De colonias a estados nacionales
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independencias y descolonización en América y el mundo en los siglos XIX y XX

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De colonias a estados nacionales

independencias y descolonización en América y el mundo en los siglos XIX y XX

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Cuando pensamos en la Independencia nos vienen a la mente las figuras de los libertadores, de las batallas y de las masas movilizadas por el incentivo de la liberación en el 'tiempo heroico' de inicios de siglo XIX. Con mayor información y desarrollo teórico vemos al proceso no como una secuencia de acontecimientos circunscritos a las fronteras de los actuales Estados, sino a una realidad continental en la que se involucró el conjunto de las sociedades y los espacios iberoamericanos.También entendemos las independencias en la perspectiva de la gestación y auge de un sistema mundial articulado por el capitalismo en ascenso. Últimamente, inclusive, hemos puesto mayor interés en la participación de las mujeres, de los indígenas y negros, de la plebe urbana y del campesinado.Pero rara vez hemos comparado nuestra 'Guerra Magna' con una realidad que se dio más de un siglo después: la descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial y condujo a la independencia de gran cantidad de países de Asia, África y el caribe.Los procesos independentistas, alejados por más de un siglo en el tiempo, tuvieron muchos rasgos diversos. Pero también se encuentra en ellos elementos comunes que pueden observarse, puesto que en ambos casos se enfrentó al colonialismo y se dieron circunstancias que incidieron en la realidad mundial.Por ello, vimos la oportunidad de realizar un acercamiento comparativo entre las independencias latinoamericanas decimonónicas y los proceso de descolonización que se dieron en el siglo pasado con enorme impacto en el ámbito internacional, y que cambiaron en varios sentidos la historia del mundo.

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argentinas

Introducción

INDEPENDENCIAS Y DESCOLONIZACIÓN

Enrique Ayala Mora

La cuestión

Cuando pensamos en la Independencia nos vienen a la mente las figuras de los libertadores, de las batallas y las masas movilizadas por el incentivo de la liberación en el “tiempo heroico” de inicios del siglo XIX. Pensamos en la influencia de la crisis de las monarquías ibéricas, la invasión napoleónica, el apoyo de Gran Bretaña y el triunfo de sus intereses comerciales. Ahora, con mayor información y desarrollo teórico, vemos al proceso no como una secuencia de acontecimientos circunscritos a las fronteras de los actuales Estados, sino a una realidad continental, en la que se involucró el conjunto de las sociedades y los espacios iberoamericanos, en el marco de una “revolución atlántica”. 1 También entendemos las independencias en la perspectiva de la gestación y auge de un sistema mundial articulado por el capitalismo en ascenso. Últimamente, inclusive, hemos puesto mayor interés en la participación de las mujeres, de los indígenas y negros, de la plebe urbana y del campesinado.
Pero rara vez hemos comparado nuestra “Guerra Magna” con una realidad que se dio más de un siglo después: la descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial y condujo a la independencia de gran cantidad de países de Asia, África y el Caribe. A pesar de tenerlos cerca, no hemos conectado nuestras gestas libertarias con la independencia y el surgimiento de los nuevos Estados caribeños. Menos nos hemos preocupado de relacionarlas con lo que pasó en África, India o Indochina. Salvo quizá para la retórica, no se ha puesto vis a vis a Simón Bolívar con Mahatma Gandhi o a Antonio José de Sucre con Jomo Kenyatta. Solo a veces se ha dicho al paso que ambos fueron procesos de “liberación nacional”, pero no se ha hecho el esfuerzo sistemático por ponerlos en una perspectiva que ahora denominaríamos “Sur-Sur”, tratando de establecer las consecuencias transcontinentales, tanto de los hechos de inicios del siglo XIX, como de los de la segunda mitad del siglo XX.
Este libro quiere ser un aporte para que esa falencia en los estudios sobre independencias pueda comenzar a subsanarse. Es, ciertamente, un pequeño paso, pero esperamos que en el camino correcto. Los procesos independentistas, alejados por más de un siglo en el tiempo, tuvieron muchos rasgos diversos. Pero también se encuentra en ellos elementos comunes que pueden observarse, puesto que en ambos casos se enfrentó al colonialismo y se dieron circunstancias que incidieron en la realidad mundial.
Por ello, vimos la oportunidad de aprovechar la ocasión del sesquicentenario de la Revolución de Quito de 1809, para realizar un acercamiento comparativo de las independencias latinoamericanas decimonónicas y los procesos de descolonización que se dieron en el siglo pasado con enorme impacto en el ámbito internacional, y cambiaron en varios sentidos la historia del mundo. Fue una ocasión para promover un estudio comparativo entre las dos realidades, en un marco global. Comparar los procesos, sus actores, sus continuidades y rupturas es un gran desafío y un gran aporte académico.
Poner frente a frente estos dos grandes acontecimientos que marcaron el ocaso del colonialismo en la tierra y cambiaron radicalmente la geopolítica internacional, nos permitirá entenderlos mejor y comprender cómo la acción de los pueblos, con sus grandes líderes a la cabeza, configuró el mundo actual. Ver a disímiles protagonistas colectivos de continentes distintos unos frente a otros, hará posible apreciar dimensiones históricas que hasta ahora han sido muy poco conocidas. También promoverá el trabajo conjunto de investigadores de diversos países y un diálogo Sur-Sur, entre académicos de regiones y pueblos que, aunque políticamente independientes, siguen siendo pobres y dependientes, empeñados en buscar su plena soberanía en el marco de la interculturalidad.
Pies de página
1 Marco Palacios, coordinador, Las independencias hispanoamericanas: Interpretaciones 200 años después, Bogotá, Norma, 2009, p. 25.

La independencia, acto fundacional

Las independencias de Iberoamérica no fueron solo revueltas locales, actos puntuales, batallas específicas. Fueron procesos complejos que se desarrollaron por varios años. En América del Sur, por ejemplo, se iniciaron con la formación de juntas de autogobierno a fines de la primera década del siglo XIX. 2 Continuaron con la reacción de las autoridades coloniales y la radicalización de los líderes patriotas, y culminaron con un esfuerzo combinado desde varios ámbitos territoriales, que produjo la derrota definitiva de las fuerzas españolas en 1824.
Las juntas formadas en Chuquisaca, La Paz, Quito, Caracas, Cartagena, Buenos Aires, Cali, Pamplona, Socorro, Bogotá y Santiago, y la rebelión mexicana, que se sucedieron entre 1809 y 1811, abrieron un proceso que llevaría a las independencias de casi todas las antiguas colonias ibéricas de América. Fueron el punto de partida de una ruptura que culminó con el inicio de la construcción de los modernos Estados nacionales en América Latina.
En 1809 se abrió un proceso político, que se inició con reclamos de autonomía y juramentos de lealtad al rey ausente y cautivo, pero que en unos años culminó con la ruptura del vínculo colonial, que tuvo profundas raíces internas, económicas, sociales, políticas, étnicas y culturales. Se dio en un marco internacional de revolución y guerra, influenciado también por los hechos americanos que, a su vez, dejaron huella en el panorama europeo y mundial de entonces. La Independencia latinoamericana fue un elemento fundamental de la formación del nuevo sistema mundial, asentado sobre la relación centro-periferia, que venía gestándose desde el siglo XVI. 3 Se puede decir que se dio en el marco de la “globalización” de entonces, puesto que no tuvo implicaciones solo en Europa o EUA, sino también en Asia y África.
Las independencias americanas, salvo excepciones, como la mexicana de 1810, se iniciaron con pronunciamientos protagonizados por las élites. Pero desde el inició el pueblo se lanzó a las calles. Con el tiempo, se fueron incorporando diversos sectores sociales y se integraron las fuerzas de varios espacios coloniales. Esa fue la clave del triunfo final. Y es que nuestro continente, entonces como ahora, era un espacio de grandes diversidades étnicas, culturales y regionales. El Libertador Simón Bolívar, en uno de sus primeros alegatos por la libertad, destacó esta realidad, cuando dijo “somos un pequeño género humano”. 4
Las independencias se han considerado desde el inicio de la vida autónoma actos fundacionales de nuestros países. Así lo destacan sus imaginarios nacionales y valores cívicos. De muchas maneras, las independencias se proyectan en las historias de los países hasta el presente. Sus fechas destacadas son fiestas nacionales, sus símbolos, banderas, himnos hacen referencia a esa gesta. Instituciones como los ejércitos, las cortes de justicia, incluso las universidades, justifican sus orígenes independentistas. También se las ha visto como justificativo y punto de partida para los procesos de integración que emprendieron nuestros países desde las últimas décadas del siglo XX.
Pies de página
2 Cfr. Manuel Chust, editor, 1808: La eclosión juntera en el mundo hispano, México DF, FCE, 2007.
3 Cfr. Immanuel Wallerstein, The Modern World-System: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century, Nueva York, Academic Press, 1974.
4 Simón Bolívar, Pensamiento fundamental. Estudio, selección y notas de Enrique Ayala Mora, Quito, UASB-E / CEN, 2004, p. 29.

Los nuevos Estados nacionales latinoamericanos

Los Estados de América Latina surgidos de la Independencia son ya viejos. El mito del “continente joven” podía tener efecto en siglo XIX, pero a estas alturas nuestros países ya van a tener dos siglos. La mayoría de los países del mundo son más jóvenes. En realidad, América fue más bien pionera en haber sido el escenario de las tres primeras revoluciones anticoloniales de la historia del mundo: la de EUA, la de Haití y la de las colonias españolas. Y así como el llamado “descubrimiento” del Nuevo Mundo fue la primera “globalización” que integró a la tierra, como ya se ha observado, las independencias americanas fueron también hechos “globalizados”, porque tuvieron influencias y consecuencias en el marco del sistema mundial en ascenso. Los Estados nacionales latinoamericanos surgieron muy tempranamente en la historia del mundo. Como Anderson lo reconoce: “fueron históricamente los primeros ejemplos de ese tipo de Estado en aparecer en el escenario mundial”. 5
Pero las naciones americanas, como tales, no son tan viejas. La tradición histórica ha mantenido que las naciones se formaron hace siglos, desde la Época Aborigen, y que se constituyeron en Estados cuando habían “madurado” y hallaron la ocasión para consolidarse jurídicamente con las independencias. Pero, en realidad, se formaron luego del surgimiento de los Estados independientes, en buena parte gracias a la acción expresa de esos Estados, que generaron la nación a su medida. 6 Fueron los Estados los forjadores de las naciones y no al revés, aunque no partieron de nada. Las élites que dominaron los nuevos países tomaron elementos culturales y políticos del pasado para integrar los imaginarios nacionales, entre ellos, desde luego, los procesos “fundacionales” recientes de las independencias, con sus gestas y héroes.
Las independencias no pueden ser consideradas como luchas de “liberación nacional”, puesto que en América no había naciones a fines de la Colonia. Tampoco había aún una nación propiamente dicha en España. Precisamente los procesos independentistas fueron la ocasión para que se acelerara la historia y se precipitara el surgimiento de las naciones en ambos lados del Atlántico. Entonces, los protagonistas del proceso empezaron a invocar a la nación como un cuerpo social, sujeto de la soberanía, que fue asumiéndose como sustituto del rey ausente. El sentido “nacional” fue profundizándose conforme se patentizó la traición del rey, su acción regresiva y la inviabilidad de una monarquía constitucional asentada en dos continentes.
Las independencias fueron, ante todo, movimientos liderados por sectores dominantes criollos que trataban de apoderarse del poder político. Pero para triunfar, necesitaron la movilización de sectores subalternos que se incorporaron a los procesos con expectativas de cambios sociales y económicos, como la eliminación de la esclavitud, el reparto de la tierra o la liberación de trabas a la artesanía y el pequeño comercio. Esa movilización aceleró la dislocación de las sociedades tradicionales y volvió más complejo el tránsito de colonias a Estados independientes, en el que tuvo mucha importancia el debate sobre si los países debían conservar el régimen monárquico o debían adoptar el republicano. Al fin triunfó este último en toda Hispanoamérica. En el Brasil, en cambio, se estableció un imperio.
Pero no se implantó el modelo republicano “ideal”. Los nuevos Estados adoptaron regímenes de “república monárquica o monarquía republicana”. En realidad: “los requerimientos del poder social determinaron la adaptación del modelo y tuvimos repúblicas, unitarias o federales, que funcionaron como remedos de monarquías; y sociedades liberales que funcionaron con religión de Estado o religión privilegiada de Estado” 7 . La cuestión fundamental, una vez obtenida la independencia, más allá de la adopción del régimen republicano o monárquico, fue preservar el poder y la estructura social, mantener el orden y la propiedad. Tarea fundamental de los nuevos Estados fue desmovilizar a las masas y asegurarse de que en los regímenes recién establecidos se dieran modos de conservar el poder de los señores de la tierra y mantener, aunque fuera parcialmente, la esclavitud. Los nuevos Estados nacionales fueron limitados. Mantuvieron continuidades coloniales y restringieron la ciudadanía.
Pies de página
5 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, edición revisada, Londres-Nueva York, Verso, 1991, p. 46.
6 Tomás Pérez Vejo, Nación, identidad nacional y otros mitos nacionalistas, Oviedo, Nobel, 1999, p. 129.
7 Germán Carrera Damas, “República monárquica o monarquía republicana”, en Germán Carrera Damas, editor, La crisis del régimen colonial e Independencia, vol. 4, Enrique Ayala Mora, coordinador general, Historia de América andina, Quito, UASB-E / Libresa, 2003, p. 376.

Descolonización y Tercer Mundo

Por más de un siglo, después de la independencia de los Estados latinoamericanos, el esquema colonial mundial se mantuvo. 8 Esto, pese a que se dieron fenómenos como el derrumbe de los remanentes del imperio español, que desembocaron en cambios en las Filipinas y Puerto Rico, que pasaron al control de EUA, y en la Independencia cubana, que no fue fácil de conseguir. En la Primera Guerra Mundial se tambaleó el colonialismo y se profundizó la lucha anticolonial. Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, desde mediados de la década de los años cuarenta, en Asia, África y el Caribe, se dio un proceso de alcance mundial que se denominó “descolonización”. Las independencias y la incorporación de nuevas naciones a la comunidad internacional ocuparon el escenario mundial. 9 Reconozcamos, desde luego, que las luchas anticoloniales se habían gestado y mantenido durante toda la dominación de las metrópolis europeas. Pero fue solo en estos años cuando esos enfrentamientos culminaron con un masivo proceso de creación de nuevos países independientes.
La descolonización en Asia se dio en los espacios que correspondían a los diversos territorios coloniales. La India, la “joya del Imperio Británico”, que venía a ser todo un subcontinente, luego de un largo proceso de resistencia anticolonial dirigido por el “Partido del Congreso” y por la legendaria figura del Mahatma Gandhi, logró su independencia en 1947, pero al precio de su “partición” en tres países, que luego devinieron en cuatro. 10 La independencia de Indochina se dio en medio de una cruenta guerra, que se extendió por décadas. También se dio la independencia de las colonias holandesas en el “Extremo Oriente”. En el mundo árabe, especialmente en el Medio Oriente, concluyeron los “mandatos” europeos y se redefinió la geopolítica regional en la que los nacionalismos árabes o islámicos tuvieron un ...

Índice

  1. Introducción: Independencias y descolonización