El aparato psíquico y la realidad
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El aparato psíquico y la realidad

  1. 152 páginas
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"En este libro, Ricardo Avenburg examina con detalle los distintos niveles de realidad y lo hace desarrollando e integrando ideas que Freud expuso en diferentes momentos de su obra, pero también siguiendo lo que Freud había llamado 'la oscura dialéctica hegeliana', no como un intento de imponer un sistema filosófico a la obra de su maestro, sino con la convicción de que la dialéctica está presente en el desenvolvimiento intrínseco de esa obra, aun cuando Freud no fuera consciente de ello. Entiendo que el sentido de 'limpiar la obra de Freud de aquello que la oscurece' refiere a la voluntad de quitarle el peso de aquellas ideologías del pasado que perviven en el superyó y nublan la apreciación de su obra; es desde ahí donde Ricardo descubre la dialéctica ínsita en esa obra; dialéctica en la que Ricardo se afirma para continuar desarrollándola, negando y conservando la obra de Freud en un nuevo nivel" (Jorge Garbarino).

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Información

Año
2021
ISBN
9789878362410
Edición
1
Categoría
Psychology
Categoría
Psychoanalysis

VII

Presencia de la realidad cultural en los diferentes niveles de organización de nuestra realidad psíquica.
Capítulo III de “El Yo y el Ello”35

1
Organización del Yo y el Ello como estructuras diferenciadas. Dialéctica entre identificación e investidura de objeto. Establecimiento de la dialéctica externo-interno como superación del narcisismo original.

“Los motivos que nos han llevado a suponer la existencia de una fase especial del Yo, o sea de una diferenciación dentro del mismo Yo a la que damos el nombre de Superyó o ideal del Yo, han quedado ya expuestos en otros lugares”36. “Estos motivos continúan en pie”. Y, en una nota al pie de página, agrega Freud: “Únicamente habremos de rectificar la afirmación de que el examen de la realidad era una función del Superyó. Las relaciones del Yo con el mundo de la percepción parecen más bien indicar que dicho examen es ejercido por el Yo. También ciertas manifestaciones indeterminadas, que en otros lugares hemos consignado, sobre la existencia de un nódulo del Yo, deben ser concretadas37 ahora en el sentido de que dicho nódulo es únicamente el sistema P – Cc.” Como la prueba de realidad depende de la actividad tanto del polo perceptor como del motor (lo que determina la categorización de un estímulo como externo o interno es una acción muscular) del aparato psíquico, resulta lógico describirla como función del Yo, que integra a ambos polos (en la “Adición metapsicológica” la adscribió al sistema Cc., antecedente inmediato del Yo). Sin embargo, el haber referido la prueba de realidad al Superyó no es tan errado como parece a primera vista, ya que en el hombre “normal”, adaptado a la cultura convencional, es el Superyó quien determina lo que el Yo debe considerar como real o no en función de los valores preponderantes en dicha cultura.
“La novedad que precisa una aclaración es la de que esta parte del Yo (el Superyó) […] presenta una conexión menos firme con la conciencia”. “Para llegar a tal aclaración…” pasa a desarrollar un proceso descrito en la melancolía, el de la sustitución de una investidura de objeto por una identificación, proceso que juega un importante papel en la configuración del Yo y en la del carácter del individuo. Con este desarrollo va Freud profundizando la influencia del otro, del semejante, de la cultura, en el psiquismo, no sólo como constituyendo una moral que actúa inconscientemente, enraizada en el Ello, sino mostrando de qué modo la relación con el otro a través de la identificación forma parte de la estructura del mismo Yo. “Originalmente, en la fase primitiva oral del individuo, no es posible diferenciar la carga de objeto38 de la identificación”. La no distinción entre investidura de objeto e identificación corresponde a la no diferenciación, en este momento evolutivo, Yo-mundo exterior; el yo abarcando al mundo constituye el primer objeto erótico, la primera investidura de objeto, el primer pasaje a la cualidad, la primera introducción de la diferencia, destacándose sobre un fondo. ¿Qué es ese fondo? ¿La nada, la no significado? ¿O la tensión indiscriminada? Es más bien la alternancia entre tensión intolerable y Nirvana, y sobre ese fondo de tensión que surge del Nirvana, parece destacarse un Yo o, lo que en este nivel es lo mismo, una investidura objetal, la primera diferencia bajo la forma de cualidad psíquica, o sea el primer deseo, la primera alucinación, la primera identidad de percepción que es a la vez identificación.
“Más tarde, solo podemos suponer que las cargas (investiduras) de objeto parten del Ello39, el cual siente como necesidades las aspiraciones eróticas”. Es un momento siguiente: el Ello siente sus tendencias; ese sentir forma parte de un polo preceptor que ya es Yo: parece empezar a existir una estructura superficial, estructura límite, que se diferencia de una profundidad, o sea un Yo que va diferenciándose de un Ello, un Yo que media entre el mundo exterior y el Ello, un Yo que percibe al mundo exterior a la vez que siente a ese otro que es cuantitativo-cualitativo, como si fuera solo una cantidad, siente como necesidad algo que, como ya he dicho, es ya cualitativo. La diferenciación entre un Yo y un Ello implica al mismo tiempo el establecimiento de una diferencia Yo-no Yo, Yo-no Yo interno y Yo-no Yo externo: las investiduras de objeto empiezan a diferenciarse de las identificaciones. “El Yo, débil aún, al principio, recibe noticia de las cargas de objeto y las aprueba o intenta rechazarlas por medio del proceso de represión”. Traducido más literalmente, es: “El Yo, al principio débil aún, toma conocimiento de las investiduras de objeto, las tolera o busca defenderse de ellas a través del proceso de la represión40. Es un Yo que siente sus tendencias eróticas como necesidades pero que, en tanto investiduras de objeto que se van diferenciando de las identificaciones, toma conocimiento de ellas: es un sentir que es a la vez un conocer, conocimiento ante todo afectivo. El Yo, al diferenciarse tanto del Ello como del mundo exterior, deja de sentir pasivamente y empieza a ser mediador activo, incidiendo sobre las tendencias eróticas, tolerándolas o defendiéndose de ellas por medio de la represión.
El problema que se plantea ahora es la relación que se da entre estas identificaciones, al principio no diferenciables de las investiduras de objeto (proceso de diferenciación que se desarrolla paulatinamente) de esas otras que son la consecuencia de investiduras de objetos abandonadas. La sustitución de la elección de objeto por la identificación tiene su paralelo (no identidad) en “La creencia de los primitivos de que las cualidades del animal ingerido como alimento se transmiten al individuo” así como en las “prohibiciones basadas en esta creencia”. Repito: el paralelismo está en esa creencia y en las prohibiciones basadas en la misma; es decir, con el reemplazo de la elección de objeto por la identificación el sujeto se apropia de los caracteres del objeto así como de determinadas prohibiciones: es una regresión a la identificación que arrastra consigo significaciones correspondientes al estadio de la elección de objeto. “Las consecuencias que aquí se atribuyen al apoderamiento oral del objeto surgen, luego, realmente, en la elección sexual del objeto ulterior”. La elección del objeto sexual está determinada (por lo menos en parte) por esa identificación que a su vez arrastra consigo determinaciones (características y prohibiciones) de una anterior elección objetal.
Ahora bien, ¿cuál es la relación existente entre la identificación y el abandono del objeto? ¿Es aquella consecuencia o condición del mismo? En la melancolía el establecimiento del objeto en el Yo se produce como consecuencia de la pérdida del objeto. “Es muy posible que el Yo facilite o haga posible, por medio de esta introyección, que es una especie de regresión al mecanismo de la fase oral, el abandono del objeto. O quizá constituya esta identificación la condición precisa para que el Ello abandone sus objetos. De todos modos, es éste un proceso muy frecuente en las primeras fases del desarrollo, y puede llevarnos a la concepción de que el carácter del Yo es un residuo de las cargas de objeto abandonadas y contiene la historia de tales elecciones de objeto”. El carácter, precipitado de elecciones de objeto abandonadas, manifiesta su firmeza tanto oponiéndose a nuevas identificaciones como asumiéndolas. “También puede existir una simultaneidad de la carga de objeto y la identificación, o sea una modificación del carácter antes del abandono del objeto”.
En resumen, tenemos: 1) la identificación consecutiva a la pérdida del objeto (melancolía); 2) la identificación previa a la pérdida del objeto y que permite el abandono del mismo, y 3) la identificación contemporánea a la investidura del objeto, identificación que sobrevive a la relación con el mismo y que “en un cierto sentido”, la conserva.
“Desde otro punto de vista, observamos también que esta transmutación41 de una elección erótica de objeto en una modificación del Yo es para el Yo un medio de dominar al Ello y hacer más profundas sus relaciones con él…” “La transformación42 de la libido objetiva en libido narcisista, que aquí tiene efecto, trae consigo un abandono de los fines sexuales, una desexualización, o sea una especie de sublimación…”. Surge aquí el problema de la sublimación: la sublimación aparece como una especie de regresión narcisista, narcisismo secundario; pero ¿por qué este narcisismo secundario implica a la vez una desexualización? El Yo se ofrece al Ello como objeto: “puedes amarme, soy tan parecido al objeto”. Hay un narcisismo secundario que sigue siendo sexualizado y que involucra un retorno al autoerotismo, o sea a actividades sexuales con el propio cuerpo, semejante al del objeto. Pero en la sublimación la asunción de características del objeto implica también asumir las prohibiciones, configurándose algo así como un narcisismo espiritual; el Yo le diría al Ello: “puedes amarme, soy tan parecido al objeto, pero solo puedes satisfacerte con mis rasgos espirituales mas no con mi cuerpo”. El ello (mejor dicho el Yo que obedece a las tendencias del Ello) se satisface en su narcisismo por vía indirecta: a través de la satisfacción del ideal del Yo. Dicho con más precisión, en este retorno al narcisismo hay dos pasos: “por la mediación del Yo, que transforma primero la libido objetiva sexual en libido narcisista” (primer paso) “para proponerle luego un nuevo fin” (segundo paso). O sea que a la regresión narcisista, determinante de un cambio de objeto, se le agrega un cambio de fin, es decir un cambio en la forma de satisfacción; pero no es un cambio de fin como cualquier otro, o sea dentro del ámbito de las satisfacciones sexuales, como la transformación de un placer sádico en uno masoquista, sino que es un cambio de fin que implica la pérdida de su carácter sexual en general: es una satisfacción narcisista, a través de la satisfacción del ideal del Yo, el cual precisamente se satisface con la desexualización del instinto que, en última instancia, es deserotización, es defusión instintiva (por lo tanto liberación del instinto de muerte), lo que hace que, en lo más sublime, en el máximo alejamiento del cuerpo, del cuerpo sexual significante, aparece la muerte, lo inorgánico, es decir, aparece lo más alejado de la humanidad en lo que aparentemente es la máxima aspiración de la misma, aspiración que, de este modo, no es otra cosa que la propia destrucción.
Volviendo al tema de la organización del yo, dice Freud, en una nota al pie de página: “Una vez establecida la diferenciación del Yo y el Ello, hemos de reconocer a este último como el gran depósito de la libido43. La libido que afluye al yo por medio de las identificaciones descritas representa44 su ‘narcisismo secundario’”. El Yo, en tanto se diferencia del Ello, es una formación secundaria; al principio el Ello era Yo y viceversa: gran depósito original de libido, cuerpo significado (o sea libidinizado) por las primeras experiencias de satisfacción con el semejante, es decir, era un precipitado de esas experiencias de satisfacción que se dieron en “aquella fase primitiva oral del individuo” en la que “no es posible diferenciar la investidura de objeto de la identificación”. Para una ida y vuelta de libido tiene necesariamente que existir una estructura límite que comienza a diferenciar un afuera de un adentro, que empiece a su vez a diferenciarse como un precipitado de experiencias con el mundo exterior que se configura destacándose a partir de ese adentro-afuera indiferenciado original (narcisismo primario).
A partir de la consideración del Yo como organización, como estructura, surge el problema de las perturbaciones de dicha organización: por ejemplo, el caso de “la personalidad múltiple”, identificaciones en el Yo incompatibles entre sí. Estas identificaciones, como ya hemos visto, corresponden a un narcisismo secundario; pero ¿por qué su incompatibilidad entre sí? ¿Corresponden a un narcisismo secundario que retiene su fin sexual? ¿O es que la incompatibilidad se produce entre un narcisismo secundario que retiene su fin sexual y otro constitutivo de una sublimación? Ante todo, parece Freud describir aquí un proceso diferente de la represión, ya que en ésta lo reprimido no puede ser objeto de conciencia mientras que en el caso de la personalidad múltiple se trata de una conciencia alternante. Ahora bien, en el caso particular de la personalidad múltiple, tal como aparece en el adulto, se trata ante todo de identificaciones postedípicas, que llevan consigo las prohibiciones correspondientes. ¿Es manifestación de una escisión en el Yo? Implica por lo menos dos actitudes con respecto a la realidad: en la escisión del Yo que Freud describe ulteriormente en el fetichismo esas dos actitudes son coexistentes, en la personalidad múltiple, alternantes. “Cuando éstas (las identificaciones de objeto del Yo) prevalecen45 [...] se produce fácilmente un resultado patológico”. ¿Prevalecen sobre qué? ¿Sobre el Yo? Este es también precipitado de identificaciones. Tal vez lo que prevalece es la oposición de dichas identificaciones entre sí sobre la función sintética del Yo. “Pero aún sin llegar a este extremo (el de la personalidad múltiple), surgen entre las diversas identificaciones en las que el Yo queda disociado, conflictos que no pueden ser siempre calificados de patológicos”. Aquí parece estar por primera vez planteado el tema de la escisión del Yo en el proceso defensivo, proceso compatible con la normalidad a la vez que se lo observa en las perversiones46.
Sintetizando lo dicho hasta ahora: se planteó el problema de las identificaciones, la dialéctica que se establece entre identificaciones e investidura de objeto; asimismo la constitución del Yo a partir del Ello, cómo el Yo, por medio de la identificación logra en parte dominar al Ello oponiéndose a las investiduras de objeto enviadas por éste. Pero el mismo Yo es un precipitado de investiduras de objeto abandonadas, lo que plantea la relación entre identificación y abandono del objeto; estos precipitados pueden entrar en conflicto entre sí, establecerse entre ellos resistencias, configurándose así la personalidad alternante; estas identificaciones pueden tomar la primacía por sobre la función sintética del Yo; a su vez el Yo puede ir progresivamente resistiéndose a nuevas identificaciones. Pero, como dijimos, el Yo mismo es producto de identificaciones y ante todo de aquellas identificaciones más tempranas, identificaciones primarias, directas e inmediatas. Repito, directas, inmediatas: no hay mediación, son identificaciones que se producen cuando no está aún el Yo mediando entre el Ello y el mundo exterior, como tampoco estableciendo un límite entre ambos; Ello y mundo exterior son una misma cosa, toda representación alucinada va a constituirse inmediatamente en una identificación. Es un momento previo al de la investidura (u organización) del Yo, pero necesario y que forma parte de la constitución del mismo; mejor dicho, es el proceso a través del cual se constituye el Yo, el cual, como comienzo de organizació...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Agradecimientos
  4. La muerte de un hombre sin prejuicios, por Jorge Garbarino
  5. Algunas notas previas, por Jorge Garbarino
  6. Advertencia
  7. Introducción
  8. I. Constitución del fenómeno onírico: disolución de la relación con la realidad externa inmediata y emergencia de la realidad psíquica con su modo particular de funcionamiento.
  9. II. Constitución del juicio de realidad y sus perturbaciones. Continuación del análisis de la “Adición metapsicológica a la teoría de los sueños”
  10. III. Constitución de los valores (primeros niveles de significación).<br/> “El block maravilloso”.
  11. IV. Transmutación del mundo de los valores y constitución de dos sistemas diferentes. “Los dos principios del suceder psíquico”.
  12. V. Interacción entre los diferentes sistemas: diversos modos de resolución de los conflictos creados entre los mismos. Establecimiento de la enfermedad y su evitación. “Neurosis y psicosis”.
  13. VI. Distintos niveles de realidad que entran en consideración en las diferentes estructuras psicopatológicas. “La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis”.
  14. VII. Presencia de la realidad cultural en los diferentes niveles de organización de nuestra realidad psíquica. Capítulo III de “El Yo y el Ello”
  15. VIII. Congelamiento y puesta en movimiento de la dialéctica. “Introducción al narcisismo”.
  16. Consideraciones finales
  17. Sobre este libro
  18. Sobre el autor
  19. Créditos