerte;
basura y más basura
en el suburbio de la evocación,
carcoma del cuerpo subastado.
*****
El ...
y el mundo se achica
alrededor.
Recuperar quietud
cuando la leña arde
olorosa de ligustros
en la salamandra.
El círculo encendido empuja
hacia atrás animales cebados,
esa malicia inútil que no alimenta
las brasas del abrigo.
Cercano a la llama
el infinito fondo oscuro
en su momento de absorción;
tantos futuros
soñados, entrevistos,
hasta este presente escueto.
Sentarse al calor;
hierbas para el té
de las digestiones;
un oído absoluto
para el silencio
donde te perdiste,
humareda del mundo.
*****
Fogatas,
lo que vuelve:
instinto, lámpara sola,
con una linterna
y a los tropezones
recuperar sed, reacción
en lo inmediato.
No será una sola
la medicina que deshaga
el maleficio,
el presente, sin promesa.
Del saqueo del amor
de los robos de la vanidad
ninguna conmoción
que valga la pena.
Un blanco intelectual
como el humo de las fogatas
en los suburbios, después
de Puente La Noria,
la humareda tribal
del descampado.
Plásticos, desechos,
metales de rezago
camino al fundidero.
Un blanco emocional
para atraer la suerte;
basura y más basura
en el suburbio de la evocación,
carcoma del cuerpo subastado.
*****
El ...
Índice
- sugerencia
- 1-El espacio vacío
- Honras
- Fogatas
- La irrupción o la sed
- Mareas
- Dos camelias
- El espacio vacío o los tambores de los grandes sucesos
- El grillo de la fiesta
- Tristia
- 2. Ligeros equilibriosa
- Poemas de invierno
- La apaleada
- La contingencia
- Tormenta tropical
- Objetivas azaleas
- Los petirrojos del norte
- De qué podríamos hablar
- El pasadizo
- Sembrar para que el pasto crezca
- Azucenas silvestres
- El escritorio, vacío
- El azul colapsa
- El mundo rematerializado en el poema
- Autor