Capítulo II
Caracterización de las maternidades tradicional, moderna y postmoderna: maternidades encadenadas fuera del tiempo
En este capítulo sistematizo en trece subtemas las categorías de análisis que construí luego de comparar los discursos mencionados e identificar las tres formas de maternidad delimitadas en ellos: la tradicional, la moderna y la postmoderna. Lo hago mediante un recorrido histórico en el cual establezco una relación dialógica entre los discursos elaborados por las personas entrevistadas, los hechos históricos y los discursos teóricos sobre la maternidad.
Como se irá apreciando a lo largo del análisis, las dos últimas formas de maternidad no se encuentran en estado puro, sino entremezcladas con distintos remanentes de la maternidad tradicional, principalmente de la forjada por la economía política del honor y el catolicismo. De allí que sean definidas como encadenadas fuera del tiempo.
Esto implica a su vez que, si bien el desarrollo científico y técnico y la evolución del imaginario social moderno pueden llevarnos a creer como “superadas” las epistemes que les dieron origen, lo cierto es que sus remanentes coexisten en la modernidad y en la posmodernidad, en algunos casos de manera sorprendente.
Un ejemplo es la práctica premoderna de envolver a la infancia recién nacida “como un puro”, que en Europa comenzó a ser abandonada en el siglo XVII –precisamente debido al discurso de Juan Jacobo Rousseau–, pero que persistía en Costa Rica incluso a finales del siglo XX, como pude verificar por medio de las entrevistas realizadas.
La maternidad como deber comunitario en la sociedad tradicional: un oficio que puede costar la vida
Valeria, una de las mujeres entrevistadas, no conoció a sus abuelas ni a sus abuelos porque murieron antes de que ella naciera. Sin embargo, a través de los relatos heredados por su madre, podemos acercarnos a conocer el tipo de maternidad y de paternidad que ejercieron.
Su abuela paterna murió a los 30 años. En este corto tiempo, tuvo dos hijas y tres hijos. Si, hipotéticamente, partimos de que ella pudo procrear a los 12 años, esto significa que tuvo un embarazo cada dos años de los 18 años que vivió en esas condiciones.
Si bien la causa aparente de su muerte fue la desnutrición, al conocer su historia, transmitida por los relatos que su madre comunicó a Valeria, es posible deducir que aquella mujer falleciera por vivir una vida –y una maternidad– triste y penosa, de la cual la desnutrición fue solo un aspecto.
En tiempos de la abuela paterna de Valeria –la primera mitad del siglo XX– todavía era común entre las personas del campo que anduvieran descalzas, fuese por pobreza o por costumbre. Los niños y las niñas a menudo presentaban problemas de parásitos intestinales y la mortalidad materna e infantil era muy alta, principalmente debido a que los servicios de atención médica eran poco accesibles.
La maternidad distante o desapegada que entonces ejercían las mujeres era bastante ajena al encargo que, pronto, comenzarían a hacerles, primero, la medicina moderna y, luego, las campañas higienistas de la Fundación Rockefeller: atender y vigilar, constante y científicamente, a sus hijos e hijas.
Hacia finales del siglo XIX, el médico higienista cubano-costarricense Benjamín De Céspedes (1900) registró no solo la magnitud de la presencia de lombrices en los intestinos de la infancia, sino que sugirió que podría ser la causa de su “predisposición al onanismo”, es decir, a la masturbación, debido a que la llevaría a descubrir su sensibilidad recto-anal: “No es raro tampoco que los niños mueran asfixiados por el ascáride, que puede migrar por las vías internas. Algunos autores pretenden que los oxiuros vermiculares, por la irritación recto-anal que provocan, predisponen al onanismo en los niños” (De Céspedes, 1900, p. 119). Esta cita revela el carácter claramente panóptico que adquirió la vigilancia de la medicina moderna sobre la higiene de la infancia costarricense.
Más de una década después, en 1911, con el apoyo de la Fundación Rockefeller, el Gobierno de Estados Unidos desarrolló programas de salud pública en Costa Rica y Panamá para diagnosticar la incidencia de la anquilostomiasis y atacarla (Malavassi, 2011). Empero, casi tres décadas después de efectuados estos programas sanitarios, Ana, otra entrevistada, nacida en 1937, todavía vivió la ausencia de calzado y el uso de letrinas de hueco. Esta combinación de limitantes hizo de las lombrices un serio problema de salud pública, al cual se consideró como una de las causas de la alta mortalidad infantil: “Porque yo vi muchos donde un tío mío. Ya grandecitos, morían de eso. Yo iba a la escuela descalza. Y no habían servicios como los que hay ahora, todos era en el patio, si había. Era letrinas, que llaman” (Entrevista a Ana).
Por eso, al describir lo que vio a su llegada a Costa Rica en la década de los años cuarenta del siglo XX, la estadounidense Henrietta Boggs (1992) constata que una parte importante de la población continuaba estando descalza, dadas las pobres condiciones en que se mantenía a quienes hoy llamamos “niños”, “niñas” y adolescentes.
La experiencia de Santiago, nacido en 1948, casi una década después de Ana, ilustra la continuidad de esa situación: “Yo recuerdo que conocí los zapatos hasta la edad de 17 años. Era descalzo, en esas épocas casi nadie usaba eso porque, diay, no se acostumbraba, no se veía como saludable, había que andar la pata pelada” (Entrevista a Santiago).
Todavía en 1965, en algunas áreas del país permanecía el hábito de no usar zapatos, fuese por costumbre, por pobreza o por ambas. Esta situación continuaba a pesar de que el primer esfuerzo de política pública para calzar a la infancia lo había realizado el gobierno del presidente Rafael Ángel Calderón Guardia desde 1942, como parte de las políticas de apoyo gubernamental al binomio infanto/materno, desarrolladas en el marco de la reforma social y que analizo en el Capítulo III de este libro.
Del siguiente relato de Santiago es posible deducir que la erradicación de este hábito mediante la política pú...