Salvar el pueblo, gobernar las almas. La Iglesia católica y la emergencia de lo social en Colombia (1908-1950)
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Salvar el pueblo, gobernar las almas. La Iglesia católica y la emergencia de lo social en Colombia (1908-1950)

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Colombia conoce, en las primeras décadas del siglo XX, una profunda transformación modernizadora. Fisionomía espacial, relaciones productivas, tipos de conocimientos, formas de socialización, subjetividades, entre otros, experimentan transformaciones nunca antes vistas. Se trata de transformaciones en que la Iglesia católica asumió un comportamiento proactivo, concretamente en el campo social. Este libro analiza en detalle la articulación que la Iglesia católica hizo entre saber y poder durante el proceso de modernización del país. Estrategia que la convirtió a la postre en una de las fuerzas constitutivas de lo social en Colombia y en uno de los competidores políticos por el gobierno de los hombres.

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Información

Año
2020
ISBN
9789587463514

El gobierno de lo social y el Reino de Dios

Las conclusiones de los capítulos anteriores nos han conducido a la siguiente afirmación: Colombia, en las primeras décadas del siglo XX, conoció un periodo de arreglos y reajustes; se generaron nuevos enunciados, nuevas imágenes, nuevos procedimientos en el conocimiento y en el gobierno de los hombres, aparecen nuevas dinámicas y nuevos ritmos sociales, también nuevas relaciones productivas. La emergencia de esas novedades no supuso la abolición de los elementos antiguos; si bien hay, sin duda, una fractura, también hay una continuidad. Por eso, parece más acertado hablar de una redistribución de elementos con la aparición de esas novedades, así como de una modificación heterogénea a diferentes niveles. De tal forma, el proceso en el cambio de siglo se asemeja más al cruce, la articulación, la coexistencia, la negociación, el establecimiento de nuevas compatibilidades y la consolidación de una nueva hegemonía. Si bien es pertinente hablar de discontinuidad, no hay que entender esta como una ruptura radical, una tabula rasa, un comienzo original; se trata de una ruptura donde se construyen, con elementos viejos y nuevos, nuevas constelaciones.
Así, el cuadro general en que se desarrolló la DSIC en Colombia se destaca por una alteración a diferentes niveles y a distintos grados de intensidad. Antes de la consolidación de las diversas técnicas de producción del capitalismo, imágenes e imaginarios del ideal moderno ya habían conquistado el espíritu de una parte de la población. Por un lado, se observan consentimientos tácitos entre el orden capitalista y los valores o prácticas coloniales; por otro, se encuentra la circulación de nuevas imágenes y la aceptación y reconocimiento de nuevas identidades. El moldeamiento de las subjetividades no se limita, como otrora, a la educación; radio, cine, fotografía, prensa, moda, tecnología, higiene, alimentación, salud, distribución espacial, infraestructura, urbanismo, cambio de horarios y habitudes, usos del cuerpo: todos estos elementos compiten y confluyen en ese dar forma.
Como parte del proceso, enunciados provenientes de las ciencias experimentales y positivas llegan y alteran la producción de discursos y transforman las intervenciones de gobierno en un sentido biopolítico. Precisamente lo que predomina en la mayoría de países poscoloniales es la dinámica de apropiación de conocimientos producidos en el extranjero, producto, entre otras tantas causas, de una falta de iniciativas y políticas que hubieran propiciado una vigorosa producción científica. Esta dinámica de apropiación se impone, pues el tipo de conocimiento moderno, la ciencia y sus modelos, sus procedimientos y exigencias, son tomadas como la dimensión epistémica y epistemológica correcta, invalidando otros conocimientos y otros procedimientos. En ese sentido, los conocimientos occidentales, sean estos los letrados o las ciencias experimentales, son aprobados e incorporados en las dinámicas locales. Coexisten entonces, en el campo de la modernidad, enunciados muy diferentes: algunos provenientes del ámbito literario, unos de las ciencias positivas, otros de las ciencias humanas. Bajo esa lógica, ciertos conceptos, nociones, modelos de análisis, aparecen en el plano local y cambian de estatus; esto es, al ser ubicados en otra red de relaciones, su contenido discursivo puede variar. Aunque se trate de la misma frase de la medicina, la misma proposición de la higiene, el mismo marco económico, el mismo concepto de la biología, su valor en cuanto enunciado discursivo puede modificarse. La repetición exacta de un sistema de signos no implica una continuidad en la identidad (Foucault, 2008). En un campo de conocimiento donde la lógica de apropiación es dominante o generalizada, varios enunciados, inscritos en el interior de nuevas relaciones, encuentran modificada su identidad. Así, la apropiación y la puesta en circulación permitirán otras articulaciones y relaciones discursivas, sin que deban ser calificadas como contradicciones sistemáticas, desconocimiento de los principios rectores de las doctrinas o, incluso, signo de ignorancia por parte de los intelectuales locales.
Ese proceder de cruces y articulaciones no es ajeno a la Iglesia católica. Con la encíclica Rerum Novarum una nueva institución ve la luz. La premisa era reposicionarse en la dirección de los pueblos, lo que desencadenaría modificaciones importantes en el discurso eclesiástico. De la condena pura y simple a las elaboraciones modernas bajo el grito de anatema, la Iglesia se desliza hacia una apropiación progresiva de los nuevos principios, sin que eso afecte en absoluto las normas doctrinales ni el horizonte moral cristiano. La tradición institucional, por su dogmatismo, no era suficiente para garantizar la validez de su palabra o la legitimidad de sus intervenciones. La Iglesia debía, a partir de ese momento, apoyarse en los nuevos conocimientos y en el nuevo régimen de veracidad. Se pone, entonces, en funcionamiento un dispositivo capaz de articular diferentes producciones discursivas sobre los problemas sociales y las técnicas de intervención para responder a ellos.
Se trata en este capítulo de reconocer y delimitar el dispositivo que permitió a la Iglesia problematizar e intervenir sobre ciertos objetos, demarcando de esa forma el cuerpo social. Visitaremos, en un primer momento, las grandes líneas doctrinales definidas por el Vaticano en la encíclica Rerum Novarum y la DSIC. Los principales fundamentos del dispositivo se desprenden de allí: la serie táctica pueblo-medio-influencia y los puntos de enganche que sirvieron a la articulación de los elementos discursivos y no-discursivos alrededor de lo social en Colombia.

Rerum Novarum y la DSIC

Desde el punto de vista de la historiografía latinoamericana, las investigaciones sobre la Iglesia y su actividad social se han interesado principalmente a dos temáticas. Una de ellas son las relaciones conflictuales con el Estado durante los procesos de laicización, donde se muestran las disputas entre los programas liberales y la Iglesia alrededor del rol que debía tener la religión en la construcción de las nacientes naciones. Esa historiografía describe los principales puntos de tensión que surgieron a lo largo de esos procesos: instrucción, educación, misiones, beneficencia y participación del clero en política. La otra temática es la actividad religiosa y social, donde los estudios describen el desarrollo de instituciones, programas y establecimientos dirigidos por la Iglesia, remitiéndose a lejanos orígenes para mostrar su evolución.
La historiografía colombiana ha conocido estos dos tipos de perspectivas, fijando conclusiones que si bien esclarecen los procesos históricos de la Iglesia en el país, no logran explicar de manera satisfactoria las relaciones entre esa institución y los procesos modernos ocurridos en el país. Por un lado, la Iglesia ha sido descrita como una institución cerrada que, a causa de su comportamiento reaccionario ante la modernidad, impidió la construcción de un Estado laico sólido, frenó el desarrollo de la ciencia y entorpeció el ejercicio de la libertad individual. Por otro lado, están los estudios que defienden esta institución y su ejercicio pastoral. Así pues, como lo dice Londoño (1994), las visiones, unas apologéticas, otras desaprobadoras, igualmente parciales y partidarias, cuentan la historia a su manera.
Como se ha expuesto previamente, la relación de la Iglesia con la ciencia tuvo que cambiar, por lo que términos, criterios y métodos de trabajo fueron transformados. Aquello permitió una aproximación nueva a las complejas formas que nacían de la modernidad, por ejemplo, la configuración epistémica y epistemológica de los conocimientos científicos. Además, estudios como los de Diana Obregón y Beatriz Castro han demostrado, como lo señalamos previamente, que el rol de la Iglesia en los establecimientos de beneficencia no se hizo al tono de los partidos políticos, sino que, al contrario, esa red de servicios en la que el Estado, sociedades privadas, órdenes religiosas e iniciativas particulares estuvieron implicados, comenzó a elaborar, hacia 1870, una estrategia particular en torno a lo social.
Ahora bien, la historia de la DSIC nos interesa pues esta marca, desde las primeras décadas del siglo XX, los diferentes niveles, epistemológico y práctico, del trabajo pastoral a propósito de los problemas sociales. Como ha sido comúnmente descrita, la DSIC fue creada como un proyecto social de reconciliación entre las diferentes clases sociales. La primera etapa nace con la encíclica Rerum Novarum (1891), promulgada bajo el papado de León XIII. En aquel texto se establecieron los principios que regularon la solución cristiana de eso que para la época se denominaba “cuestión social”. Con esta expresión se designaba el conflicto entre capitalistas y trabajadores; bajo ese término, se englobaban problemáticas como las condiciones de vida del proletariado, la urbanización, la propiedad, la agitación política, la organización del trabajo, entre otras tantas expresiones de la contradicción constituyente del capitalismo.
Como lo ha observado Vieira (2006), la Rerum Novarum, con las temáticas que destaca, fue la referencia del trabajo apostólico en función de la reconciliación propuesta por la Iglesia, que se diferenciaba de las soluciones socialistas y de las liberales. A diferencia de los primeros, la encíclica defendía la propiedad privada y promovía la creación de asociaciones cristianas; contrario a los segundos, justificaba la intervención limitada del Estado, la existencia de estructuras intermediarias y, por último, definía lo que debía ser entendido por un salario justo.
No obstante, consideramos que la importancia de la carta papal no se sitúa tanto en la designación de temáticas fijas como en la delimitación de un campo donde se ubican los objetos de discurso. En otras palabras, la encíclica da cuenta de la interpretación institucional sobre la propiedad privada, el salario justo, las asociaciones y el rol del Estado, pero, de una manera más profunda, subterránea, establece campos particulares despejando la manera en que debe ser tratada la “cuestión social”. Es así como se pueden distinguir tres campos: aquel que concierne las condiciones de miseria de los obreros; aquel que se interesa en las agitaciones revolucionarias y el de la descristianización. En cada enunciación sobre los problemas sociales se hará referencia a esos tres campos. Cada uno de ellos contiene objetos particulares, conceptos, nociones y modelos de análisis propios. En el primero, encontramos todo aquello que se relaciona con el estado material de los obreros: pueblo, vivienda, salarios, relaciones laborales, higiene, alimentación, salud, sindicatos, justicia. En el segundo, lo relacionado con la estabilidad del orden social: comunismo, socialismo, revolución, marxismo, lucha de clases, intervención del Estado, estructuras intermediarias, corporativismo, armonía. En el tercero, lo que incumbe al abandono de la fe cristiana, sus principios y valores: avaricia, usura, codicia, individualismo, impiedad, promiscuidad, censura, educación moral, familia, caridad.
Estos tres campos mantienen, obviamente, estrechas relaciones. Su proximidad es constante y las preguntas, transversales. Hablar de la pobreza de las clases trabajadoras y de las consecuencias injustas del capitalismo está vinculado al estado moral de los grupos sociales o al peligro que representan las doctrinas revolucionarias. Se trata de una activación de relaciones múltiples entre los objetos, los conceptos, las nociones, los modelos y las metáforas según las formas de problematización de los fenómenos sociales. Ese modelo de funcionamiento tendrá vigencia hasta el concilio Vaticano II (1962), cuando las problemáticas sociales serán abordadas bajo nuevas perspectivas. Según Idelfonso Camacho (1991), los cambios de funcionamiento de la DSIC con Vaticano II son: a) del método deductivo al método inductivo; b) del derecho natural a la consciencia de alteridad; c) de ser una alternativa al conflicto capital/trabajo a ser una extensión de la enseñanza social; d) de la doctrina/acción (reflexión doctrinal jerárquica) a la acción/doctrina (reflexión y acción a varios niveles).
Como han señalado autores como Johannes Haryatmoko, Camacho y Vieira, la encíclica Rerum Novarum en particular y la DSIC en general, abordaron la “cuestión social” a partir de una crítica de las relaciones sociales, pero fundaron sus causas en el abandono de los principios de la moral cristiana. En coherencia, la reforma social propuesta por la Iglesia fue la de restaurar en la sociedad esos principios de comportamiento. Haryatmoko es justamente uno de los autores que más han ahondado en la composición epistemológica de la DSIC, y destaca la integración de modelos de análisis de la economía y de las ciencias humanas para estudiar los problemas sociales, remitiendo al abandono de los principios morales la causa fundamental de toda la problemática. Aquello lleva a Haryatmoko a hablar de una paradoja en la DSIC, puesto que el análisis que hace la Iglesia de la “c...

Índice

  1. Introducción
  2. Lo particular y la estrategia
  3. Modernidad e inercia. El campode la doctrina social
  4. El gobierno de lo social y el Reino de Dios
  5. Reflexiones finales
  6. Referencias