Los perros y los sapos: subjetividad y lazo social en Costa Rica
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Los perros y los sapos: subjetividad y lazo social en Costa Rica

  1. 250 páginas
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Los perros y los sapos: subjetividad y lazo social en Costa Rica

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En esta investigación se hace un recuento, análisis e interpretación del proceso de denuncia de una asesora contra un diputado –por acosarla sexualmente–, con el fin de ilustrar la subjetividad y el lazo social contemporáneo en Costa Rica. Se encontró que el lazo social está atravesado por la existencia de una endogamia afectiva, intolerancia frente a las diferencias, demanda de una incondicionalidad, sentimientos de profunda desconfianza, circulación entre un tipo de lazo de autointoxicación y otro de arrasamiento, y un elaborado y sofisticado pacto sexual –intensamente denegado–. En resumen, un lazo excesivamente dramático, catastrófico y extremista, en el cual las posibilidades para enfrentar el conflicto y las diferencias parecen ser escasas.

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Información

Año
2021
ISBN
9789968469807
Edición
1
Categoría
Social Sciences

Capítulo I

Introducción

Cuando leí las noticias supe que ahí había una situación por investigar relacionada con una incógnita que me había obsesionado por años: ¿qué nos hace sufrir en Costa Rica?, ¿qué nos ocasiona felicidad? Se trataba de la denuncia interpuesta por una asesora contra un diputado, hecho que movió subjetividades, instituciones y lazos sociales y que, por eso mismo, era un evento ideal para analizar nuestra cultura, pues ofrecía un escenario tipo: su denuncia dio cabida a un proceso radical y desconocido en nuestro país, la denuncia de un diputado; pero además el hecho dio cabida a todo tipo de opiniones y reacciones –a favor y en contra– y generó muchas y variadas consecuencias para la mujer y subalterna que denunció –como la pérdida de su familia, el trabajo, el partido y las amistades–, pero también para la sociedad costarricense, pues el proceso fue pionero y abrió las puertas a sendas denuncias posteriores. Además, el hecho de que la Corte Suprema de Justicia dictara a su favor marcó un sentido del lazo y la subjetividad en doble vía: la restitución de la subjetividad de la denunciante y la prueba de que el lazo se tuvo que judicializar frente al fracaso de su simbolización.
En mayo de 2006 la abogada Xiomara Villegas Badilla1 inició su función como asesora del diputado Federico Tinoco Carmona, quien, a los tres meses, la intenta forzar explícitamente para que se involucre sexualmente con él. Tras la negativa de Villegas, Tinoco la despide, ella lo denuncia a lo interno de la Asamblea Legislativa y, posteriormente, en 2007, ante el Juzgado de Trabajo. Luego, en 2009, esta entidad absuelve al imputado al declarar sin lugar la demanda de Villegas, quien apela ante el Tribunal Superior de Trabajo. Finalmente, esta entidad revoca la sentencia del Juzgado de Trabajo y condena a Tinoco por hostigamiento sexual contra Villegas, además lo obliga a pagar, de forma solidaria con el Estado, la suma de 10 millones de colones por daño moral.
La forma de actuar del diputado Federico Tinoco Carmona con su asesora Xiomara Villegas Badilla ilustra el lugar que las mujeres ocupamos en el lazo en nuestro país; por eso, la primera pregunta que le dirige un periodista cuando ella acepta, después de muchos años, dar una entrevista a un medio de comunicación, es la siguiente: “Doña Xiomara, ¿quién fue la víctima en este caso, usted o el exdiputado a quien usted demandó?” (La Nación, 22 de octubre de 2012). Se la hace porque puede, porque Villegas seguirá siendo culpable pese a que, en el momento de la entrevista, los Tribunales le habían dado la razón.
En esta investigación me dediqué a estudiar algunas manifestaciones de la subjetividad y el lazo social en la sociedad costarricense contemporánea: en ella utilizo la denuncia de una asesora a un diputado por acosarla sexualmente, con el objetivo de profundizar cuáles estructuras de lazos sociales o quebradura de ellas –en términos de felicidad y sufrimiento subjetivos y de instituciones producidas– se dieron en dicho caso.
Los resultados del estudio de los rastros del acecho y captura de la asesora muestran que el proceso fue, a fin de cuentas, una cacería colectiva en la que participaron tanto personas en su carácter individual, como personas en su investidura institucional. Dichos mecanismos intentaron preservar una institucionalidad –sexista por demás– pasando por encima de Xiomara Villegas, cuya subjetividad fue arrasada mediante un proceso de transformación, el cual logró que su lugar como víctima fuera desconocido y, en lugar de ello, se le condenara socialmente como culpable.
Temporalmente afirmaré que el lazo es un concepto plástico y amplio que, según mi construcción teórica de él, permite una interlocución con una variedad de autores, autoras y vertientes (aunque en muchos casos no usen la palabra lazo), tal y como iré detallando a lo largo de ese documento, y que consiste en el vínculo entre dos o más subjetividades, es decir, personas, entre dos o más instituciones, o entre personas e instituciones. Este se caracteriza por un contrato, con reglas y normas, castigos y premios que van a depender de su contexto histórico.
Para esta investigación, revisé fuentes judiciales y legislativas, entrevisté a personal de la Asamblea Legislativa, al abogado de Villegas y a Xiomara Villegas misma. Además, analicé todas las publicaciones de prensa nacional acerca de la denuncia y construí un contexto nacional a partir de entrevistas y estadísticas del servicio de emergencia del 911. Las personas entrevistadas que permanecen bajo el anonimato son las siguientes: M, un hombre con gran cantidad de personal a su cargo; K, una mujer con gran cantidad de personal a su cargo, y R, una mujer sin personal a su cargo.
Los resultados los presento en seis capítulos, a saber: en el primero, incluyo la introducción, el estado de la cuestión, el enfoque teórico y la metodología; en el segundo, detallo y analizo los hechos; en el tercero, me detengo para discutir acerca del tema de la felicidad en el lazo; en el cuarto, hago referencia al sufrimiento en el lazo; en el quinto, argumento sobre las instituciones producidas; y en el último, presento mis conclusiones y reflexiones finales.
Como iré demostrando en las páginas siguientes, el caso Villegas contra Tinoco resulta importante de estudiar porque constituye un ejemplo revelador del orden sexual vigente en Costa Rica, de la manera en que se organizan y operan el sexismo y la misoginia para sostener a las mujeres bajo una fuerza violenta manifiesta en acoso sexual, pero también en los casos de una mayor cantidad de mujeres, generalmente, asesinadas por sus parejas. En el apartado sobre la definición y justificación del problema en estudio, detallaré el qué, el por qué y la importancia de este trabajo, se incluye un mayor desarrollo del caso; las preguntas que genera, tales como el tipo de lazo producido a partir de las condiciones que posibilitan el hostigamiento sexual; el golpe simbólico que significó la denuncia de una asesora a un diputado y los cimientos que movió; y un análisis de la atmósfera costarricense, relacionada con los sentimientos de infelicidad y las pretensiones de felicidad, a partir de las llamadas al servicio 911.

Lo que se ha dicho antes

Carmen Naranjo (1989) una vez afirmó que las personas en Costa Rica son individualistas por conveniencia, egoístas, resentidas, poco originales, machistas, inseguras, miedosas, desapasionadas, atemperadas, comodidosas, puntillosas, seres que requieren –como diría Heller (1996)– una restricción moral.
Así, machista, miedosa y comodidosamente parece haber reaccionado la mayoría de las personas que rodeaba a Xiomara Villegas (X. V.) –todas muy cercanas a ella– durante los años que tardó su proceso de denuncia. Tanto, que acabaron inculpándola y dejándola sola frente al enorme poder del Partido Liberación Nacional (PLN) y de la opinión pública.
Esa es una realidad que no da mucha cabida al optimismo –por lo menos no de entrada–, así que veamos algún detalle sobre lo producido más recientemente en Costa Rica para conocer cuál orientación puede tener nuestro ánimo con respecto al tema. En general, las investigaciones coinciden con que la nuestra es una cultura hostil frente a aquello que se cifra como diferente y, al mismo tiempo, peligroso (Jiménez, 2008, 2009, 2012; Vul, 2009; Pizarro y Torres, 2003; Smith, 2009). Esta es una sociedad donde existe violencia tanto contra el sí mismo como contra el otro (Fernández, 2009; Kaufmann y Jaime, 2009), donde hay violencia tanto en las calles (Sánchez, 2009) como en las instituciones (Ruiz, 2009; Kaufmann y Jaime, 2009; Vul, 2009; Jiménez, 2009). Dicha violencia es presentificada mediante la desconfianza, la estigmatización y la exclusión del otro (Jiménez, 2012; Vul, 2009, 2017) manifestadas, según un estudio cuantitativo realizado a hombres y mujeres de diferentes edades y sectores del territorio nacional, en la escasa relación que sostienen con las personas migrantes (Smith, 2009).
Pero en el acto de liquidar a otras personas, ¿nos expulsamos a nosotros mismos hacia una gran soledad? ¿Somos todas las personas de este país, solas, tristes, asustadas y enojadas como ese personaje de Faulkner (1977) que tenía toda la ciudad, la tierra y el mundo con sus tristezas solo para él? Muchas personas extranjeras, con una vida más negativa, más mala que la más mala vida de un tico (Jiménez, 2009), sí parecen tener en Costa Rica todo el mundo con sus tristezas. ¿En el fondo, participamos de esa soledad que X. V. tuvo que enfrentar por ausencia de solidaridad en sus vínculos más cercanos? Según algunas investigaciones, las dificultades en el vínculo se traducen en importantes sentimientos de aislamiento y soledad (Vul, 2009; Pizarro y Torres, 2003; Ruiz, 2009).
En el campo de lo propio –de la familia– otra investigación muestra cómo un grupo de jóvenes sostiene un vínculo familiar caracterizado por la soledad (Vul, 2009; Pizarro y Torres, 2003; Ruiz, 2009), una que es llenada por el grupo de pares y por el ordenador. Según el estudio cualitativo y exploratorio, acerca del papel del chat en las relaciones intersubjetivas de 13 adolescentes de un colegio privado del área metropolitana, las personas jóvenes prefieren relacionarse por chat, pues esto les facilita entrar en contacto sin ciertos riesgos como la timidez, la vergüenza y los prejuicios; además de gozar de anonimato y de mayores posibilidades de controlar lo que se escribe (Pizarro y Torres, 2003) y de apostar por un no ligarse a nada, como diría Vul (2009).
Precisamente, confirmando lo anterior, el trabajo de Vul (2009, 2011) con estudiantes de secundaria del área de San José, también halla un lazo social contemporáneo violento, encarnado, como pasaje al acto frente al fracaso de la palabra. Estos quiebran el lazo social; sin embargo, al mismo tiempo, son producto de quiebres anteriores, del imperio de la violencia: expulsiones de la familia y de la institucionalidad, con la estigmatización, los sentimientos de dolor, de abandono, de peligro y de rechazo que ello implica.
Esta ruptura del lazo social2 se manifiesta también en la violencia contra el sí, contra la propia subjetividad, mediante el dramático acto del suicidio que es producto, a su vez, de un intensísimo estado de sufrimiento. Fernández (2009) considera las estadísticas de suicidio en los últimos años y descubre que la mayoría de los suicidios tienen un origen amoroso, es decir, tienen que ver con el sentirse no querido. Así, según esta investigadora, el suicidio se da en una sociedad que no logra sostener al sujeto a través de los vínculos sociales.
Según las investigaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2013) alrededor de 800 000 personas se suicidan al año y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo y está relacionado, entre otros factores, con los problemas con personas cercanas.
Además, la disolución del lazo se manifiesta, según una investigación basada en el análisis de noticias y archivos judiciales y en la observación no participante, en la violencia que se da en las calles (Sánchez, 2009). Asimismo, hay un lazo roto en el acto de renuncia (expulsión) del colegio. Al irse, las personas jóvenes se van también de los vínculos sociales con sus pares; se van por la gran ausencia de lazo con los profesores y las profesoras, quienes, a su vez, tampoco pueden estar en lazo debido a la naturaleza del sistema educativo (Kaufmann y Jaime, 2009). De manera concluyente, afirma Kaufmann, los jóvenes se van del sistema educativo porque no hay posibilidad de construir lazo, porque su subjetividad no tiene cabida ahí.
La destitución del otro es aún más dramática cuando se trata de personas nacidas en Nicaragua. Jiménez (2012, 2009, 2008) ha encontrado que las relaciones establecidas con las personas nicaragüenses parten de fuertes sentimientos de desconfianza y temor, los cuales acaban dando paso a un trato humillante y excluyente, a una ausencia de acogida humana. Este autor asegura que en Costa Rica existen personas y grupos que actúan como si la migración extranjera ocasionara la destrucción institucional y cultural; como si su presencia destruyera esa idea que ciertos costarricenses tienen de que viven en un país habitado por personas semejantes a sí mismas, hospitalarias, blancas, pacíficas, excepcionales, vallecentralinas, trabajadoras, sencillas, quienes no requieren de nadie más.
A la par del chovinismo, prevalece una ética individual –comodidosa y egoísta, diría Naranjo– basada en no cumplir con obligaciones colectivas, pero sí en esperar que las otras personas sí lo hagan y generen, con su cumplimiento, beneficios que le sean extensivos (Jiménez, 2012).
Sin embargo, investigaciones como las de Jiménez (2009) ofrecen elementos que complejizan el horizonte, pues descubren la existencia de gente ingrata y desconfiada, sí, pero también hospitalaria y hum...

Índice

  1. Inicio
  2. Dedicatoria
  3. Agradeciimento
  4. Contenido
  5. Prefacio
  6. Capítulo I
  7. Capítulo II.
  8. Capítulo III.
  9. Capítulo IV.
  10. Capítulo V.
  11. Capítulo VI.
  12. Anexo
  13. Bibliografía
  14. Créditos
  15. Notas
  16. Ficha catalográfica y créditos
  17. Comente esta obra