Se acabó la clase media
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Se acabó la clase media

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Este libro nos acerca a las más señaladas disputas entre economistas, y a la relación entre los planteamientos teóricos y los grandes experimentos de política económica de los últimos cien años. White nos ofrece una lúcida visión del liberalismo económico, la economía mixta, el socialismo y el fascismo, los locos años veinte, las teorías del ciclo económico y la Gran Depresión, la economía institucionalista y el New Deal, la revolución keynesiana, la influencia de la guerra en las doctrinas económicas, las nacionalizaciones y la planificación centralizada.En definiva, un viaje por las ideas que han marcado el pensamiento económico hasta su forma actual: ¿Cómo combatir la pobreza, la desigualdad, el paro? ¿Cómo promover un crecimiento equilibrado? ¿Austeridad, gasto público, regulación, privatizaciones? ¿Una política monetaria restrictiva o laxa? ¿Qué tipo de reforma del mercado laboral? ¿Ahorro, consumo, inversión, productividad? En la actualidad, cuando el eje central de todo proyecto político es su programa económico, la lectura de esta obra ayuda a entender la raíz de las opciones que pugnan por el poder.

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Información

Año
2014
ISBN
9788494488054
Categoría
Economía
Primera parte
Bienvenidos a la hipermeritocracia
.
.Capí
Capítulo 1. El trabajo y los salarios en iMundo
.
.
.
.
No todo lo que dice este libro son buenas noticias. Ser joven y encontrarse sin empleo sigue siendo una realidad muy tozuda. Los salarios de los jóvenes que tienen la fortuna de obtener trabajo han bajado. En el año 2000 en Estados Unidos, los salarios ajustados en función de la inflación para los jóvenes que dejaban los estudios al terminar la secundaria eran un 11 por ciento más elevados que una década más tarde, y los salarios ajustados en función de la inflación para los licenciados universitarios (que estudian carreras de solo cuatro años) se han reducido en más de un 5 por ciento. Las tasas de desempleo de los licenciados universitarios jóvenes llevan años en torno al 10 por
ciento y las tasas de subempleo se encuentran en torno al 20 por ciento. La triste realidad es que muchos jóvenes se enfrentan a una disminución de las posibilidades de empleo, incluso varios años después del fin oficial de la crisis de 2009, cuando la economía empezó a crecer otra vez tras una contracción de dimensiones históricas.
Mucha gente está presenciando la erosión de su futuro económico. Los problemas de la juventud en el mercado de trabajo —que se dan en muchos países— son un augurio del nuevo mundo laboral en ciernes. Carecer de la formación adecuada equivale a quedar al margen de oportunidades como nunca antes.
Al mismo tiempo, la gente que tiene mayores ingresos, y que a menudo tienen titulaciones postsecundarias superiores, está ganando mucho más. «Se acabó el término medio» es el latiguillo de nuestra época, y es probable que sea todavía más válido en el futuro.
Esta máxima será válida en lo que se refiera a la calidad de su empleo, de sus ingresos, del lugar donde viva, de sus estudios y de los de sus hijos, y quizá también de sus relaciones más íntimas. Los matrimonios, las familias, las empresas, los países, las ciudades y las regiones van a ser testigos de una brecha cada vez mayor en los desenlaces materiales, es decir, que o bien subirán a la cima en términos de calidad o tendrán que apañárselas con unos resultados poco apetitosos.
Estas tendencias tienen su origen en fuerzas muy fundamentales y difíciles de contrarrestar: la productividad cada vez mayor de las máquinas inteligentes, la globalización económica y la escisión de las economías contemporáneas en sectores muy estancados y sectores muy dinámicos. Pensemos en el iPhone. El iPhone se fabrica a escala global y combina informática, Internet, comunicaciones e inteligencia artificial en una sola innovación de enorme éxito que transforma las reglas del juego. Refleja muchas de las cosas que se le dan bien, incluso magníficamente bien, a nuestro mundo contemporáneo. En fecha tan reciente como 1985, el iPhone actual habría sido el ordenador más potente del mundo. Ahora bien, por citar a dos sectores que contrasten con el de la informática, los vuelos en avión no suelen ser más veloces que en 1970, y tampoco está claro que nuestro sistema educativo K-121 haya mejorado mucho.
Este desequilibrio en el crecimiento tecnológico va a tener algunas consecuencias sorprendentes. Por ejemplo, cada vez más se clasificará a los trabajadores en dos categorías. Las preguntas decisivas serán: ¿Se le da bien trabajar con máquinas inteligentes o no? ¿Complementan sus conocimientos los conocimientos del ordenador, o este funciona mejor sin usted? Peor aún, ¿está usted compitiendo contra el ordenador? ¿Están ayudando los ordenadores a personas de China e India a competir contra usted?
Si usted y sus conocimientos complementan al ordenador, es probable que sus perspectivas salariales y en el mercado de laboral en general sean buenas. Si usted y sus conocimientos no complementan al ordenador, quizá quiera dedicar algún tiempo a corregir ese desfase. Cada vez más gente empieza a quedarse de uno u otro lado de la divisoria. Por eso, se acabó el término medio.
Comprender eso clarifica muchas preguntas fundamentales; por ejemplo, cómo deberíamos reformar la enseñanza, de dónde van a salir los nuevos empleos y por qué (algunos) salarios podrían empezar a volver a subir; en qué regiones se dispararán los precios de la vivienda y qué otras se vaciarán; por qué algunas empresas serán cada vez más espabiladas mientras que otras se limitarán a intentar sacar su producto más allá de la puerta; qué seres humanos ganarán mucho más y qué trabajadores tendrán que trasladarse a barrios de alquileres reducidos para poder llegar a fin de mes, además de cómo cambiarán la manera de comprar, las relaciones sentimentales y la forma de negociar como consecuencia de todo ello.
Nos espera una época muy sorprendente. Es probable que las nuevas tecnologías que ya están emergiendo nos saquen de lo que llamé en un libro previo «el gran estancamiento». Es cierto que en el mundo occidental y en Japón se ha producido una desaceleración persistente del crecimiento económico real, pero este libro indica de manera verosímil cómo todo eso podría cambiar. No se trata de las nuevas tecnologías en sí, sino de cómo algunos vamos a emplearlas.
La tecnología de las máquinas inteligentes quizá haga pensar en visiones de robots u ordenadores rebeldes que sienten y quizá se enamoran o se autoproclaman dioses. La realidad del progreso a ras de tierra se basa más en la integración de capacidades que en ningún elemento aislado que pueda describirse como «inteligencia artificial». Lo que está produciéndose es un incremento en la capacidad de las máquinas para reemplazar el trabajo humano inteligente, independientemente de que queramos denominar a esas máquinas «IA», «smartphones», «mejor hardware y más capacidad de almacenamiento», «sistemas mejor integrados» o cualquier combinación de los anteriores. Esa es la ola que a usted lo va a levantar o lo va a dejar hundido.
La fascinación por la tecnología y el futuro del trabajo ha inspirado algunos libros importantes, entre ellos el clásico de Martin Ford The Light in the Tunnel, el excelente (y más reciente) eBook Race Against The Machine2 de Eric Brynjolfsson y Andrew McAfee, y la obra futurista de Ray Kurzweil acerca de cómo los seres humanos van a interactuar con la tecnología3. Los debates en torno a la mecanización resurgen periódicamente; ya lo hicieron de forma muy marcada en las décadas de 1930 y de 1960, y ahora vuelven a hacerlo una vez más en este nuevo milenio. Se acabó el término medio se apoya en estas influyentes obras e intenta ir más allá de ellas en lo tocante a detalles y perspectiva. En estas páginas bosquejo un cuadro del futuro que a primera vista resultará muy extraño, pero que a mí al menos también me resulta incómodamente familiar y sin duda intuitivo. Como bloguero y articulista de temas económicos, he descubierto que con diferencia la pregunta que los lectores suelen hacerme más a menudo viene a ser algo así: «¿Cómo serán los puestos de trabajo de cualificación baja y media del futuro?» Todo el mundo se está haciendo esta pregunta con una urgencia renovada, pero la pregunta se remonta al siglo xix, a David Ricardo y a Charles Babbage. Ricardo fue uno de los economistas más destacados de su época y escribió sobre «la cuestión de las máquinas», mientras que Babbage fue el padre intelectual del ordenador moderno y no es casualidad que también él escribiera acerca de cómo una mecanización radical iba a transformar el trabajo.
Estas cuestiones han reaparecido en el centro de la cultura porque una vez más nos encontramos ante la encrucijada de una revolución tecnológica. Cada vez está más claro que la inteligencia mecanizada puede resolver toda una gama de problemas en rápida expansión. Las soluciones empezaron a aparecer en los márgenes de los intereses del mundo. En 1997, Deep Blue, un ordenador de IBM, derrotó al ajedrez al entonces campeón del mundo Gary Kasparov. En 2010, un programa de ordenador llamado Watson derrotó a Ken Jennings (el campeón humano) en el programa televisivo Jeopardy!4, superando así la mayor parte de las previsiones acerca de cuánto iba a tardar en ocurrir tal cosa. Se trata de sucesos interesantes, sin duda, pero las noticias tecnológicas se sitúan cada vez más en el centro de nuestras preocupaciones.
Estamos a punto de disponer de sistemas informáticos capaces de comprender la totalidad del «lenguaje humano natural», problema que se consideraba de muy difícil solución hace apenas unos años. Si habla usted con Siri por su iPhone es probable que entienda su voz, que responda correctamente a sus preguntas y que le ayude a concertar una cita. Siri decepciona con sus errores y sus respuestas frecuentemente obtusas, pero este programa (o sus competidores) mejorará rápidamente a medida que acumule más información y con la ayuda de recomendaciones y mejoras basadas en el crowdsourcing5. Ya se acerca el día en que no habrá tanta distancia entre el saber accesible a un solo individuo, para consultas que puedan formularse de forma clara y articulable, y el saber del mundo entero. Sea a través de Siri, de Google o de Wikipedia, ahora casi siempre hay una forma de preguntar y, cosa más importante todavía, una forma de recibir la respuesta en una forma relativamente asimilable.
Conviene subrayar que cada vez que usted utiliza Google, cada vez que Facebook le recomienda una nueva amistad o le envía publicidad, o cada vez que utiliza el GPS para llegar a una fiesta, está recurriendo a la inteligencia artificial.
No subestime a estos robots, aunque nunca recen a Dios ni puedan pasar por seres humanos. En 2011, la empresa Foxconn, radicada en China, el mayor fabricante mundial de productos electrónicos por contrato, anunció un plan para aumentar en los próximos tres años la utilización de robots en sus fábricas en un 100 por 100, lo que equivaldría a un total de un millón de robots. Tras los recientes aumentos salariales en China (hasta unos niveles que siguen siendo bajos vistos desde parámetros occidentales) a esta empresa ya no le parece tan barata la mano de obra de ultramar. También en Estados Unidos se está disparando la utilización de robots industriales, y es probable que en el futuro Norteamérica forme una unidad económica coherente en la que Estados Unidos, Canadá y México mancomunen sus recursos para realizar enormes inversiones en la producción de robots personalizados y luego utilicen esas inversiones para dominar la industria mundial.
En los quirófanos, los brazos mecánicos guiados por robots son algo habitual y los ordenadores pasan más tiempo pilotando nuestros aviones que los pilotos. Corea del Sur está experimentando con funcionarios de prisiones robotizados, que patrullan cuando los reclusos hacen algo que no deben e informan de las fechorías.
Ya hay automóviles sin conductor (los conducen ordenadores) circulando por las calles de Berlín, y los estados de Nevada, Florida y California han aprobado leyes para legalizar su presencia en sus carreteras. El equipo de Google ha realizado pruebas de conducción de cientos de miles de kilómetros con estos coches sin que se haya producido ningún accidente ni incidente de consideración; de hecho, el único choque en cadena de cinco automóviles del que se ha informado se produjo cuando un ser humano tomó el relevo del ordenador. Algunos empleados de Google encargan a sus vehículos autoconducidos que los lleven a trabajar. Estos coches-robot no se parecen a ningún engendro salido de Los supersónicos, la serie animada futurista de comienzos de la década de 1960; las características de estos automóviles consisten en un montón de sensores, cables y software. Esta tecnología funciona.
En la actualidad corre por ahí el chiste de que «una fábrica textil moderna solo emplea a un hombre y a un perro: al hombre para que dé de comer al perro y al perro para que mantenga al hombre lejos de la maquinaria».
El software también está invadiendo el periodismo. Un experimento descubrió que el análisis mecanizado inteligente de Narrative Science, una compañía incipiente de Illinois, es capaz de realizar estadísticas y redactar descripciones de acontecimientos deportivos, informes financieros de empresa y datos macroeconómicos de forma bastante aceptable. Estos programas no van a estar en primera línea del periodismo creativo pasado mañana, pero es posible que muy pronto generen un montón de noticias comunes y corrientes con fines de búsqueda y almacenamiento. También cabe la posibilidad de que supriman algunos puestos de trabajo: ¿de verdad el periódico local debería enviar a uno de sus reporteros a cubrir ese partido de béisbol de tercera división? El software no solo está haciendo sus pinitos en la redacción de artículos, sino también en su corrección y retroalimentando de forma instantánea información sobre el trabajo en curso de los alumnos que los escriben, análisis que van mucho más allá de poner nota a un examen tipo test. Esos programas todavía tienen que depurar algunos fallos (un estudiant...

Índice

  1. portada
  2. portadilla
  3. creditos
  4. dedicatoria
  5. presentacion
  6. INDICE
  7. Cap.1
  8. Cap.2
  9. Cap.3
  10. Cap.4
  11. Cap.5
  12. Cap.6
  13. Cap.7
  14. Cap.8
  15. Cap.9
  16. Cap.10
  17. Cap.11
  18. Cap.12
  19. NOTAS
  20. agradecimientos