Estados Unidos, la experiencia de la libertad
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Estados Unidos, la experiencia de la libertad

Una reflexión filosófico-política

  1. 140 páginas
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Estados Unidos, la experiencia de la libertad

Una reflexión filosófico-política

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Originalmente publicado en 2009, el presente libro fue escrito bajo la circunstancia extraordinaria que significó la elección de Barak Obama como Presidente de Estados Unidos. Pero el grato asombro de entonces fue seguido de la incertidumbre que significó el proceso electoral que llevó a la Presidencia a Donald Trump. La decisión histórica de 2008 parecía así haberse cancelado ocho años después. Y si bien Trump fue presidente de un único periodo, su administración culminó con la irrupción violenta en el Capitolio el 6 de enero de 2021, de modo que conviene no subestimar lo sucedido a lo largo de esos cuatro años. Así, en tiempos de crisis social y política resulta aleccionador indagar en el pasado para considerar el presente y pensar el futuro. Con esta perspectiva, en este libro se reflexiona en torno las grandes tendencias, en particular jurídico-políticas que han orientado la forma en que Estados Unidos se ha organizado, ha enfrentado sus problemas y delineado sus soluciones. El análisis incluso va más allá del sistema político para considerar también las prácticas sociales que día con día terminan por dar contenido al propio orden democrático. Es bajo la expectativa de una sociedad justa, plural, abierta y tolerante donde habrá de cifrarse el futuro de Estados Unidos y el proyecto mismo de la libertad.

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Información

Año
2021
ISBN
9786079761783

EL FUTURO POSIBLE

1. La extensión de los derechos

Lincoln fue nuestra gran alma
Saul Bellow, Todo cuenta
La Declaración de Independencia que constituyó a Estados Unidos en sociedad libre, soberana e independiente se abre con el principio de que todos los seres humanos han sido creados iguales y el Creador les ha otorgado ciertos derechos inalienables entre los que están el de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.65 Para asegurar dichos derechos, continúa, los hombres han constituido gobiernos. En el texto, se argumenta además que la permanente violación de esos derechos por la corona inglesa justifica el derecho y el deber de terminar con el gobierno existente a fin de instaurar uno nuevo. No obstante, durante el proceso de redacción del documento la comisión encargada pronto tomó conciencia de una gravísima situación: ¿cómo compaginar esta declaratoria de derechos inalienables con la existencia de una gran cantidad de población esclava? El problema, sin embargo, se dejó de lado al atribuir el origen del esclavismo a Inglaterra. Así, la organización jurídica misma de Estados Unidos como sociedad independiente y, por tanto, el primer acto que autónoma y conscientemente llevaron a cabo los miembros de las colonias para tomar el destino en sus manos, dejó de lado este problema convirtiéndose así en un estigma para una sociedad que se reclamaba democrática. Los documentos fundadores de la nueva democracia —la Declaración de Independencia y la Constitución— no contenían referencias claras que pusieran fin al problema del esclavismo.
Un punto de vista que debemos destacar al respecto es el de James Madison en su comentario de defensa del proyecto constitucional. Madison, en efecto, al señalar en 1788 los nuevos poderes que corresponderían al gobierno federal afirma la facultad de prohibir la importación de esclavos después de 1808 y, mientras tanto, la facultad también de imponer un derecho de diez dólares por cabeza como medio de desalentar ese tipo de importaciones. Más adelante, Madison sugiere que lo deseable habría sido acabar con dicha importación inmediatamente y continúa:
Debería considerarse como una gran victoria en favor de la humanidad el que en un período de veinte años sea posible terminar para siempre con un tráfico cuya barbarie ha sido tanto tiempo y tan fuertemente echada en cara a la política moderna; el que durante ese período será desalentado poderosamente por el gobierno federal y el que puede ser abolido totalmente al convenir, los pocos Estados en que continúa este tráfico antinatural, en el ejemplo que les ha dado la mayoría de los miembros de la Unión al prohibirlo. ¡Qué dichosos serían los desgraciados africanos si tuvieran la misma perspectiva de escapar a la opresión de sus hermanos de Europa!66
En realidad, la esclavitud no sería abolida sino hasta 1863, pero el problema no habría de concluir en ese momento.
El nuevo orden de instituciones y procedimientos judiciales, cuyo objetivo principal era precisamente garantizar las libertades individuales, dejaba entonces desprotegido a un amplio sector de la sociedad estadounidense. La literatura de la época (obras clásicas como, por ejemplo, La cabaña del tío Tom) constituye un testimonio ejemplar sobre cómo la posibilidad de sobrevivencia —que no necesariamente de libertad— de la población esclava de la época radicaba no en las garantías de la ley, sino en la bondad personal que, con buena suerte, podían encontrar en alguno de sus propietarios. Los primeros años de vida independiente, el posterior desarrollo de Estados Unidos como país soberano fue, en muchos sentidos, un estira y afloja entre el norte y el sur con esta última región empeñada en defender la continuidad del esclavismo. Lo anterior hasta mediados del siglo XIX cuando Abraham Lincoln consideró la esclavitud como una afrenta a la dignidad natural de las personas.
Estados Unidos vivió entonces lo que incluso hasta ahora se ha considerado la peor crisis de su historia: una guerra civil que amenazaba con terminar con la Unión y, por lo tanto, con la vida de la joven democracia la primera del mundo moderno. El origen del enfrentamiento se encontraba precisamente en uno de los problemas no resueltos con la Independencia y su Constitución: el esclavismo. Y la actitud ante esta situación del entonces presidente Lincoln resulta sin duda aleccionadora hoy en día: Lincoln estuvo en contra tanto del esclavismo como de la escisión de la Unión. En efecto, él consideraba el esclavismo como una afrenta contra la dignidad natural de la persona, una afrenta además que, de tolerarse, podría después extenderse a otros sectores de la población. Desde su perspectiva, ese problema ponía incluso en riesgo el futuro de la nación:
Me parece que nuestro progreso hacia la degeneración es bastante rápido. Como nación comenzamos por declarar que “todos los hombres han sido creados iguales”. Ahora se nos dice que, en realidad, “todos los hombres han sido creados iguales, excepto los negros”. Cuando el partido de los Know Nothing llegue al poder nos dirá que “todos los hombres han sido creados iguales, excepto los negros, los extranjeros y los católicos”. Si esto ocurre, no vacilaré en emigrar a algún país en el que no se declame el amor a la libertad; a Rusia, por ejemplo, donde el despotismo es abierto y no está teñido de hipocresía.67
Lincoln consideraba también al esclavismo como contradictorio con uno de los principios constitucionales fundadores: el de autogobierno.
Al mismo tiempo fue siempre un firme defensor de la Unión. En este sentido, desde el inicio del conflicto Lincoln tuvo claro que el futuro de la Unión se cifraba en su continuidad y no en su ruptura; asimismo que la separación del sur significaría el fin de Estados Unidos como nación. Cabe destacar aquí su discurso “La casa dividida”, pronunciado en Springfield, Illinois, el 16 de junio de 1858. En esa ocasión, Lincoln sostuvo que una “casa dividida en contra de sí misma no puede sostenerse” y “Yo creo que este gobierno no puede perdurar, permanentemente mitad esclavo y mitad libre”. Lincoln logró mantener unida a la República y enfrentó el problema del esclavismo desde los valores fundacionales del país. Su posición ante el esclavismo debiera resultar ahora, sin duda, sumamente aleccionadora. En primer lugar, su punto de vista se sostenía en la firme convicción moral de que el sometimiento constituía una afrenta a la dignidad de las personas. Discriminación, además, que podía también aplicarse a otros sectores de la población con pretextos igualmente arbitrarios (en este caso el color de la piel, pero también la religión, la situación económica, etc.). Los derechos, así, debían ser iguales para todos. Y, en este sentido, Lincoln era también un convencido en torno a las garantías jurídicas que debían proteger a la totalidad de la población. Desde su perspectiva, Estados Unidos tenía en ese tiempo que constituirse finalmente en una sociedad verdaderamente libre, y un recurso indispensable para ello era la Constitución que debía asumirse no como un mero sistema formal de derechos, sino como un instrumento de la democracia.
*
Vale la pena abundar en la forma en que Abraham Lincoln enfrentó el problema de la esclavitud. Como hemos visto, su convicción moral en el sentido de que la esclavitud constituía una afrenta a la dignidad natural de la persona era clara: consideraba a la esclavitud una “monstruosa injusticia” y por la que se negaba la “humanidad del negro”. Hacia el final de su vida siguió insistiendo en su oposición a la esclavitud: “Soy por naturaleza anti-esclavista. Si la esclavitud no es injusta, nada es injusto. No puedo recordar cuando no pensaba y sentía así”.68 El problema, no obstante, era que la esclavitud era una realidad en la Unión, particularmente en el sur, donde había además voces importantes que se manifestaban en favor de su expansión. Por otra parte, la situación no era tampoco nada fácil dadas las amenazas de secesión sureña en caso de abolición. Así, la Unión se encontraba en serio riesgo. Y, para Lincoln, el futuro de la ésta era tan importante como la abolición de la esclavitud. La posición del presidente Lincoln, con relación a ambos problemas, era innegociable. La única solución posible era, entonces, aquella que hiciera posible tanto el futuro de la Unión manteniendo su configuración política como, al mismo tiempo, la libertad de los esclavos.
A lo largo de su vida, el abogado Lincoln siempre pensó el problema en el contexto de la naciente tradición político-legal de Estados Unidos, sobre todo con respecto a la forma en que los propios padres fundadores habían afrontado el problema. En una larga reflexión en torno a los padres fundadores y el problema de la esclavitud, Lincoln busca demostrar que quienes dieron origen a Estados Unidos se oponían, en su mayoría, a la esclavitud, y terminaron por circunscribirla a los más estrechos límites de necesidad. Lincoln, en este caso parafraseando a su rival el senador Douglas, sostuvo que sí, que en efecto los padres fundadores habían entendido esta cuestión “mejor que nosotros”. Lincoln asumió así la esclavitud como un problema no resuelto que había que superar con el espíritu de libertad que guiaba al país y la experiencia política hasta entonces alcanzada.
Finalmente, y con la guerra civil en marcha, el 22 de septiembre de 1862 el presidente Lincoln hizo pública la Proclamación de Emancipación que habría de entrar en vigor el 1 de enero de 1863. De acuerdo con el documento quedaban en libertad todos los esclavos de todos los estados o regiones de los estados y el Poder Ejecutivo de Estados Unidos —incluyendo sus autoridades militares y navales— se comprometía a reconocer y mantener la libertad de esas personas. Con la proclamación, Lincoln hacía valer los poderes que le confería la Unión en su calidad de autoridad máxima, hacia valer aquellos poderes establecidos y defendidos por Hamilton, Madison, Jefferson, Washington. El acto de proclamación de la libertad era, para Lincoln, “un acto de justicia, garantizado por la constitución”.69 Es en este caso certera la afirmación de que Lincoln en realidad sólo buscaba culminar la tarea de los padres fundadores.70
Es importante finalmente dejar constancia de la preocupación que ya el propio Lincoln experimentó con respecto al conflicto entre los intereses privados y la democracia estadounidense. Muy pronto, hacia 1838, Lincoln advertía ya sobre las consecuencias que tendría para el país la posible quiebra de la legalidad institucional, misma que él veía en serio riesgo con el incremento de ciertos actos como la disposición a sustituir el juicio de las cortes por “las pasiones furiosas y salvajes”, así como la muchedumbre por los ministros de justicia. En su discurso de 1856 en contra del Acta Kansas-Nebraska, Lincoln afirmó también que la esclavitud enfrentaba a “muchos hombres buenos” con los principios fundamentales de la libertad civil, criticando la Declaración de Independencia e insistiendo “en que no hay principio correcto de acción sino sólo el auto-interés”.71 Más adelante, en el mismo discurso Lincoln lamentaba que Estados Unidos estaba abandonado su vieja fe, por una nueva: hace casi ochenta años —precisó— declaramos que todos los hombres habían sido creado iguales; ahora en cambio, continuó, declaramos que para algunos hombres esclavizar a otros es “un derecho sagrado de autogobierno”.72
No obstante, Lincoln mantuvo siempre sus esperanzas en torno a Estados Unidos como un país libre, democrático, unido y en paz. Podría decirse que, dadas las circunstancias de conflicto que persistían en el país, se trataba más bien de una esperanza fundada en la promesa e impulsos morales que habían dado lugar a la nación: nuestros padres, señaló en el cementerio de Gettysburg, Pennsylvania, el 19 de noviembre de 1863, trajeron a este continente una nueva nación, concebida en libertad y dedicada a la idea de que todos los hombres han sido creados libres. Nos queda a nosotros los vivos, dijo, dedicarnos a la tarea inacabada que los combatientes han avanzado. Nos queda dedicarnos a la gran tarea que tenemos por delante: “nosotros decidimos aquí que estas muertes no serán en vano —que esta nación, bajo Dios, tendrá un renacimiento de la libertad— y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no perecerá de la tierra”. Todavía en lo que serían los últimos días de su truncada vida, Lincoln persistía en la reconciliación. Concluía así el discurso inaugural de su segundo período con un llamado a sus conciudadanos (y también a sí mismo) para que, “sin malicia hacia nadie, con caridad para todos, con firmeza en lo justo como Dios nos permite ver lo justo”, se esforzaran en terminar la tarea en que se encontraban, en cerrar las heridas del país, en hacer todo lo que les llevara a alcanzar una paz justa y duradera “entre nosotros mismos y con todas las naciones”.73
*
En 1865, con el fin de la Guerra civil y después de la muerte de Lincoln, el Congreso aprobó la Decimotercera Enmienda que en su primer artículo prohíbe la esclavitud y el “servicio involuntario” (excepto en casos criminales y luego de haber sido condenados en el debido proceso) en todo el territorio de Estados Unidos “o cualquier otro lugar que esté bajo su jurisdicción”. El segundo artículo facultó al Congreso a hacer cumplir este primer artículo “mediante la legislación correspondiente”. Lincoln no vivió para ver la aprobación de esta enmienda, pero estuvo empeñado en lograr la liberación de los esclavos y asegurarles el derecho a votar. Lincoln también habría estado en favor del espíritu de la Decimocuarta Enmienda —adoptada poco tiempo después— que liquidó la cuestión inconclusa de la Guerra civil y en la que se establecía la autorización a los exrebeldes para desempeñar cargos públicos y se resolvían las deudas en que había incurrido la Confederación. Sobre todo, se disponía también que todos los ciudadanos de Estados Unidos (nativos o naturalizados) eran política y judicialmente iguales, y se consideraba inconstitucional a cualquier estado que “negare a cualquier persona que viva en su jurisdicción la protección que emana de las leyes”. Esta importante disposición constitucional permitió llevar a cabo la política de justicia a la población negra que impulsaba Lincoln y, con el tiempo, se convirtió en la base de la supresión de la segregación en el sur.74
Como concluye el propio Paul Johnson, no obstante, el fin de la Guerra civil resolvió el problema de la esclavitud en Norteamérica y dio comienzo al problema de la discriminación. Y, en efecto, el reconocimiento de su personalidad jurídica y condición de ciudadanía habría de continuar enfrentándose, día con día, a las prácticas discriminatorias de buena parte del resto de la sociedad estadounidense. Toni Morrison, en una de sus siempre intensas novelas ha buscado recrear el mundo afroamericano de los años inmediatamente posteriores a la Guerra civil. Se trataba —nos ilustra— de vidas fugitivas, en permanente huida. Sethe decide acabar con la vida de su hija —a quien paradójicamente le ha puesto el nombre de “Beloved”— antes de que ella también sufra el destino inevitable de la esclavitud. La huida terminaba por transformarse en una huida de la vida misma. Era un tiempo en que para la población afroamericana la libertad se concedía o se compraba. Y la condición de “ser humano” sólo podía asumirse desde el reconocimiento que de ello hicieran los blancos. Sin duda, una novela como la de Morrison ambientada tiempo atrás no sólo busca testimoniar una época pasada, probablemente superada, sino también constituirse en un espejo de la realidad contemporánea.
La década de los años sesenta del s...

Índice

  1. Año 2021
  2. INTRODUCCIÓN
  3. EL LEGADO
  4. LA CRISIS
  5. EL FUTURO POSIBLE
  6. CONSIDERACIONES FINALES
  7. Bibliografía