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Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1386-859-2
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Prólogo
En este libro se presentan diferentes historias que reflejan lo mejor y lo peor de la sociedad mexicana. Son relatos que, poco a poco, se van conectando de una forma casi mágica para dar sentido a esa realidad que tanto y tan rápido evoluciona, para bien y para mal.
Tenemos, por un lado, el caso de Sebastián, un capellán que decide enrolarse en el ejército y debido a una mala experiencia inicia una transformación interna y se aísla con un grupo de la etnia náhuatl. Con el tiempo duda de su fe y comienza a aceptar su dualidad para defender a inocentes.
Por otro lado, se desencadena un virus creado por el ser humano que destruye todo cuanto hay a su paso, los intereses económicos y políticos que hay detrás del propio virus y la creación de la vacuna, así como las consecuencias de jugar a ser dioses.
Es interesante también el relato sobre la niña milagro, Ela, el eje central de la novela y sobre la que desarrollan directamente los acontecimientos finales.
En definitiva, La sombra del mañana es un libro que nos muestra la cara buena y mala de la sociedad en México, pero que bien se podría extrapolar a la humanidad en general.
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Hunab Ku
«Yo soy tú, tú eres el otro yo».
Capítulo 1— El ANCIANO—LA SIERRA MADRE, MONTERREY, NUEVO LEÓN
Un anciano subía lentamente por el camino de la montaña en el noreste de México. Su cabello blanco y limpio, todavía abundante, recogido hacia atrás con un pedazo de cuero curtido. Su barba totalmente blanca recién recortada enmarcaba una cara con semblante duro, recio, con profundas arrugas alrededor de unos ojos claros que emitían tranquilidad y paz interna con destellos de tristeza.
El amanecer se había convertido en una mañana soleada y fresca de los meses de octubre. Dirigiendo su vista hacia la cumbre podía distinguir la gran «M» que la coronaba y que solo podía verse desde este lado del valle de Monterrey. Algunas aves lanzaban su canto acompañando paso a paso su lento avance invitándolo a seguir, a llegar hasta la cima. Había pasado ya mucho tiempo desde que volvió a tomar el camino, aún recordaba cuando lo hacía todos los días y lo mucho que significaba en su vida, desde los momentos más felices de su existencia hasta aquellos eventos que lo llevaron a un sufrimiento tan terrible y profundo que lo habían tenido sujeto a la obscuridad en un sueño sin fin, sin dejarlo despertar, sin dejarlo salir. En su sueño, interminables escenas sucedían una a una, en donde se contaba la historia que él ya sabía a medias, atrapándolo en un marasmo de emociones intensas. Tan reales que le hacían rechinar los dientes, gemir y llorar en su comatoso sueño. Al revivir el final de la historia, despertó. Abrió los ojos lentamente, caras conocidas lo rodeaban con gestos serios y solemnes. Ahora todo estaba más claro. El dolor nublaba su mente, entumecía su cuerpo, desgarraba lo más profundo de su ser. Otra vez al presente… al camino, no quedaban muchos como él, tal vez sería el único. Ahora empezaba a comprender su misión, le habían permitido levantarse, lo alimentaron, lo vistieron y ayudaron a salir.
Lo guiaron a través de intrincadas veredas hasta el camino de la montaña, donde cariñosamente se despidieron y lo dejaron solo con su misión y un nudo en el corazón. Un ave voló frente a él y dejó caer unas plumas azules como el cielo, las recogió y el contacto lo llenó de felicidad, aminorando la carga de sufrimiento y dolor sobre sus hombros.
Comprendía su misión. Tenía que contar la historia completa, la debía contar una y otra vez y transmitirla a las nuevas generaciones. Debía sobreponerse al dolor de revivir la historia que lo había traído a ese día, el camino lo había llamado desde tiempo atrás. «Es necesario contar la historia es lo más importante, se lo encargaron a él, es su misión…».
Capítulo 2— EL PODER Y LA AVARICIA—CIUDAD DE MÉXICO, DISTRITO FEDERAL
El tiempo vuela en la capital de México, en un país en vías de crecimiento con mucha riqueza por robar, pobreza y hambre que dejar en el camino. Un hombre se encontraba hincado rodeado de lujos, se debatía entre su insomnio y la impaciencia por el nuevo día.
—Este es un buen día. Daba gracias ante la imagen de una de las tantas e incontables deidades y santos en el cuarto—. Permíteme hacer lo mejor para mi familia y para todos los que me rodean, perdona mis pecados, prometo que daré a la iglesia suficiente dinero para una nueva capilla. El padre Doroteo me confesó, estoy listo.
Rayos del sol se dejaron entrever por la ventana, se incorporó y se vistió lenta y, meticulosamente, ajustó su corbata de seda. Se coloca sus mancuernillas de brillantes piedras que por sí solas valían más de lo que un jornalero podría ganarse en toda su vida de trabajo y sacrificio. Ya estaba listo para la entrevista con altos empresarios extranjeros, las cartas estaban ya sobre la mesa. Utilizando prestanombres, invertiría su dinero en terrenos ejidales estafando a sus propietarios legales, revendiéndola a su país a muchas veces su valor. Llevándose una inmensa fortuna que reinvertiría con los empresarios extranjeros para su nuevo negocio. Solo una cuestión le preocupaba: los propietarios fácilmente podrían negarse a vender los terrenos.
La nueva refinería que era prioritaria para el crecimiento del país le serviría de cobertura. Sintió un vacío en su estómago, la anticipación y la codicia lo invitaban a una vida de poder infinito y de riqueza fácil, solo existía el placer de tener y tener hasta el fin de sus días.
«El país me debe mucho, desde hace años le hice crecer, de una manera u otra siempre he tenido el poder, es tiempo de cobrar en grande y pasar a otro nivel…». La voz le habló otra vez, esta vez más clara y cada vez más frecuente:
—Sigue así, nada podrá parar tu éxito, tú eres el elegido, tienes todo para lograrlo, nada importa, solo tú y yo.
Capítulo 3— LA MONTAÑA—SIERRA MADRE, MONTERREY, NUEVO LEÓN
El camino trasladaba a los hombres y mujeres desde la base de la montaña hasta la cúspide llena de frondosos pinos y encinos. Lo que empezó como cuartel de un general disidente de la época de la revolución se convirtió en una especie de paseo. Un refugio para los habitantes de la vida rápida y caótica que transcurría día a día en la metrópoli, que se reconocía como la ciudad de más alto crecimiento y de mayor riqueza en el país.
Invitaba a ser recorrido para algunos como prueba de resistencia, para otros como refugio y lugar de meditación. Lo recorrían para tener el tiempo de pensar y buscar respuestas a su vida o simplemente para descansar. Durante siglos, había sido testigo de esfuerzo, esperanza, motivación, espiritualidad, pero también de remordimiento, odio, autocompasión, venganza y egoísmo. Había estado presente para generaciones y generaciones, absorbía de los humanos sus emociones, estaba ahí invitando a todos a llegar a la cúspide. Ofrecía apoyo, aire limpio, sensaciones de pureza y olores penetrantes de abeto y flores que limpiaban el físico y el alma. Un reto, u...