Pobreza y desigualdad social en la narrativa costarricense: 1890-1950
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Pobreza y desigualdad social en la narrativa costarricense: 1890-1950

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Pobreza y desigualdad social en la narrativa costarricense: 1890-1950

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La pobreza y la desigualdad social son temas cruciales para la sociedad costarricense. Deben ser abordados desde múltiples enfoques para profundizar en su conocimiento y, de ser posible, aportar elementos para que se propongan soluciones. ¿Cómo se han representado estas temáticas en la narrativa costarricense? Esta pregunta es la que se responderá aquí, partiendo de la idea de que tales representaciones no son gratuitas, sino que se corresponden con las estructuras de pensamiento imperantes en cada momento histórico.Los escritores de la generación del Olimpo, por ejemplo, oscilaban entre la filantropía y las políticas liberales de bienestar social; mientras que los intelectuales radicales mostraron una mayor identificación con los pobres, y los escritores de la generación del 40 evidenciaron un gran compromiso ético y político con la clase obrera.

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Información

Año
2021
ISBN
9789930580608

Capítulo II.
Pobreza y desigualdad social en la narrativa de los intelectuales ‘radicales’

1. ¿Qué sucedía en Costa Rica mientras los radicales escribían?: el contexto histórico (1900-1930)

Para comprender qué sucedía en Costa Rica mientras los escritores radicales escribían y publicaban sus textos, y mientras ejercían sus funciones públicas, es necesario hacer referencia a ciertas marcas del contexto socio-histórico.
Como indicamos páginas atrás, en el cambio del siglo XIX al XX San José era una ciudad que caminaba hacia la modernización y el progreso, de acuerdo con las políticas públicas de la oligarquía liberal, que desde la segunda mitad del siglo XIX gobernaba el país. Sin embargo, este tránsito no fue gratuito y generó consecuencias que para algunos sectores de la sociedad no eran deseadas. En novelas como El primo de Jenaro Cardona, Las hijas del campo, de J. García Monge, o El árbol enfermo, de Carlos Gagini, se pone en evidencia el surgimiento de este debate entre los valores tradicionales de la sociedad costarricense y los nuevos valores generados por el aire de progreso que, además, resultaba imposible detener. Como muestras materiales de esta modernización capitalina tenemos que en 1900, en la administración de Rafael Yglesias, se inauguró el tranvía en San José y se trajo a la ciudad el primer automóvil, cuyo propietario fue Enrique Carranza.
En la primera década del siglo XX la economía costarricense se basaba claramente en las exportaciones de café y banano (por eso había dinero para “modernizarse”), pero como se dependía de mercados internacionales (en especial EE. UU. y algunos países europeos) que no siempre eran estables, nuestra economía experimentó diversas crisis y recuperaciones. Por eso podemos comprender que el gobierno de Ascensión Esquivel Ibarra (1902-1906) fuera austero; de hecho, durante su Administración se tomaron diversas medidas económicas orientadas hacia la reducción del gasto público.
Una de las grandes preocupaciones de los políticos liberales costarricenses fue higienizar el país (en especial se preocuparon por el valle central),[20] con el fin de crear las condiciones necesarias para implementar sus planes progresistas: una ciudad enferma y sucia era incapaz de progresar. Así, en 1906, cuando inició la primera Administración de Cleto González Víquez, se ampliaron las cañerías de San José y las de otras ciudades; este Presidente se preocupó mucho por la higiene pública y por fortalecer los servicios municipales. Es importante destacar que la finalización del ferrocarril al Pacífico en 1910, todavía durante el gobierno de don Cleto, representó un importante impulso para las exportaciones costarricenses y, con ello, para la economía nacional. Podemos decir que, en términos generales, la Administración de Ricardo Jiménez Oreamuno (1910-1914) continuó con esta línea de modernización, higienización y consolidación de políticas liberales; sin embargo, en 1914, al llegar al poder Alfredo González Flores, se producen ciertos cambios importantes que generan la incomodidad o el malestar de los sectores sociales más adinerados; entre esos cambios se encuentran la aprobación de leyes en materia tributaria que pretendían hacer pagar más al que más tenía. El malestar entre la clase oligárquica fue tan grande, que en 1917 el Ministro de Guerra, Interior y Defensa Nacional, Federico Tinoco Granados, le dio un golpe de estado al Presidente González Flores.
Esta dictadura tinoquista solamente duró dos años, pero generó un clima de gran inestabilidad política, social y económica, sobre todo porque se produjo mucha represión y constantemente se violaban los derechos civiles y políticos; otro gran problema de la dictadura de Tinoco fue el mal manejo de los fondos públicos. Todo ello ocasionó que se organizaran diversas protestas e incluso levantamientos en su contra.[21]
En 1919, un grupo de educadores, estudiantes de secundaria y trabajadores de diversos sectores, encabezados por intelectuales radicales como María Isabel Carvajal, se lanzaron a la calle a protestar contra una medida abusiva que el gobierno de Tinoco pretendía poner en práctica y que implicaba reducir los salarios de los maestros y de otros trabajadores; esta manifestación culminó con la quema del periódico oficialista La Información. Pocas semanas después de este acontecimiento, el Ministro de Guerra Joaquín Tinoco, hermano del dictador, fue asesinado cerca de su casa por un desconocido y a los pocos días Federico Tinoco, su familia y allegados fueron expulsados del país. El problema fue que dejaron el país en la ruina y con un clima social efervescente. Así pues, en la década de 1920 se consolidaron muchos de los grupos de presión social que habían comenzado a gestarse en la década anterior.
En 1920, se realizaron nuevamente elecciones y resultó electo Julio Acosta García, el líder opositor de la dictadura tinoquista que dirigió la “Revolución del Sapoá”; se encontró un país endeudado y envuelto en una grave crisis económica, a lo cual se sumó en 1921 el conflicto geográfico-político con Panamá, conocido como la guerra de Coto. Además, en 1920 la clase trabajadora organizó y realizó una huelga de carácter nacional, para que se estableciera la jornada laboral de 8 horas y se produjera un aumento salarial del 20%; en esta huelga participaron zapateros, carpinteros, ebanistas, mecánicos, pintores, panaderos, tipógrafos, marineros, trabajadoras de fábricas (pureras y costureras) y de diversas empresas (Fábrica Nacional de Licores, Talleres de obras Públicas y Planta de los Anonos). La Ley N° 100, del 9 de diciembre de 1920, tomó en cuenta las exigencias de la clase trabajadora, con lo cual se dio por finalizada la huelga (Acuña, 1985: 37 y ss.). En esa década de 1920 también se fundó el Banco de Seguros, se aprobaron las leyes de inquilinato y la ley de accidentes en el trabajo, y se crearon los despachos de Trabajo y Previsión Social. Con todas estas reformas sociales tuvo mucho que ver, precisamente, el Partido Reformista fundado en 1923 por Jorge Volio Jiménez.
En 1924, con una mayor estabilidad política y económica, Ricardo Jiménez vuelve a asumir la presidencia de la República y podemos decir que retoma las políticas de modernización propias de la ideología del progreso que él propició durante sus gestiones. En esta Administración de Jiménez se crearon el Banco Nacional de Seguros (hoy denominado Instituto Nacional de Seguros) y el Banco de Crédito Hipotecario; asimismo, se le brindó un importante impulso al sector agropecuario (se creó la Escuela de Agricultura) y se creó el Ministerio de Salud como ente regulador de las políticas públicas sobre salud e higiene. Por otra parte, para continuar impulsando las exportaciones y, en general, el comercio exterior, se empezó la electrificación del ferrocarril al Pacífico y la construcción del nuevo muelle de Puntarenas. A esta Administración de Jiménez Oreamuno le sucedió un nuevo gobierno de Cleto González Víquez (1928-1932), durante el cual se comenzaron a pavimentar las calles de San José, se mejoraron ciertas carreteras ubicadas en el valle Central y se finalizó la electrificación del ferrocarril al Pacífico.
Tal y como afirman Molina y Palmer,
el período 1880-1930 se caracterizó por los últimos esfuerzos de los campesinos pobres y de los indígenas en defensa de las tierras comunales; por la presión social cada vez más fuerte de los pequeños y medianos caficultores para que los exportadores y los beneficiadores les cancelaran el café a mejor precio; y por la organización y las luchas de los artesanos y obreros urbanos en pro de elevar sus salarios y disminuir la jornada de trabajo (…) El afán civilizador de los liberales tuvo un resultado paradójico: en 1930, una mayoría de los 500.000 costarricenses sabía leer y escribir, aceptaba los valores y los símbolos del nacionalismo y participaba en las campañas electorales. El primer tercio del siglo XX, sin embargo, se caracterizó por el desgaste de la ideología del progreso (…) La generación que surgió a partir de 1900, en la que destacó el novelista Joaquín García Monge (…) avizoró debajo del grano de oro una agudizada “cuestión social”: burgueses corruptos y egoístas, y trabajadores pobres a los que urgía redimir mediante una educación apropiada (Molina y Palmer, 1997: 63 y 65).
Según la lógica liberal y a partir de la ideología del progreso, las fuerzas del mercado por sí mismas regularían la economía basada en las exportaciones agrícolas y en la creciente industria,[22] y esto conduciría el país al progreso, la civilización y la prosperidad para todos, pero ante las consecuencias económicas de la I Guerra Mundial iniciada en 1914 y de la gran depresión de 1929, resultó más que evidente que este proyecto económico liberal no tenía las respuestas adecuadas y necesarias para afrontar la nueva situación económica; por eso, cuando cayó el modelo agro-exportador debido a la disminución de los precios del café y el banano en el mercado internacional, resultó necesario plantear y aplicar nuevas políticas públicas y entonces las élites gobernantes optaron por la intervención estatal para regular la economía y mantenerla lo más sana posible.
Aunque a don Ricardo y don Cleto les tocó gobernar en momentos históricos complejos y difíciles, por ejemplo la primera guerra mundial y la crisis económica mundial de 1929, en el imaginario social sus gobiernos se recuerdan como épocas de paz social y estabilidad económica, aunque como hemos visto, el creciente malestar social y político generado en el país en las primeras tres décadas del siglo XX, a raíz de la creciente división de clases fomentada en buena medida por ciertas medidas adoptadas por la oligarquía liberal en el poder, ocasionó el surgimiento y la consolidación de diversos grupos sociales que cuestionaron a las élites gobernantes, que abogaron por una mejor distribución de la riqueza en el país y que propusieron la construcción de una sociedad con mayor justicia social.
Concretamente, en 1930 estallaron varios movimientos obreros debido a la grave crisis económica que experimentaba el país y que, como sucede casi siempre, afectó más duramente a las clases sociales bajas. En este contexto, podemos entender más fácilmente por qué en 1931 se fundó el Partido Comunista de Costa Rica, desde el cual se dirigió la huelga bananera de 1934 contra la United Fruit Company (UFCo.), primera huelga bananera centroamericana, y que generó grandes logros para los sectores trabajadores.
Es también en este contexto que se conforma en nuestro país un nuevo núcleo generacional (una nueva generación de intelectuales, que en este trabajo llamamos “intelectuales radicales”) cuyos orígenes podemos ubicar durante las primeras grandes crisis de régimen liberal y del capitalismo agrario dependiente (Quesada Soto, 1986 y 1988).
Estas crisis ponen en evidencia los grandes problemas, tanto de índole política como económica, del llamado estado nacional, pero también hacen que estos nuevos intelectuales cuestionen los límites de la democracia y del patriotismo (asociado generalmente a la defensa de la soberanía nacional) que pregonaba a los cuatro vientos la oligarquía liberal costarricense. Esta oligarquía comienza a ser cuestionada por la nueva intelectualidad, que consideraba que muchas veces los oligarcas anteponían sus intereses personales (comerciales y financieros) a los intereses de la nación, es decir, pensaban que el pueblo, la clase trabajadora, les importaba poco.
Las fracturas generadas a lo interno de la estructura oligárquica, ya se evidenciaban hacia 1860, año en que fueron fusilados los generales Mora y Cañas por orden de sus adversarios políticos. A pesar de estas divisiones, la unidad que simbolizaba esta élite dominante fue suficiente para que otros grupos sociales subalternos surgieran en oposición a sus propuestas económicas, políticas y culturales. Podríamos decir que, en estas primeras dos décadas del siglo XX, la sociedad costarricense estaba claramente fragmentada en razón de la división de clases, es decir, había ricos y pobres.
Sucedió entonces que diversos grupos de trabajadores urbanos se organizaron para conformar los primeros gremios y sindicatos, con el fin de protestar y luchar para lograr reformas en los órdenes económico, social y político, que les permitieran tener una mejor calidad de vida y un espacio para hacer oír sus opiniones acerca del futuro del país. A estos trabajadores se unieron ciertos intelectuales, sobre todo escritores y maestros, cuyas ideologías socialistas, anarquistas, ácratas o revolucionarias, les hacían estar en contra de las concepciones sustentadas por la oligarquía cafetalera. Es preciso indicar que la gran mayoría de estos intelectuales con ideas revolucionarias o radicales no habían nacido en cunas de oro, a diferencia de los intelectuales liberales más conservadores, tales como Manuel Argüello Mora y Manuel de Jesús Jiménez Oreamuno.[23]
Así pues, estos nuevos intelectuales se organizaron para ofrecer a las clases trabajadoras charlas y conferencias en las que se abordaban temas de interés para los obreros y artesanos. Además, impartían lecciones en escuelas nocturnas, pues consideraban que la única forma de ayudar al pue...

Índice

  1. Cubierta
  2. Inicio
  3. Dedicatoria
  4. Presentación
  5. Coordenadas de lectura: ¿desde dónde leeremos?
  6. Capítulo I: La pobreza y la desigualdad social vistas desde el Olimpo
  7. Capítulo II. Pobreza y desigualdad social en la narrativa de los intelectuales ‘radicales’
  8. Capítulo III. Pobreza y desigualdad social en la narrativa de la generación del 40
  9. A manera de conclusiones: los contrastes entre unos y otros
  10. Bibliografía
  11. Créditos
  12. Libros recomendados