Cosas prodigiosas y portentos
del mal agüero en Mesoamérica
y los Andes
Los augurios se hacían presentes en diferentes momentos y coyunturas de la vida. Por ejemplo, el canto de una lechuza, el tauteo de una zorra o la entrada de un murciélago a una casa anticipaban decesos. Pero el registro y la exégesis de los portentos anunciadores adquirían gran relevancia en momentos de crisis. Por consiguiente, tanto en los Andes como en Mesoamérica los presagios aparecen con fuerza e intensidad en la coyuntura de la conquista.
Un antiguo oráculo de los incas vaticinaba que “pasados tantos reyes habían de ir gentes extrañas, nunca vistas, a quitarles el reino y destruir su república e idolatría” (Garcilaso de la Vega, Comentarios reales). Por su parte, los informantes tlatelolcas de fray Bernardino de Sahagún arrancaron su relato sobre la conquista recordando “lo que apareció, lo que fue visto, las señales y los tetzahuitl, cuando aún no venían los españoles a la tierra de aquí”. Entre aquellas cosas admirables y espantosas se incluyeron extraños fenómenos celestes y de las aguas, destrucción de templos, apariciones de seres extraños, objetos que adquirieron cualidades humanas, sueños, quimeras, además de la participación de intermediarios que transmitieron de viva voz el mensaje de los dioses a los gobernantes en turno.
Cometas y otras señales en el cielo
Éstos fueron los signos que más se asociaron a los augurios de la conquista. Además de la columna de fuego, presagio con el que iniciamos este libro, los nahuas también mencionaron como cuarto tetzahuitl “un fuego que cayó y se partió en tres”, algo así como brasas lloviznando o tres estrellas que corrían muy juntas, muy encendidas y que llevaban colas muy largas. Era una especie de cometa. Desde que fue visto, “la gente hizo mucho ruido, así como si se extendiera [el sonido de los] cascabeles” (Códice Florentino, traducción de Berenice Alcántara). Por el lado andino, la serie de portentos enlistados por el Inca Garcilaso comienza con un prodigio semejante y dice que “vieron que en el aire se aparecían muchos cometas muy espantosos y temerosos” (Garcilaso de la Vega, Comentarios reales). El vocablo “cometa” era usado como un genérico de estrella y en los Andes aparece asociado a la adivinación, pero sólo en una ocasión se incluye dentro de los presagios de la conquista (figura 3).
Figura 3. Cuarto tetzahuitl: el cometa. Tomada del Códice Florentino, L. VIII, f. 12r.
La espiga de fuego, el primero de ocho presagios incluidos en el Libro XII de la Historia general de las cosas de la Nueva España o Códice Florentino, es el más repetido de todos los presagios mesoamericanos. Esto permite cotejar las fuentes con el objetivo de indagar su posible significado. En el Códice Telleriano-Remensis, por ejemplo, se le denomina mixpantli, que significa una “bandera de nube” que arrojaba frío y miseria, es decir, que anunciaba las heladas. Por otra parte, de acuerdo con Sahagún, el cometa auguraba la muerte del tlahtoani —el que habla, el máximo gobernante— o de algún señor principal (figura 4).
Figura 4. Año 4 casa, 1509: Mixpantli o mixpanitl (“espiga de fuego”). Tomada del Códice Telleriano-Remensis, f. 42.
En las fuentes peruanas no se consigna un significado específico al cometa. Guaman Poma afirmaba que los astrólogos sabían “lo que ha de suceder, bueno y malo, a través de los diferentes luceros” y Garcilaso trató de disimular la idolatría de sus antepasados excusándolos al decir que los incas “no echaban juicios ni pronósticos ordinarios por señales del sol ni de la luna ni de los cometas, sino para cosas muy raras y muy grandes, como muertes de reyes o destrucción de reinos y provincias”. En este sentido, todos coinciden en que los cometas eran señales prodigiosas y en ambos espacios aparecen pronosticando la muerte de los gobernantes.
Los purépechas también recordaron haber visto dos grandes cometas en el cielo antes de la llegada de los españoles, pero su primera impresión, reconocen los informantes, fue que se trataba de un augurio favorable. Asumieron entonces que sus dioses habían de conquistar o destruir algún pueblo y que ellos habían de ir a someterlo. Sólo diez años después de la derrota, lo asentaron como un presagio funesto (Relación de Michoacán). Resulta pues evidente que los presagios cobraron sentido a partir de la conquista y fueron explicados en retrospectiva. Esto se debió a que, si bien ciertas señales tenían una asociación clara a determinados significados, su sentido podía ser variable. Mientras nahuas y quechuas supieron que la aparición del cometa en el cielo se refería a su propia fatalidad, los purépechas debieron esperar para explicarlo de ese modo:
Otras manifestaciones celestes son distintivas de las fuentes peruanas, como aquella que dilucidaron los incas a través de la luna.
Entre estos miedos y asombros, [los incas] vieron que una noche muy clara y serena tenía la luna tres cercos muy grandes: el primero era de color de sangre, el segundo que estaba más afuera era de un color negro que tiraba a verde, el tercero parecía que era de humo (Garcilaso de la Vega, Comentarios reales).
De las señales del cielo, ésta es la más pormenorizada y enigmática. Visto el portento, los adivinos o magos, que los indios llaman llaica, deliberaron e informaron a Guayna Capac, el onceavo Inca, lo siguiente: “Pachacámac, creador y sustentador del mundo, amenaza a tu sangre real y a tu imperio con grandes plagas que ha de enviar sobre los tuyos”. La especificidad y precisión que, según Garcilaso, alcanzaron los adivinos es notable. ...