La verdadera enfermedad XXXI
Día uno,
año nuevo.
La resaca de la ilusión perdida
reaparece;
no se trata de sobrevivir.
En cama, subsistía alimentándome
de sueños,
mientras la aguja de navegar descosía
las balizas de los mares de mi corazón.
Soy una generación triste;
somos una generación sin sueños.
Día uno,
nada nuevo.
XXXII
Cumpliendo condena
la vida espera,
la vida espera…
Entre barrotes ceñidos
y fracasando en los sueños
la vida espera,
la vida espera…
Esposados a las manecillas
del presidio del reloj
la vida espera,
la vida espera…
Y en el Juicio Final,
cuando nos irgamos complacientes
ante la tiranía del olvido,
nos daremos cuenta de que jamás hemos existido.
¡No, la vida no espera!,
y la cepa del segundero
infecta cada instante
de esta enfermedad onírica
y delirante.
Y aquí seguimos,
cumpliendo condena.
XXXIII
Las Furias de la vida me persiguen
y me recuerdan una letanía
con el murmullo de su voz pálida.
¿Dónde estabas entonces?
Traficando por los adoquines de la gloria
con la certeza del que todo lo sabe,
comprando sueños a precio de coste
sin conocer el disfraz de su fracaso.
Ya caigo, ya caigo, ya caigo
por el ojo húmedo de la copa
embriagante de la que no puedo beber,
que no me deja soñar.
Y las Furias me persiguen y recuerdan
con el murmullo de su voz pálida
que la puerta de los sueños
siempre ha permanecido cerrada.
XXXIV
Esta ciudad es un cementerio
de cuerpos muertos que deambulan insomnes
entre las avenidas
incendiadas de sueños.
La verdad resbala por
entre las columnas de los periódicos,
y los ríos de lava
acaudalan el mar
de mi desasosiego.
¡Arde, conciencia, arde!,
que ni dormidos soñamos en sueños.
La cabeza, la fiebre,
el cuerpo, la angustia:
todo calcina mis huesos.
Y mientras las estrellas lloran por el
punto rojo de la televisión,
crepita mi fracaso incandescente
entre las avenidas
incendiadas de sueños.
XXXV
La enfermedad se expande
entre las olas de la guitarra,
entre las olas de la guitarra…
El viento silba petulante
y con su armonía infecta
los corazones más salvajes.
Entre las olas de la guitarra…
Los acordes mayores envejecen
por sus rasgueos canoros,
y la melodía escapa libre
por su boquilla de plata.
Entre las olas de la guitarra…
Entre las olas de la guitarra,
sobre la brumosa lontananza,
la libertad se escapa.
Entre las olas de la guitarra…
Entre las olas de la guitarra
la libertad escapa
de las enfermedades infinitas.
Entre las olas de la guitarra…
XXXVI
Tengo miedo de mis sueños
porque allí nadie puede protegerme,
porque allí la justicia
no entiende de leyes.
La crueldad del espejo
rompe mis dientes tímidos,
mientras vomito los cristales verdes
por los ventanales de la estancia.
El gozne se quiebra por la vértebra
y el vacío se abre;
intento sujetarme
a las barbas nubosas de los cirros,
pero rasuro sus mejillas ralas.
Y caigo para siempre,
para siempre caigo y me doy cuenta,
y abro los ojos enfermos de miedo,
evitando el cho...