Capítulo 1
El manicomio de Cogoleto
La constitución de la psiquiatría en Italia como disciplina autónoma institucionalizada puede seguirse en el contexto del proceso de unificación del Estado, a mediados del siglo XIX. El período de construcción de la psiquiatría se extiende un poco más de 60 años. Podemos considerarlo concluido poco antes de la Primera Guerra Mundial, al principio de la sanción de la ley sobre los manicomios de 1904-1909, que representa la coronación de los esfuerzos de los psiquiatras italianos.
Con la aprobación de la propuesta Giolitti, en 1904, la relación entre sociedad civil e institución psiquiátrica se estableció, sin mediación alguna, en términos de fractura y exclusión. Desaparece, pues, la potencial riqueza del conflicto que, hasta entonces, había caracterizado el debate entre los psiquiatras italianos, entre inmovilismo manicomial y grandes reclamos emancipatorios, entre las entusiastas exploraciones del dominio antropológico y filosófico y la reducción de las infinitas posibilidades de la existencia humana en pocas fórmulas nosográficas “utilizables” administrativamente día a día.
La ley Giolitti define exactamente la organización del manicomio desde la psiquiatría y sus relaciones con la justicia penal y las administraciones públicas. Además, prevé un control sobre los alienados por un tiempo indeterminado, mucho más allá de la salida del manicomio: el artículo 66 establece la llamada “dimisión en experimento”, una suerte de libertad condicional de duración indefinida, revocable en cualquier momento a juicio del aparato sanitario. “Por otra parte, el registro de la internación definitiva en el manicomio en el archivo judicial crea un enlace irrevocable con el aparato judicial y logra el instrumento para el control sistemático de las futuras generaciones.”
Vestigios de aquel antiguo ordenamiento se encuentran todavía en la actual praxis de control e información acerca de los exhospitales psiquiátricos por parte de policías y carabineros para verificar si cualquier ascendente de un aspirante a custodiar el orden haya estado internado.
Mientras el hospital civil en sí no cura pero lo hace a través de los cuidados que imparte y que podrían ser practicados –con algunos aumento del gasto− incluso fuera de él, distinta es la función del manicomio. La internación se considera de suyo como uno de los principales medios para el cuidado de la enfermedad mental.
El manicomio se transforma en el espacio geográfico y relacional, el topos de la cura, la síntesis de todos los recursos terapéuticos preparados por la nueva ciencia psiquiátrica.
En esencia, se trata, entonces, de un lugar donde se congela la realidad de la marginalidad y de la desintegración humana y social. Los deshechos de la sociedad capitalista chocan con estos verdaderos y auténticos depósitos humanos, en el interior de los cuales, para el alienado, se pierde irremediablemente toda esperanza de rastrear los nexos rotos con la realidad externa.
El cuadro social en el que surge la psiquiatría italiana estuvo caracterizado por el drama de la miseria, de la subalimentación crónica y de la degradación de las condiciones higiénicas y humanas de buena parte de la población (desde los campesinos del Norte a los obreros meridionales). En Liguria el cuadro de la asistencia psiquiátrica es sustancialmente sumable al nacional; así surge de pronto el dato de un mayor número de internados psiquiátricos en relación con la población residente.
A mediados del siglo pasado, cuando los manicomios pasaron a la jurisdicción de la Administración provincial, se sintió rápido en Génova la necesidad de reducir la población de internados en el edificio de la calle Galata. Hasta ese momento era usado para recuperación psiquiátrica oficial y hospedaba mucho más de los 400 “maníacos” para el que había estado proyectado y construido.
El manicomio de la calle Galata, una suerte de monumento a la custodia, además de ser considerado insuficiente por su capacidad y por la estructura falansterial, es inadecuado según los más modernos dictámenes científicos. Está ubicado en posición central y urbana, considerada extremadamente dañina por la constituida psiquiatría positivista italiana, ya sea para los internados como para los habitantes del barrio.
El VIII Congreso de Científicos italianos, reunido en Génova en 1846, hizo votos para que los futuros edificios similares a los de la calle Galata no fueran demasiado grandes y que estuvieran lejos de la ciudad, para permitir la práctica de la agricultura entre los internados. Por lo tanto, se comienza a buscar una zona grande alejada de la ciudad, provista de abundante agua, en un ambiente saludable, donde los internados puedan cultivar la tierra.
Para crear condiciones de vida al menos aceptables para el elevado número de crónicos sin esperanza de reinserción social es necesario diseñar una articulación más compleja de la estructura del manicomio.
Francesco Azzurri –un arquitecto a quien se debe, en los años 70 del siglo XIX, un profundo estudio de los edificios de los manicomios− subraya la necesidad de superar las construcciones con “formas simétricas y monumentales”, como el edificio de la calle Galata, que muestran “el aspecto de un hospital, en suma, el complejo que resuena en la mente como lugar de reclusión.”
Él quiere dar forma a un tipo de instituto en el que “la calma, el orden y la vida de familia, dirigida por la ciencia médica” constituyan las directrices del proyecto de cura. El modelo proyectado es “el sistema diseminado con forma de villa”, que se propone el logro de la colonización de los locos. Ese modelo sirve para la creación de una microcomunidad autónoma y autosuficiente, concebida según los parámetros de una sociedad ideal de los normales.
“Los pabellones que reciben a los pacientes, diversamente dispersos y equitativamente separados, dispuestos a lo largo de una avenida arbolada, dan la inesperada impresión de pasear por una villa señorial, quitando al Instituto todo aquello repulsivo que generalmente se ve en los asilos con aspecto severo, casi carcelario.”
La intención de agrandar el contexto espacial donde colocar al loco bien puede parecer una alternativa parcial y una implícita condena en sus aspectos más marcadamente separadores del manicomio. Se muestra funcional, sin embargo, tanto para la ideología del trabajo como para la presunta necesidad de acotar el enorme aumento del recurso de la recuperación psiquiátrica.
Tras la propuesta de terrenos, antiguos conventos y propiedades varias que recibe la Administración provincial, la que suscita un particular interés es la de Cogoleto ya que muestra como “adecuada” un área de 100 hectáreas en la región de Pratozanino, obtenibles a bajo precio.
“El lugar, bajo el punto de vista de la higiene y de muchas de las condiciones pedidas por la moderna técnica del manicomio para la construcción de un instituto moderno, al estilo de villa esparcida, sin comunicaciones cubiertas, como el de Meeremberg en Holanda o el de Mendrisio en el Cantón Ticino, etcétera, ofrece condiciones ventajosas. Se encuentra a una altura sobre el nivel del mar entre 160 y 180 m, expuesto a pleno mediodía, suficientemente defendido de los vientos del Norte con un contrafuerte de 250 m de altura, rodeado y protegido por bosques, alegre para la vista de los Apeninos y del mar.”
Sin embargo, la localidad de Pratozanino tiene un defecto: está demasiado lejos de la capital y, por lo tanto, resulta incómoda para las visitas de los familiares de los enfermos. Por este motivo el Consejo Provincial vota una primera suspensión del proyecto en 1885 y una segunda en 1889. Para detener temporalmente el proyecto en 1889 la autoridad gubernamental recibió el parecer de gran parte de los psiquiatras italianos y la presión de los ambientes académicos genoveses. Tras polémicas e incertezas, la provincia dispuso recién en 1895 un manicomio, el de Quarto, que pronto resultó inadecuado para resolver la grave cuestión de los internados.
El estado de superpoblación de los manicomios genoveses es una consecuencia lógica de la centralización de las instituciones psiquiátricas en los lugares de poder académico.
En abril de 1909 algunos médicos denunciaron, en una carta al gobernador de la provincia, las condiciones de deterioro del manicomio de Quarto. “Los que suscriben deploran vivamente el estado en que se encuentran algunas secciones del Instituto donde los enfermos, tirados a granel y sin ninguna comodidad y sin la asistencia adecuada, están condenados a perecer física y mentalmente.” Los firmantes solicitan a la autoridad provincial que envíe una comisión de investigación sobre el funcionamiento de los servicios del manicomio y declaran “no querer ser cómplices de una ofensa tan grave a los más elementales sentidos de cultura y piedad humana.”
La cuestión regresa al orden del día después de 18 años, cuando es inminente la demolición del edificio de la calle Galata y también del manicomio de Quarto, inaugurado en 1895 y ya declarado repleto de enfermos.
La “historia infinita” del primer proyecto, y de su construcción después, en los primeros años del siglo XX, del manicomio de Cogoleto, parece ejemplar para la variedad de intereses que enfrentan las diversas instituciones para el cuidado de los locos. El edificio de la calle Galata será demolido; las áreas vecinas subieron su valor, serán vendidas y con lo recaudado se construirá el nuevo Hospital Cívico de San Martino.
Es, pues, evidente que la motivación económica es la que empuja la expulsión de los manicomios de los centros urbanos.
Finalmente, en 1908, el Consejo provincial aprueba el proyecto del Manicomio Provincial de Cogoleto. Para favorecer su construcción incluso se movió la frontera de la provincia de Génova para incluir el Municipio de Cogoleto y con él, el manicomio.
El manicomio se construyó con pabellones sobre una superficie de 100 ha y es el más grande de Liguria, capaz, en el proyecto, de albergar 2.400 pacientes. Se inauguró en 1912. Para la inauguración estuvieron listos 10 pabellones; se agregaron tres en 1913 y otros tres en 1921-1922; los últimos tres se construyeron en 1933. A pesar de los proyectos de utilización específica de los diversos pabellones, la presión de las peticiones obliga a ocupar los pabellones como estaban configurados dejando para tiempos mejores una más adecuada sistematización de las secciones.
El hueco entre la necesidad contingente y la...