III. La libertad, perfección del ser personal
Después de estudiar en el capítulo primero las tesis principales que en torno a la libertad encontramos explícitamente afirmadas en los mismos escritos de santo Tomás, nos proponemos ahora, tras el estudio en el capítulo segundo de los principios capitales de la metafísica del Aquinate, según la interpretación de la Escuela Tomista de Barcelona, investigar, en este capítulo tercero, el concepto esencial de libertad que a partir de su fundamento ontológico nos permita dar razón de la diversidad de acepciones y conceptos que, en torno a la libertad, encontramos en el mismo Doctor Común.
Para proceder metódicamente estableceremos primero, a modo de preámbulo, algunos presupuestos preconocidos o praecognita que constituyen el punto de partida de la reflexión sobre la libertad. Como nota Canals, estos preconocidos, expresión de unos contenidos y significados presentes en el lenguaje cotidiano, sin embargo, «con anterioridad incluso a haber sido objeto de reflexión o de haberse intentado una penetración y aclaración conceptual de los mismos, se muestran en sí patentes» y dicen, por tanto, razón de principio para cualquier investigación racional.
Entre estos preconocidos destacaremos, particularmente, el hecho de la diversidad de sentidos del término «libre» que se constata no sólo en el lenguaje cotidiano, sino incluso en la obra de santo Tomás. A partir de esta diversidad de acepciones trataremos de exponer directamente el concepto de libertad en cuanto tal. Para ello, siguiendo los principios metafísicos de santo Tomás según la Escuela Tomista de Barcelona que expusimos en el capítulo anterior, estableceremos un concepto analógico de «libertad» que nos permita asumir los diferentes grados y acepciones del término según el pensamiento del Aquinate. Así, sobre la base del método analógico según proporcionalidad y atribución de los términos metafísicos, esperamos exponer no sólo la cuestión de la esencia y fundamentos ontológicos de la libertad en cuanto tal, sino también –en la última sección de este capítulo– la de su gradual participación en las diversas naturalezas de la escala de los seres, especialmente en el hombre, en cuanto libre albedrío.
III.1. Preámbulo: praecognita
III.1.1. Ser «libre» es evidente de suyo
Es un hecho común, entre todos aquellos que han pensado alguna vez sobre la libertad, reconocerla en su carácter fundamental y necesario para todo el orden de la vida humana y cuya negación conlleva el desmoronamiento de toda la ética. En este sentido afirma santo Tomás:
Esta opinión [que la voluntad del hombre se mueve necesariamente a elegir algo] es herética: pues excluye el mérito y el demérito en los actos humanos. Pues no parece que pueda ser meritorio o demeritorio que alguien obre necesariamente de tal modo que no pueda evitarlo. Es también considerada entre las opiniones extrañas a la filosofía: porque no sólo es contraria a la fe, sino que subvierte todos los principios de la filosofía moral. Pues si no hay algo libre en nosotros, sino que por necesidad somos movidos a querer, se excluye la deliberación, la exhortación, el precepto y el castigo, la alabanza y el vituperio, sobre los que versa la filosofía moral.
Tales opiniones que destruyen los principios de alguna parte de la filosofía, son posturas extrañas, así como el decir que nada se mueve, lo cual destruye los principios de la ciencia de la naturaleza. Algunos hombres son inducidos a la afirmación de tales posturas por protervia, otros en parte por algunas razones sofísticas, que no pueden resolver.
La afirmación de la libertad de la voluntad, a pesar de que para algunos tiene el carácter de un mero –aunque obligado– postulado práctico, en santo Tomás no es simplemente un necesario punto de partida para toda ulterior reflexión ético-moral, sino que constituye una auténtica y verdadera constatación de un hecho de experiencia. Lo que en el idealismo trascendental no es sino reconocido como una pura afirmación necesaria para la reflexión moral, pero de la que no podemos metafísicamente afirmar ni negar su verdad, para el Aquinate constituye, sin embargo, un verdadero principio, no demostrable, pero evidente por sí mismo, cuya negación supone posicionarse fuera de toda reflexión filosófica racional. Se trata de una evidencia que brota de la inmediatez del conocimiento experiencial del dominio y posesión de la propia operación a partir de la mismidad del conocimiento de yo.Y esto es precisamente lo que, a nuestro juicio, el autor de la Crítica de la razón práctica no supo reconocer en orden a disolver el sofisma en el que la aparente aporía en torno a la libertad le encerraba, y que ha llevado a la práctica negación o, cuanto menos, la duda sobre la personal libertad de la voluntad en la mayor parte de los sistemas filosóficos modernos y contemporáneos. Fallidos intentos posteriores, como el de N. Hartmann, a pesar de su profundidad y penetración fenomenológica en la descripción de la percepción y autoconciencia de la libertad de la voluntad, no han obtenido mejore...