La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919
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En La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919, Thomas Gerdes analiza el desarrollo del catolicismo social fuera de Europa, preguntándose concretamente acerca del caso argentino en el período comprendido entre 1880 y 1919, momento en el que el país experimentaba una excepcional expansión económica acompañada de graves problemas sociales. A partir de comprender que el siglo XIX fue para Argentina una época de grandes cambios y consolidaciones frágiles, tanto para las estructuras estatales como para las eclesiásticas, Thomas Gerdes analiza el desarrollo del catolicismo social en el Río de la Plata. El período histórico elegido por Gerdes no es casual: por un lado, las tensiones provocadas por la expansión económica resultaban, cada vez más frecuentemente, en huelgas y atentados, situación que fue escalando hasta llegar a los incidentes violentos de la Semana Trágica de 1919; por otro lado, la Iglesia veía con recelo las leyes de secularización impulsadas por el Estado que pretendían la separación de las instituciones estatales y religiosas, lo que condujo a la formación de un catolicismo político que protestó vehementemente contra ellas. La Semana Trágica y la perspectiva del catolicismo sobre la cuestión social en el Río de la Plata, 1880-1919, es, entonces, el análisis de las respuestas católicas a la cambiante realidad política y socioeconómica de Argentina a finales del siglo XIX, a través de la mirada que las principales publicaciones católicas de la época y la prensa católica nacional, ofrecían.

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Capítulo III. El catolicismo social y el orden liberal-conservador

Luego del análisis en el capítulo anterior de algunos aspectos relevantes en lo referido a los procesos de transferencia del catolicismo social entre el Viejo y el Nuevo Mundo, a continuación se examinará el catolicismo social dentro de su contexto histórico en el Río de la Plata desde 1890 en adelante. Tomando como ejemplo la acción católica y la democracia cristiana se analizará cómo reaccionó el catolicismo local ante los desafíos religiosos, políticos y socioeconómicos concretos.

III. 1. “Progreso”, liberalismo y expansión económica

Bajo el título de “El Progreso” en una de sus “Carta[s] a un obrero” de 1899, el autor Azlasmailime trata un tema que desde mediados del siglo xix surge y se debate reiteradamente en Argentina y en variados contextos.1 Azlasmailime se mostraba convencido de la posibilidad de reconocer una ley divina en el progreso:
La ley del progreso, es una ley humana y yo veo en ella, una ley de Dios, que parece señalar en el pasado, en el presente y en el porvenir la evolución inteligente de nuestros actos”. Sin embargo, subrayaba el autor, el progreso implicaría también peligros intrínsecos, más específicamente en aquellos casos cuando “los progresos morales no corresponden a los materiales.2

El “progreso” en la prensa confesional de Buenos Aires

Ya en 1890 La Voz de la Iglesia declaraba al progreso como la ideología rectora de los “tiempos modernos”. El diario explicaba que la modernidad se destacaba por su “entusiasmo por el progreso”, “Progreso!”, esa era la cuestión “que ajita [sic] a los individuos y a la sociedad”.3 Pero al igual que Azlasmailime también La Voz de la Iglesia se mostraba ambivalente ante el progreso. El punto principal era la convicción de que un progreso sin Dios y sin religión era impensable: “El progreso es la natural gravitación por la cual los hombres y los pueblos deben acercarse a Dios”. Si no se respetan las leyes divinas y naturales, “no habrá paz, unión, ni armonía social que son los tres fundamentos poderosos en que radica todo verdadero progreso”.4 Para el diario católico, un “verdadero progreso” solo podría ser aquel con evocaciones religiosas. El texto diferenciaba explícitamente entre la valoración positiva del progreso material y un potencial acercamiento filosófico-ideológico entre el catolicismo y el liberalismo. La posibilidad de este acercamiento fue rechazada basándose en el Syllabus errorum de Pío ix del año 1864. En este documento se la describió como una herejía: “la Iglesia no puede ni debe conciliarse con la civilización moderna”.5 Pero esta declaración “en nada afecta a los adelantos materiales”, como La Voz de la Iglesia acentuaba.6
Otros artículos de los periódicos católicos argumentaban de manera similar. En 1892 La Buena Lectura incluso postuló una “relación íntima” entre la Iglesia y el progreso:
Las dos palabras epígrafes de nuestro artículo [Iglesia y progreso] son expresión fidelísima de un concepto ciertísimo, exacto en todos sus alcances y manifestación apropiada de una relación íntima, de una armonía nunca perturbada.7
Sin embargo, La Buena Lectura también se mostraba convencida de que el “verdadero progreso” solamente sería posible en una sociedad influenciada por el cristianismo. En consecuencia, la Iglesia festejaba los avances científicos y técnicos en la medida en que el hombre no se atribuyera una importancia superior a la de Dios.8 Ese mismo año, el autor de un artículo de La Voz de la Iglesia declaró como difamatoria la apreciación de que la Iglesia fuese enemiga del progreso, ya que fue gracias al cristianismo, aseguraba, que se erigió una nueva sociedad desde las catacumbas. A través de la propagación de la “verdadera fe”, la Iglesia habría señalado el camino hacia la “civilización”.9

Catolicismo y liberalismo

Luego de la Revolución del 90 se estableció en el Río de la Plata un modus vivendi pragmático entre el catolicismo y el liberalismo. Aún así, éste no debe equipararse con un acercamiento filosófico-ideológico. Incluso luego de 1890 la prensa confesional de Buenos Aires publicó una serie de artículos que criticaban fuertemente al liberalismo. El punto central de estas críticas eran los intentos de una legislación secularizadora, es decir la confección de leyes cuyo fin era la separación institucional de Iglesia y Estado.
El primero de esta serie de artículos titulado “Malicias del Liberalismo” se publicó en La Voz de la Iglesia el año de la Revolución del 90. En su primera oración remarcaba: “Se ha firmado, y no sin razón en verdad, que el ‘Liberalismo’ es la reproducción de todos los errores antiguos, y que en él están reunidos todos, como en el infierno están reunidos todos los males”.10 Esta crítica demoledora estaba basada en una definición del liberalismo como “un sistema inventado a propósito para debilitar, y si fuera posible, destruir la Iglesia de Cristo”.11 El artículo nombraba explícitamente “la emancipación del Estado de la Iglesia; la secularización del Estado; el ateísmo oficial; la separación de la Religión y de la política; en una palabra, una política sin religión y sin Dios” como “doctrina favorita” del liberalismo.12 Para el diario católico, los orígenes históricos de esta idea de secularización surgieron de los filósofos franceses de la Ilustración, Voltaire (1694-1778) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), al igual que de la Revolución francesa, que consideraban raíz de un orden contrapuesto a las leyes naturales.13
En este contexto, La Voz de la Iglesia hacía referencia al jesuita neotomista Mateo Liberatore (1810-1892), quien en el Vaticano había tenido un rol decisivo en el proceso de redacción de la encíclica social Rerum novarum, promulgada un año después del artículo citado.14 Éste argumentaba que la secularización planteada en el liberalismo, al igual que el individualismo propagado por el liberalismo, llevarían, ya sea en el corto o largo plazo, a la disolución del orden social.15 En contraste a eso, tanto Tomás de Aquino como los dos jesuitas escolásticos Francisco Suárez (1548-1617) y el cardenal italiano Roberto Bellarmino (1542-1621), según La Voz de la Iglesia, ya habían demandado la subordinación del Estado a la Iglesia.16
La serie de artículos sobre las “Malicias del Liberalismo” condenaba el liberalismo político también porque la adaptación del principio de secularización, según sus autores, mostraba consecuencias sociales negativas. Ante la ausencia de referencias trascend...

Índice

  1. [Couverture]
  2. [Page de titre]
  3. [Table des matières]
  4. Agradecimientos
  5. Introducción
  6. Capítulo I. Los inicios del catolicismo social en la década de 1880
  7. Capítulo II. La cuestión social local y los procesos de transferencia entre Europa y el Río de la Plata
  8. Capítulo III. El catolicismo social y el orden liberal-conservador
  9. Capítulo IV. Concepciones de orden del catolicismo social
  10. Capítulo V. Tensiones sociales e iniciativas católicas
  11. Capítulo VI. El catolicismo social y la Semana Trágica, 1919
  12. Epílogo
  13. Fuentes y bibliografía
  14. Abreviaturas