Entrémosle a la albureada
Se opta en esta sección por la cronología, que va del pasado castellano a lo que se usa hoy día, y también se intentan divisiones según el tema del albur. Aparecen algunos ejemplos que deben ser dichos por mujeres, o por quienes justifican el desvío lúbrico alburero.
Si en cualquier población del país un recién llegado desea saber en qué expendio hay leche, se le informará que “ya más tarde pasa el lechero por aquí”. Queda implícito el verbo llamar, que equivale a sacar o jalar, del mismo modo que el verbo echar está presente en “techo de palos” o “pintaron de blanco el techo”. Puesto que se habla de leche, conviene recordar que la mejor es de Xalapa, aunque algunos prefieren la de Jalacingo.
Lo remoto
Puede comenzarse por dos juegos hispanos. El primero se refiere a la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, cuya pierna lisiada la había convertido en comidilla del pueblo. Uno de los próceres de las letras mencionado previamente, don Francisco de Quevedo, se propuso decir en las narices de la soberana lo que sólo se murmuraba a sus espaldas y la enfurecía tanto. Se afirma que hubo una apuesta de por medio. Quevedo cumplió, mostrándole amablemente dos ramos de flores, con la frase que pasó a la historia:
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
A propósito del matrimonio entre dos sirvientes privados de su libertad, Quevedo escribió:
Ella esclava y él esclavo,
que quiere hincársele en medio.
Recordemos también estos poemas:
Tendrá la del maridillo
si en disimular es diestro
al marido por cabestro
y al galán por cabestrillo.
De su novio hará novillo,
Y ansí con él arará
Lo que siembra cogerá
Con algún primo carnal.
Se reproducen también estos hallazgos:
Pero que el gallo cante
por vos, cobarde Pedro, no os espante
que no es cosa muy nueva o peregrina
ver el gallo cantar por la gallina.
Sabed vecinas
Que mujeres y gallinas
Todas ponemos,
Unas cuernos y otras huevos.
A su mula mata andando
Sentado mata al que cura
A su cura, sigue el cura
Con réquiem y funeral.
Hasta el día de hoy han llegado, como precioso anecdotario, los pleitos entre Góngora y Quevedo. Como éste era dado a empinar el codo más de la cuenta, aquél no vaciló en cambiar su apellido y llamarlo Quebebo.
Albures fálicos
Había un señor bastante tímido, que evitaba a toda costa dar molestias. En algunos países del Sur le hubiesen dicho: “no tenga pena”, pero en México le recomendaron: “no se apene”.
A propósito, ¿alguien puede informar cuál es el masculino de una dura pena?
Los mejores rábanos se venden en el puesto de doña Tomasa. A la señora que ofrece mangos le llaman Rosa la manguera.
—¿Qué haces aquí parado?
—Viendo a esa prieta.
—¿Qué cosa es Acebo?
—Puede ser un arbusto, una población española o un apellido.
—Me quitas...